Casa
Quiero comprarme una casa vendiendo la que ya tengo: la guía

Cambia de casa vendiendo la tuya sin líos, con pasos claros, trucos fiscales, hipotecas puente y consejos para que todo encaje y no te ahogues.
Comprar una casa nueva vendiendo la actual. Suena fácil. En realidad, es un baile de tiempos, emociones, números y decisiones. Es ese momento en el que uno empieza a mirar portales inmobiliarios por las noches, con una copa de vino en la mano, imaginando una vida distinta. Quizá más grande. O más cerca del mar. O con una terraza donde quepa una mesa para seis. No es solo una operación económica: es una transición vital.
La mayoría de quienes quieren cambiar de casa ya tienen una. Tal vez pagada, tal vez aún hipotecada. Y lo habitual es que necesiten venderla para poder comprar la siguiente. Aquí empieza el embrollo. Porque, aunque parezca una maniobra sencilla —vendo esta y compro aquella—, en la práctica hay que encajar muchos factores a la vez: plazos, precios, financiación, papeleos, mudanzas… y, sobre todo, incertidumbre.
¿Qué va primero: vender o comprar?
El dilema de siempre. Si vendes primero, te puedes quedar sin casa un tiempo. Si compras primero, te arriesgas a tener dos hipotecas al mismo tiempo (o a no poder asumir la nueva). Elegir el orden correcto es, seguramente, la decisión más crítica de todo el proceso.
Hay quien lo tiene clarísimo: “Hasta que no venda, no me muevo”. Prudencia pura. Pero esto, a veces, significa tener que vivir con tus suegros durante un mes. O dos. O seis. O tener que alquilar algo temporalmente, con el gasto y el estrés que eso implica. Por otro lado, lanzarse a comprar antes de haber vendido tiene sus riesgos. Lo que no queremos es quedarnos atascados pagando dos casas o malvendiendo la antigua por las prisas.
No hay una única respuesta. Dependerá de tu situación financiera, de cómo esté el mercado en tu zona, de tu tolerancia al riesgo y de lo rápido que creas que vas a vender tu casa actual. Y sí, también depende de la suerte. Porque a veces todo se alinea. Y a veces no.
Analiza tu situación financiera antes de hacer nada
Aquí no vale improvisar. Es fundamental sentarse con papel y calculadora —o con un asesor, mejor aún— y hacer números realistas. Cuánto puedes obtener por tu casa actual. Cuánto necesitas para la nueva. Qué gastos asociados habrá (notaría, impuestos, inmobiliaria, mudanza, reformas…). Qué hipoteca puedes conseguir hoy. Qué cuota te resultaría cómoda. Cuánto tiempo puedes sostener dos casas si llega el caso.
Y no te olvides del famoso bridge loan, o préstamo puente. Sí, existe en España, aunque no todos los bancos lo ofrecen y no siempre conviene. Básicamente, es una solución temporal para comprar una casa antes de vender la tuya. Un apaño con intereses, claro. Pero puede darte margen. No es la panacea, pero hay casos donde puede ser útil.
El mercado no siempre está a tu favor
¿Se vende rápido? ¿Se compra caro?
Hay momentos en los que se venden las casas como churros. Y otros en los que cuesta colocarlas. Hay zonas calientes y otras donde los compradores escasean. Lo que vale en Chamberí no vale en Cuenca. Así que antes de decidir, conviene estudiar bien el mercado local.
¿Está subiendo el precio de las viviendas donde quieres comprar? ¿Y el de tu zona actual? A veces, cambiar de casa puede significar perder poder adquisitivo si no se calcula bien. Vendes “caro”, sí, pero compras aún más caro. O al revés: compras una ganga, pero te cuesta meses cerrar la venta de tu piso.
Eso afecta a tu estrategia. Si el mercado es ágil, puedes permitirte vender y comprar casi a la vez. Si está parado, quizá te conviene cerrar primero la venta y luego buscar con calma. O negociar con plazos muy flexibles.
Los tiempos, ese pequeño caos
Una operación inmobiliaria normal suele tardar entre dos y tres meses desde la firma del contrato de arras hasta la entrega de llaves. Pero eso, en el mundo ideal. Porque a veces surgen retrasos por papeleo, tasaciones, financiación, herencias, obras o desacuerdos. Si tienes que coordinar dos operaciones a la vez —vender y comprar—, la cosa se complica aún más.
Por eso es esencial que todo esté atado por contrato. Fechas claras, condiciones suspensivas bien redactadas, penalizaciones razonables. Y hablar. Mucho. Con tu agente, con el comprador, con el vendedor de la otra casa. El silencio, aquí, no ayuda.
Cómo vender tu casa sin que se note la prisa
Una de las grandes trampas en este proceso es vender mal por las prisas. Porque ya has encontrado la casa de tus sueños, has firmado arras, y te entran los nervios. Mala idea. En este juego, los compradores huelen la desesperación a kilómetros.
Vender bien requiere preparación. Y tiempo. Y una buena estrategia de marketing. Hoy en día, un anuncio cutre en Idealista no sirve. Necesitas buenas fotos, una descripción honesta pero atractiva, orden y limpieza absoluta, tal vez home staging. Y un precio adecuado. Ni inflado ni regalado. Porque si te pasas, nadie llama. Y si te quedas corto, lo lamentas siempre.
Lo mejor, sin duda, es contar con un buen agente inmobiliario, uno que conozca la zona, tenga contactos, sepa negociar y filtre bien a los compradores. No el cuñado que hace esto “en ratos libres”.
¿Y si vendes antes de comprar?
Puede ser una opción inteligente. Sobre todo si puedes quedarte en tu casa unas semanas tras la venta, negociando un pequeño plazo de cortesía con el comprador. Se hace mucho. Incluso puedes firmar la venta con una cláusula de arrendamiento temporal, donde tú sigues como inquilino un par de meses. Eso te da tiempo para buscar con calma.
Y si no, puedes alquilar algo temporal. Sí, es engorroso. Pero no es el fin del mundo. Una mudanza más, un poco de paciencia… y luego, el premio.
Comprar antes de vender: ¿arriesgado o estratégico?
Puede sonar loco, pero a veces compensa. Si tienes una hipoteca pequeña o ya pagada, o si tu banco te ofrece financiación suficiente, puedes lanzarte a comprar la nueva casa antes de cerrar la venta de la antigua. Esto te permite negociar mejor la compra, sin depender de nadie, y no perder oportunidades por lentitud.
Claro, necesitas músculo financiero. Y nervios de acero. Porque si la venta se retrasa, tendrás que asumir dos gastos a la vez. Aun así, en mercados en alza, puede salir bien: compras “barato”, vendes más tarde por más.
En estos casos, se suele firmar la compra con condiciones suspensivas: si no consigues vender tu casa en X semanas, puedes anular la operación. Pero no todos los vendedores aceptan eso. Hay que negociar bien.
El papel de los bancos: hipotecas, tasaciones y más papeleo
El préstamo puente: ¿ángel o demonio?
El préstamo puente es un producto financiero diseñado para estas situaciones: te permite comprar sin haber vendido, usando tu casa actual como aval. Se concede por un tiempo limitado (normalmente entre uno y cinco años), y luego se convierte en una hipoteca normal cuando ya has vendido.
La ventaja: flexibilidad y tiempo. La desventaja: más intereses, más papeleo y el riesgo de no vender a tiempo. Hay que analizar bien las condiciones. No es una solución para todos.
Hipotecas con subrogación: otra vía interesante
Si el comprador de tu casa quiere quedarse con tu hipoteca actual (porque tiene buenas condiciones), se puede hacer una subrogación de deudor. Es decir, él pasa a ser el titular del préstamo. Esto simplifica las cosas, reduce gastos y puede acelerar la operación. Pero el banco tiene que aceptar, claro.
También puedes subrogar tú la hipoteca del vendedor de la nueva casa, si es interesante. Lo importante es comparar. Y no firmar sin entender cada cláusula.
Impuestos, gastos y letra pequeña que no puedes olvidar
Aquí vienen los sustos. Porque vender una casa y comprar otra conlleva una avalancha de gastos: notaría, registro, ITP o IVA, plusvalía municipal, honorarios de agencia, certificaciones, reformas, mudanza, alta de suministros, etc. Y ojo con el IRPF: si no reinviertes todo lo ganado en la nueva vivienda habitual, Hacienda te puede meter un buen bocado.
Conviene hacer un presupuesto global, con margen. Porque siempre aparecen gastos que nadie te explicó. Y no todos son deducibles.
Y en medio de todo… la emoción
No lo olvidemos: cambiar de casa es un cambio de vida. No es solo una operación financiera. Es elegir dónde despertar cada día, qué vistas tendrás desde la ventana, cómo será tu baño por las mañanas. Hay decisiones que no se pueden medir en euros. Pero aun así, hay que ser prudentes.
Evita enamorarte antes de tener claro cómo lo vas a pagar. No te precipites porque alguien más viene a ver la casa que te gusta. No bajes el precio de la tuya por nervios. Y, sobre todo, déjate acompañar por profesionales: asesores financieros, buenos notarios, agentes inmobiliarios serios. Ellos ven lo que tú, en medio del agobio, puedes pasar por alto.
El arte de cambiar de casa sin perder la cabeza (ni el bolsillo)
Vender una casa y comprar otra a la vez es como montar un puzle mientras alguien mueve las piezas. Nada encaja a la primera, los tiempos se solapan, y siempre hay algo que no habías previsto. Pero se puede hacer. Se hace cada día. Lo importante es no lanzarse sin red, sin asesoramiento, sin estrategia.
Hay margen para equivocarse, sí. Pero también hay herramientas, fórmulas, alternativas. Lo esencial es tener una visión global, no perder de vista tu objetivo final y mantener un poco de calma cuando todo se tambalea.
Porque al final, cuando ya estás en tu nueva casa, deshaciendo cajas y decidiendo dónde va el sofá… todo lo demás, de alguna forma, se olvida.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Fotocasa, Realia, IAD España, Banco Santander.

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