Cultura y sociedad
¿Cómo será la Selectividad 2026? Cambios al detalle y claves

Selectividad 2026 con exámenes más prácticos, un único modelo por materia, 90 minutos y nuevas correcciones, sin penalización en Matemáticas.
La Selectividad de 2026 llega más práctica, homogénea y enfocada a competencias. Habrá un único modelo de examen por materia, con 90 minutos de duración, y la optatividad se jugará dentro del propio ejercicio en forma de elecciones entre bloques o preguntas. Las asignaturas cambian de acento: Lengua Castellana y Literatura II y Filosofía tendrán al menos un 70 % de preguntas competenciales, Historia del Arte se moverá entre el 80 % y el 100 %, Historia de España partirá de un 50 % que puede alcanzar el 100 %, mientras que en Geografía o Matemáticas Aplicadas la practicidad no podrá bajar del 50 %. Y un punto sensible: en Matemáticas no se penalizarán las faltas de ortografía.
El marco es común en todo el país, fruto de un trabajo técnico que persigue armonizar criterios y disminuir las diferencias territoriales. El texto de referencia define estructura, optatividad, nivel competencial y pautas de corrección para cada materia y ha sido elaborado por equipos mixtos de universidad y bachillerato. Las comunidades autónomas adaptarán estas orientaciones a sus guías propias; algunas van por delante y han introducido ajustes finos en la forma de puntuar —por ejemplo, emplear múltiplos de 0,1 en la corrección—, pero respetando el tronco común pactado. La hoja de ruta es clara: menos memorística, más aplicación, rubricas explícitas y coherencia en todo el territorio.
Hoja de ruta oficial y alcance real del cambio
La arquitectura de la PAU 2026 descansa sobre cuatro pilares: un solo modelo por asignatura, duración estable de 90 minutos, preguntas con mayor carga aplicada y criterios de corrección transparentes. El propósito es doble: equidad en el acceso y fiabilidad de las calificaciones. La uniformidad no borra los matices; la diversidad curricular entre comunidades se reconoce, pero las reglas del examen —qué se pregunta, cómo se responde, cómo se evalúa— quedan claramente acotadas.
El documento base es extenso —centenares de páginas— y fija, materia a materia, el porcentaje mínimo de tareas competenciales, el tipo de respuesta esperada (cerrada, semiconstruida, abierta), la optatividad mínima o máxima y las penalizaciones lingüísticas. También incorpora modelos de examen listos para usar, con tiempos cronometrados, ponderaciones y ejemplos de rúbricas. A partir de ahí, cada distrito universitario publica sus guías de aplicación con concreciones locales: distribución horaria, listas de materiales permitidos, instrucciones de aula, composición de tribunales y pequeñas particularidades que no tocan el esqueleto pactado.
Bajo ese paraguas, se confirma un giro competencial transversal. Al evaluar no solo contenidos sino destrezas, la PAU 2026 pedirá interpretar, argumentar, resolver problemas y tomar decisiones con información real. Lo veremos en las plantillas de corrección: criterios por niveles (insuficiente, básico, competente, avanzado), pesos por subapartados y un énfasis constante en la coherencia del razonamiento.
Estructura de los exámenes y optatividad real, sin trucos
Habrá un modelo único por materia. Desaparece la clásica elección A/B: la optatividad vive dentro del examen. En la práctica, el alumnado se encontrará con bloques alternativos o preguntas a elegir que permiten adaptar la prueba a diferentes recorridos dentro del currículo. El objetivo: misma dificultad global, diferente puerta de entrada para llegar a la competencia.
La duración de cada ejercicio se mantiene en 90 minutos, con el habitual tiempo de preparación y entrega pautado por las comisiones organizadoras. La estructura interna del examen presenta tareas de distinto formato: respuestas cerradas (tipo test bien diseñado, con distractores sólidos y cálculo previo), semiconstruidas (corta elaboración con justificación) y abiertas (resolución o comentario extensos). Esta combinación no es caprichosa; se busca fiabilidad en la medida, validez respecto de los resultados de aprendizaje y reducción del sesgo.
La optatividad queda delimitada por materia. Matemáticas II propondrá dos preguntas a elegir entre bloques; en Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales, la optatividad será al menos del 40 %; en Geografía, no superará el 50 %; Latín II combinará entre el 60 y el 70 % de preguntas prácticas con opcionalidad entre el 15 y el 20 %. Esta ingeniería interna es la que sustituye al viejo “dos modelos” y, de paso, reduce el riesgo de exámenes descompensados.
Un detalle de intendencia que gana relevancia: algunas comisiones organizadoras —caso de Madrid— han aprobado escalas de corrección con incrementos de 0,1 puntos en lugar de 0,25. Es una decisión técnica con efectos inmediatos: mayor granularidad en la nota, mejor ajuste a la rúbrica y menos sensación de “salto” entre tramos.
El giro competencial, con cifras y consecuencias por materia
El cambio no es un eslogan. Se concreta en porcentajes. Lengua Castellana y Literatura II y Filosofía deberán incluir al menos un 70 % de cuestiones competenciales: interpretación de textos, construcción de argumentos, análisis de conceptos en contexto, uso funcional de la terminología. Historia del Arte eleva el listón al 80–100 % de tareas prácticas, lo que supone trabajar obras, contextos, cronologías cruzadas, técnicas y estilos con análisis comparado. Historia de España fija un mínimo del 50 % aplicable y abre la puerta al 100 %, una apuesta por fuentes históricas, gráficos, series temporales y comentario crítico de documentos.
En asignaturas de componente analítico, la cifra no baja del 50 %: Geografía y Matemáticas Aplicadas deben ser, al menos, mitad prácticas. No es un detalle retórico: implica que mapas, croquis, climatogramas, pirámides de población, indicadores socioeconómicos y resolución de problemas serán troncales y no un adorno final. En el conjunto de la oferta, 32 de 34 materias cuentan con orientaciones cerradas ya armonizadas; Portugués y Técnicas de expresión gráfico-plásticas quedan pendientes de consenso final, sin afectar al grueso de estudiantes.
La apuesta competencial se verá también en cómo puntúan las respuestas. Ganará quien relacione contenidos, quien aplique conocimientos a una situación inédita, quien combine una técnica con criterios de calidad y claridad expositiva. El esquema de evaluación premiará procesos: errores bien justificados suman, resultados correctos sin explicación ya no aseguran la máxima puntuación.
Ejemplos concretos de lo que cambia en la mesa del examen
En Matemáticas II, un ejercicio típico podrá partir de un modelo de crecimiento o optimización en un contexto realista —capacidad de un depósito, coste de producción, ajuste de una curva— y pedirá plantear, derivar, interpretar y comunicar el resultado, quizá con dos caminos posibles (bloques alternativos). La rúbrica, más fina, premiará la estrategia y la coherencia del razonamiento por encima de la mera operación.
En Historia de España, el comentario puede incluir mapas electorales, gráficas de población activa o un fragmento de prensa; se espera localizar, contextualizar y explicar relevancia e impacto. A veces, se pedirá comparar dos periodos señalando continuidades y rupturas. Todo con referencia explícita a evidencias y sin caer en la narración memorística.
Lengua y Literatura II pivotará alrededor de lectura y escritura con sentido: interpretación de textos argumentativos o periodísticos, identificación de mecanismos de cohesión y recursos retóricos, redacción de un texto breve con tesis, estructura lógica y registro adecuado. La ortografía cuenta aquí —y mucho—; luego veremos los criterios.
En Geografía, el corazón será el análisis territorial: desde isoyetas a cartogramas urbanos, pasando por matrices DAFO de un sector productivo en una comarca. Más trabajo de relación que de listado de definiciones.
Ortografía, coherencia y lenguaje: dónde penaliza y dónde no
Uno de los cambios más comentados está en la corrección lingüística. Se explicita por asignaturas. En Matemáticas II, Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales, Dibujo Artístico, Dibujo Técnico II y Empresa y Diseño de Modelos de Negocio, no se penalizarán las faltas de ortografía. La razón es operativa: el foco se pone en la resolución, representación y argumentación técnica. Aun así, se recuerda que comunicar con claridad forma parte del desempeño; etiquetas, unidades, títulos y redacciones mínimas cuentan dentro de la rúbrica, aunque sin descuento ortográfico.
En el otro extremo está Lengua Castellana y Literatura II (y las lenguas cooficiales), donde la penalización por faltas puede alcanzar hasta 2 puntos sobre el conjunto de preguntas afectadas. No es solo ortografía: cohesión, morfosintaxis y adecuación influyen de manera decisiva en la nota final. Entre medias queda Física, con una regla singular: la evaluación de coherencia, cohesión, corrección gramatical y presentación no podrá ser inferior al 10 % de la calificación de cada tarea. Explicar un fenómeno o justificar un modelo cuenta, y se anotará en la rúbrica.
Para Historia de España, Geografía, Latín, Música, Diseño, Biología, Tecnología e Ingeniería o Historia del Arte, la penalización máxima por ortografía no superará 1 punto. La instrucción quiere evitar descuentos desproporcionados en pruebas donde el razonamiento y el conocimiento específico pesan más. Algunos temarios prevén no contabilizar las dos primeras faltas y, en Griego, empezar a penalizar desde la segunda con 0,1 puntos cada una. En Filosofía, la claridad, la coherencia y la estructuración son elementos esenciales del desempeño, pero no se puntúan de forma separada: están integrados en la corrección global de cada respuesta.
Este mapa lingüístico evita arbitrariedad y, sobre todo, anticipa expectativas. Al aterrizar por escrito que en unas materias sí hay penalización y en otras no, se ordena la preparación y se frena la sensación de lotería según el corrector. La consecuencia práctica es clara: rúbricas visibles, criterios comunes y márgenes de discrecionalidad más estrechos.
Materias, porcentajes y optatividad: el cuadro de fondo
Sin desplegar una tabla eterna, conviene fijar el cuadro de fondo que se aplicará en 2026. Historia del Arte sube su termómetro competencial a cotas altas; Historia de España garantiza al menos la mitad del examen en clave de análisis de fuentes; Lengua II y Filosofía empujan el 70 % para lectura crítica y argumentación. Geografía y Matemáticas Aplicadas amarran el 50 % práctico; Matemáticas II preserva su estructura por bloques con opciones internas. Latín II combina morfología, sintaxis y traducción con competencias claras, y define una opcionalidad acotada entre el 15 y el 20 %.
Al lado de estas cifras, se mantienen las señas de identidad de cada materia. Dibujo Técnico II seguirá exigiendo precisión en sistemas de representación, pero con tareas que piden decidir y explicar un procedimiento, no solo reproducirlo. Biología y Tecnología e Ingeniería integran interpretación de gráficas, diseño de experimentos o análisis de soluciones técnicas. En Música y Diseño, las preguntas prácticas incorporan lectura de partituras, análisis auditivo o resolución de encargos con criterios de funcionalidad.
La propuesta deja casi cerradas 32 de las 34 materias analizadas, y las dos pendientes no condicionan de manera significativa el desarrollo general de la PAU. La clave, insistimos, no es tanto el catálogo de cambios en sí, sino su carácter vinculante para la estructura de examen, optatividad y corrección en todo el territorio.
Qué se espera en la práctica: tipos de tarea, rúbricas y tiempos
La composición de los exámenes combinará preguntas cerradas —bien diseñadas y con distractores plausibles— con respuestas breves justificadas y tareas abiertas. En esta última categoría es donde se materializa el salto competencial: resolución paso a paso, uso de fuentes en Historia, comentarios con tesis en Lengua, explicaciones con unidades y límites en Física o Química. El tiempo de 90 minutos obliga a equilibrar extensión y profundidad; veremos enunciados largos con subapartados puntuados por separado, lo que permite acumular puntos aunque algún tramo se atasque.
Las rúbricas avanzan con niveles de desempeño. No solo dirán “bien/mal”, sino “hasta dónde se llega” en exactitud, claridad, justificación y uso de procedimientos. Esa transparencia, unida a escalas de corrección más finas —cuando se emplean pasos de 0,1—, reduce la fricción en la revisión y acota el margen de discrepancia entre correctores.
En cuanto a materiales, las guías de cada distrito especificarán qué se puede llevar y cómo: calculadora permitida o no, tipo de plantillas y instrumental en Dibujo, formulario si procede, papel pautado para música, etc. No hay revoluciones aquí; se trata de unificar la información para evitar sorpresas.
Calendario, guías autonómicas y margen de adaptación
Los distritos universitarios han ido publicando —o lo harán en las próximas semanas— sus guías de 2026 alineadas con el marco común. En esos documentos se precisan fechas orientativas, procedimientos de inscripción, requisitos de matrícula, programación por días y normas de aula. Se mantienen las tres jornadas habituales de exámenes (según comunidad) con distribución por troncales y específicas, y las convocatorias ordinaria y extraordinaria. El sentido de la unificación es que, más allá del calendario exacto, el alumno que se mueve de una comunidad a otra reconozca estructura, estilo y corrección.
El margen de adaptación autonómica existe, pero no cambia la esencia. Donde hay diferencias, suelen estar en logística y evaluación fina: uso de decimal de 0,1 en la corrección, criterios para empates en las notas de admisión, orden de los exámenes por día o formularios autorizados. El tronco —niveles competenciales, optatividad interna, penalizaciones lingüísticas por materia, duración— es común y ya está definido.
Qué implica para los centros: programación, simulacros y evaluación
Con el marco ya sobre la mesa, departamentos didácticos y equipos directivos ajustan su programación de 2.º de Bachillerato. La tendencia es clara: más prácticas guiadas, simulacros por tareas, comentarios con rúbrica y evaluaciones por competencias que se parezcan al examen real. En Matemáticas, por ejemplo, se verán semanas temáticas de modelización, problemas contextualizados y comunicación matemática. En Lengua, talleres de escritura con retroalimentación explícita y criterios de corrección compartidos desde septiembre.
Las academias especializadas en EvAU/EBAU ya están adaptando materiales al único modelo por materia, con bancos de tareas por competencia y exámenes híbridos que combinan test de calidad con resolución. La planificación se vuelve algo más quirúrgica: diseñar rutas de estudio que encajen con la optatividad interna del examen, sin descuidar los mínimos de cada bloque. Se impondrá el entrenamiento en tiempos: 90 minutos pasan rápido cuando hay lecturas previas y argumentación.
La orientación a familias y estudiantes incorpora ahora los criterios lingüísticos por materia. Saber dónde penaliza y dónde no ayuda a priorizar. También alivia preocupaciones en ramas técnico-científicas, donde el descuento ortográfico generaba incertidumbre. A su vez, quienes cursan itinerarios de Humanidades o Lenguas saben que la presentación formal del discurso sigue siendo determinante.
Un examen menos de memoria, más de hacer: impactos en la nota final
La nota de admisión a la universidad seguirá combinando Bachillerato y fase de acceso/admisión según el sistema vigente, pero el peso efectivo de la EvAU/EBAU —en términos de capacidad de diferenciar expedientes— puede aumentar si la prueba discrimina mejor entre niveles de desempeño. Lo permiten tres elementos: porcentajes competenciales más altos, rúbricas con niveles y escalas de corrección más finas cuando se emplean 0,1. El resultado deseable es una distribución de notas menos “aplanada” y un ajuste más fiel al dominio real del estudiantado.
Se espera también una reducción de reclamaciones cuando las guías de corrección sean públicas y granulares. La transparencia no evita toda discrepancia, pero sí acota la discusión a criterios previamente definidos. En paralelo, el único modelo por materia reduce el riesgo de variabilidad entre exámenes “A” y “B”, una queja histórica en algunas convocatorias.
Asignaturas clave, una a una: trazos finos que conviene saber
Lengua Castellana y Literatura II refuerza el 70 % competencial con tareas de comprensión y producción textual: identificación de tesis y estructuras, análisis de cohesión (referencias, conectores, elipsis), comentario crítico e intervenciones escritas con registro adecuado. Ortografía y gramática pesan y pueden restar hasta 2 puntos en el conjunto de preguntas afectadas.
Filosofía se alinea con esa cifra mínima del 70 % aplicada a análisis de ideas y argumentación. Podrán entrar textos breves con preguntas de comprensión y discusión, junto a cuestiones de conceptos trabajados en debate. La claridad se integra en la nota; no habrá una casilla separada de “lengua”, pero se evalúa.
Historia de España combina contenido y fuentes con un 50–100 % de tareas prácticas: mapas, estadísticas, documentos y comentarios con foco en causas, consecuencias y procesos. La penalización por lenguaje no supera 1 punto.
Historia del Arte sitúa el listón en 80–100 % de análisis práctico de obras y contextos. Se utilizarán imágenes, detalles técnicos y comparaciones entre movimientos. El objetivo es ver, nombrar, relacionar y valorar con criterios.
Geografía no bajará del 50 % competencial con cartografía, gráficos y estudios de caso. La optatividad no supera 50 %; la penalización lingüística máxima ronda 1 punto.
Matemáticas II mantiene bloques con elección y no contempla penalización ortográfica. Pesan planteamiento, método y comunicación mínima de resultados con unidades y conclusiones. Matemáticas Aplicadas replica la filosofía con al menos 40 % de optatividad y 50 % práctico como suelo.
Latín II se mueve entre 60 y 70 % práctico, con traducción, análisis morfosintáctico y contexto cultural, y opcionalidad entre 15 y 20 %. Griego introduce una tolerancia inicial y penaliza desde la segunda falta con 0,1. En Física, el 10 % de cada tarea se reserva al lenguaje científico y la presentación. En Biología, Tecnología e Ingeniería, Música o Diseño, el tope de penalización por lenguaje no excede 1 punto.
Cómo se aterriza en el aula: del currículo a la prueba
El currículo oficial de Bachillerato ya empuja hacia situaciones de aprendizaje y proyectos; la PAU 2026 lo refuerza al reflejarlo en el examen. Eso tiene un efecto inmediato: programaciones que integran tareas tipo EvAU/EBAU desde el primer trimestre, evaluaciones parciales con rúbricas de la prueba y prácticas de lectura crítica y comunicación científica. En la realidad del aula, la Selectividad deja de ser “lo del final” y entra en clase como lenguaje común entre asignatura y evaluación externa.
En los tribunales se consolidan protocolos más estrictos para garantizar homogeneidad: reuniones previas para compartir criterios, corrección cruzada en muestras aleatorias, instrucciones por ítem y guías de resolución. La formación de correctores enfatiza sesgos frecuentes, errores de muestreo y consistencia entre calificadores. Es la parte menos visible, pero es la que sostiene la promesa de equidad.
Dudas recurrentes que quedan despejadas por el marco común
Quedan despejadas varias cuestiones prácticas. No habrá modelo A/B: la elección se hace dentro del examen. No cambian los 90 minutos por ejercicio. Sí cambian los porcentajes de tareas competenciales —al alza— en la mayoría de materias. La ortografía no resta en Matemáticas ni en Dibujo o Empresa y Diseño de Modelos de Negocio; sí puede restar en Lengua, lenguas cooficiales y con topes claros en otras. Las comunidades publicarán guías con ejemplos y pautas concretas, pero sin abandonar el marco común.
En cuanto a la nota, ganan peso las resoluciones justificadas, el uso correcto de fuentes, el análisis con datos y la escritura clara donde toque. También se fina el ajuste con correcciones a 0,1 en los territorios que adopten esta escala. Se reduce la incertidumbre del “depende del corrector” y se enfatiza el “depende de la rúbrica”.
Señales de estabilización: por qué 2026 suena a examen maduro
Tras varios cursos de transiciones y ajustes, 2026 pinta a convocatoria madura. Con orientaciones publicadas, modelos de examen ya circulando y criterios más pormenorizados, el sistema entra en una fase de estabilidad razonable. La competencialidad deja de ser un mantra y pasa a ser práctica examinable; la optatividad interna reduce el ruido; la homogeneidad entre territorios se refuerza con documentos comunes. No hay un examen más fácil, hay un examen más claro: qué se pide, cómo se demuestra y cómo se puntúa.
Para el conjunto del sistema, la ventaja es evidente: si la PAU mide mejor, enseñar se alinea con aprender y la universidad recibe información más fiable de quienes llegan. Para el alumnado, el mensaje es nítido aunque exigente: saber y hacer cuentan a la vez, y explicar bien lo que se hace marca la diferencia justo cuando el cronómetro aprieta.
Último vistazo operativo para 2026: lo que ya está fijado
La Selectividad 2026 será más práctica y homogénea; cada examen durará 90 minutos; habrá un único modelo por materia con optatividad dentro; Lengua II y Filosofía alcanzarán al menos el 70 % de tareas competenciales; Historia del Arte manejará entre 80 % y 100 %; Historia de España fijará un mínimo del 50 % y podrá llegar al 100 %; Geografía y Matemáticas Aplicadas no bajarán del 50 % práctico; Matemáticas no restará por faltas de ortografía; Lengua y cooficiales sí podrán descontar hasta 2 puntos; en Física el lenguaje científico valdrá al menos un 10 % de cada tarea; en Historia, Geografía, Latín, Música, Diseño, Biología, Tecnología e Ingeniería o Historia del Arte la penalización no superará 1 punto; en Griego, las faltas se penalizan desde la segunda con 0,1. En varios distritos, las correcciones se harán con incrementos de 0,1, ganando precisión. Las comunidades adaptarán estos criterios a sus guías específicas, que en otoño-invierno quedan publicadas con modelos de examen y rúbricas.
Ese es el mapa. Menos memorística, más resolución y análisis, correcciones claras y un idioma de examen que ya no pertenece a 17 realidades distintas. La PAU/EvAU/EBAU de 2026 quiere medirse con herramientas parejas para todos y un mensaje directo: demostrar lo que se sabe haciendo. Con esa brújula, la Selectividad entra en una etapa que, esta vez sí, se parece mucho a lo que prometía sobre el papel.
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Este artículo se ha elaborado con información actual y contrastada de fuentes oficiales y medios españoles. Fuentes consultadas: EFE, Heraldo, Universidad Complutense de Madrid, Junta de Castilla y León.

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