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Cultura y sociedad

¿Cómo está David Galván tras la cogida en Las Ventas?

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David Galván toreando de espaldas

Parte, lesiones y tiempos de David Galván tras la cogida en Las Ventas con un Victorino: qué se sabe, evolución y contexto de una tarde dura.

David Galván fue trasladado este sábado 11 de octubre al Hospital Gregorio Marañón de Madrid tras una cogida durísima sufrida en Las Ventas por el primer toro de Victorino Martín. El parte de la plaza apuntó a traumatismo craneoencefálico con pérdida de conocimiento y a un puntazo corrido en la cara posterior del hemitórax izquierdo con contusión costal, pendiente de estudio radiológico. Quedó inconsciente sobre la arena y pasó a observación hospitalaria con pronóstico reservado. Importante: no hubo cornada. Esa precisión cambia la lectura de la tarde, porque la violencia del lance hizo temer lo peor, pero el pitón no penetró. Desde el primer minuto el objetivo fue controlar el golpe en la cabeza y vigilar la respiración por el dolor torácico.

El percance llegó al intentar ligar una serie con la muleta. El toro —rápido, corto de viaje, de esos que se meten por dentro— lo sorprendió en el embroque, lo levantó con un derrote seco y, en el suelo, lo buscó por el costado izquierdo. La imagen fue elocuente: cuerpo inerme, cuadrillas al quite, enfermería abierta de par en par. Tras una primera valoración, ambulancia al Gregorio Marañón para control radiológico y neurovigilancia. La corrida siguió con cambio de turno y el toro fue estoqueado por su compañero de terna. Lo demás, a esa hora, dejó de importar. Todo se concentró en la evolución del diestro gaditano.

Parte médico y evolución inmediata

Negro sobre blanco, el parte médico inicial fue claro en su sobriedad. Traumatismo craneoencefálico con pérdida de conocimiento: eso obliga a observación, incluso cuando el paciente recobra la consciencia a los pocos minutos. En estos casos se pauta monitorización de constantes, valoración neurológica seriada y, si la clínica lo indica, TAC craneal para descartar hemorragias o lesiones intracraneales. Una conmoción —que es el escenario más probable cuando hay pérdida de conocimiento breve y recuperación posterior— no se trivializa. Puede traer cefalea intensa, mareo, hipersensibilidad a la luz y al ruido, sensación de “niebla” mental, fatiga. No es ciencia ficción: son síntomas habituales que, con reposo relativo y retorno progresivo a la actividad, remiten en días o semanas.

El otro frente del parte es el puntazo corrido en la región posterior del hemitórax izquierdo con contusión costal. Traducido: una herida superficial o subcutánea que “camina” bajo la piel, sin trayectorias profundas, acompañada de un golpe fuerte en la parrilla costal. Duele al respirar, al toser, al girarse en la cama, al cargar la espada. Si el estudio radiológico descarta fisuras o complicaciones como un pequeño neumotórax, el tratamiento suele ser conservador: analgesia, reposo relativo, hielo/termoterapia según fase, y, si hace falta, fisioterapia respiratoria para mantener la expansión pulmonar y evitar retenciones de secreciones. El dolor manda, pero va cediendo. El calendario de vuelta se ajusta a esa doble ecuación: cabeza y costillas.

La secuencia en el ruedo, sin paños calientes

No fue un accidente aislado en un tentadero. Se trataba de la Feria de Otoño en Madrid, plaza llena, cartel serio, corrida íntegra de Victorino Martín. El primer toro —el que tocó en suerte a Galván— enseñó pronto lo que llevaba: fijeza, prontitud y un punto de reposición que, con viento racheado, complica la colocación del torero. Galván decidió quedarse y ligar. Ese gesto, que separa la faena abierta del arrimón, marca la frontera de todo. En el segundo o tercer muletazo de la tanda el toro se metió por dentro, lo levantó con violencia y, ya en el suelo, buscó con el pitón el costado. La voltereta fue fea, aparatosa, de esas que congelan el tendido. Por fortuna, la arista del pitón no encontró carne.

La reacción de las cuadrillas fue inmediata. Lo alzaron en volandas hacia la enfermería, sin perder tiempo. Allí se impusieron los protocolos: estabilización, exploración neurológica, control del dolor, vendaje compresivo si procedía, oxígeno si el esfuerzo respiratorio lo pedía. Minutos después, el traslado al Gregorio Marañón. En la plaza, cambio de orden, espada prestada y la tarde siguió su curso como tantas veces en Madrid, donde la vida y la lidia no se esperan.

Un Victorino de reacciones cortas, viento y terrenos comprometidos

Conviene detenerse un instante en el toro y las circunstancias. El albaserrada de otoño en Las Ventas rara vez regala un metro. Cuando la embestida se acorta, cuando el toro “se vence” y rebaña, cada muletazo es una moneda al aire. El viento racheado, por su parte, no es un apunte menor: mueve la muleta, deja el trapo a medias y desarma el cite. En ese cruce de factores —Victorino que sabe lo que hay delante, terreno a contraquerencia, ráfaga a destiempo— se explica una parte de la cogida. La otra se explica por el propio orden de prioridades de Galván: quedarse, ligar, mandar. Madrid premia eso… y a veces lo cobra.

Qué lesiones tiene y qué significan exactamente

Hablar de traumatismo craneoencefálico no es abonar el alarmismo. Es dar a las cosas su nombre. Si hay pérdida de conocimiento, aunque sea breve, la observación hospitalaria es el camino prudente. Las primeras 24–48 horas concentran el riesgo de sorpresas indeseadas: una cefalea que empeora, vómitos persistentes, somnolencia no habitual, desorientación, visión doble, debilidad de un lado del cuerpo, convulsiones. Por eso se ingresa, por eso se repite la exploración neurológica y se avala con imagen cuando toca. En un TCE leve o conmoción, el manejo pivota en tres pilares: reposo relativo, control sintomático y retorno escalonado a la actividad. Ese retorno no se improvisa: primero actividades de la vida diaria, luego ejercicio aeróbico suave, después ejercicios de fuerza y coordinación, y, solo al final, exposición plena al esfuerzo y al estrés.

La contusión costal y el puntazo corrido añaden una limitación muy concreta: dolor al movimiento torácico. Inspirar profundo duele, hablar a ratos molesta, reírse o toser puede ser una pequeña tortura. Es importante vigilar que no exista fractura. Si no la hay, el tiempo va a favor: de tres a diez días el dolor baja claramente; de dos a cuatro semanas se puede estar ya en una fase funcional con molestias tolerables, siempre que el trabajo físico se reintroduzca con cabeza. En el toreo, donde el giro de cintura, la carga de la espada y la respiración son parte del gesto técnico, esa contusión cuenta más que en otros oficios.

Secuelas posibles y plazos realistas de recuperación

Con los datos conocidos, el escenario razonable es el de una conmoción sin hallazgos intracraneales y una contusión torácica sin fractura. En ese marco, los plazos orientativos se mueven entre una y tres semanas para estar clínicamente bien de la conmoción, y otras dos a cuatro semanas para que el dolor torácico deje de condicionar. Hay casos en los que la sintomatología posconmocional se alarga —cefalea, fatiga, hipersensibilidad— y la vuelta plena se va a las cuatro o seis semanas o más. No es capricho: el riesgo de recaída con un reinicio precoz es real. En cuanto al tórax, si el estudio radiológico confirmara fisura costal, los plazos se desplazan; la horquilla razonable se sitúa entre tres y seis semanas para que el gesto atlético sea soportable. Mientras tanto, tratamiento del dolor, sueño reparador, hidratación y, cuando la cabeza lo permita, trabajo isométrico suave y movilidad de cintura escapular para no “enmaderarse”.

Un 2025 con demasiadas carreras hacia la enfermería

La temporada ya venía caliente antes del susto de hoy. No hace falta irse lejos. En Las Ventas, el 21 de septiembre, la plaza se detuvo por la cornada a Serafín Marín durante un desafío ganadero. El parte habló de herida grave y la tarde quedó marcada por ese golpe en el recibo de capote. La evolución del catalán ha sido seguida con atención,. En su caso, sí hubo penetración del pitón, trayectorias y un posoperatorio exigente, lo que subraya una primera diferencia con David Galván: hoy el problema es traumático (cabeza y contusión), no penetrante.

A comienzos de octubre, Madrid volvió a escribir una página cruda con Víctor Hernández, que cortó una oreja y terminó herido de gravedad por el quinto, una cornada amplia en el gemelo izquierdo. La enfermería abrió de nuevo y el quite se convirtió en quirófano. Es la clase de percances que retratan bien el tipo de riesgo al que se exponen los toreros cuando la embestida se acorta y el muletazo se queda en el sitio. Allí la lesión fue muscular y con trayectorias; en Galván, el golpe en la cabeza y la contusión costal son otra película, igual de seria en lo inmediato, pero con un horizonte distinto si la evolución responde.

También en otoño, Bruno Aloi protagonizó una voltereta aparatosa en la novillada madrileña con Fuente Ymbro. Se temió una lesión importante, al final quedó en susto y aplauso. En contraste, en El Álamo, semanas antes, el mismo novillero sufrió doble cornada en muslo y pierna, con pronóstico muy grave y traslado a hospital. Dos caras de una misma moneda. Por su parte, Morante de la Puebla padeció en agosto, en la feria de Pontevedra, una cornada con dos trayectorias en el muslo derecho, herida anfractuosa y un parte que asustó a propios y extraños. Ahí se habló de entre diez y quince días como mínimo si no había complicaciones, y todos sabemos que esos plazos en el toreo se estiran o se encogen según el umbral de dolor y la cita marcada en rojo en el calendario.

El propio david galvan venía de una temporada con sobresaltos más allá de Madrid. En Soria, el 28 de junio, ingresó por un golpe abdominal serio tras ser prendido por un toro de Los Maños. Y en agosto, durante una corrida en Coracora (Perú), sufrió una lesión escrotal que requirió cirugía de urgencia y traslado posterior a Lima. Reportó evolución favorable días después. Esa línea de tiempo explica dos cosas: el estado físico con el que el torero se ha presentado en el otoño madrileño y su determinación por llegar “fino” a un tramo de temporada que, por naturaleza, no perdona errores.

Similitudes y diferencias con lo ocurrido hoy

Puestos a comparar, la cogida de David Galván comparte con otras de este 2025 el contexto: plazas exigentes, ganaderías duras, viento y terrenos que castigan la mínima indecisión. Se parece a la de Víctor Hernández en el momento del embroque en que todo se descompone, pero se diferencia en el órgano diana: allí músculo y trayectorias; aquí cráneo y pared costal. Con Serafín Marín, la diferencia es todavía más nítida: en su caso la cornada fue el centro del parte; en el de Galván, la conmoción y el puntazo son los dos ejes.

Con Morante, la comparativa es útil para entender los plazos: una cornada condiciona por suturas, drenajes, riesgo de infección; un TCE leve condiciona por síntomas neurológicos y exposición a estímulos, y la contusión torácica por dolor mecánico. El plan de vuelta, por tanto, no copia ni pega. Se personaliza.

El momento deportivo de David Galván antes del percance

La lesión llega en medio de una línea ascendente. En mayo, en Madrid, Galván dejó dos vueltas al ruedo y una faena muy valorada por público y crítica que, sin orejas, le posicionó entre los nombres a seguir del año. Ese día confirmó sitio, temple y una forma de torear clásica, sin alzar la voz. En septiembre, en Albacete, firmó una actuación sólida ante un toro de Victorino Martín, lo cual da contexto al porqué de su apuesta repetida por la divisa albaserrada en otoño. Los días previos a la corrida de hoy, el torero tentó en el campo reses de Victorino para ajustar alturas, distancias, tiempos. Preparación a conciencia, como quien afila la herramienta antes del corte importante. En el toreo moderno, el entrenamiento invisible marca diferencias: pases al carretón, cardio, gimnasio, visualización, horas de campo. Galván venía con ese trabajo hecho.

Ese contexto explica decisiones técnicas que, desde la grada, pueden parecer temerarias. Quedarse, no perder pasos, ligar con la muleta por abajo, cruzarse para mandar en la embestida. Cuando el toro “se viene” y el viento se cuela, el riesgo se multiplica, pero también la posibilidad de tocar pelo. En Madrid, esa ecuación se acepta de antemano. Se asume. Cuando sale bien, el triunfo es rotundo; cuando sale mal, llega la camilla. Hoy, tocó camilla. Mañana —si el parte se va aclarando— tocará pensar en cómo reconstruir ritmo y confianza.

Qué cambia esta cogida en su planificación

A corto plazo, lo inmediato es la observación hospitalaria. A medio, hay que reordenar la agenda. El Gregorio Marañón marcará los tiempos con el alta clínica.

Luego vendrá la revisión en plaza o en consulta con el cirujano taurino, que afinara el plan: cuándo empezar a caminar quince minutos, cuándo subir a media hora, cuándo aceptar el primer carretón, cuándo empezar a tocar trapo con cuidado, cuándo pensar en tentadero. El dolor torácico manda, la cabeza manda todavía más. El retorno al ruedo no admite atajos si aparecen síntomas posconmocionales. El cuerpo tiene memoria; el toro también.

Claves médicas que ayudan a entender los próximos días

En términos prácticos, el día 1 y 2 tras una conmoción moderan el paso. Oscuridad total, no; reposo relativo y estímulos controlados, sí. Hidratación, analgesia, sueño de calidad, cero alcohol. Si no hay signos de alarma, se reanuda actividad suave: paseos cortos, rutinas domésticas sin esfuerzo. El dolor costal marcará una pauta paralela: inspiraciones profundas, ejercicios sencillos de expansión torácica para evitar atelectasias, una tos “efectiva” sin dolor excesivo (apoyando una almohada en el costado para amortiguar), control del estornudo con la mano. Si la radiografía o el TAC torácico fuesen normales, el horizonte es razonable. Si apareciera fisura o derrame, se reprograma la vuelta. Nada heroico, nada improvisado.

La psicología del retorno cuenta, y mucho. Nadie lo admite en caliente, pero el primer quite después de una cogida fea pesa. En casos de conmoción, además, es habitual cierta hipersensibilidad a luces, ruidos y una fatiga que no se explica por el esfuerzo. Se gestiona con progresión y con el equipo: familia, cuadrilla, médico de plaza, fisio. Galván, que viene de pasar por percances recientes, sabe qué supone ese zigzag de avances y pequeños retrocesos. El oficio ayuda.

Madrid, Victorino y el precio del otoño

Una cosa más, que en el mundo del toro se entiende de un vistazo: octubre en Madrid con Victorino Martín no es una tarde cualquiera. El toro albaserrada trae una memoria que exige sitio, un fondo de casta que no tolera dudas y un punto de inteligencia que penaliza los gestos a destiempo. El viento hace el resto. Ese contexto explica que, en la Feria de Otoño, los partes médicos se acumulen con más frecuencia de la deseada.

No es un juicio de valor; es un dato repetido temporada tras temporada. La apuesta de david galvan por ponerse con Victorino —y repetir tras Albacete— habla de ambición y de un objetivo deportivo claro: abrirse hueco en los carteles grandes del próximo año. La cogida no borra esa hoja de ruta, la aplaza y la condiciona.

Horas decisivas en Madrid

A esta hora, lo relevante se puede condensar sin grandilocuencia: David Galván está ingresado en observación por un traumatismo craneoencefálico con pérdida de conocimiento, sin cornada, y con un puntazo corrido y contusión costal en el lado izquierdo, pendientes del estudio radiológico completo.

El parte es reservado, como debe serlo mientras las pruebas se completan. Si no aparecen complicaciones, lo lógico es pensar en una recuperación gradual en las próximas semanas, con una vuelta pautada y sin prisas. El ruedo espera. Madrid, también. Y el toreo —que tantas veces es cruel y otras tantas generoso— seguirá midiendo su pulso en tardes como esta, donde la épica se quedó a un palmo y la noticia fue, por fortuna, que el pitón no llegó a abrir camino.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: La Razón, Aplausos, Mundotoro, Las Ventas.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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