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Salud

Cuántos días de reposo después de una operación de cataratas

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abuela después de una operación de cataratas

Reposo 24–48 horas tras cataratas, trabajo en 2 a 3 días (físicos: 7–14), deporte y piscina en 2 semanas y colirios un mes. Calendario claro.

El descanso tras una cirugía de cataratas no se mide en semanas eternas. La pauta habitual es un reposo relativo de 24 a 48 horas y una vuelta progresiva a la rutina a partir del segundo día, ajustada a la evolución del ojo. En ese margen corto, caminar por casa, leer un rato, usar el móvil o el ordenador con pausas es admisible. Lo que conviene evitar son esfuerzos, impactos, frotarse los ojos y ambientes con polvo o humo. La visión suele mejorar en pocos días, aunque la estabilización completa tarda varias semanas, tiempo durante el cual se mantienen los colirios y ciertas cautelas.

En el terreno práctico, trabajos de oficina o teletrabajo se retoman a los 2–3 días si el postoperatorio es normal; empleos físicos, con cargas o exposición a partículas, piden entre 7 y 14 días antes del regreso. La conducción, cuando la visión sea nítida, estable y el especialista la autorice. El deporte intenso, la piscina y el maquillaje ocular suelen esperar alrededor de 2 semanas. Se trata de un descanso breve seguido de un mes de prudencia activa: moverse, sí; forzar, no. La mayoría de pacientes completa el tratamiento con gotas en unas cuatro semanas, con revisiones escalonadas que confirman que todo va como debe.

Primeras 48 horas: descanso real, sin dramatismos

La cirugía de cataratas —hoy, casi siempre ambulatoria y con técnica de facoemulsificación— deja el ojo sensible pero funcional. Las primeras 24 horas piden calma: evitar levantar peso, agacharse con brusquedad o realizar tareas domésticas que impliquen esfuerzo de tronco. El ojo puede notar arenilla, leve picor, lagrimeo y visión “acuosa”. Estos síntomas suelen remitir de manera gradual con el tratamiento pautado. En ese primer día, moverse por casa con normalidad es saludable; permanecer totalmente inmóvil no aporta ventajas. Lo que sí suma es usar el protector ocular nocturno si ha sido indicado, dormir boca arriba o del lado contrario a la cirugía si resulta más cómodo y no frotar.

A las 24–48 horas la mayoría ya percibe un salto claro de nitidez. Se puede duchar con cuidado (evitando que entre jabón o champú en el ojo operado), vestirse sin restricciones, leer o trabajar con pantalla en sesiones cortas intercaladas con descansos de unos minutos y pasear en exterior con gafas de sol si la luz molesta. El mensaje es simple: vida normal a pequeña escala, reservando esfuerzos y movimientos bruscos para más adelante. Si aparece sequedad, el uso de lágrimas artificiales sin conservantes ayuda. Cuando la molestia es punzante o la visión empeora de golpe, es un signo de alarma que exige valoración inmediata, pero no es la situación habitual.

Día a día en ese arranque

Día 1. Reposo relativo en casa, colirios según pauta, gafas de sol si hay fotofobia. Se permite leer, ver televisión, cocinar ligero y caminar despacio. Nada de masticar esfuerzos: subir una maleta, limpiar a fondo, mover muebles o cargar con la compra de la semana, no.

Día 2–3. Reinicio prudente. Rutinas suaves, ordenador con pausas y luz confortable, tareas domésticas livianas, paseos más largos. El ojo agradece no agacharse de golpe ni empujar peso. Con esa base, quien tiene labores de despacho suele estar en condiciones de volver entre el segundo y el tercer día.

Trabajo, pantallas y vuelta al ritmo laboral

En trabajos de oficina, la reincorporación a las 48–72 horas es una referencia realista si la intervención fue convencional y sin incidencias. La clave para que funcione es modular la primera jornada: empezar con media mañana, alternar horas de pantalla con descansos mirando a lo lejos, parpadear de forma consciente y mantener una buena hidratación ocular. Un espacio con aire muy seco o con climatización agresiva puede intensificar la sensación de ojo cansado, así que conviene ventilar y ajustar la distancia y altura del monitor. El uso de filtros de luz o modo oscuro no es imprescindible, pero a algunas personas les ayuda a tolerar mejor las primeras horas.

En empleos físicos o en entornos polvorientos —construcción, talleres, almacenes, limpieza industrial, jardinería, hostelería con carga frecuente— el periodo de baja se extiende. Siete a catorce días es la horquilla que se maneja en la práctica clínica para reducir riesgos de golpe directo, aumento de presión por esfuerzo o irritación mantenida. En estos oficios, volver un par de días antes no compensa: una herida reciente en el ojo necesita que no se la someta a presión sostenida ni a ambientes sucios. Cuando el puesto lo permite, es inteligente negociar una vuelta escalonada: tareas más livianas la primera semana tras la reincorporación, uso de protección ocular y evitar el turno más duro hasta completar el mes de cuidados.

Conducir con criterios de seguridad

La conducción no se decide por calendario, sino por calidad visual y autorización médica. Quien logra nitidez estable en 24–48 horas y mantiene buena sensibilidad al contraste, suele estar en condiciones de volver a ponerse al volante pronto, siempre con la confirmación del oftalmólogo en la primera revisión. Un truco práctico: probar primero de día en un trayecto corto y conocido, evitando prisas y tráfico denso. No es raro notar deslumbramiento las primeras jornadas; si al anochecer las luces de otros vehículos generan halos molestos, mejor esperar. En conductores profesionales, la prudencia es doble: examen visual documentado y, si procede, ajuste de gafas cuando la graduación final esté cerrada.

Deporte, piscina, maquillaje y vida social con cabeza

Las ganas de volver al gimnasio llegan pronto, pero el ojo marca tiempos. Primera semana: actividades cardiovasculares muy suaves, como caminar, bicicleta estática sin resistencia o ejercicios de movilidad. Nada de pesas, ejercicios invertidos, impactos ni contacto. Segunda semana: si la evolución es correcta, incremento progresivo de intensidad, evitando aún levantamientos máximos, sprints o deportes con riesgo de golpe facial (baloncesto, fútbol, artes marciales, pádel intenso). La regla empírica funciona: si hay dolor, destellos o visión borrosa, se frena y se reevalúa. Los deportes acuáticos quedan fuera en este tramo, igual que los jacuzzis, por riesgo de irritación e infección.

La piscina —y, por extensión, el mar o el spa— suele posponerse alrededor de dos semanas. Aunque el agua se vea cristalina, no es estéril, y el cloro tampoco es amigo del epitelio corneal reponiéndose de una cirugía. Las gafas de natación ayudan, pero no sustituyen el tiempo de seguridad. En agua natural, la sal o sedimentos añaden variables que no interesan en este momento.

El maquillaje ocular (sombra, delineador, rímel) espera también unas dos semanas. Los cosméticos, por buenos que sean, pueden dejar residuos en el borde palpebral y favorecer irritaciones. La piel periocular sí admite cuidado desde el inicio, con productos suaves y aplicados lejos del borde del párpado. Para el resto del rostro, no hay grandes restricciones si se mantiene el criterio de limpieza y se evita manipular el ojo. En la calle, gafas de sol contra viento y polvo son un aliado discreto y eficaz.

Gotas, protección y visitas: el mes que lo consolida todo

El tratamiento con colirios es el eje silencioso de la recuperación. La pauta típica combina antibiótico y antiinflamatorio en una curva descendente de varias semanas. Seguir el calendario es tan importante como la propia cirugía: reduce al mínimo el riesgo de infección y controla la inflamación profunda que el paciente no siempre nota. La manera correcta de aplicar las gotas tiene su técnica: cabeza ligeramente hacia atrás, mirada arriba, tirar del párpado inferior para crear un pequeño saco y dejar caer la gota sin tocar pestañas ni ojo con el gotero. Si se usan dos fármacos seguidos, un minuto de intervalo evita dilución. A quien gestiona mal los horarios le funciona programar alarmas o usar un planificador visual sencillo.

El protector ocular nocturno, si está prescrito, suele emplearse la primera semana. No es un adorno: impide frotar el ojo sin querer durante el sueño y recuerda que la zona todavía está en fase de cicatrización. Durante el día, unas gafas de sol hacen doble papel: confort frente a la luz y barrera física contra partículas y viento. Para actividades puntuales en ambientes con polvo —un trastero, una obra cercana, la carpintería del aficionado— la protección ocular transparente resulta útil y barata.

El calendario de revisiones se mueve en tres citas habituales: al día siguiente o en 24–48 horas, hacia la semana y al mes. En esas consultas se corrobora la presión intraocular, la integridad de la incisión y la claridad del eje visual. La visita del mes permite, si procede, cerrar la graduación y valorar gafas definitivas para lectura o distancia según la lente implantada y el objetivo acordado antes de la cirugía. Queda así completado un ciclo breve, bien definido y con alto porcentaje de éxito.

Señales de alerta que no admiten espera

La lista de síntomas que obliga a consultar con rapidez es breve y clara. Dolor intenso que no cede con analgésicos normales. Empeoramiento súbito de la visión tras una fase de mejoría. Enrojecimiento marcado con secreción espesa. Destellos y “cortina” o aumento brusco de moscas volantes. Fiebre o malestar llamativo sin causa explicable. Ante cualquiera de estos signos, se busca valoración oftalmológica de inmediato. Son situaciones poco frecuentes, pero importantes: las infecciones intraoculares, ciertas inflamaciones severas o un problema de retina no se resuelven esperando. En cambio, una leve sensación de arenilla, el lagrimeo intermitente o la fotofobia ligera entran en lo esperable la primera semana y mejoran al completar el tratamiento.

Tiempo de baja, certificados y vida cotidiana sin sobresaltos

Los certificados de baja y alta tras una operación de cataratas varían en función del tipo de trabajo y de la evolución individual. En oficinas, administrativos o puestos similares, 2–3 días suelen bastar para una vuelta funcional, con la recomendación explícita de evitar maratones de pantalla la primera jornada y de fraccionar el horario si fuese posible. En oficios físicos, la baja alcanza una o dos semanas. El documento médico detallado con las recomendaciones específicas —prohibición temporal de levantar cargas, evitar polvo, uso de protección— ayuda a negociar una reincorporación gradual o adaptada al puesto.

La vida cotidiana requiere pocas modificaciones más allá del sentido común. Cocinar es posible desde el inicio si se protege el ojo del vapor directo y se evita cortar cebolla encima del rostro (suena obvio, pero se agradece el recordatorio). Leer y ver series sí, con pausas y buena iluminación. Hacer la compra en días 1–2, mejor con ayuda. Pasear siempre suma; los paseos cortos múltiples se toleran mejor que una caminata larga los primeros días. Quien convive con mascotas puede seguir el contacto habitual cuidando la higiene de manos y evitando que el animal golpee la cara en arranques de entusiasmo.

Visión que fluctúa, graduación y la famosa “catarata secundaria”

Durante las primeras semanas es habitual que la visión no sea una línea recta de mejora. Hay días muy nítidos y otros con ligera neblina al final de la jornada, sobre todo si se ha pasado mucho tiempo frente a pantallas o en ambientes secos. A medida que la inflamación residual cede y la película lagrimal se estabiliza, esa variabilidad disminuye. La graduación final no siempre se define en la primera semana; a menudo se ajusta hacia el mes, cuando todo está ya asentado. Quien ha recibido lentes multifocales o tóricas puede notar fenómenos visuales transitorios que merecen comentarse en consulta para ajustar expectativas o técnicas de adaptación.

En el medio plazo, puede aparecer la opacificación de la cápsula posterior. No es una “nueva catarata”, sino empañamiento de la membrana que sostiene la lente intraocular. Sucede en una proporción nada despreciable de casos meses o años después, causa visón borrosa de nuevo y se resuelve en consulta con láser YAG, un procedimiento rápido. No es un fracaso de la cirugía ni un motivo de alarma grave; es un fenómeno conocido que, cuando aparece, se soluciona con eficacia.

Variaciones según técnica, lente implantada y antecedentes

No todos los ojos parten del mismo punto. Miopías altas, astigmatismos relevantes, córneas con sequedad severa, antecedentes de cirugía refractiva o patologías como glaucoma o diabetes modulan tiempos y sensaciones. Ese contexto explica por qué, aun existiendo consensos prácticos, el oftalmólogo insista en el ajuste individual del calendario. Las técnicas también suman matices: una incisión micro y una facoemulsificación corta suelen traducirse en recuperación ágil; si el procedimiento se alarga por una catarata muy densa o surge la necesidad de suturas, los días de reposo efectivo pueden alargarse. La elección de lente intraocular —monofocal, tórica, multifocal o de rango extendido— no cambia el reposo inicial, pero sí el proceso de adaptación visual.

Hay un capítulo paralelo cuando se programa la cirugía en ambos ojos. En muchos centros se intervienen a pocos días de distancia, lo que compacta la recuperación y acorta la fase de visión asimétrica. En otros, se espera a que el primer ojo esté estable para decidir el segundo. Ninguna de las dos estrategias altera el mensaje central: reposo relativo breve, prudencia sostenida y colirios hasta completar el mes.

Consejos discretos que marcan diferencia

La teoría es sencilla y, en la práctica, algunos detalles cambian la experiencia. Planificar la nevera con comida fácil los dos primeros días evita esfuerzos innecesarios. Lavar la funda de la almohada antes de la cirugía y repetir el lavado a la semana reduce irritaciones. Llevar gafas de sol siempre que se salga a la calle las primeras jornadas mejora el confort. Colocar recordatorios para las gotas en el móvil evita olvidos. Evitar agacharse de golpe —flexionar rodillas en lugar de doblar la espalda— protege de aumentos súbitos de presión en el ojo. Parpadear más de lo habitual cuando se lee o se mira una pantalla evita la sensación de arenilla que muchos describen por la tarde. Son gestos mínimos; su efecto, visible.

Hay quien percibe los colores más vivos tras la cirugía. No es sugestión: al retirar el filtro amarillento de la catarata, la luz que entra es más limpia y la retina lo agradece. También es normal que, si el otro ojo mantiene una catarata densa, los tonos “no casen” entre ambos durante el periodo intermedio. Esa diferencia desaparece cuando el segundo ojo se opera o cuando el cerebro termina de adaptar la nueva señal.

Ritmo de vuelta bien medido

Las cifras que ordenan el reposo tras una operación de cataratas caben en una fórmula clara y útil: 24–48 horas de reposo relativo, 2–3 días para volver a un trabajo de oficina, 7–14 días cuando el empleo implica esfuerzo físico, polvo o vibración, conducir solo cuando la visión sea estable y el especialista lo confirme, deporte intenso, piscina y maquillaje ocular alrededor de las dos semanas, colirios durante un mes y revisiones en 24–48 horas, una semana y un mes. No hay secretos heroicos ni prohibiciones caprichosas: es la combinación de una cirugía muy segura y un posoperatorio corto dedicado a no cometer errores sencillos de evitar. Con ese calendario y la vigilancia de las señales que de verdad importan, el camino hasta recuperar una visión nítida y funcional es, en la gran mayoría de casos, rápido y previsible.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Hospital Clínic Barcelona, Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, Hospital Universitario Puerto Real, Instituto Barraquer.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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