Salud
Campaña de vacunación 2025 por qué y dónde faltan enfermeras

Campaña 2025: gripe, COVID y VRS con coadministración; faltan enfermeras en primaria y residencias. Dónde y por qué, España este otoño.
La campaña estacional de 2025 arranca con una paradoja que condiciona todo lo demás: hay vacunas, hay calendario y hay evidencia de impacto, pero faltan enfermeras en demasiados puntos del sistema justo cuando se multiplican las citas para gripe, COVID-19 y la inmunización frente al virus respiratorio sincitial (VRS) en lactantes. El resultado se ve desde el primer día: centros de salud con agendas al límite, residencias que piden equipos móviles para no demorar a los más frágiles y gerencias que reorganizan turnos para sostener el ritmo de pinchazos sin vaciar las consultas ordinarias. La pregunta práctica —qué hacer y dónde acudir— tiene una respuesta clara: acudir al centro de salud asignado o al punto de vacunación habilitado por la comunidad autónoma, con cita previa preferente por app o web, y aceptar la coadministración de gripe y COVID-19 cuando se pertenece a un grupo de riesgo. El porqué de las demoras también es nítido: un déficit estructural de personal de enfermería que se arrastra desde hace años y que se hace visible cada otoño.
El programa de este año mantiene el enfoque integral: gripe y COVID-19 en una sola visita para mayores (el umbral varía por comunidad, entre 60 y 70 años), personas con patologías crónicas o inmunodeficiencias, residentes en centros sociosanitarios, embarazadas, profesionales sanitarios y sociosanitarios, y cuidadores. Sigue en pie la vacunación infantil antigripal de 6 a 59 meses, consolidada en todos los servicios regionales de salud, y se sostiene la inmunización frente al VRS en lactantes con nirsevimab, además de la oferta de vacunas frente al VRS en adultos seleccionados (mayores de 60 y perfiles de riesgo, según criterios clínicos). El objetivo, técnicamente simple, es evitar hospitalizaciones y aliviar urgencias en los picos de diciembre y enero. Lo difícil es ejecutarlo con plantillas ajustadas.
Campaña de vacunación 2025: qué se aplica este otoño
El esqueleto técnico es continuista, con algunos matices. Coadministración como norma cuando el paciente pertenece a los grupos diana, vacunas antigripales tetravalentes y formulaciones de alta carga para institucionalizados y grandes dependientes cuando estén disponibles, y vacunas de COVID-19 adaptadas a la circulación prevista para 2025-2026. Si una comunidad no recibe el último lote adaptado en el día exacto de arranque, se utiliza la formulación disponible y se ajusta la cadena de suministro sin detener la campaña. No se espera a “la vacuna perfecta” para empezar: proteger antes del pico pesa más que apurar el catálogo.
En pediatría, los equipos han normalizado una escena que hace no tanto era una novedad: niños de 6 a 59 meses citados para su dosis antigripal, a menudo con vía intranasal en campañas escolares o en centros de salud. La logística pide manos: listados, consentimientos, registros, vigilancia de reacciones. En la práctica, son jornadas de enfermería que se suman al resto de actividades, de manera concentrada, en un calendario estrecho. El balance de las temporadas previas es sólido: cuando la oferta llega a tiempo a guarderías y colegios, la circulación de virus se frena en los hogares y en las consultas de atención primaria.
El VRS completa el triángulo. En bebés, la administración de nirsevimab al nacer o al inicio de la temporada ha demostrado una reducción marcada de hospitalizaciones por bronquiolitis. La diferencia se nota en camas pediátricas libres y en urgencias menos colapsadas. Para adultos, hay vacunas autorizadas que se recomiendan en mayores de 60 años y en personas con patologías concretas; su despliegue lo detallan los servicios regionales, en coordinación con internistas, neumólogos, medicina familiar y enfermería comunitaria. En los hospitales, neonatología y pediatría se coordinan con las unidades de información poblacional para llamar a tiempo a los recién nacidos y a los lactantes fuera del periodo epidémico, y esa tarea —de nuevo— se asienta sobre el trabajo de enfermería.
Sobre el papel, el cronograma es claro. Septiembre para preparar agendas, octubre para arrancar en residencias y mayores, noviembre para completar grupos vulnerables y diciembre como margen de rescate. Con variantes: hay comunidades que adelantan segundas tandas en ámbitos rurales dispersos y otras que concentran el esfuerzo urbano en grandes centros cívicos para no bloquear la primaria. La autocita por app es ya la norma, con atención telefónica y en mostrador para quien lo necesita. Y cada administración registra de forma automatizada en el historial vacunal, de modo que la cobertura se monitoriza casi en tiempo real y se disparan recordatorios a quienes no acudieron a su primera cita.
Dónde faltan enfermeras y por qué se nota ahora
La escasez de enfermeras no es homogénea. Se percibe con más fuerza en ciertos escenarios y en determinadas geografías. Los centros de salud de áreas metropolitanas concentran un volumen de citaciones que, si no hay refuerzos temporales, desborda la capacidad de las agendas. No se trata de personas “en lista” que aparecen sin previo aviso; el sistema cita con rigor, pero la misma profesional que vacuna es quien atiende a crónicos, cura heridas, visita domicilios y gestiona la educación sanitaria de diabéticos o anticoagulados. Si las agendas se cargan sin aumentar plantilla, algo se cae: o se difiere la vacuna, o se desplaza la consulta programada, o se alarga la jornada más allá de lo razonable.
En residencias, la ecuación es distinta y exige equipos móviles. Para vacunar a todo un centro sin mover a los residentes —muchos con dependencia, deterioro cognitivo o movilidad limitada—, hay que montar operativos con enfermeras, apoyo administrativo y sistemas de registro portátiles. Cuando faltan manos, se estiran las visitas y se pierde la ventana ideal de protección. El coste es conocido: brotes que podrían haberse evitado y un número evitable de traslados a urgencias.
El medio rural añade kilómetros y dispersión. Consultorios separados por 20 o 30 kilómetros, carreteras secundarias, horarios de transporte público escasos y zonas de difícil cobertura donde ciertas plazas se quedan vacantes durante meses. El esfuerzo de fidelización —incentivos, contratos estables, alojamiento— ha avanzado en algunos territorios, pero el relevo generacional no llega con la velocidad precisa. Si un equipo pequeño debe cubrir varios pueblos en un día de campaña, el reloj manda y la cobertura se resiente.
En hospitales, el problema es menos visible pero no menor. Las unidades de críticos y determinados servicios de alta complejidad han denunciado plantillas por debajo de los estándares recomendados. Aunque la vacunación estacional no recae en la UCI, los mismos hospitales deben sostener circuitos de inmunización a trasplantados, oncológicos o pacientes frágiles, y absorben el impacto de urgencias más llenas cuando la cobertura cae en primaria o en residencias. Todo está conectado.
Causas del déficit de enfermería en España en 2025
No se trata de una sorpresa. España arrastra desde hace décadas una ratio de enfermeras por habitante inferior a la media europea. Se han hecho esfuerzos de formación y contratación, sí, pero no compensan el crecimiento de la demanda y la olas de jubilaciones que vienen. El envejecimiento poblacional aumenta el número de crónicos complejos, se consolidan programas de cribado y seguimiento que requieren tiempo de consulta, y la propia atención primaria ha asumido una cartera de servicios más amplia que hace quince años. Todo eso pide más enfermería.
Hay un componente estructural de temporalidad y rotación. Contratos cortos, cambios de destino entre dispositivos en cuestión de semanas, bolsas de trabajo que se activan tarde y episodios de fuga de talento hacia otras comunidades o países tras periodos de incertidumbre. Cuando las condiciones se estabilizan —plantillas orgánicas, jornadas previsibles, carrera profesional—, los equipos se asientan. Cuando no, los refuerzos nunca llegan a tiempo para la campaña estacional.
El entorno internacional tampoco ayuda. Varios países europeos compiten por profesionales formados en España con mejores salarios o estabilidad inmediata. No es una anécdota: se traduce en promociones de captación, procesos rápidos de homologación y paquetes de bienvenida que resultan muy atractivos para quienes acaban de terminar un contrato corto. España, con universidades potentes y un número relevante de egresadas cada año, forma personal que a veces no consigue retener con la velocidad necesaria.
El reconocimiento competencial también pesa. La indicación, uso y autorización de dispensación por parte de enfermería ha dado pasos relevantes —y hoy es una realidad en múltiples ámbitos—, pero su implantación no es homogénea y la burocracia consume tiempo que no se ve. A eso se suma la necesidad de especialistas (familiar y comunitaria, salud mental, geriatría, pediatría) para tareas muy concretas de seguimiento y vacunación en colectivos específicos. Donde se ha apostado por crear y estabilizar esas plazas, los equipos responden mejor al pico otoñal.
Por último, el dimensionamiento universitario. Se han ampliado plazas en facultades y se ha reforzado la oferta de máster y formación continuada, pero los efectos de esas medidas se ven a medio plazo. Hoy, el “tapón” está en la práctica: cuántas enfermeras hay disponibles para sostener una campaña masiva en un intervalo breve sin descuidar el resto de la asistencia.
Impacto directo en la vacunación: ritmos, coberturas y calidad
Cuando faltan enfermeras, baja la velocidad de vacunación y baja la cobertura. No es solo cuestión de días: si la citación se empuja de octubre a diciembre, se llega tarde al pico epidémico y suben las urgencias por infecciones respiratorias. En mayores de 80 años, un par de semanas puede significar la diferencia entre evitar o no una neumonía que desemboca en hospitalización. Y, en residencias, vacunar una planta completa antes de que entre el virus reduce drásticamente los brotes.
La coadministración de gripe y COVID-19 es la palanca más eficiente para mantener coberturas altas con menos visitas. Pero, para desplegarla bien, hacen falta circuitos rápidos de identificación de grupos de riesgo, “ventanillas únicas” donde se complete toda la pauta y sistemas de registro que no obliguen a duplicar entradas. En las comunidades que han protegido bloques específicos de agenda para esta coadministración —sin mezclar con curas o cribados—, la experiencia es favorable: menos esperas, menos consultas perdidas y profesionales más enfocados.
En pediatría, la disponibilidad de vía intranasal antigripal favorece la aceptación y acorta tiempos de administración en campañas escolares, pero la organización requiere coordinación fina con colegios y familias. Lo mismo vale para el VRS en neonatos y lactantes: cada día de retraso resta eficacia poblacional. La enfermería de maternidad, pediatría y atención primaria ha diseñado rutas rápidas para captar nacidos fuera de temporada y citarlos en el momento oportuno. Cuando faltan manos para esas llamadas o visitas, esa rueda se gripa y se pierde efecto preventivo.
La otra esfera donde se nota el déficit es en la calidad de la información que acompaña a cada pinchazo. Explicar efectos secundarios, resolver dudas sobre coadministración, revisar tratamientos concomitantes, identificar contraindicaciones. Todo eso es tiempo clínico. Si la agenda exprime cada minuto, la explicación se acorta, las dudas quedan para otro día y parte de la población renuncia a la cita o no vuelve para completar la pauta. En términos de salud pública, es una oportunidad perdida.
Lo que están probando las comunidades para no perder el tren
La técnica está aprendida y se adapta cada año. Cuando las plantillas van justas, los puntos de vacunación masiva en polideportivos o centros cívicos —con equipos de enfermería dedicados— descargan a la primaria. No sustituyen al centro de salud, pero permiten picos de administración en ventanas de 10 a 15 días y dejan sitio para los crónicos en consulta. Donde se han habilitado, la respuesta suele ser ágil, en especial en capitales de provincia y áreas metropolitanas con transporte público cercano.
En paralelo, crece el uso de agenda protegida para residencias y centros de día. Es decir, franjas que no se tocan para otras actividades y que se dedican en exclusiva a equipos móviles, con vehículos, carros de material, sistemas de registro offline y protocolos claros de consentimiento informado. Esta fórmula evita el “efecto acordeón” de visitas aplazadas y favorece que los equipos terminen un centro en uno o dos días. La clave es doble: personal suficiente y logística bien engrasada.
La digitalización ha dado un salto. Autocita en apps oficiales, recordatorios por SMS con geolocalización del punto, listas de espera inteligentes que ofrecen huecos de última hora a quienes viven cerca, y tableros de cobertura que permiten redirigir equipos a barrios o comarcas con tasas más bajas. No es ciencia ficción; se usa ya con éxito en cribados de cáncer y se está aplicando a las campañas estacionales. La condición, otra vez, es contar con enfermeras disponibles para ejecutar lo que la pantalla ordena.
En el medio rural, asoman soluciones creativas. Rotaciones estables que permiten a una misma enfermera conocer a fondo a su población, vehículos asignados para reducir tiempos muertos, incentivos para cubrir puestos de difícil cobertura y alojamientos facilitados en comarcas donde la distancia ahuyentaba candidatos. Hay planes de fidelización que amarran talento joven tras el periodo de residencia o prácticas y que, cuando se sostienen dos o tres años, transforman la foto. No es inmediato, pero funciona.
Los hospitales, por su parte, están blindando circuitos para pacientes especialmente vulnerables: trasplantados, oncológicos en tratamiento activo, crónicos complejos con visitas periódicas a consultas de alta resolución. Son circuitos de enfermería con agendas coordinadas con farmacia hospitalaria y sistemas de información de primaria, para coadministrar en el mismo acto las vacunas estacionales junto a revisiones programadas. La intención es simple: evitar desplazamientos a quienes peor lo pasan y mantenerlos protegidos en el punto crítico del invierno.
Por último, el refuerzo temporal. Contrataciones por campaña, bolsas específicas y acuerdos con universidades para incorporar egresadas en prácticas avanzadas supervisadas, siempre dentro del marco legal. Donde estos refuerzos se han concretado con antelación, la campaña arranca más afinada. Donde llegan tarde, la enfermería de base sostiene el edificio con esfuerzo, pero a costa de su propia fatiga.
El calendario está listo; las manos, la clave
El país entra en el otoño-invierno con tres frentes de inmunización que han demostrado reducir ingreso y mortalidad: gripe, COVID-19 y VRS en lactantes (y adultos seleccionados). Hay dosis, hay criterios y hay una red de centros de salud, residencias y hospitales capaz de vacunar a millones de personas en pocas semanas. La traba —recurrente, demasiado conocida— es la escasez de enfermeras en puntos críticos: barrios densos donde la primaria lo hace todo, residencias que requieren operativos móviles y zonas rurales donde cada consulta supone kilómetros y tiempo.
La salida no requiere inventar nada extraño. Refuerzos planificados antes de octubre para no improvisar, equipos dedicados en dispositivos masivos que descarguen a la primaria, agenda protegida para residencias y digitalización útil que realmente ahorre llamadas y desplazamientos. Donde se ha aplicado este cóctel, la campaña ha sido más rápida y ordenada. Donde no, se acumulan demoras, bajan coberturas en mayores y suben las urgencias a partir de diciembre. El aprendizaje se repite año tras año, y 2025 no es una excepción.
Vacunar a tiempo funciona. La coadministración en una sola cita ahorra pasos y mejora tasas. La inmunización infantil frena la circulación del virus en casa y en las consultas. El VRS en bebés evita ingresos que durante años parecían inevitables. Nada de eso se sostiene sin enfermería suficiente, reconocida y estable. El calendario está listo; ahora toca darle músculo. Con equipos completos, el sistema gana semanas frente al virus y ahorra sufrimiento. Con plantillas justas, las curvas vuelven a dictar el invierno. La diferencia —para las personas mayores, para los crónicos, para los recién nacidos— está en cuántas enfermeras hay mañana en cada puerta de centro de salud y en cada planta de residencia. Con ellas, la campaña de vacunación de 2025 no solo cumple objetivos: evita ingresos y salva vidas. Sin ellas, la temporada vuelve a quedarse a medias.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Ministerio de Sanidad, INE, Consejo General de Enfermería, Gobierno de Canarias, Junta de Castilla y León, Andavac, Instituto de Salud Carlos III.

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