Salud
Porque me pica la garganta y me da tos: descubre qué te pasa

Picor de garganta y tos explicados con claridad: causas más frecuentes, alivio en casa y señales de alarma, con pautas prácticas y consejos.
Ese cosquilleo áspero en la faringe que termina en carraspeo y tos tiene, casi siempre, una explicación sencilla y manejable. Lo más habitual es una infección leve de vías altas, una rinitis alérgica con goteo posnasal o la simple irritación por aire seco, polvo o humo. El organismo tose para “barrer” aquello que irrita y la garganta pica porque su mucosa está inflamada o reseca. Suele pasar en pocos días. Aun así, hay que saber orientarse: cuándo basta con medidas caseras y cuándo conviene una valoración médica.
Qué hacer de entrada para cortar el círculo del picor con tos: hidratarse bien a lo largo del día, evitar el humo y los ambientes muy secos, chupetear pastillas suavizantes o caramelos (sin azúcar si preocupa la boca), hacer gárgaras templadas si calman, y descansar la voz si está ronca. Si molestan al tragar o al hablar, paracetamol o ibuprofeno —salvo contraindicaciones— suelen aliviar. La miel suaviza la tos en adultos y en niños a partir de un año. Si aparece fiebre alta, ahogo, dolor en el pecho, sangre al toser o la tos se alarga semanas, toca consulta. El resto de situaciones admite margen y paciencia razonable.
Picor de garganta y tos: causas, alivio y señales
El picor de garganta (ese “rascado” interno que pide aclarar la voz) delata irritación de la mucosa faríngea o laríngea. Puede ser por infección viral, por mucosidad que cae desde la nariz, por reflujo ácido que alcanza la laringe o por un estímulo mecánico/químico del entorno. La tos, por su parte, es un reflejo que intenta despejar la vía aérea: primero suele ser seca e irritativa; si hay secreción, puede volverse productiva. En otoño e invierno es frecuente que todo arranque con un catarro: garganta áspera, estornudos, goteo nasal y tos nocturna que despierta. En gripes y en algunos cuadros de COVID-19, la garganta es protagonista con ronquera y cansancio. Distinguirlos solo por síntomas no siempre es posible; importa más la evolución, el contexto (contactos, época del año) y, llegado el caso, las pruebas diagnósticas.
Fuera del terreno viral, el goteo posnasal es uno de los motores más constantes del cosquilleo con tos. La mucosidad que escurre por detrás irrita la pared y desencadena el carraspeo compulsivo. También el reflujo gastroesofágico —y su versión “alta”, laringofaríngea— pone voz a la molestia: carraspeo matinal, tos seca creciente al hablar, sensación de cuerpo extraño. Otra posibilidad práctica: aire seco por calefacciones, humo del tabaco, polvo, sprays de limpieza o perfumes intensos que agravan una garganta ya sensibilizada. Y están los casos puntuales: uso intenso de la voz (bares ruidosos, conciertos, semanas de presentaciones) con laringitis; fármacos como los IECA para la hipertensión, que provocan una tos seca característica; faringitis estreptocócica con dolor al tragar y fiebre; tosferina en brotes escolares con accesos de tos en salvas. Todo esto está en la foto.
Causas más probables, de las alergias al reflujo
Infecciones de vías altas. El resfriado común ocupa el podio. Empieza con picor de garganta y moqueo, pasa por tos irritativa y, a veces, acaba con una tos algo productiva cuando el moco se fluidifica. La fiebre, si aparece, es moderada. La gripe añade dolores musculares, cansancio marcado y fiebre alta. COVID-19 se ha instalado como un cuadro respiratorio más, con frecuencia centrado en garganta y nariz. Lo determinante no es bautizar el virus, sino vigilar la evolución: hidratación, analgesia, reposo relativo y aislarse cuando hay fiebre o malestar notables. La mayoría se resuelve en 7 a 10 días, con una tos postviral que puede prolongarse dos o tres semanas por hiperreactividad bronquial. Es incómoda, sí, pero va cediendo.
Goteo posnasal. Quien lo padece lo reconoce: nariz taponada o acuosa, estornudos en salvas, picor nasal y ocular, carraspeo que no da tregua, sobre todo al tumbarse. Una rinitis alérgica a los ácaros o al polen, o una rinosinusitis, alimentan esa película de moco que resbala por la faringe y enciende la alarma tusígena. El tratamiento eficaz —lavado nasal con suero, corticoide intranasal, antihistamínico apropiado— reduce el picor de garganta más que cualquier spray “milagroso”.
Reflujo y laringe. No siempre hay ardor. Muchos pacientes con tos por reflujo no refieren quemazón, pero sí carraspeo crónico, voz pastosa por las mañanas y sensación de mucosidad espesa. Las microaspiraciones y el ácido que “salpica” la laringe sensibilizan los nervios de la tos. Una cena tardía, tumbarse justo después o el exceso de café y alcohol son chispas. Elevar el cabecero, cenas ligeras y separadas de la hora de dormir y, si procede, un tratamiento antisecretor pautado por un profesional suelen cortar el circuito.
Irritantes ambientales y voz forzada. Calefacciones, aire acondicionado, polvo doméstico, tabaco activo o pasivo, ciertos aerosoles. La mucosa se reseca, la garganta raspa y la tos salta. Aquí la solución es obvia: ventilar, ajustar la humedad, usar mascarilla si se va a limpiar con químicos potentes y evitar el humo. En la laringitis por sobreuso, el descanso de la voz es el mejor antiinflamatorio. Forzar sobre lo afónico solo perpetúa el daño. Unos días de silencio relativo y hidratación constante marcan la diferencia.
Medicamentos y bacterias. Los IECA, fármacos comunes contra la hipertensión, pueden provocar tos seca persistente que cede al cambiarlos por otro grupo (como los ARA II). En el campo bacteriano, la faringoamigdalitis estreptocócica cursa con dolor intenso al tragar, fiebre y, a veces, puntos blanquecinos en las amígdalas, sin apenas tos. Se confirma con test rápido o cultivo y, si procede, antibiótico. La tosferina no desapareció: en escolares y convivencias aparece esa tos en accesos, con gallo inspiratorio, que agota y deja la garganta ardiendo. Cuanto antes se trate, mejor se corta la transmisión.
Alivio en casa con sentido común
Para una garganta que pica y una tos irritativa sin señales de alarma, el manejo casero bien hecho suele bastar. El primer mandamiento es beber agua de forma regular. No se trata de litros a contrarreloj, sino de sorbitos frecuentes para lubricar la mucosa y fluidificar secreciones. Las infusiones templadas y los caldos suaves ayudan tanto por el líquido como por el calor local. Chupar pastillas suavizantes —con o sin anestésico local— estimula la salivación y crea una película que protege. No es magia, pero funciona mientras pasa la fase activa.
La miel se ha ganado un sitio en la noche difícil: una cucharadita antes de dormir reduce la tos y mejora la calidad del descanso en adultos y en menores a partir de un año. Nunca en bebés menores de 12 meses. Quien tolere bien los analgésicos puede usar paracetamol o ibuprofeno si duele, evitando combinaciones superfluas. En congestión nasal con goteo, lavados con suero fisiológico —mejor a chorro suave, sin violencia— limpian y reducen el estímulo que cae a la garganta. Los humidificadores pueden ayudar cuando el ambiente está muy seco (interesa una humedad en torno a 40–60%), pero conviene limpiarlos a conciencia para que no acumulen hongos.
De cara a la noche, conviene elevar ligeramente la cabecera con una cuña (no solo almohadas) para limitar el goteo posnasal y el reflujo. Las cenas ligeras y tempranas protegen la laringe cuando el reflujo es parte del problema. Evitar el alcohol y el tabaco acelera la recuperación en casi cualquier escenario. Los jarabes antitusivos con dextrometorfano u otros activos tienen eficacia modesta y no deben mezclarse a capricho con sedantes o alcohol. Ante una tos productiva, suprimir por completo el reflejo no es buena idea; ayuda más hidratar y, si hace falta, un mucolítico pautado.
Sobre los remedios de moda conviene un apunte. Los sprays “milagro” que prometen cortar el picor en segundos suelen basarse en anestésicos locales y mentol: alivian un rato, nada más. La vitamina C extra no acorta de forma relevante un catarro a posteriori; zinc y equinácea tampoco ofrecen resultados consistentes. Los antibióticos no tienen lugar en un resfriado común ni en una faringitis viral, y su uso indiscriminado solo trae resistencias y efectos adversos. En cuadros con tos postviral que despierta de madrugada, algunos encuentran alivio con inhaladores pautados por su médico durante un tiempo breve; automedicarse con broncodilatadores no es recomendable.
Señales que no conviene pasar por alto
Hay banderas rojas que obligan a moverse. Dificultad para respirar, pitidos audibles o ruido al inspirar. Dolor torácico que no cede. Fiebre alta persistente más de 72 horas o que reaparece tras mejorar. Sangrado al toser, aunque sea en hilos. Somnolencia marcada, confusión, incapacidad para hidratarse o signos de deshidratación. Ronquera que dura más de dos o tres semanas sin explicación clara. Tos que supera las ocho semanas o se acompaña de pérdida de peso involuntaria y cansancio llamativo. En personas con asma, EPOC, inmunodeficiencias o en mayores frágiles, el umbral para consultar debe ser más bajo.
El tiempo también orienta. Se considera tos aguda la que dura menos de tres semanas; subaguda entre tres y ocho; crónica más allá de ocho semanas. Un catarro típico entra en el primer grupo, la tos postviral en el segundo. A partir de ahí, hay que buscar causas: goteo posnasal, reflujo, asma, medicación, infecciones persistentes o cuadros menos frecuentes. Las faringitis estreptocócicas deben valorarse cuando el dolor al tragar es intenso, hay fiebre y no predomina la tos. Y no olvidar los cuadros pediátricos: la tos perruna con ronquera y ruido al inspirar (crup) en menores necesita observación.
Cómo evalúan los profesionales y qué tratamientos se usan
La evaluación empieza con una historia clínica minuciosa: cuándo arrancó el picor, cómo es la tos (seca, con flema, en accesos), qué la empeora (hablar, tumbarse, polvo), si hay fiebre, ronquera, congestión, ardor o síntomas digestivos, si se toman IECA u otros fármacos, si hay antecedentes de asma o alergias. Luego, exploración: mirada a la garganta y a la nariz, palpación de ganglios, auscultación pulmonar y, si procede, saturación de oxígeno.
Las pruebas dependen del caso. Ante sospecha de estreptococo, se usa test rápido y se confirma con cultivo si hace falta. En plena temporada de virus, un test de antígenos orienta. En tos que no cede o con datos de alarma, una radiografía de tórax tiene sentido. Para el reflujo, a veces basta con una prueba terapéutica (cambios de hábitos y antisecretores) y, si persiste, se estudia con endoscopia o pHmetría. La laringoscopia ve lesiones de cuerdas vocales cuando hay ronquera prolongada. Y en sospecha de asma o hiperreactividad bronquial, la espirometría ordena el mapa.
Una vez identificada la causa, el tratamiento se vuelve específico. Las infecciones virales se manejan con hidratación, analgesia y descanso; en gripe con riesgo, el médico puede considerar antivirales en ventana temprana. En rinitis alérgica o goteo posnasal, el tridente eficaz incluye lavado nasal, corticoide intranasal y antihistamínico adecuado; a veces se suma ipratropio nasal si predomina la rinorrea acuosa. En rinosinusitis bacteriana confirmada (poco frecuente), el antibiótico se pauta por criterios clínicos claros.
Para el reflujo laringofaríngeo, además de elevar el cabecero y modular cenas, alcohol, café y chocolate, se usan inhibidores de bomba de protones durante un tiempo guiado por el clínico. En laringitis por sobreuso, el pilar es reposo vocal: hablar poco, evitar susurrar (fatiga más la laringe), humidificar y, si duele, analgesia. Los IECA que tosen se sustituyen por otro antihipertensivo tras valoración; la mejor medicina ahí es el cambio de fármaco.
Faringoamigdalitis estreptocócica confirmada, penicilina o amoxicilina son los de primera línea salvo alergias. En tosferina, los macrólidos acortan la transmisibilidad y mejoran el curso si se inician pronto. La tos postviral con hiperreactividad a veces responde a inhaladores (broncodilatadores de acción corta y/o corticoides inhalados) pautados por tiempo limitado; conviene evitar su uso sin receta. Si la tos se vincula a asma o EPOC, el manejo sigue sus guías, con control de base y medicación de rescate.
Mantener la garganta a salvo: hábitos y escenarios especiales
La prevención no luce, pero funciona. Mantener humedad ambiental moderada en casa, ventilar a diario, beber agua con regularidad y evitar el tabaco —propio y ajeno— reduce episodios. En épocas de calefacción, un vaso de agua al lado del puesto de trabajo recuerda beber; los humidificadores solo si hacen falta y limpios. Lavar las manos, evitar tocarse la cara y ventilar bien en reuniones cerradas corta el paso a virus. Vacunarse de gripe y de COVID-19 según calendario y perfiles de riesgo protege de complicaciones y semanas de tos.
Quien usa la voz como herramienta —docentes, comerciales, cantantes— debe cuidar la técnica: calentar antes, hidratar, descansar tras esfuerzos, no competir con el ruido ambiental. En bares y conciertos, hablar cerca del interlocutor y no gritar fuera de rango. Si la ronquera dura, foniatría o logopedia evitan cronificar nódulos o pólipos.
En niños, el manejo prioriza medidas no farmacológicas. No se recomiendan los antitusígenos en menores pequeños por su falta de eficacia y posibles efectos; la miel a partir de un año y los lavados nasales son aliados. Ante tos perruna con ronquera y ruido al inspirar, observar y consultar si hay dificultad respiratoria o empeora de noche. En adolescentes activos, la tos postviral aparece tras catarros encadenados: paciencia, hidratación y retomada gradual del deporte ayudan.
En embarazo, prudencia con fármacos. Paracetamol es el analgésico de referencia si hace falta; ibuprofeno y otros AINE están desaconsejados en el tercer trimestre. Descongestivos nasales, solo tras consulta y limitados en el primer trimestre. Lo que más suma: lavados nasales, miel, infusiones templadas, reposo y control del reflujo con medidas posturales.
En mayores y en personas con enfermedades crónicas, el riesgo de deshidratación y de complicaciones respiratorias es mayor. Beber a intervalos fijos, revisar interacciones medicamentosas y consultar antes cambios de fármacos evita sustos. Una tos que reduce la ingesta o que interrumpe el sueño sostenidamente impacta en el equilibrio general: vale la pena tratarla bien.
La contaminación atmosférica y los picos de ozono en grandes ciudades agravan la tos irritativa. Los días de mala calidad del aire, ayuda reducir el ejercicio intenso al aire libre, optar por franjas de menor concentración y ventilar en horas adecuadas. Las mascarillas bien ajustadas filtran partículas y alivian la exposición en personas sensibles; son útiles también cuando uno mismo está con tos para no esparcir microgotas en espacios cerrados.
Un mapa práctico de decisiones: del sofá a la consulta
A veces conviene ordenar todo en decisiones sencillas, sin floreos. Garganta que pica y tos desde hace menos de una semana, con mocos, voz algo tomada y cansancio: manejo doméstico, descanso relativo, analgésicos si duelen, hidratación y paciencia. Si el goteo posnasal domina, lavados nasales regulares y corticoide intranasal cuando lo conozca y lo tenga pautado. Si la noche es criminal, miel antes de dormir y cabecero elevado. Evitar el humo y bajar el termostato de la calefacción una muesca.
Si el cuadro pasa de dos semanas y la tos sigue irritativa, pero sin fiebre ni ahogo, revisa desencadenantes: polvo, sprays, perfumes, cenas tardías, café. Prueba a modificar esas piezas unos días. Si sospechas fármacos (un IECA reciente), habla con tu médico para cambiarlo. Si aparece ronquera persistente, la voz no mejora o hay dolor al tragar con fiebre y placas, pide cita. Sangre en el esputo, dificultad respiratoria, dolor en el pecho, fiebre que no cede o pérdida de peso justifican acudir sin pausa.
Las farmacéuticas de barrio se han convertido en termómetro de temporada. Notan cuando llegan los picos de faringitis o rinitis y orientan sobre productos sencillos que sí suman —suero fisiológico, pastillas suavizantes, analgésicos habituales— y sobre lo que sobra. No todo jarabe conviene: algunos mezclan antitusivo y mucolítico en el mismo frasco, combinación poco lógica si el objetivo es evitar flemas retenidas. Mejor elegir bien y durante pocos días.
Cuando la molestia es reflujo-laringe, un cambio de patrón alimentario se nota en una semana: cenas más tempranas, raciones menores, menos salsas, café y alcohol contados. Si la mejora es parcial, un profesional puede plantear un curso de antisecretores. Si predomina la rinitis alérgica, el corticoide intranasal requiere constancia: no es un spray de alivio inmediato, su efecto aparece a los dos o tres días, pleno a la semana. Asociarlo a un antihistamínico de segunda generación ofrece control sostenido sin somnolencia en la mayoría.
La tos postviral merece una nota aparte. Es esa que se enciende con el habla, con el aire frío o al reír y que parece no tener fin, sobre todo de noche. El bronquio queda hiperreactivo semanas. No significa infección activa ni necesidad de antibióticos. Hidratación, evitar el frío directo en la cara, proteger la voz y, en casos intensos, inhaladores pautados por el médico durante un tiempo corto acortan el calvario. El ejercicio suave ayuda a recuperar el patrón respiratorio normal.
Lo que de verdad corta el círculo del picor con tos
El círculo vicioso se rompe con tres palancas sencillas y sostenidas. Primero, cuidar la mucosa: agua frecuente, ambiente no reseco, pastillas suavizantes si ayudan, higiene nasal cuando hay mucosidad. Segundo, suprimir lo que irrita: tabaco fuera, perfumes y sprays lejos de la cara, bajar una marcha al gritar o al hablar por encima del ruido. Tercero, tratar la causa subyacente cuando exista: alergia controlada con su spray, reflujo bajo llave con hábitos y pautas, infección viral con descanso y tiempo, medicamentos ajustados si disparan la tos.
Es útil también poner tiempos y límites. Si tras 10–14 días el cuadro no mejora o si la tos rompe el descanso noche tras noche, merece revisión. Si aparecen señales de alarma, no esperar. En el resto, la experiencia de cada temporada enseña que la inmensa mayoría de los escozores de garganta con tos seca se resuelven con medidas sencillas. A veces el cuerpo pide solo calor, agua y calma. Otras, una mano profesional que descarte lo que no toca. Con esa brújula, la garganta vuelve a su sitio. Y la tos —esa vieja conocida— se apaga.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Ministerio de Sanidad, Instituto de Salud Carlos III, SEORL-CCC, Asociación Española de Pediatría, Revista AMF.

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