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Hancaner medidor de co2 como usar: esta es tu guía completa

Saca el máximo partido al medidor de CO₂ Hancaner con esta guía clara, práctica y real: desde la primera lectura hasta ajustes finos.
Enciende el medidor Hancaner, colócalo a la altura de la respiración y deja que se estabilice unos minutos. Verás en pantalla los ppm de CO₂ junto con temperatura y, en la mayoría de modelos, humedad. Si superas 800–1.000 ppm, ventila: abre ventanas o activa la extracción hasta que vuelva a valores confortables. Ese es, en esencia, el uso correcto para tomar decisiones rápidas en casa, en el aula o en la oficina.
Antes del primer día completo, cárgalo, revisa el formato de lectura en ppm, ajusta la alarma sonora (por ejemplo, a 1.000 ppm) y calibra en aire fresco si el manual lo recomienda. Una calibración bien hecha y una ubicación sensata son el 90 % de la precisión que notarás en el día a día; lo demás es paciencia para entender cómo “respira” tu espacio.
Qué es y qué mide realmente
Un medidor de CO₂ Hancaner es un pequeño instrumento portátil que estima la concentración de dióxido de carbono en el aire interior y la muestra en ppm (partes por millón). Esa cifra es una proxy de la ventilación: cuanto más sube, más aire exhalado se acumula y peor se renueva el ambiente. Lo normal al aire libre ronda los 400–450 ppm en ciudades; dentro de una habitación cerrada con gente, la cifra trepa con rapidez.
Muchos modelos Hancaner incorporan sensor NDIR (infrarrojo no dispersivo), que detecta CO₂ de forma específica y estable en el tiempo. Lo notarás en el comportamiento: arranca con un pequeño tiempo de calentamiento y, al cabo de unos minutos, la lectura se asienta y deja de saltar arriba y abajo. Otros modelos pueden ofrecer funciones extra como registro de datos, gráfica histórica, reloj, fecha o distintos modos de alarma. Todo suma para entender patrones, pero la clave es la lectura en ppm.
Primeros pasos sin perderte
Empieza por cargar la batería al 100 % mediante el cable USB incluido. Mientras carga, echa un vistazo rápido al manual para identificar los botones de encendido, menú y el dedicado a calibración si lo hay. Al encender, deja el medidor 5–10 minutos en reposo lejos de corrientes, hornos, velas, plantas muy grandes pegadas a la sonda o respiraciones directas. Esa espera permite que el sensor tome como referencia estable la temperatura y el flujo interno.
La ubicación marca la diferencia. Piensa en el medidor como en un micrófono del aire que “escucha” lo que tú respiras: ni pegado a una ventana abierta, ni al sol, ni a la pared. Lo ideal es sobre una mesa o estante a 1–1,5 m del suelo, aproximadamente donde está tu boca cuando te sientas. Si quieres comparar estancias, llévalo de un sitio a otro, pero concédele un par de minutos tras cada cambio para que se estabilice.
Calibración: cuándo, dónde y cómo
La calibración coloca el cero práctico del equipo. Si el dispositivo venía bien ajustado, no hace falta obsesionarse; aun así, conviene calibrar la primera semana y luego cada 1–3 meses si notas deriva. ¿El lugar? Un exterior ventilado y alejado de tráfico intenso, respiraciones cercanas o fuentes de combustión. En un parque o terraza abierta, tras 20–30 minutos, el valor debería estabilizarse alrededor de los 400 y pico ppm; ahí es cuando merece la pena iniciar el proceso.
Muchos Hancaner permiten calibración manual: mantén pulsado el botón indicado hasta que el equipo muestre “CAL” o similar y confirma. El medidor tomará esa atmósfera como referencia. Si tu modelo ofrece ABC (Auto Baseline Correction), actívalo solo si el aparato pasa varias horas a la semana en aire relativamente fresco; esa función reubica la línea base asumiendo que, de vez en cuando, “ve” aire limpio. Si siempre lo usas en interiores muy ocupados, mejor desactívalo y haz calibraciones manuales puntuales.
Un apunte de veterano: evita calibrar en cocinas en marcha, garajes, cerca de quemadores o inmediatamente después de haber estado respirando encima del sensor. Incluso el aliento a pocos centímetros puede disparar la lectura de 600 a 2.000 ppm en segundos y arruinar el ajuste.
Configurar alarmas y zonas de confort
La alarma no es para asustarte, es para recordarte ventilar. Un ajuste sensato en casa o aula es 1.000 ppm para el aviso sonoro y, si el medidor lo permite, un preaviso visual sobre 800 ppm. Por debajo de 800 hablamos de aire razonablemente renovado; entre 800 y 1.200 el confort empieza a caer; más allá de 1.500 la gente se vuelve lenta, distraída y aparecen quejas de “cabeza cargada”. En oficinas, un objetivo práctico es mantener las clases y reuniones entre 600 y 1.000 ppm con ventilaciones breves y regulares.
Si el dispositivo incluye historial o máximo diario, utilízalo. Ver el pico más alto de la jornada te da una idea clara de dónde flojea la ventilación. La magia está en patrones: si cada día a las 11:30 se dispara por encima de 1.400 ppm, ya sabes cuándo abrir o reforzar la extracción.
Interpretar las lecturas con sentido común
El CO₂ reacciona con retardo respecto a lo que haces. Si abres una ventana, no esperes el milagro instantáneo; según el caudal de aire, pueden pasar 2–5 minutos hasta que la cifra baje visiblemente. Tras cerrar, subirá de nuevo si hay gente. También verás picos cuando alguien hable encima del sensor o si has cocinado. No son errores: el equipo te está mostrando el mundo real, con sus turbulencias y caprichos.
Toma la medida como tendencia, no como dogma. Dos aparatos de marcas distintas pueden diferir ±50–100 ppm y seguir siendo muy útiles. Lo importante es si sube o baja y a qué ritmo. Si en una habitación con dos personas pasas de 600 a 1.200 ppm en media hora, esa sala necesita aire. Si con una rendija de ventana consigues mantenerte en 700–900, ya tienes la solución práctica sin pasar frío.
Dónde colocar el Hancaner en cada espacio
En dormitorios, sitúalo en la mesilla o en una cómoda a la altura del colchón, pero no pegado a la cara. Te mostrará cómo, con la puerta cerrada, en pocas horas puedes saltar de 500 a 2.000 ppm mientras duermes. La solución suele ser dejar la puerta entreabierta o programar una ventilación nocturna corta.
En el salón, el peor sitio es encima de la ventana que abres, y el segundo peor, la encimera de la cocina. Lo mejor es una mesa central o la estantería donde te sientas a leer. Si tienes estufa, chimenea o cocina de gas, espera a que estén apagadas para interpretar lecturas de fondo y no de uso puntual.
En aulas y oficinas, colócalo lejos de la puerta y de la respiración directa del profesor o del orador. Una pared lateral, a media altura, suele funcionar bien. Si vas a moverlo de sala en sala, asigna 5 minutos de estabilización antes de registrar datos o de tomar decisiones.
Errores comunes que inflan (o hunden) las cifras
El clásico: soplar sin querer sobre el sensor mientras lo miras. El CO₂ del aliento puede rondar los 35.000–40.000 ppm; acércalo demasiado y verás “montañas rusas”. Otro frecuente es calibrar dentro de casa “porque hoy hace buen día” y asumir que el aire interior equivale al exterior: no lo es. También vemos lecturas engañosas si lo pones al sol; el calentamiento interno altera el equilibrio térmico y la medición tarda más en estabilizarse.
A la inversa, hay quien piensa que 500 ppm “es imposible en mi piso”. Con ventilación cruzada amplia, un patio abierto o una casa junto a un parque, es completamente factible mantener 500–700 ppm durante horas. Tu medidor te ayudará a descubrir el punto dulce entre confort térmico y renovación de aire.
¿NDIR, eCO₂, VOC? Una aclaración técnica útil
Cuando leas que un Hancaner lleva NDIR, significa que mide CO₂ de verdad usando luz infrarroja absorbida por el gas. Es el estándar en calidad de aire interior. Algunos aparatos en el mercado reportan eCO₂ estimado a partir de VOC (compuestos orgánicos volátiles); sirven para tendencias de aire viciado, pero no son equivalentes. En los Hancaner orientados a CO₂ verás especificaciones como rango 400–5.000 ppm, resolución 1 ppm y tiempo de respuesta del orden de segundos. Comprueba tu manual: si dice NDIR, perfecto; si habla de “equivalente de CO₂”, úsalo con ese matiz.
Mantenimiento y vida útil del sensor
El sensor NDIR es robusto y mantiene su precisión durante años si lo cuidas. Eso significa no golpear el aparato, evitar condensaciones (baños recién duchados, por ejemplo) y no guardarlo herméticamente en un cajón húmedo. La calibración periódica en exterior es suficiente para corregir pequeñas derivas. Si dejas el medidor semanas sin usar, al volver a encenderlo, regálale esos 10 minutos de calentamiento y, si notas desvíos, calibra.
La batería también agradece mimos. Cargar antes de que se apague del todo alarga su vida. Si tu Hancaner permite uso enchufado, puedes dejarlo conectado en la oficina siempre que no coja calor en exceso. Una vez al mes, déjalo descargar y recargar completo para mantener sana la estimación del porcentaje.
Ejemplos reales: casa, aula y oficina
Imagina un dormitorio de 12 m², dos personas y puerta cerrada. Empiezas la noche en 600 ppm y, a las dos horas, ya estás en 1.400. Con puerta entreabierta y una ventana basculante abierta 2 cm, el mismo cuarto se mantiene en 800–1.000. El impacto en descanso y despeje matinal es palpable.
En una clase de 25 alumnos, arrancas a 650 ppm. A los 20 minutos, estás en 1.100; a los 40, en 1.600. Con ventilaciones de 3 minutos cada 20 minutos (dos ventanas a la vez), el perfil cambia: sube a 900–1.000 y baja a 700–800 en cada ciclo. No hace falta congelarse; hace falta constancia y comprobar con datos.
En una reunión de 8 personas en sala de 20 m², el medidor se planta en 1.300 a mitad de la hora. Abres la puerta y pides aireación cruzada 2 minutos; cae a 850 y el resto del tiempo se mantiene por debajo de 1.100. Decisiones pequeñas y medidor a la vista.
Ajustes finos que marcan diferencia
Si tu Hancaner permite historial gráfico, dedica un rato a revisar picos y valles. Es la mejor manera de afinar horarios de ventilación o detectar que cierta ventana en realidad no aporta (porque da a un patio sin corriente). Cambiar el medidor de un metro puede descubrirte una columna de aire estancado junto a una pared o una cortina que bloquea la renovación.
Aprovecha también los promedios (si tu modelo los ofrece). El promedio de 15 minutos suaviza picos puntuales y refleja mejor la calidad real de la hora. Si trabajas con normativa, muchos estándares se basan en promedios temporales, no en máximos instantáneos.
Cómo validar que tu unidad “está fina”
Hay dos pruebas rápidas, sin laboratorio. La primera es el exterior: llévalo a un parque o balcón abierto, déjalo 30 minutos y observa. Deberías moverte en torno a 420 ppm con pequeñas oscilaciones. Si “se clava” en 550 o en 300 sin variar, calibra. La segunda es la respiración controlada: acércalo a tu exhalación a 10–15 cm un par de segundos. Verás una subida abrupta que confirma que el sensor reacciona. No es un test de precisión, pero sí de sensibilidad.
Si dispones de otro medidor fiable, compáralos uno al lado del otro tras 10 minutos de reposo. Diferencias de hasta 100 ppm son normales; más de 150–200 sostenidas, piden calibración. Si tras calibrar siguen muy lejos, sospecha de la ubicación o de un ABC mal configurado.
Usar datos para ahorrar energía
El medidor de CO₂ no solo cuida la cabeza; ayuda a ventilar lo justo. En invierno, en lugar de dejar una ventana toda la mañana entreabierta, busca ráfagas cortas cuando el Hancaner cruce tu umbral. Es la estrategia intermitente: subida a 1.000, apertura 2–3 minutos, bajada a 700–800, cierre, y vuelta al trabajo. Menos pérdidas térmicas y aire aceptable gran parte del tiempo.
En verano, la lógica se invierte si fuera hay calor extremo. Ventila a primera hora y por la noche, y durante el día intenta mantener el interior por debajo de 1.000–1.200 ppm con pequeñas aperturas dirigidas y ayuda de ventiladores, que mueven pero no renuevan el aire; ojo con confundir sensación térmica con calidad de aire.
Seguridad y límites del instrumento
Un Hancaner es una herramienta de confort y ventilación, no un equipo de seguridad para atmósferas peligrosas. No lo uses como único criterio en espacios confinados o donde pueda haber combustibles o monóxido de carbono; son otros sensores y protocolos. Aquí medimos CO₂ ambiental en interiores habituales: casas, aulas, oficinas, gimnasios, restaurantes.
También conviene recordar que el CO₂ no “cuenta virus”; su utilidad en salud pública está en que indica cuánto aire exhalado se acumula, lo que correlaciona con la ventilación. Con la cifra en pantalla, decides mejor: más aire, menos tiempo compartido, aforo ajustado.
El “cómo usar” en una sola mirada
Encender, esperar, colocar bien, calibrar en exterior cuando toque y actuar por umbrales. Si te quedas con cuatro ideas, que sean estas: ppm por debajo de 800 es objetivo ideal; alarma a 1.000 para no despistarte; ventilar en ciclos cortos según la lectura; y no obsesionarte con el decimal, porque el valor real del medidor Hancaner está en mostrar tendencias que puedes convertir en hábitos.
Un medidor de CO₂ Hancaner es como un velocímetro para el aire interior: no conduce por ti, pero te dice si llevas buen ritmo. Con ubicación correcta, una calibración sensata y umbrales claros, aprenderás a abrir cuando toca y a cerrar cuando conviene. Vivirás con menos “ambiente cargado”, descansarás mejor y reducirás discusiones eternas sobre si “hace falta abrir” o “no se nota”. La pantalla te lo cuenta; tu criterio hace el resto.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: OCU, Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, El Confidencial, Eroski Consumer.

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