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Salud

¿La operación de cadera es peligrosa? Los posibles riesgos

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cirujana antes de operar una cadera sonrie

Operación de cadera sin alarmas: riesgos reales, pautas claras para prepararte y recuperarte bien, con seguridad y sentido común en casa hoy.

No lo es en términos generales. La operación de cadera —la que más gente conoce es la artroplastia total, cuando se sustituye la articulación dañada por una prótesis— se considera hoy un procedimiento seguro y predecible en la gran mayoría de pacientes. Alivia el dolor, devuelve movilidad y permite retomar una vida activa. Ahora bien, como toda cirugía mayor, no está exenta de complicaciones posibles. El punto clave es dimensionarlas con realismo, saber qué probabilidades tienen y qué medidas las reducen. En centros con experiencia y protocolos modernos, el riesgo grave es bajo y el balance beneficio–riesgo suele inclinarse claramente hacia el lado positivo, sobre todo cuando el dolor y la limitación son ya un lastre diario.

Decir que “la operación de cadera es peligrosa” sin matices resulta impreciso. Lo sensato es entender qué peligros concretos existen —infección de la herida o de la prótesis, trombosis venosa profunda y embolia pulmonar, luxación del implante, fracturas alrededor de la prótesis, sangrado, lesión nerviosa, diferencias de longitud entre las piernas, aflojamiento con el paso de los años— y, al mismo tiempo, conocer cómo se previenen: antibióticos profilácticos administrados en el momento correcto, tromboprofilaxis individualizada, técnicas menos invasivas, control riguroso de la glucosa en diabéticos, dejar de fumar semanas antes, movilización precoz con fisioterapia guiada y programas de recuperación acelerada (ERAS) que han cambiado la película en el posoperatorio. Con información clara y expectativas ajustadas, la mayoría de pacientes atraviesan el proceso con menos incertidumbre y mejores resultados.

Qué incluye una operación de cadera hoy

Bajo el paraguas de “operación de cadera” conviven varios escenarios. El más frecuente en España es la artroplastia total de cadera por artrosis: se reemplaza la cabeza femoral por un vástago y una cabeza artificial, y el acetábulo (la “cavidad”) por una cúpula con un inserto, casi siempre de polietileno de alta densidad o de cerámica. La hemiartroplastia —en la que sólo se sustituye la cabeza femoral— se reserva a ciertos tipos de fractura del cuello femoral en personas mayores. Existe además el llamado resurfacing o “reemplazo de superficie”, menos utilizado en la actualidad y indicado en perfiles muy concretos. Y, por supuesto, están las cirugías para estabilizar fracturas trocantéricas o pertrocantéricas sin colocar una prótesis, con clavos o placas que permiten volver a caminar pronto.

Técnicamente, el equipo puede acceder a la articulación por abordaje posterior, lateral o anterior directo. Cada vía tiene matices: el dolor temprano, la estabilidad, las restricciones iniciales o el patrón de rehabilitación cambian ligeramente, pero el determinante principal sigue siendo la experiencia del cirujano y del hospital con esa técnica y con tu caso. En materiales, hoy destacan las combinaciones cerámica–polietileno altamente reticulado y metal–polietileno de nueva generación, con tasas de desgaste bajas. Respecto a la fijación, en pacientes mayores con hueso frágil se usan a menudo vástagos cementados, que ofrecen estabilidad inmediata; en electivos más jóvenes o con buen hueso predominan los no cementados, que se integran con el tiempo. En anestesia, la raquídea con sedación suave se ha convertido en estándar en muchos centros por su perfil de seguridad, aunque la anestesia general sigue siendo válida en determinadas circunstancias.

Conviene también aclarar qué no es la operación de cadera moderna. No es una intervención que te condene a “tres meses en cama”. No es —si las cosas se hacen bien— una puerta de entrada a un dolor crónico nuevo. Y tampoco es un “copiar y pegar”. Se individualiza a partir de edad, comorbilidades, calidad de hueso, nivel de actividad y expectativas. En esto, el consentimiento informado deja de ser un formulario para convertirse en una conversación franca donde se ponen sobre la mesa riesgos, alternativas y objetivos realistas.

Riesgos reales: del quirófano a casa

Complicaciones médicas

El primer grupo de riesgos no depende tanto del metal o la cerámica como del propio organismo y del acto anestésico. La trombosis venosa profunda (TVP) —un coágulo en las venas de la pierna— y su complicación, la embolia pulmonar, preocupan por buenas razones: la sangre tiende a estancarse tras una operación en la extremidad inferior. Aquí la prevención es contundente: heparinas de bajo peso molecular o anticoagulantes orales directos durante días o semanas según el perfil individual, medias de compresión cuando están indicadas y, sobre todo, moverse pronto, a veces el mismo día. El balance entre sangrado y trombosis se ajusta persona a persona; no hay recetas únicas. Cuando el plan se sigue, el riesgo cae drásticamente.

La infección de la herida o de la prótesis marca la frontera entre un posoperatorio estándar y un camino exigente. Los hospitales han profesionalizado su prevención: antibiótico adecuado justo antes de la incisión y redosificación si la operación se alarga, preparación de la piel, control de glucemia estricto en diabéticos, quirófanos con flujos de aire controlados, equipos entrenados para minimizar el tiempo de exposición. Aun así, puede aparecer. Diferenciar una celulitis superficial, que responde a antibióticos, de una infección protésica profunda, que puede exigir reintervención, es tarea del equipo. En casa, señales como enrojecimiento que se expande, calor local, fiebre persistente o una secreción con mal olor son motivo de consulta inmediata. Cuanto antes se actúa, mejor se corta el problema.

El sangrado y la necesidad de transfusión se han reducido con cirugías menos invasivas, hemostasia meticulosa y el uso de ácido tranexámico, que disminuye la pérdida sanguínea sin disparar la trombosis cuando se indica con criterio. Otro “olvidado” es la anemia preoperatoria: detectarla y tratarla (hierro intravenoso cuando procede, pautas específicas) evita transfusiones y acelera la recuperación. Bajo el paraguas ERAS, el paciente come y bebe antes y después de la operación con menos restricciones, lo que ayuda a controlar náuseas y estabilizar la presión arterial.

La mortalidad temprana tras una artroplastia programada en pacientes sin enfermedades muy complejas es hoy baja. Aumenta con la edad extrema, el estado físico muy deteriorado, cardiopatías severas no controladas o cirugías de urgencia por fractura, pero incluso en esos contextos el objetivo de la intervención suele ser reducir complicaciones mayores derivadas de la inmovilidad. En fractura de cadera, la cirugía no compite con “no operar”; compite con estar encamado, hacer neumonías, trombosis y úlceras. Y ahí operar pronto mejora claramente la supervivencia.

Complicaciones mecánicas

El segundo bloque tiene que ver con el implante y con la biomecánica. La luxación de la prótesis —que “se salga de sitio”— es más probable en las primeras semanas, cuando los tejidos blandos todavía no sujetan con firmeza. Se reduce con una orientación correcta de las piezas, cabezas femorales del tamaño adecuado, reparación capsular cuidadosa y con educación en movimientos seguros durante el primer mes. Hay diferencias sutiles entre abordajes en la tasa de luxación temprana, pero la experiencia del equipo pesa más que la vía en sí.

Las fracturas periprotésicas —fisuras o roturas del hueso alrededor del implante— pueden ocurrir durante la colocación, sobre todo en hueso osteoporótico, o tiempo después por una caída. La prevención empieza en el quirófano, eligiendo vástagos que respeten la anatomía y evitando forzamientos innecesarios, y continúa en casa con una prevención de caídas muy prosaica: buena iluminación nocturna, retirar alfombras, calzado cerrado que no resbale, barandillas en escaleras.

La lesión nerviosa es infrecuente. El nervio ciático y el femorocutáneo lateral son los habituales “sensibles” en la cirugía de cadera. Puede aparecer adormecimiento o dolor irradiado que, en la mayoría de casos, remite en semanas. Saberlo y tratarlo de forma temprana rebaja ansiedad y evita sobreactuar.

La diferencia de longitud de las piernas, ese clásico del posoperatorio, suele ser leve cuando ocurre. El cirujano busca ante todo estabilidad; si para evitar luxaciones es preferible dejar unos milímetros más de longitud, lo prioriza. Muchas veces la sensación de pierna “larga” se debe a contracturas y a la protección muscular tras la cirugía, y desaparece conforme se recupera la simetría. Si persiste y molesta, las plantillas son una solución simple.

Por último, el aflojamiento del implante y el desgaste a largo plazo. Las prótesis no son eternas. A diez o quince años, una proporción de pacientes —minoritaria con materiales actuales— necesitará una cirugía de revisión por aflojamiento aséptico, por desgaste del polietileno o por complicaciones tardías. La buena noticia es que la supervivencia protésica ha mejorado con diseños y materiales modernos, y con técnicas que respetan más el hueso.

Datos, riesgos y factores que de verdad influyen

La conversación sobre seguridad gana calidad cuando se baja a probabilidades comprensibles. En artroplastia total electiva por artrosis, en hospitales con buen volumen, las tasas de complicaciones mayores tempranas son bajas. La mortalidad a 30 días en pacientes sin comorbilidades graves se sitúa en cifras muy reducidas. Esto no significa que no haya riesgos, sino que están cuantificados y gestionados. En ese escenario, los beneficios —alivio del dolor, mejora de la función, capacidad para caminar distancias que antes parecían ciencia ficción— superan con claridad los inconvenientes para la gran mayoría.

En fractura de cadera de personas mayores, el marco es distinto. La cirugía, realizada en las primeras 24–36 horas cuando la situación clínica lo permite, reduce complicaciones y mejora la supervivencia frente a la espera o la no intervención. La mortalidad en este grupo se relaciona más con la fragilidad previa, el estado cognitivo, las enfermedades cardiopulmonares y el retraso en operar que con el acto quirúrgico en sí. Por eso tantos hospitales han implementado vías rápidas que comprometen a traumatología, anestesia, medicina interna, geriatría, rehabilitación y enfermería en un circuito que prioriza analgesia adecuada, hidratación, corrección de trastornos reversibles y paso ágil a quirófano.

¿Qué factores personales cambian la ecuación? La edad, por sí sola, no lo explica todo. Un octogenario activo, con buena reserva funcional, puede ir mejor que un sexagenario con diabetes mal controlada y enfermedad pulmonar. La obesidad incrementa dificultades quirúrgicas y riesgo de infección. El tabaco empeora la oxigenación tisular y retrasa la cicatrización: dejar de fumar al menos cuatro semanas antes es una de las mejores decisiones para reducir problemas. Los corticoides a dosis altas y la inmunosupresión aumentan el riesgo de infección profunda; coordinar el momento de la cirugía con reumatología o digestivo cuando hay biológicos en juego evita disgustos. La anemia es otro multiplicador: detectarla y tratarla antes reduce transfusiones y acelera la recuperación.

Hay también factores del sistema. El volumen del hospital y la experiencia del equipo correlacionan con menos complicaciones. Un quirófano que maneja decenas o cientos de artroplastias al año suele tener procesos afinados, desde el antibiótico al control de la temperatura corporal o la posición exacta del implante. Sobre el eterno debate del abordaje —anterior, lateral, posterior—, las diferencias existen pero se afinan cuando se comparan equipos expertos: puede haber pequeñas ventajas tempranas del abordaje anterior en dolor y alta precoz, mientras que otros muestran menos cojera inicial con el lateral o menos tiempo quirúrgico con el posterior. La mejor vía es, casi siempre, la que tu cirujano domina con excelencia para tu anatomía y tu patología.

Un capítulo aparte merece la tromboprofilaxis. No es un trámite. Se individualiza según cirugía (electiva o por fractura), riesgo personal de trombosis o sangrado, movilidad esperada y fármacos concomitantes. De ahí salen esquemas con heparinas, ACOD o antiagregantes en circunstancias muy concretas. El paciente tiene su parte: adherencia a las dosis, avisar ante hematomas extensos o sangrados anómalos, mantener buena hidratación, moverse con seguridad desde el primer día.

Preparación y recuperación con cabeza

La seguridad empieza semanas antes del quirófano. En el preoperatorio, el equipo revisa medicación (anticoagulantes, antiagregantes, antidiabéticos), pide analítica para destapar anemia o déficit de hierro, ajusta tratamientos cardiológicos, valora la vía de anestesia más segura y pauta objetivos alcanzables: control de glucosa en diabéticos, dejar de fumar, perder algo de peso si es posible, ejercicios suaves para glúteos y cuádriceps, y educación práctica sobre bastones, andador o alzas de inodoro. Un paciente informado llega menos ansioso y comete menos errores en casa.

El día de la cirugía, los protocolos ERAS han desterrado ayunos maratonianos. Se permite beber líquidos claros hasta pocas horas antes y se reintroduce la nutrición pronto. El antibiótico profiláctico se administra en el momento exacto, la temperatura corporal se mantiene con mantas de aire caliente y se cuida la hemostasia para reducir transfusiones. La anestesia raquídea aporta estabilidad hemodinámica y menos naúseas en muchos casos. Acabada la intervención, se busca que el paciente se levante y camine con ayuda cuanto antes, a veces el mismo día. Ese primer paseo no es una anécdota: previene trombosis, mejora la ventilación y da confianza.

En casa llega la fase donde se ganan metros sostenidos. La analgesia multimodal —paracetamol a dosis fijadas, antiinflamatorios si se toleran, rescates pautados— permite hacer ejercicios sin convertir el dolor en el protagonista. Las grapas o suturas se retiran cuando toca, con la herida limpia y seca, y sin obsesionarse con “airearla”. Se mantienen las inyecciones o pastillas de tromboprofilaxis el tiempo indicado, aunque moverse ya parezca fácil. Cada equipo pauta su ritmo, pero hay un patrón común: la primera semana se avanza poco, la segunda se nota un salto, entre la tercera y la cuarta muchos ya caminan con un único bastón en la calle, y a partir de ahí el progreso es más silencioso pero constante. No conviene compararse con el vecino; las curvas de recuperación varían.

Sobre las restricciones de movimiento, el panorama es cada vez más personalizado. Con abordaje anterior, muchos equipos prescinden de limitaciones estrictas. Con abordaje posterior, se recomiendan durante unas semanas pautas para evitar flexiones más allá de 90 grados, rotaciones forzadas internas y cruzar las piernas. No son dogmas eternos, son cinturones de seguridad mientras cicatrizan los tejidos. Hay trucos que funcionan: elevar la altura de la silla o del WC, dormir con una almohada entre las piernas si se duerme de lado, levantar objetos del suelo con pinzas durante el primer mes. Y algo que no se comenta tanto: el ritmo mental. Asumir que habrá días excelentes y otros en los que el muslo “se queje” evita frustraciones innecesarias.

Un apunte práctico sobre la vuelta al trabajo y al deporte. En empleos sedentarios, mucha gente retoma entre la cuarta y la sexta semana, con pausas programadas para levantarse y caminar. En trabajos físicos, el calendario se estira más. Con el deporte, el criterio no es el cronómetro, es la función: primero bicicleta estática suave, luego piscina, más tarde marcha nórdica o senderismo. Correr o deportes de impacto no están prohibidos por ley, pero la mayoría de cirujanos los desaconsejan de forma mantenida para mantener feliz al polietileno a largo plazo. Lo esencial: moverse mucho y bien.

La casa segura es otro tratamiento. Quitar alfombras, fijar cables, buena luz en pasillos, barandillas firmes si hay escaleras, calzado cerrado y antideslizante, evitar mascotas que se crucen entre las piernas en los primeros días. Es lo menos glamuroso, pero cada caída evitada el primer mes es una fractura periprotésica menos y un susto menos.

Elegir bien, operar mejor

Si algo deja claro la evidencia acumulada es que la operación de cadera no es un salto al vacío. Es un procedimiento muy estudiado, con protocolos de seguridad que funcionan cuando se aplican de forma rigurosa. Los riesgos existen, pero son concretos y se modulan con medidas que empiezan antes del quirófano y se mantienen después. En cirugía electiva por artrosis, el balance beneficio–riesgo favorece a la intervención en la mayoría de casos: dolor que se apaga, movilidad que vuelve, calidad de vida que sube varios escalones. En fractura de cadera, operar pronto salva funciones y, sí, salva vidas frente a la inmovilidad. No conviene endulzar ni dramatizar: se trata de tomar decisiones informadas.

Quien decide operarse porque ya no puede caminar una manzana sin pararse por el dolor, porque el sueño se rompe cada noche, porque subir un bordillo se ha convertido en una coreografía, no elige un capricho. Elige recuperar autonomía. Y quien decide esperar lo hace con un plan conservador serio —fisioterapia, pérdida de peso si procede, analgésicos bien pautados, infiltraciones en casos concretos— que se revisa según evolución. Los dos caminos son válidos cuando se toman con criterio y se revisan de forma honesta.

Quedan dos ideas de bolsillo. La primera: la mejor técnica es la que tu cirujano domina y se adapta a tu anatomía y a tu vida, no la que esté de moda en un vídeo. La segunda: la seguridad no es un adjetivo, es un proceso. Empieza con una buena preparación, sigue con una ejecución precisa en quirófano y continúa con una recuperación bien guiada en casa. Con ese marco, la pregunta de si la operación de cadera es peligrosa pierde filo. Importa más si es oportuno operarse ahora, con este equipo y con este plan. Cuando la respuesta es sí, el camino más corto para volver a andar sin dolor está, probablemente, delante de ti.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: SECOT, AETSA, Junta de Andalucía, GuíaSalud, Revista Clínica Española.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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