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Naturaleza

Por qué Melissa escaló hasta categoría 5: Caribe bajo ataque

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Melissa escaló hasta categoría 5

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Categoría 5 y riesgo extremo en Jamaica: Melissa avanza a Cuba con vientos destructivos, marejada y lluvias torrenciales; claves del impacto.

El huracán Melissa, ya categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, descarga su impacto más violento en Jamaica durante este lunes, con un cóctel peligroso de vientos destructivos, marejada ciclónica e inundaciones repentinas. Las horas críticas se prolongan hasta la noche y la madrugada, con un riesgo elevado de crecidas súbitas, deslizamientos en laderas y daños severos en líneas eléctricas y comunicaciones que podrían dejar comunidades aisladas. Acto seguido, el sistema apunta a Cuba oriental entre el martes y el miércoles, con condiciones peligrosas —especialmente en provincias del este— y mar brava que complicará la costa sur y el paso de embarcaciones. En Haití y República Dominicana dominan los efectos de tormenta tropical, con lluvias intensas y riesgo hídrico como principal amenaza.

El guion inmediato, por tanto, es claro y no admite mucha improvisación: Jamaica vive hoy sus peores horas, con ráfagas que superarán con holgura el umbral de daños estructurales, oleaje muy alto y carreteras cortadas por agua, barro o árboles. Después, Cuba oriental entra en escena con vientos huracanados y acumulados de lluvia capaces de saturar cuencas y provocar derrumbes en zonas de montaña. Haití y el este de la isla de La Española quedan bajo bandas de lluvia persistentes, con cortes de servicios ya visibles —un millón de usuarios sin suministro de agua en República Dominicana— y terreno muy vulnerable por saturación. El mapa de riesgos se mueve de oeste a este, pero la peligrosidad del mar se extiende más allá del ojo del huracán: la marejada y las olas peligrosas persistirán incluso después de que el centro se aleje.

Jamaica: horas de impacto extremo y terreno que multiplica el riesgo

Jamaica presenta una geografía que amplifica el peligro. La franja sur, desde Kingston hasta comunidades del litoral como Old Harbour o Clarendon, es muy sensible a la marejada ciclónica por su exposición y cotas bajas. Hacia el interior, la orografía complica el escenario: Blue Mountains y otras sierras favorecen deslizamientos y corrientes torrenciales en quebradas que, en minutos, se convierten en ríos desbordados. Con Melissa en su cénit, la combinación de viento sostenido extremo y bandas de lluvia entrenadas provoca caídas de árboles, postes y tejados, techumbres voladas, daños en instalaciones industriales y portuarias, y cierres preventivos en centros educativos y administrativos.

La infraestructura eléctrica es el talón de Aquiles en episodios como este. Postes sometidos a ráfagas huracanadas, líneas que se cruzan, transformadores que fallan por impactos u objetos proyectados. Los cortes, si se consolidan, pueden prolongarse días en las áreas más dañadas. La red de comunicaciones —móvil, radio y enlaces de datos— sufre interrupciones intermitentes que dificultan la coordinación entre emergencias, ayuntamientos y protección civil. Por eso, la población en refugios habilitados —aulas, polideportivos, iglesias— permanece bajo indicación de no salir hasta que el viento retroceda lo suficiente y se revise la seguridad exterior. No es un detalle menor: en un categoría 5, la caída de objetos o el vuelco de vehículos puede ocurrir con ráfagas puntuales muy por encima del promedio.

La ruta aérea está prácticamente detenida: el Norman Manley International y otras terminales reducen operaciones a lo esencial, cuando no cesan por completo, al no existir condiciones mínimas de seguridad para aproximaciones y despegues. Los puertos del sur cancelan maniobras, y la flota menor se refugia desde jornadas previas en marinas resguardadas. A nivel de abastecimiento, la isla llega al pico con reservas domésticas reforzadas —agua embotellada, alimentos no perecederos, medicación— y combustible racionalizado para generadores. El sector turístico, clave para Jamaica, mantiene a huéspedes confinados en hoteles preparados para huracanes, con áreas comunes reacondicionadas y protocolos de evacuación interna.

La marejada ciclónica es el factor que suele sorprender incluso a poblaciones acostumbradas a ciclones. Con Melissa empujando una masa oceánica elevada hacia la costa sur, el nivel del mar puede ascender de golpe y penetrar por calles, patios y sótanos, especialmente en puntos bajos y estuarios. Las olas, por su parte, generan impacto directo sobre arrimos, muelles, espigones y viviendas costeras, debilitando estructuras que luego terminan cediendo con el viento. La consigna es conocida en el Caribe, pero conviene repetirla: la costa no es lugar seguro cuando un gran huracán presiona el litoral y el oleaje se monta sobre la marea.

Cuba oriental: 48 horas decisivas con viento, lluvia y mar de leva

Cuba inicia su ventana de alto riesgo con el avance de bandas externas y el oleaje en rápida subida en la fachada suroriental. Santiago de Cuba, Granma y Guantánamo figuran entre las provincias con mayor exposición, sin descartar impactos hacia Holguín si el campo de vientos se abre o el centro ajusta su rumbo. La Sierra Maestra, imponente barrera orográfica, es a la vez protección y peligro: protege a algunas localidades del viento directo, pero canaliza lluvias torrenciales que se convierten en escorrentías violentas, bloquean tramos de carretera y dañan puentes. El río Cauto, uno de los más caudalosos del país, es sensible a crecidas rápidas cuando los suelos ya vienen cargados de agua.

La energía del huracán podría debilitarse ligeramente a medida que interactúe con tierra o con capas atmosféricas menos favorables, pero el margen no cambia lo esencial: el campo de vientos seguirá siendo peligroso y la marea de tormenta puede elevar el mar en calas, golfos y bahías. Santiago y su entorno, con densidad urbana y tejido industrial, preparan turnos de guardia y contingencia; Guantánamo y localidades costeras ajustan evacuaciones hacia puntos más altos. Granma, con asentamientos en planicies y llanuras cercanas al litoral, observa con atención el comportamiento de ríos medianos y canales de drenaje agrícola.

La flota pesquera y embarcaciones de cabotaje han adelantado retorno a puerto, y se ordena la retirada de mercancías en patios de carga, muelles y naves. Las empresas con procesos continuos —alimentación, frío industrial, salud— activan generadores y priorizan insumos críticos. Los hospitales reorganizan camas y áreas de urgencias para traumatismos y atenciones respiratorias, frecuentes tras el paso del viento por polvo en suspensión, humedades y cortes de ventilación. El sector educativo suspende actividades presenciales en zonas de riesgo y cede espacios para refugios temporales.

Haití y República Dominicana: el agua como gran amenaza

En Haití y República Dominicana el nombre del juego es precipitación. Bandas externas de Melissa han descargado lluvias copiosas desde la jornada del fin de semana, y se esperan picos de intensidad hacia el martes y la madrugada del miércoles, con suelos ya saturados y alta probabilidad de deslizamientos. El relieve escarpado, la deforestación en áreas concretas y la vulnerabilidad de la red viaria hacen que un episodio como este desencadene aislamientos de barrios y pueblos por horas, incluso días, si el agua arranca tramos de carretera, alcantarillas o pequeños puentes.

República Dominicana llega a este tramo con un millón de usuarios sin suministro de agua, un dato que refleja el impacto preventivo en redes y captaciones. La electricidad y la telefonía alternan caídas puntuales, sobre todo donde árboles y ramas tensan líneas. En el norte y noreste dominicano, ríos de respuesta rápida —cortos, de cuencas empinadas— representan un peligro añadido: crecen con rapidez y bajan con fuerza hacia el mar, arrastrando sedimentos y escombros. El litoral sur, por su parte, nota oleaje cruzado: mar energizada por el campo de vientos y mar de fondo que viaja desde el corazón del huracán.

Haití, con servicios básicos frágiles y una red hospitalaria exigida por múltiples emergencias, mantiene su foco en evacuaciones preventivas y en la distribución de ayuda a través de organizaciones y brigadas locales. La topografía de Artibonite, Sud, Grand’Anse y otros departamentos multiplica los desafíos logísticos. El acceso por carretera se complica con cada hora de lluvia y con cada desprendimiento. La respuesta comunitaria, una vez más, sostiene buena parte del esfuerzo: escuelas convertidas en refugios, parroquias habilitadas, comités barriales organizando reparto de agua y alimentos.

Por qué Melissa escaló hasta categoría 5

Melissa no es un caso aislado. El Caribe occidental acumula, a estas alturas del año, altos contenidos de calor oceánico. No solo la superficie: capas profundas conservan temperatura suficiente para alimentar un ciclón que ventila con eficacia. Si a eso se suma cizalladura vertical baja —vientos en altura y superficie soplando en la misma dirección y a velocidades compatibles—, se activa el escenario de intensificación rápida. Es lo que hemos visto: una tormenta tropical que en cuestión de menos de una semana acelera hasta el máximo de la escala.

Conviene recordar qué significa categoría 5. La escala Saffir-Simpson clasifica por viento sostenido; en su tramo superior habla de más de 252 km/h. Es una métrica de viento, no de lluvia. Por eso, un categoría 2 lento puede inundar más que un categoría 4 veloz si descarga durante horas sobre la misma cuenca. En Melissa coinciden ambos factores: viento extremo y potenciales acumulados altos en laderas y valles. La marejada ciclónica es el tercer eje: una elevación anómala del nivel del mar empujada por el huracán, que entra en bahías, ensenadas y desembocaduras con fuerza destructiva. Esa pared de agua, sumada a olas rompientes, explica buena parte de los daños en frentes marítimos.

El ojo y la pared del ojo —anillo de tormentas más severas— concentran el pico del viento. Pero el peligro no termina ahí. Bandas espirales —arcos de tormentas que rodean el sistema— llevan tornados breves y ráfagas capaces de arrancar cubiertas y derribar vallas a decenas de kilómetros del centro. La simetría del huracán, su velocidad de traslación y la interacción con la orografía modulan la huella de daños. Si el sistema avanza despacio, la lluvia suma y suma; si acelera, el viento dicta la cuenta.

Trayectoria probable y márgenes de incertidumbre

Los modelos de predicción marcan un desplazamiento hacia el oeste-noroeste, con Jamaica ya bajo impacto directo, Cuba oriental en la línea de fuego entre martes y miércoles y bandas de lluvia extendiéndose hacia Haití y República Dominicana. El cono de incertidumbre —el abanico que representa las trayectorias plausibles— mantiene abierta la posibilidad de variaciones de rumbo o cambios de intensidad por interacción con tierra, entradas de aire seco o aumento de la cizalladura. El detalle fino —si el centro toca tierra o roza la costa, si el debilitamiento es rápido o gradual— solo se ajusta con horas de margen.

Para Cuba, sutiles diferencias de camino tienen consecuencias grandes. Un toque de Melissa más al sur, aun sin landfall claro, mantendría marejada elevada en la costa sur y precipitaciones intensas en las laderas de la Sierra Maestra; una ruta más norteeña trasladaría parte del viento más fuerte a zonas interiores y litorales del noreste oriental. En Jamaica, el gran interrogante no es ya la entrada del ojo —que puede o no producirse sobre tierra—, sino cuánto tiempo se mantendrán condiciones huracanadas en la isla antes de que el corazón del sistema se aleje hacia el noroeste.

Haití y República Dominicana quedan sujetos al radio de vientos de tormenta tropical y, sobre todo, a bandas estacionarias que pueden insistir una y otra vez sobre la misma franja de terreno. Esas bandas, alimentadas por convergencia y topografía, son la receta clásica de inundaciones súbitas y corrimientos en laderas deforestadas o urbanizadas sin drenaje suficiente. La duración del episodio —y con ella el cúmulo de daños— dependerá de la velocidad de traslación: cuanto más lento avance Melissa, más horas de lluvia soportarán cuencas y ciudades.

Servicios esenciales, economía y logística bajo presión

La energía es el primer dominó. En Jamaica, las compañías eléctricas activan planes de contingencia con brigadas listas para restauración por sectores, priorizando hospitales, plantas de agua, aeropuertos y comunicaciones. En un categoría 5, sin embargo, el acceso a averías no es inmediato: carreteras anegadas, árboles caídos, cables vivos. La seguridad manda sobre la rapidez. En Cuba, la extensa red de líneas aéreas y transformadores urbanos sufre con ráfagas prolongadas; Haití y República Dominicana ya notan interrupciones que, aunque menos severas que en el núcleo del huracán, complican plantas de bombeo y almacenamiento.

El agua encadena su propia crisis. Captaciones turbias por crecidas, roturas en conducciones, potabilizadoras sin energía. De ahí que un millón de usuarios dominicanos se haya quedado sin servicio: una decisión preventiva y técnica que busca proteger infraestructuras y potabilización. La telefonía móvil registra saturaciones y microcortes típicos cuando celdas se desconectan y respaldo a baterías se agota. Los datos para coordinación institucional —alertas, avisos, partes— se enrutan por caminos alternativos cuando las redes troncales fallan.

La logística se tensa por el cierre de puertos y aeropuertos. El tamaño de Melissa obliga a ventanas muy estrictas para reabrir pistas: no basta con que el viento baje, hay que inspeccionar: FOD en superficie, balizaje, sistemas de aproximación. En mar, la marejada residual se queda días y complica cabos, amarras, cruceros y barcazas de cabotaje. El turismo, economía vital en Jamaica y República Dominicana, reorganiza salidas y llegadas, amplía noches de cortesía cuando el cierre aéreo se extiende y activa pólizas con proveedores. La agricultura teme por cultivos de ciclo corto, pasturas y infraestructura de riego, muy sensible a arrastre y sedimentación tras avenidas.

Salud pública, vivienda y el día después

El día después arranca casi siempre con balance sanitario. Traumatismos por objetos proyectados, heridas en limpieza de escombros, intoxicaciones por generadores mal ventilados, infecciones por cortes y contacto con agua sucia. Los sistemas de salud en Jamaica y Cuba —con capacidades diferentes pero protocolos similares— activan triaj y derivaciones. La vivienda vuelve a ser la gran perdedora: techos ligeros, láminas, tablones. La reconstrucción es un camino largo y no siempre lineal; en zonas rurales, caminos vecinales levantados por el agua y puentes comprometidos entorpecen la llegada de ayuda.

En Haití, la cooperación y las ONG cubren huecos donde la capacidad estatal no alcanza. La distribución de agua y alimentos, la instalación de letrinas portátiles y kits de higiene ocupan la agenda de las primeras 72 horas. Brotes gastrointestinales o cutáneos son un riesgo cuando el saneamiento se degrada. En República Dominicana, la gestión del agua domina el registro: restablecer suministros seguros y controlar fuentes no potabilizadas es clave para evitar enfermedades.

La escuela y el trabajo regresan por fases. Zonas apenas tocadas reanudan actividad en 24 o 48 horas; áreas con daño fuerte tardan semanas. Carreteras troncales se despejan con prioridad, pero ramales y viales secundarios quedan en cola. El comercio retoma inventarios con generadores en marcha; el combustible se raciona en puntos puntuales y se controla el precio para evitar especulación. Las aseguradoras abren peritajes exprés en hoteles, comercios y viviendas catalogadas, mientras agricultura y pesca reportan pérdidas iniciales.

Contexto estacional y memoria reciente

La temporada de huracanes en el Atlántico se extiende, oficialmente, del 1 de junio al 30 de noviembre, con picos estadísticos en septiembre y octubre. Llegar a finales de octubre con un categoría 5 no es habitual, pero tampoco inédito. Lo que diferencia a Melissa es su rápida intensificación en aguas muy cálidas del Caribe y un patrón atmosférico que le ha permitido consolidar un núcleo muy simétrico. Esa suma impulsa un campo de vientos amplio y una marejada eficaz en empujar agua hacia costa.

La memoria de eventos previos —huracanes que pusieron de rodillas infraestructuras, turismo y agricultura en la región— pesa en las decisiones de hoy. Planes de evacuación mejorados, sistemas de alerta más segmentados, inventarios de emergencia en escuelas y centros comunitarios, prácticas de empresas para asegurar techos y maquinaria. No todo se soluciona, está claro, pero reducir vulnerabilidades antes del pico marca diferencia. En Jamaica, la experiencia con huracanes mayores ha dejado una cultura de anclajes, listones, sellos y cintas que, aunque no detienen un categoría 5, sí evitan daños mayores en estructuras que cumplen normas.

Qué observar en las próximas 72 horas

El mar será protagonista más tiempo del que apetece. La marejada residual mantiene resaca y corrientes de retorno incluso cuando el viento ya permite abrir. Los ríos seguirán cargando y descargando —la cresta de la crecida se mueve—, de modo que zonas que hoy han librado pueden entrar mañana en alerta. La trayectoria de Melissa dictará si el núcleo mantiene fuerza al acercarse a Cuba oriental o si, tras rozar o tocar tierra, cede gradualmente. En Haití y República Dominicana, el foco seguirá en bandas persistentes y en reparación de redes de agua y energía.

Para transporte y turismo, la reapertura es una secuencia: evaluación de pistas y muelles, restauración eléctrica, comprobación de ayudas a la navegación, limpieza de terminales y reajuste de itinerarios. Es probable ver reprogramaciones masivas de vuelos y operaciones humanitarias priorizadas cuando los aeropuertos retomen cierta normalidad. Seguros y bancos pondrán en marcha carpetas de siniestros y líneas de crédito de emergencia para pymes afectadas.

En comunidades rurales, la presencia de brigadas con maquinaria ligera —retroexcavadoras, motosierras, camiones de volteo— acelerará reaperturas. Los ayuntamientos que cuenten con inventarios de repuestos y combustible tendrán ventaja para restituir servicios. Es un trabajo de días, a veces de semanas, que demanda coordinación entre gobiernos locales, protección civil y sector privado.

Datos esenciales que ayudan a entender la magnitud

Categoría 5 no es una etiqueta retórica. Implica vientos sostenidos por encima de 252 km/h, ráfagas superiores y presión central muy baja, lo que se traduce en un gradiente brutal y oleaje de gran período. Un techo de chapa mal anclado sale volando; una pared sin refuerzo cede con ráfagas repetidas; un poste con base debilitada cae como una cerilla. Carreteras y puentes fallan por socavaciones cuando el agua encuentra remanso y gira, minando cimientos. Las torres de comunicación sufren por vibración y flexión sostenidas.

La marejada ciclónica se entiende mejor como una subida temporal del mar provocada por la presión baja y el empuje del viento, que se suma a la marea astronómica y al oleaje. Si coincide con pleamar, el resultado es intrusión marina mayor, agua que entra y se queda, contaminando acuíferos someros y pozos domésticos. De ahí que la recuperación del agua potable sea uno de los puntos más costosos y lentos tras un huracán de gran envergadura.

La lluvia en la montaña se traduce en energía potencial: cada litro que cae desde altura llega con fuerza a valles y llanuras. Con suelos saturados, la infiltración colapsa y todo deriva a escorrentía. Si a esa dinámica se suman deslaves que bloquean cauces, se producen represas súbitas que ceden después, liberando avenidas violentas. Es la cadena de eventos que emergencias intenta anticipar con paros preventivos, cortes de carreteras y evacuaciones a tiempo.

Panorama inmediato tras el paso de Melissa

La fotografía de hoy deja a Jamaica en alerta total, Cuba oriental en fase de preparación avanzada y Haití y República Dominicana gestionando agua y laderas con el foco puesto en inundaciones y cortes. Melissa no solo prueba la resistencia de techos, postes y muros; mide la capacidad de respuesta: coordinación interinstitucional, logística para llevar combustible, agua y alimentos, y una comunicación clara para sostener el pulso en las próximas jornadas. La prioridad, en lo inmediato, será salvar vidas, reabrir accesos y restaurar servicios críticos. Luego vendrá el recuento fino de daños y el calendario de reconstrucción.

La región encara días intensos. Jamaica tendrá por delante la remoción de escombros, la reconexión eléctrica por cuadrillas y la evaluación de estructuras costeras castigadas por la marejada. Cuba oriental afrontará 48 horas exigentes en las que el viento y, sobre todo, la lluvia dirán la última palabra. Haití y República Dominicana seguirán el compás del agua, que manda siempre más que el viento cuando los huracanes pasan de largo pero deshilachan infraestructuras desde la escorrentía. Es la realidad del Caribe en temporada alta: aguas cálidas, ciclones potentes y sociedades que han aprendido a prepararse mejor, aunque los retos sigan siendo enormes.

Melissa será, a partir de ahora, una referencia más en la memoria de la cuenca. Llegó tarde para el calendario, rápida para los manuales, fuerte para la estadística. Lo contado aquí busca situar cuándo y dónde golpea más, qué riesgos arrastra y cómo se encadenan sus efectos en islas vecinas. Tocará observar el desplazamiento del sistema en las próximas horas y el tiempo de recuperación que necesitarán las zonas afectadas. Porque, una vez se apague el viento, el trabajo —el de verdad, el que empieza con palas, botas y paciencia— apenas habrá comenzado.


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Este artículo se ha elaborado con información contrastada y de acceso público en tiempo real. Fuentes consultadas: El País, National Hurricane Center (NHC), RTVE, Reuters.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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