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Porque no me pongo morena​

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¿Por qué no te pones morena aunque pases horas al sol? Genética, melanina y otros factores influyen en el bronceado. Conoce las claves para entenderlo.

Muchas personas esperan con ansias la llegada del verano para conseguir un bronceado dorado y uniforme, pero no todas tienen la misma suerte. Mientras algunos solo necesitan unas pocas horas bajo el sol para adquirir un tono tostado, otros pasan días enteros exponiéndose y apenas notan un cambio en su piel, o peor aún, terminan con quemaduras, enrojecimiento y descamación en lugar de un bonito bronceado.

Esta situación puede resultar frustrante, sobre todo cuando se siguen todos los consejos típicos para broncearse: usar aceites, exponerse en los horarios adecuados y mantener la piel bien hidratada. Sin embargo, la respuesta a esta incógnita va mucho más allá de la exposición solar. Factores genéticos, hormonales, el tipo de piel e incluso la alimentación pueden influir en la capacidad de la piel para broncearse.

La melanina: el pigmento clave en el proceso de bronceado

La melanina es el pigmento natural de la piel, el cabello y los ojos, y es el principal responsable de la coloración de nuestro cuerpo. Su producción es activada por los melanocitos, células especializadas que se encuentran en la epidermis. Cuando nos exponemos al sol, el cuerpo reacciona aumentando la producción de melanina como un mecanismo de defensa contra los efectos dañinos de la radiación ultravioleta (UV).

El bronceado no es más que una señal de que la piel está intentando protegerse del daño solar. Sin embargo, no todas las personas producen melanina en la misma cantidad ni con la misma rapidez, lo que significa que algunas personas tienen más facilidad para broncearse mientras que otras simplemente no generan suficiente pigmento y, en consecuencia, no logran un bronceado visible.

Existen dos tipos principales de melanina en la piel: la eumelanina, responsable de los tonos marrones y oscuros, que se activa con mayor facilidad bajo la exposición solar, y la feomelanina, que produce tonalidades rojizas y amarillentas, pero ofrece una menor protección contra los rayos UV.

Las personas cuya piel contiene una mayor cantidad de feomelanina en comparación con la eumelanina suelen ser más propensas a quemarse en lugar de broncearse, ya que su capacidad para generar un pigmento protector es limitada.

La genética: cuando tus ancestros deciden tu bronceado

El color de la piel y la capacidad de broncearse están directamente ligados a la genética. Si vienes de una familia con piel clara y sensible, es probable que tengas dificultades para broncearte, ya que tus genes determinan cuánta melanina produces y qué tipo de pigmento predomina en tu piel.

Las personas con ancestros provenientes de regiones nórdicas o de zonas con baja radiación solar suelen tener piel más clara y menos capacidad de producir melanina de manera eficiente. Por otro lado, aquellos con ascendencia mediterránea, africana o asiática tienen más probabilidades de desarrollar un bronceado rápido y duradero, ya que su piel está adaptada a climas con mayor exposición solar.

Sin embargo, no todo es cuestión de ascendencia. Algunas variaciones genéticas afectan la respuesta de los melanocitos a la radiación UV, lo que significa que incluso entre personas con tonos de piel similares, la capacidad para broncearse puede variar significativamente.

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El tipo de piel según la escala de Fitzpatrick y su relación con el sol

La escala de Fitzpatrick clasifica la piel en seis tipos según su reacción a la exposición solar. Esta clasificación es clave para entender por qué algunas personas se broncean con facilidad mientras que otras solo sufren quemaduras.

Las personas con piel tipo I y II tienen menos capacidad de bronceado y son altamente propensas a las quemaduras solares. Sus melanocitos no producen suficiente eumelanina, por lo que en lugar de oscurecerse, la piel se enrojece y descama sin llegar a adquirir un color dorado duradero.

Las pieles de tipo III y IV pueden broncearse con relativa facilidad, aunque aún pueden quemarse si no se protegen adecuadamente. Su producción de melanina es más equilibrada, permitiéndoles desarrollar un tono dorado progresivo con la exposición controlada al sol.

Por otro lado, las personas con piel tipo V y VI tienen una gran capacidad para broncearse rápidamente y rara vez sufren quemaduras, ya que su piel está naturalmente protegida contra la radiación UV gracias a su alta producción de eumelanina.

La edad y su impacto en el bronceado

El proceso de bronceado también cambia con la edad. A medida que envejecemos, nuestro cuerpo pierde melanocitos, lo que significa que la producción de melanina disminuye progresivamente. Esto puede hacer que una persona que en su juventud se bronceaba con facilidad comience a notar que su piel responde de manera diferente al sol.

A partir de los 30 años, la piel también pierde elasticidad y retiene menos humedad, lo que puede afectar la forma en que se broncea y cuánto tiempo dura el color. Además, el envejecimiento puede hacer que la piel se vuelva más susceptible a las manchas solares y al daño provocado por la radiación UV.

Factores hormonales y su influencia en el color de la piel

Las hormonas juegan un papel importante en la capacidad de la piel para broncearse. Durante el embarazo, la toma de anticonceptivos orales o en ciertas etapas del ciclo menstrual, algunas mujeres notan que su piel reacciona de manera diferente al sol.

Los cambios hormonales pueden provocar hiperpigmentación, melasma o una menor producción de melanina, haciendo que el bronceado sea menos uniforme o más difícil de conseguir. También hay enfermedades y medicamentos que pueden afectar la respuesta de la piel a la exposición solar, aumentando la sensibilidad a los rayos UV y haciendo que la piel sea más propensa a las quemaduras.

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La alimentación y los suplementos que pueden influir en el bronceado

Lo que comes también influye en tu capacidad para broncearte. Algunos alimentos ricos en betacarotenos, como las zanahorias, la calabaza y el mango, pueden estimular la producción de melanina y ayudar a que la piel adquiera un tono más dorado.

Los suplementos de licopeno, vitamina D y antioxidantes también pueden mejorar la respuesta de la piel al sol, haciendo que el bronceado sea más uniforme y duradero. Sin embargo, es importante recordar que la alimentación por sí sola no puede cambiar la genética de la piel ni hacer milagros en personas con poca capacidad para broncearse.

La importancia de la protección solar, aunque no te broncees

Independientemente de si puedes o no broncearte, la protección solar es imprescindible. Muchas personas creen que usar protector solar impide el bronceado, pero en realidad, lo que hace es permitir que la piel adquiera color de forma gradual y sin daño.

La exposición excesiva al sol sin protección no solo aumenta el riesgo de cáncer de piel, sino que también provoca envejecimiento prematuro, pérdida de colágeno y la aparición de manchas solares difíciles de eliminar.

Aceptar la piel tal como es y cuidarla adecuadamente

La capacidad de broncearse depende de factores genéticos, hormonales, de edad y estilo de vida, y aunque algunas personas logran un bronceado rápido y uniforme, otras simplemente no pueden conseguirlo sin arriesgar su salud. No todas las pieles están diseñadas para broncearse de la misma manera, y eso está bien.

En lugar de obsesionarse con obtener un tono más oscuro, es fundamental priorizar la salud de la piel, usar protección solar y aceptar la belleza natural de cada tipo de piel. Después de todo, la piel más bonita es la que está sana, hidratada y bien cuidada, independientemente del tono que tenga.


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Este artículo ha sido elaborado basándose en información de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: MedlinePlus, Mayo Clinic, American Academy of Dermatology, National Center for Biotechnology Information, Organización Mundial de la Salud.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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