Actualidad y cultura
¿De qué ha muerto el periodista Joaquín Amérigo Segura?

Fallece Joaquín Amérigo Segura, voz de Canal Sur Radio, a los 61 años. Datos verificados, contexto y su legado en Almería contados con rigor.
Joaquín Amérigo Segura ha fallecido de forma repentina durante la noche del lunes, 6 de octubre de 2025, en su domicilio de Almería. A esta hora no existe comunicación oficial que detalle la causa médica concreta del deceso. Lo que sí está confirmado es que sufrió una indisposición súbita, se activó la asistencia sanitaria urgente y, pese a los intentos de reanimación, no fue posible salvarle la vida. Tenía 61 años.
La información disponible es nítida en lo esencial: muerte inesperada, ocurrida en casa, con intervención del 061 sin éxito. No hay parte médico público, ni la familia ni su empresa han precisado si se trató de un evento cardiovascular, un episodio cerebrovascular u otra patología aguda. Cualquier lectura fuera de estos datos sería especulación. Él, voz decana del deporte almeriense, trabajó hasta el final: el mismo lunes había pasado por su programa de Canal Sur Radio.
Hechos confirmados, sin adornos
El lunes 6 de octubre, a última hora de la tarde, se produjo la indisposición. Familiares y allegados dieron el aviso. Los servicios de emergencia llegaron con rapidez, practicaron maniobras de atención avanzada y certificaron la muerte al no poder revertir el cuadro. Se trata, por tanto, de un fallecimiento súbito en un varón de 61 años, sin que conste públicamente patología previa vinculada al episodio ni una etiqueta diagnóstica oficial.
Esa misma noche, y a primera hora del martes 7, se fueron conociendo los detalles logísticos: el velatorio se celebraba en el Tanatorio Mediterráneo de Huércal de Almería. Sobre horarios y ceremonias religiosas, el entorno ha optado por la discreción mientras se ordenan los trámites. Un dato más, significativo en lo humano: lo que se sabe procede de fuentes directas del entorno profesional y familiar que acompañaron las primeras comunicaciones de duelo. Nada de ruido innecesario, sólo hechos.
En cuanto a la cronología final de su jornada, trabajó con normalidad. Quienes coincidieron con él ese día corroboran lo de siempre: preparó antena, habló de deporte, cerró escaleta. Luego, en casa, ocurrió lo que cambió todo. No hay más.
Trayectoria: una voz que se hizo paisaje en Almería
Nacido en Sorbas (Almería) en 1963, se forjó en la radio local antes de llegar a Canal Sur en 1989. Desde entonces, más de tres décadas en antena. Coordinó Deportes en la delegación almeriense, narró, analizó y dio forma a espacios que se convirtieron en rutina de mediodía para miles de oyentes. La Jugada fue su casa sonora: un programa que, con el paso de los años, consolidó un sello reconocible —ritmo, información de cercanía, memoria del club y de la provincia—.
En prensa, colaboró en cabeceras locales y provinciales con columnas y perfiles en los que se mezclaban dato, contexto y el guiño de vestuario. También dejó huella en libros y publicaciones temáticas —fútbol, cantera, historias de ascensos y descensos— que hoy se citan para explicar una época del deporte almeriense. No vivía de la épica, sino del detalle: ese desmarque que se hizo tarde, esa cobertura que no llegó, esa lectura táctica que separa el ruido del análisis.
De los campos de tierra al micrófono: un estilo propio
Amérigo fue, sobre todo, un periodista de campo. Pateó estadios modestos, pabellones calientes, pistas de atletismo y campos de tierra donde el sonido del deporte es literal: botas, silbatos, viento. Su timbre —grave, sin impostación— y su cadencia —medida, con pausas oportunas— construyeron una complicidad con la audiencia. No gritaba el partido; lo contaba. Hay crónicas suyas que todavía se reconocen por esa mezcla de sorna amable y precisión para situar a un lateral dos metros fuera de sitio.
Ese estilo tuvo otra consecuencia: se convirtió en paisaje. Personas así no sólo informan; acompañan. De lunes a jueves, a las horas pautadas de la parrilla, su voz era hábito. Cuando el equipo local subía o bajaba, cuando tocaba hablar de cantera, de patrocinio o de una lesión delicada, la antena encontraba un tono que muchos oyentes adoptaron como referencia. Ese hábito explica buena parte del vacío que deja hoy.
Qué se sabe, qué no, y qué significan esas palabras
La pregunta directa que se desliza en la conversación pública es inevitable: ¿cuál fue la causa de la muerte? A día de hoy, no se ha comunicado. Los mensajes institucionales y las notas informativas coinciden en describir el fallecimiento como “repentino” o “súbito”. Ambas palabras dicen mucho… y a la vez no dicen todo. “Repentino” dibuja el carácter del evento (inesperado, sin un proceso clínico largo). No es una sentencia diagnóstica. Puede obedecer a causas cardiovasculares, cerebrovasculares, arrítmicas u otras que también cursan con pérdida brusca de conciencia. Para colocar un nombre concreto haría falta un parte médico o una comunicación familiar que, por respeto, no ha llegado.
Es relevante subrayarlo. En España, la causa de la muerte forma parte del ámbito médico-legal y familiar. Se publica cuando el entorno lo decide o cuando el dato trasciende por cauces oficiales. Mientras eso no ocurra, lo verificado es lo único que corresponde difundir: muerte súbita, sin causa oficialmente precisada. En periodismo, esas palabras acotan la realidad y protegen tanto la memoria del fallecido como a quienes le sobreviven.
El lenguaje importa: diferencia entre “repentina” y “cardíaca”
Llamar a un fallecimiento “repentino” no equivale a decir “cardíaco”. Lo mismo ocurre con el uso de “ictus” como comodín para cualquier evento neurológico agudo. La muerte súbita es una etiqueta temporal cuando falta el informe clínico. Puede coincidir con un infarto agudo de miocardio, una fibrilación ventricular, un taponamiento, una disección aórtica o con una hemorragia intracraneal. O no. En este caso, insistimos, no hay diagnóstico público. Por eso la información veraz se formula en estos términos: muerte inesperada, sin confirmación etiológica.
No es una precisión menor. El uso ligero de etiquetas genera malentendidos y, a veces, dolor añadido. Aquí se evita. No es prudente trazar conclusiones automáticas a partir de la edad, el sexo o el contexto. Lo honesto es reconstruir los hechos —el mismo día trabajó, se encontró mal horas después, llegaron los sanitarios, no hubo respuesta— y dejar que sea el entorno familiar/institucional quien ponga, si así lo desea, el rótulo médico.
Reacciones, duelo y una provincia en silencio
El impacto ha sido inmediato en Andalucía y especialmente en Almería. Compañeros de Canal Sur Radio, periodistas de redacciones vecinas, técnicos, productoras y cronistas de clubes locales han llenado las ondas y las redes con mensajes de tristeza y reconocimiento. Hay palabras que se repiten —“referente”, “honesto”, “de carácter”, “cercano”— que no suenan a cliché cuando se leen en hilos de colegas con décadas a su lado.
El Ayuntamiento de Sorbas expresó un pésame que no fue un trámite: para su pueblo era un “hijo” cuyo nombre se asocia a fiestas patronales, pregones y a esa red sentimental de pequeños hitos donde la voz de la radio también participa. En el entorno del UD Almería, tanto profesionales como antiguos jugadores han recordado narraciones de ascensos, pinchazos de jornadas anodinas que él supo convertir en relatos con interés, entrevistas a pie de túnel en las que preguntaba más que afirmaba y tertulias en las que practicaba un género que parecía hecho a su medida: dar orden cuando el ruido subía.
En su emisora, compañeros de redacción han tirado de hemeroteca sonora para rescatar entradas en directo, postpartidos y vibraciones de cabina que lo definen sin necesidad de adjetivos. Ese material —la voz que vuelve cuando ya no puede volver— explica mejor que cualquier eslogan por qué Amérigo era “paisaje”: si el oyente hacía la compra, conducía o comía a esa hora, sonaba él. Y cuando su voz no aparece en el dial al día siguiente, se nota.
Datos útiles de última hora
El velatorio se ha organizado en el Tanatorio Mediterráneo de Huércal de Almería, sala 3. Familia y amigos han preferido gestionar con discreción lo relativo a horarios y oficios religiosos. Es habitual en casos como este —fallecimiento repentino, conmoción inmediata, duelo aún en fase muy temprana— que los detalles se conozcan a cuentagotas y siempre en función de la voluntad de los más cercanos.
Queda pendiente la posible comunicación de la causa del fallecimiento. Si en algún momento la familia o su empresa deciden precisarla, ese dato formará parte de la información pública. A día de hoy, no lo está. Y esa ausencia no resta claridad a lo principal: ha muerto de manera inesperada, sin que ningún documento oficial haya explicado aún el motivo clínico.
Huella profesional: cómo se explica su importancia
El legado de Amérigo se mide en confianza. La que se gana con años de regularidad y rigor en un territorio donde el deporte forma parte del carácter. Cuando una misma voz ayuda a interpretar temporadas enteras, nombres propios de la cantera, un calendario de Copa o una polémica con árbitros, el oyente termina sabiendo qué esperar y, al mismo tiempo, se deja sorprender por una mirada que no exagera. Ese juego —equilibrio entre templanza y pasión— no es común. Él lo tenía.
También se explica por su manera de trabajar con el dato: alineaciones, sistemas, cambios, estadísticas domésticas que, sin necesidad de convertir la radio en una hoja de cálculo, permiten entender qué falla o qué funciona. En ese vector, su periodismo unía memoria —la del aficionado veterano que recuerda un 0-0 áspero en Churriana de la Vega— con lo inmediato —una lesión fibrilar, un ajuste en la presión alta, el fichaje que se negocia—. Nada de grandilocuencia. Información.
La provincia lo reconoce así. No porque contase siempre lo que se quería oír —hubo días ásperos—, sino porque lo que contaba encajaba con lo que se veía en el campo. Esa coherencia explica que hoy tantos mensajes repitan la palabra “respeto”. Y también lo explica la proximidad: con los clubes modestos de la comarca, con el baloncesto y el atletismo, con la base que sostiene al deporte cuando el foco no está. Ese trabajo invisible deja una huella más profunda que cualquier trending topic.
Lo personal contado por los suyos
Hay una frase que se repite en los perfiles que han aparecido tras su muerte: “periodista de carácter”. En boca de quienes lo trataron, significa criterio propio, lealtad a los hechos y una manera franca de discutir sin que la sangre llegue al río. Esa mezcla, rara, deja compañeros agradecidos y discrepancias legítimas. Materia viva de una profesión que, a pie de campo, no concede muchas máscaras.
Casado, sin hijos, con una red de afectos muy pegada a Almería y su provincia, Amérigo fue también el amigo al que se llamaba para atar un dato, el compañero que te pasaba una alineación cinco minutos antes, el vecino que saludaba con el mismo tono en la emisora y en la panadería. Quienes lo despidieron temprano en el tanatorio subrayaban esa continuidad entre persona y profesional, poco frecuente cuando se acumulan años de exposición.
Lo que se puede afirmar hoy, con rigor
En un contexto donde la información viaja demasiado deprisa, conviene poner por escrito lo que sí se sostiene en hechos verificados. Murió el lunes 6 de octubre por la noche, en casa, en Almería. Tenía 61 años y seguía en activo. Se sintió indispuesto, llamaron al 061 y los sanitarios no pudieron reanimarlo. No hay causa oficial comunicada. Fue un periodista esencial para entender el deporte de la provincia durante décadas y su voz —que es como decir su mirada— marcó una forma de contar fútbol y mucho más en la radio pública andaluza.
Ese es, hoy, el marco completo y honesto de la noticia. Todo lo demás —las hipótesis que circulan, el rumor fácil— no añade nada y puede restar. El respeto a su biografía y a su entorno pasa por mantener exactamente estos términos mientras no se publique un parte o una nota familiar con el diagnóstico.
Un adiós que explica una época
A veces la pérdida de una voz ayuda a describir mejor una ciudad. En Almería, Joaquín Amérigo Segura fue memoria compartida del deporte. De la Segunda áspera a la élite, de un pabellón lleno a una pista municipal sin focos. Se ha ido de pronto, sin despedida. Queda pendiente —si así se decide— el dato clínico que dé nombre exacto a lo ocurrido. Lo sustancial, sin embargo, ya está aquí: la certeza de su muerte repentina, el vacío que deja y la huella profesional que seguirá sonando a la hora en que miles de almerienses iban, casi sin pensarlo, a buscarlo al dial.
Eso es lo que hoy puede contarse con precisión. Lo que importa. Lo que permanece. Y, por supuesto, lo que explica por qué este martes Almería ha amanecido con la sensación de que, más que apagarse una radio, se ha hecho un silencio. Un silencio que, como todos los importantes, dice mucho.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: 20minutos, Diario de Almería, La Voz de Almería, Canal Sur.

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