Cultura y sociedad
¿Quién ganó los Premios Nacionales de Flamenco 2025?

Palmarés de los Premios Nacionales de Flamenco 2025: ganadores, categorías, gala del 8 de noviembre en Jerez y claves de la edición decisiva.
La Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces de Jerez ha proclamado el palmarés de los Premios Nacionales de Flamenco 2025: Mayte Martín se lleva el Premio Nacional de Cante; Ana María Bueno, el de Baile; y Juan Manuel Cañizares, el de Guitarra. Completan la nómina Juan Villar (Maestría), Cristina Cruces (Investigación), José María Castaño (Divulgación), Eulalia Pablo (Premio Especial a la Investigación) y Calixto Sánchez (Cátedra de Honor). La gala de entrega será el sábado 8 de noviembre, a las 12.00, en los Museos de la Atalaya (Jerez), con acceso libre hasta completar aforo.
El capítulo local de la Copa Jerez —que reconoce a artistas de la ciudad— recae en Enrique Soto (Cante), José Quevedo “Bolita” (Guitarra) y Leonor Leal (Baile). El anuncio se realizó en el Palacio de Villapanés, sede del área de Cultura del Ayuntamiento, con respaldo institucional y patrocinio privado. La edición llega con detalles que la sitúan en el mapa cultural de otoño: cartel pintado al óleo por Luis Márquez, programa matinal, presencia de artistas invitados y un contexto de ciudad que proyecta la marca Jerez 2031.
Un fallo que fija el momento del flamenco en 2025
La fotografía de este año es clara y, sobre todo, coherente con la escena actual. El flamenco vive un ciclo de solidez artística y organización institucional que ha devuelto a Jerez una de sus insignias. La Cátedra —fundada en 1958— recuperó los premios en 2023 tras años de parón y ha establecido un procedimiento de votación interno que, sin espectáculo añadido, devuelve prestigio y normalidad. El diseño de categorías (cante, baile, guitarra, investigación, divulgación, maestría, Cátedra de Honor y el reconocimiento local Copa Jerez) ordena el ecosistema: lo que se canta, lo que se baila, lo que se toca… y lo que se estudia y se cuenta.
No es un detalle menor el marco. Jerez está desplegando su candidatura a Capital Europea de la Cultura 2031 con una agenda de actos, festivales y alianzas que apuntalan el relato de ciudad de arte jondo. El flamenco se utiliza como lenguaje común: de la programación de temporada a iniciativas juveniles, de las peñas a los circuitos de gran formato. En ese tablero, estos premios vuelven a ser señal de referencia. Y sí, ponen nombres propios a tendencias que ya venían empujando.
Cante, baile y guitarra: figuras del año
La elección en los tres grandes apartados —cante, baile y toque— dibuja un triángulo de autoridad y estilo.
Mayte Martín (Cante). El jurado premia a una artista que ha hecho de la sobriedad una seña de identidad. Barcelonesa de 1965, Lámpara Minera en 1987, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2021, Martín ha sostenido durante décadas una lectura del cante que depura el adorno y apuesta por la dicción cristalina y el uso del silencio como recurso expresivo. Su forma de llevar los palos de levante —mineras, tarantas, cartageneras— o de mirar a las alegrías sin perder el centro melódico la han convertido en referencia transversal. Ha dialogado con el bolero y con la canción de autor sin que el jondo perdiera relieve. El premio reconoce trayectoria y presente: conciertos recientes de alto nivel, proyectos de repertorio clásico con arreglos mínimos, una autoridad escénica rara en tiempos de exceso.
Ana María Bueno (Baile). Sevillana, nacida en 1955, vertebra la escuela clásica del baile con un dominio técnico que atraviesa décadas de compañías, tablas y docencia. Heredera del legado de Pilar López y la tradición española y bolera, su baile se identifica por la limpieza de líneas, el uso medido del braceo, la serenidad y un compás asentado que respira en palos grandes (seguiriya, caña) y también en piezas de finura extrema. La distinción pone el foco sobre una maestra discreta: alguien que ha formado a generaciones, que ha sido primera bailarina y que, sin ruido, ha preservado método, memoria y repertorio. La elección manda un mensaje claro al circuito profesional: la excelencia clásica también marca el paso de nuestro tiempo.
Juan Manuel Cañizares (Guitarra). Guitarrista de prestigio internacional, Premio Nacional de Música (Interpretación) en 2023, Cañizares ha cruzado el toque flamenco con la literatura sinfónica con naturalidad. Concierto de Aranjuez con batutas y orquestas de primer nivel, trabajos camerísticos y una discografía propia que no renuncia al compás ni a la personalidad del toque andaluz. Su perfil es, quizá, el que mejor ilustra una doble ciudadanía: el músico que habita auditorios de todo el mundo y, a la vez, acompaña o solista en territorios jondos, sin maquillar acentos. El premio subraya esa bisagra entre lo académico y lo popular que hoy define a una parte de la guitarra flamenca de vanguardia.
Maestría gaditana y Cátedra de Honor
El Premio a la Maestría para Juan Villar coloca en primer plano una voz de Cádiz que es manera y escuela. Nacido en 1947, su cante —por bulerías, por alegrías, por soleá— arrastra salitre y compás de barrio. Es de esos intérpretes que nombran ciudad cuando abren la boca: se reconoce la costa, el aire gaditano, el metal inconfundible que ha nutrido a generaciones. La maestría no premia solo técnica o repertorio; distingue una autoridad artística que se transformó en ejemplo para quienes vinieron detrás. Villar mantiene actividad, peña, presencia pública y un trato con el escenario que sigue encendiendo patios. La distinción llega a tiempo.
La Cátedra de Honor para Calixto Sánchez reivindica una figura que ligó la escena a la docencia, el directo al aula, la investigación a la palabra cantada. De Mairena del Alcor, fue director del Centro Andaluz de Flamenco, ha publicado trabajos de didáctica del cante, mantiene una discografía que respira fidelidad estilística y un pensamiento que dialoga con la historia y la transmisión. En él se reconoce la inteligencia del oficio: la de quien enseña sin congelar, de quien piensa mientras canta. La Cátedra acierta al señalarlo farol de ese puente entre práctica y estudio que tanto necesita el flamenco contemporáneo.
La investigación y la palabra: Cruces, Pablo y Castaño
Los premios de Investigación y Divulgación recuerdan que el flamenco no se sostiene solo en el escenario: archivo, aula y micrófono también hacen oficio.
Cristina Cruces recibe el Premio de Investigación por una labor de décadas desde la Universidad de Sevilla. Antropóloga social, ha abordado el flamenco como fenómeno múltiple —histórico, económico, artístico—, con enfoque de género y proyectos pioneros: mujeres flamencas, análisis computacional de la música jonda, estudios sobre danza en contextos políticos concretos. Su trabajo documenta, contextualiza y discute categorías que a menudo se daban por sentadas. La distinción legitima la academia que no teme ensuciarse los zapatos en el campo.
Eulalia Pablo es reconocida con el Premio Especial a la Investigación por ahondar en zonas ciegas del relato: la guitarra y las biografías femeninas que la historia había dejado en los márgenes. Profesora universitaria, su obra ha desbrozado repertorios, genealogías y didácticas que hoy se incorporan a estudios oficiales y a la pedagogía del flamenco. El premio, especial por definición, señala un método y una persistencia: mirar donde no se miraba.
José María Castaño, por su parte, recibe el Premio de Divulgación. Desde 1992, al frente del programa “Los Caminos del Cante”, ha narrado —día a día, con criterio y respeto— la vida del flamenco en Jerez y su entorno, y la ha conectado con audiencias regionales y nacionales. Periodista, conferenciante, autor de libros de referencia, su labor ha sido coser memoria: archivar voces, explicar contextos, acompañar carreras. En tiempos de saturación digital, un divulgador que edita ruido, elige bien y pone orden merece aplauso.
Copa Jerez: el nervio de barrio que sostiene el mapa
La Copa Jerez recuerda cada año que el flamenco nace en las calles y las peñas. El Cante distingue a Enrique Soto “Sordera”, mayor de la saga jerezana de los Sordera. Cante recio, de raíz, una bulería que huele a barrio de Santiago y un decir que se forjó entre peñas y noches del casco antiguo. El Toque lo firma José Quevedo “Bolita”, guitarrista y productor jerezano que ha sabido pasar del estudio al directo con idéntica solvencia: discos esenciales con cantaores y cantaoras de primera línea —Argentina, Miguel Poveda, Marina Heredia— y un sonido de taller que reconoce cualquier aficionado. El Baile va a Leonor Leal, bailaora y coreógrafa con formación en clásico y español que encontró en el flamenco un lenguaje propio: piezas de escritura escénica precisa, diálogo con artes contemporáneas y una proyección internacional que no ha roto su hilo con Jerez. Tres perfiles que explican cómo late la ciudad.
En conjunto, la Copa Jerez hace de termómetro local. Identifica trayectorias de casa que son patrimonio vivo y las integra en un relato de ciudad. Que la suma de estos nombres funcione como mapa sonoro —voz, guitarra, baile— no es casualidad: Jerez se reconoce en ellos.
Gala del 8 de noviembre: lo imprescindible
La ceremonia será el sábado 8 de noviembre a las 12.00 en los Museos de la Atalaya. Entrada libre, aforo limitado. La Cátedra y el Ayuntamiento han confirmado una presentación coral con presencia de nombres habituales del circuito jerezano y una puesta en escena matinal que evita la congestión nocturna de un otoño lleno de programación. Es una gala de premiados, sí, pero también encuentro de comunidad: artistas, instituciones, peñas, prensa especializada.
El cartel de esta edición, pintado al óleo por el jerezano Luis Márquez, rinde homenaje a los tres pilares —cante, baile y guitarra— y, al mismo tiempo, a las mujeres mayores que transmitieron esta cultura en cocinas, patios y fiestas íntimas. Una decisión estética y política a la vez: visualizar un legado a menudo silencioso. La pieza se donará a una institución social de la ciudad, gesto que cierra el círculo: arte que vuelve a la comunidad que lo sostiene.
El anuncio de los premios se hizo en el Palacio de Villapanés, sede municipal de Cultura, con presencia de responsables del Ayuntamiento y de patrocinadores como Fundación Unicaja y Grupo Solera. El mensaje institucional fue nítido: continuidad del proyecto, defensa de la Cátedra como referente histórico y voluntad de sumar tejido privado a la política cultural jerezana. La confirmación de aforo libre y horario diurno busca, además, abrir puertas a públicos diversos.
Qué cuenta este palmarés, con nombres y apellidos
La lista de 2025 no es complaciente ni se pierde en equilibrios teóricos. Premia decisiones estéticas y trayectorias.
El cante reconoce a una cantaora que ha puesto la coherencia por delante de la moda. En tres décadas largas, Mayte Martín ha demostrado que el riesgo puede expresarse como contención. Su cante mira atrás sin calcado: frasea tiempos lentos con afinación quirúrgica y levanta arquitecturas de silencio donde otros pondrían filigrana. En 2025 llega fina, con voces frescas que se nutren de su manera de decir.
El baile distingue a Ana María Bueno, maestra de una escuela que algunos dieron por pasada y que hoy regresa con vigor. Su técnica clásica —apoyos limpios, braceo controlado, escucha del compás— sostiene lecturas contemporáneas sin forzar el gesto. Ha sido primera figura en compañías, docente buscada y testigo de varias generaciones. El premio la coloca en el lugar de referencia que su biografía reclama.
La guitarra apunta a Cañizares como embajador de un toque que viaja del tablao al auditorio sin perder identidad. La guitarra flamenca, en sus manos, resuena en filarmónicas y sinfónicas sin dejar de ser flamenca. Una música de raíces que, paradójicamente, crece cuando se pone a dialogar con orquesta y cámara. Este año el premio abre esa conversación al gran público.
La maestría de Juan Villar habla de oficio y vida. De la saga gaditana a los escenarios de medio mundo, su decir por bulerías y soleá es esencia de una escuela que sigue enseñando. Y la Cátedra de Honor para Calixto Sánchez reivindica el pensamiento aplicado al cante: un artista que investiga, enseña, dirige y que —desde la palabra y el ejemplo— ha profesionalizado la transmisión.
En el plano académico y mediático, los premios a Cristina Cruces, Eulalia Pablo y José María Castaño marcan tres frentes que sostienen el edificio: metodología y datos (Cruces), rescate y didáctica (Pablo), narración pública (Castaño). Una triada que recuerda que el flamenco es, también, memoria bien ordenada.
Y en la base local, la Copa Jerez —Enrique Soto, Bolita, Leonor Leal— valida tres acentos de ciudad. Soto sostiene el cante de familia y barrio; Bolita ensambla la escucha moderna del productor con el compás del guitarrista; Leal escribe piezas de escena que dialogan con museos y teatros contemporáneos sin soltar el vínculo con Jerez. Esa suma explica la salud del ecosistema.
Cómo encajan los premios en la agenda cultural de Jerez
La continuidad de los Premios Nacionales desde su reactivación en 2023 coinciden con un calendario que ha ido recuperando ciclos (del verano a los otoños largos), con festivalería de sello jerezano y alianzas con proyectos europeos. Jerez 2031 no es un eslogan; se construye con eventos que mueven a la ciudad, y con una narrativa que aplica el flamenco como lengua franca. La Cátedra, por su parte, ha reforzado su programa anual —publicaciones, homenajes, ciclos— y ha reabierto carpetas históricas: desde la Revista de Flamencología al archivo propio.
El modelo de estos premios se ha tornado capilar. Se anuncian en sede municipal, se patrocinan con agentes del tejido privado, se celebran en espacios identitarios (Museos de la Atalaya), convocan a la comunidad y rebotan a prensa y redes en cuestión de horas. El cartel pictórico, la donación a una entidad social, la entrada libre y la franja matinal refuerzan la idea de bien común: no solo se enaltece a los ganadores; se teje ciudad.
En paralelo, el ecosistema profesional de Jerez —escuelas, compañías, peñas, productores— encuentra en la lista de premiados un orientador de agenda. De aquí salen giras, residencias, encargos y colaboraciones. Lo que se reconoce se suele programar. Y en 2025, con Martín, Bueno, Cañizares al frente, junto a Villar y Sánchez, y el trípode Cruces–Pablo–Castaño, la programación que se derive apunta alto.
Un palmarés que ordena el mapa actual
Los Premios Nacionales de Flamenco 2025 dejan una instantánea precisa de lo que está ocurriendo ahora mismo en el arte jondo. Mayte Martín, Ana María Bueno y Juan Manuel Cañizares sostienen el eje artístico de cante, baile y toque con una combinación de excelencia técnica y criterio estético. Juan Villar y Calixto Sánchez fijan raíz y pedagogía, dos pilares sin los que el flamenco pierde columna vertebral. Cristina Cruces, Eulalia Pablo y José María Castaño garantizan método, memoria y relato. Y Soto, Bolita y Leal certifican que Jerez respira flamenco en presente continuo.
Queda ahora la gala del 8 de noviembre, el encuentro de generaciones y la celebración de una ciudad que se reconoce en esta música. El palmarés —bien armado, reconocible, discutible en los márgenes como todo lo que importa— ordena la conversación del año y marca un horizonte próximo: mantener el nivel, abrir espacios a nuevas voces y documentar lo que pase para que no se pierda. Jerez firma la lista, pero el eco es andaluz y universal. Y, si la foto no engaña, en 2025 el flamenco sigue fuerte, consciente y vivo.
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Este artículo se ha redactado con información contrastada y reciente procedente de fuentes oficiales y medios españoles de referencia. Fuentes consultadas: Ayuntamiento de Jerez, Europa Press, Diario de Jerez, Diario de Cádiz, La Voz del Sur, Cátedra de Flamencología.

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