Síguenos

Más preguntas

Donde presionar para quitar dolor de muelas: la acupresión

Publicado

el

mujer se toca donde tiene dolor de muelas

Alivia el dolor de muelas presionando puntos clave en mano, mejilla y oreja con técnica segura y práctica, más señales de alarma y cuidados.

El alivio rápido existe, aunque sea provisional. Cuando el diente late y la mandíbula arde, tres zonas del cuerpo suelen ofrecer un respiro medible: la membrana carnosa entre el pulgar y el índice de la mano (el clásico Hegu o LI4), el músculo masetero en la mejilla —sobre todo cerca del ángulo de la mandíbula y por delante de la articulación— y el trago de la oreja, esa lengüeta de cartílago que casi tapa el conducto auditivo. Aplicar presión firme y sostenida durante 30 a 60 segundos, con pequeños descansos, puede amortiguar la señal de dolor, “distraer” al sistema nervioso y bajar uno o dos peldaños la intensidad. No cura el problema dental, pero gana tiempo y hace la espera más llevadera hasta la atención odontológica.

La maniobra es simple y no necesita herramientas sofisticadas. Se utiliza el pulgar o el nudillo, se apunta bien al punto, se aprieta con decisión sin pasarse y se respira profundo. Mucha gente prefiere presionar con la mano contraria al lado que duele —derecha con izquierda, izquierda con derecha—, aunque no es obligatorio. Lo importante es que el estímulo sea profundo y tolerable, nunca punzante ni lacerante. Si al soltar notas que el latido baja, que el zumbido se apaga un poco o que el dolor deja de irradiar hacia el oído, vas por buen camino. Y un aviso que conviene recordar desde el principio: si hay fiebre, hinchazón visible, mal sabor persistente o dificultad para abrir la boca, la prioridad es la cita con el dentista. La presión ayuda, la infección se trata.

Puntos útiles, técnica correcta y lo que realmente se nota

La acupresión no es una varita mágica. Es neurofisiología práctica. Al apretar zonas ricas en mecanorreceptores, el estímulo táctil compite con la señal nociceptiva en los circuitos del trigémino y en la médula. Es lo que la teoría del “control de compuerta” viene explicando desde hace décadas: un input fuerte pero no lesivo puede modular el dolor que asciende hacia la corteza. Traducido a la experiencia cotidiana, cuando presionas bien el punto, el dolor dental se mezcla con otra sensación, pierde nitidez, se vuelve menos urgente. A veces es un alivio suave, otras sorprende por lo claro que se vuelve. No todo el mundo responde igual, y no todos los dolores dentales se comportan del mismo modo. Precisamente por eso conviene localizar bien y aplicar con criterio.

El Hegu (LI4) se encuentra en el dorso de la mano, en la almohadilla entre el pulgar y el índice. Para identificarlo con precisión, junta ligeramente ambos dedos: se forma una cresta; el punto útil queda antes del pico de esa cresta, pegado al hueso del segundo metacarpiano. La posición de la mano importa poco; una mesa ayuda. Se coloca el pulgar de la otra mano encima y el índice por debajo, como una pinza. Presión progresiva, firme, sin prisa. Debe doler “bien”: dolor sordo y profundo, nada de pinchazos eléctricos. Mantén 30 a 60 segundos, suelta, respira, repite dos o tres series. Si estás embarazada, evita este punto y trabaja mejor los de cara y oreja: la estimulación intensa de LI4 se reserva en obstetricia para otras situaciones.

En la mejilla, el objetivo es el masetero, músculo grueso encargado de masticar. Aprieta los dientes un segundo para ubicarlo: notarás un bloque duro en la parte posterior de la mejilla. Siguiendo su borde anterior hacia abajo y atrás aparece un punto particularmente sensible cuando hay bruxismo, apretamiento nocturno o un día entero de tensión. Esa zona, que coincide con referencias como ST6, suele “disparar” el dolor hacia la muela al presionarla. La técnica es directa: dedos índice y corazón o nudillo contra el músculo, empuje perpendicular al hueso, 20 a 40 segundos. Si detectas un cordón tenso, gira en círculos lentos como si deshicieras un nudo. Por delante del oído, donde se abre una pequeña hendidura al abrir la boca, está el entorno de la articulación temporomandibular (ST7): aquí la presión es más suave y más corta. Nunca hacia el canal auditivo, siempre con una leve inclinación hacia el pómulo.

En la oreja, el trago responde bien cuando el dolor late, típico de una pulpitis. Con el índice, empuja el cartílago hacia atrás y un poco hacia arriba, como si “cerraras” la entrada del oído contra el cráneo. Mantén tres tandas de 30 segundos con pausas. Algunas personas mejoran si a la vez pinzan, con la misma mano, la zona justo detrás del lóbulo, sobre el hueso mastoides. Son maniobras discretas, fáciles de hacer en el metro, en la sala de espera o en el sofá a medianoche.

La intensidad es la clave. Debe ser “potente pero soportable”. Si notas hormigueo agradable que se expande o una sensación difusa que “tapa” el dolor de muelas, estás en el punto. Si aparece un dolor agudo o te mareas, afloja o detente. No presiones sobre heridas, abscesos, piel irritada o zonas con alteración de sensibilidad. Descansa uno o dos minutos entre series. Y si en 30 segundos no sientes nada distinto, muévete unos milímetros. La precisión de la yema a menudo decide el resultado.

Límites reales: cuándo ayuda, cuándo no y señales de alarma

El alivio por presión no sustituye el tratamiento dental. Es un puente. La causa más frecuente del dolor de muelas sigue siendo una caries que progresa y alcanza la pulpa, una fisura en el esmalte que expone dentina, una inflamación periodontal o el efecto acumulado del bruxismo. Cuando el nervio está muy inflamado dentro de una cámara rígida —la pulpitis aguda—, el margen de maniobra de la acupresión es modesto: baja la percepción, no apaga el origen. Hay casos en los que la respuesta es mejor: sensibilidad dentinaria, molestias musculares de la masticación, dolores referidos por tensión en masetero o temporal, episodios fluctuantes sin infecciones asociadas. Si hay pus, calor local intenso, hinchazón llamativa o un dolor que despierta de madrugada y no cede con analgésicos, toca consulta prioritaria.

Conviene separar el dolor miofascial del dolor inflamatorio. El primero viene de nudos musculares que irradian hacia dientes y oído, lo que engaña con facilidad. El segundo es el clásico dolor “de muela” que late y empeora con frío o al masticar. La presión sobre masetero y temporal tiene mejor rendimiento cuando el músculo sostiene parte del cuadro. Se nota porque la maniobra reproduce el dolor y lo modula en el mismo gesto. Si el dolor es punzante, muy localizado y se dispara con el aire frío, la acupresión rinde menos; ahí mandan las pastas desensibilizantes, el control de la oclusión y las medidas del odontólogo.

Las señales de alarma deben quedar claras: fiebre de 38 °C o más, mejilla hinchada o enrojecida, trismo (dificultad para abrir la boca), mal sabor persistente, dolor al tragar, antecedentes de inmunosupresión o embarazo con dolor que no remite. Si la hinchazón sube hacia el ojo o baja al cuello, la urgencia es real. En esos escenarios, no se recomiendan maniobras de presión vigorosas sobre la zona dolorida: hay que evaluar y, si procede, drenar o medicar.

También hay que hablar de seguridad. En embarazo, se evita LI4 por su uso en protocolos obstétricos; se priorizan maniobras suaves en mejilla y trago. En niños, las presiones son leves y breves; basta un toque de 10 a 15 segundos guiado por un adulto. Quien toma anticoagulantes o tiene problemas de coagulación no debería apretar con fuerza ni prolongar series en zonas blandas: el objetivo es estimular, no machacar tejidos.

Cómo aplicar la presión paso a paso sin complicaciones

La eficacia de estas maniobras mejora con una rutina sencilla. Se empieza por el Hegu porque activa vías que comparten segmento con la cara y porque es fácil de repetir en cualquier lugar. Tres series de 30 a 60 segundos, con pausas cortas. Luego se pasa al masetero del lado que duele (o contralateral si te resulta más cómodo), buscando el punto sensible con calma. La presión se mantiene de 20 a 40 segundos, sin deslizar la piel, como si empujaras el músculo contra el hueso. Si aparece el típico “dolor que corre”, resiste unos segundos más y suelta. Se cierra con el trago, con tres series suaves, y una revisión rápida de la zona por detrás del lóbulo, donde a veces queda un nudo residual.

La respiración acompaña el gesto. Inspiración nasal amplia, exhalación lenta por la boca. La sensación de control que ofrece ese patrón sencillo recorta el componente ansioso del dolor. Y un truco que suele marcar diferencia: elevar ligeramente la cabeza con una almohada o, sentado, apoyar la espalda y dejar el cuello largo. Un cuello en tensión multiplica la carga en mandíbula y sien; un cuello relajado deja que la presión local haga su trabajo.

El tiempo de efecto varía. Hay quien nota alivio en segundos y quien necesita dos o tres rondas hasta que el dolor se dobla. La duración también cambia: de minutos a una hora larga, según causa y momento. La regla práctica es humilde: si restas un 30 % de intensidad y puedes comer algo blando, dormir un rato o llegar a la consulta sin retorcerte, ya es un éxito. No persigas un apagado total con presión más fuerte, no va así. Más de lo mismo, en este caso, no equivale a mejor.

Hay detalles que parecen menores y suman. Evitar cambios bruscos de temperatura en la comida durante esas horas —nada de alternar agua helada y sopa muy caliente—, elegir el lado contrario para masticar, beber agua templada a sorbitos cuando la boca está “reactiva”, usar por la noche una pasta para dientes sensibles y un cepillo de cerdas suaves. En conjunto, recortan el ruido de base y hacen que la acupresión rinda más.

El contexto clínico: de la caries al bruxismo, pasando por la encía

Saber qué hay detrás del dolor guía expectativas. La caries avanzada perfora el esmalte, alcanza la dentina y excita la pulpa: aparece el dolor con frío, los latidos nocturnos, el “no puedo con el aire”. La presión ayuda poco tiempo; la solución es restaurar y, si la pulpa está muy afectada, endodoncia. En la fisura del esmalte, el dolor es breve y eléctrico al morder algo duro; la acupresión no toca ahí demasiado, aunque el masetero trabado por apretar sí se beneficia. El dolor periodontal por inflamación de encías provoca una molestia más sorda, con sabor metálico, a veces con sangrado al cepillado. En ese terreno, el enjuague templado con agua y sal dos o tres veces al día, una higiene cuidadosa (sin torturar la zona) y el frío local envuelto en tela en la mejilla, 10 minutos sí, 10 no, alivia mucho. Si hay bolsas o supuración, lo propio es el raspado y la pauta profesional.

El bruxismo merece un aparte. Hay jornadas —o noches— enteras apretando sin darse cuenta. El masetero se vuelve piedra, el temporal (en la sien) se encoge, la mordida se descuadra. Resultado: dientes posteriores sobre-cargados, ligamentos periodontales irritados, dolor que “parece” de muela. Aquí la presión en masetero y temporal funciona bien, pero el fondo pide más: férula de descarga bien ajustada, higiene del sueño, pausas voluntarias para “desactivar” la mandíbula. Un gesto sencillo ayuda: lengua apoyada suavemente en el paladar, justo detrás de los incisivos superiores; labios apenas cerrados; dientes separados. Con esa postura, la fuerza de mordida cae en picado.

Respecto a analgésicos, los de venta libre son una muleta útil si se usan como está indicado. Paracetamol o ibuprofeno —no por sistema los dos a la vez—, respetando dosis y horarios del prospecto. El aceite de clavo (eugenol) calma a ciertas personas, pero irrita mucosa: mejor diluido y nunca sobre encías heridas. Lo que no se debe hacer: colocar aspirina directamente sobre la encía o la muela (produce quemadura química), pinchar zonas inflamadas, tomar antibióticos guardados en casa “porque una vez me fue bien”, alternar pastillas a ciegas o mascar hielo para “anestesiar”. Son atajos que salen caros.

En embarazo, además de evitar LI4, conviene consultar qué analgésicos son compatibles y priorizar medidas físicas: frío local, enjuagues suaves, acupresión ligera en mejilla y trago. En niños, se traduce todo a una escala más blanda: presiones cortas, suaves y guiadas por un adulto. En mayores o personas con enfermedades crónicas, el sentido común manda: menos intensidad, más observación, y si el dolor no cede, evaluación sin demora.

Complementos que suman sin riesgos y potencian la acupresión

La presión funciona mejor en un terreno calmado. Respirar con el diafragma en cuatro tiempos —inspira, retén un segundo, exhala largo, pausa— durante cinco minutos reduce el tono simpático y baja el volumen general del dolor. Una ducha templada activa a la vez mecanorreceptores y termorreceptores, duplicando el efecto “compuerta”. La música o el ruido blanco distraen vías atencionales que amplifican el sufrimiento. No es “psicológico” en sentido peyorativo: es fisiología de la atención aplicada a tu favor.

La vibración local de baja intensidad en la mejilla —el dorso del cepillo eléctrico, sin las cerdas, apoyado muy suave— puede interferir adicionalmente con la señal de dolor. Dos o tres minutos, siempre sin presionar fuerte, y el músculo debajo se rinde un poco. En deportistas o personas que aprietan al levantar peso, dedicar dos minutos tras la ducha a “cazar” nudos en masetero y temporal previene la congestión que luego se confunde con dolor dental.

El sueño es un árbitro subestimado. Dormir con la cabeza algo elevada mitiga el pulso vascular en pulpitis y evita posiciones que precipitan el apretamiento. En noches difíciles, la secuencia Hegu–masetero–trago antes de meterse en la cama marca la diferencia entre dar vueltas o conciliar un rato de descanso.

Preguntas que suelen rondar (respondidas sin rodeos en el cuerpo del texto)

Aunque no se planteen en formato cuestionario, hay dudas que planean sobre el tema y conviene despejar con naturalidad. ¿Funciona en todo el mundo? No, pero merece probarse: si en 30 a 60 segundos no notas nada, cambias de punto o pasas de maniobra. ¿Duele? Debe molestar bien, a modo de presión profunda. Si es punzante, afloja. ¿Cuánto aguanta el efecto? Desde minutos hasta algo más de una hora; sirve para “bajar picos”, comer algo blando o dormir un rato. ¿Cuántas veces al día? Las necesarias, sin excederse en fuerza. Tres series por punto, con pausas, suele bastar como guía doméstica. ¿Puedo hacerlo si llevo ortodoncia o implantes? Sí, porque presionas blandos y zonas externas, no manipulaciones internas; eso sí, si hay dolor punzante sobre un implante o diente en movimiento, toca revisión.

Dónde presionar para quitar el dolor de muelas, explicado con precisión práctica

Queda en el aire el núcleo de la promesa, que se responde con precisión quirúrgica. Para aliviar: presiona en Hegu (LI4), en la almohadilla entre pulgar e índice, con tres series de 30 a 60 segundos; trabaja el masetero sobre el lado dolorido —busca el punto que “dispara” hacia la muela—, 20 a 40 segundos de presión firme y perpendicular con el nudillo; completa con el trago de la oreja, empujando suave hacia atrás y arriba, tres tandas de 30 segundos. Si el dolor parece correr hacia el diente al presionar, es buena señal. Si no sientes cambio, ajusta milímetros hasta “cazar” el lugar exacto. Todo esto calma, no arregla caries, fisuras ni infecciones. Pero ofrece un margen real para seguir funcionando.

Hay detalles más finos que afinan la puntería. A veces conviene cruzar: dolor en muela superior derecha, mano izquierda para LI4. Otras, el mismo lado resulta más certero, sobre todo en el trabajo sobre masetero. No hay dogmas: escucha el cuerpo, cambia el ángulo, juega con la dirección de la presión —ligeramente hacia arriba en mejilla, un punto hacia el segundo metacarpiano en mano—. La piel guía. Y no subestimes la pausa: el alivio suele asomar al soltar la presión, no durante.

De la maniobra al tratamiento: el camino sensato

El hilo conductor es claro: estos puntos funcionan como primer auxilio. Alivian y compran tiempo. Sirven para llegar al trabajo, terminar una reunión, soportar la noche, esperar la consulta sin que el dolor devore el día. La imagen honesta es esa. Lo fundamental, sin embargo, se decide en la clínica. La muela duele por algo: caries, fisura, inflamación periodontal, mordida desajustada, bruxismo, a veces una mezcla. Cuanto antes se diagnostica, más sencillo y barato suele ser el arreglo. En el trayecto, estos gestos —Hegu, masetero, trago— forman un kit pequeño, discreto y eficaz.

Queda una idea más, simple y útil: no te pelees con el dolor, gestiónalo. En casa, en el baño de la oficina, en la cama a las dos de la madrugada. Presiona con criterio, respira como si pusieras orden en la casa, baja la tensión del cuello, enfría la mejilla con prudencia, enjuaga con agua templada y sal, elige alimentos blandos y templados. Si la cosa se tuerce —fiebre, hinchazón, chasquidos dolorosos al abrir la boca, dolor que no cede—, no improvises, pide atención. En todo lo demás, estos puntos son una herramienta asequible que, cuando se usa bien, aporta alivio real. Se siente, se agradece y, por unas horas, te devuelve el día.


🔎​ Contenido Verificado ✔️

Este artículo se ha elaborado con información de fuentes oficiales y fiables de ámbito sanitario en España. Fuentes consultadas: Consejo General de Dentistas, SEPA, Hospital Clínic Barcelona, AEMPS.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

Lo más leído