Salud
Por qué me pica todo el cuerpo: causas, señales y alivio eficaz

Causas del picor por todo el cuerpo y cómo aliviarlo: de la piel seca y la urticaria a señales de alarma. Pasos simples para calmar la piel.
Lo más habitual, cuando aparece ese zumbido que no deja en paz y se extiende por todo el cuerpo, es una mezcla de piel seca, calor, sudor, irritación por productos o un episodio de urticaria. En la mayoría de los casos se calma con gestos sencillos: duchas templadas y cortas, crema emoliente aplicada nada más salir del agua, tejidos de algodón, aire fresco sobre la zona, uñas a raya. Si aquello sube de tono tras una ducha muy caliente, si empeora por la noche o estalla después de un detergente con perfume, la explicación va por ahí. Y quien se repite mentalmente porque me pica todo el cuerpo suele encontrar alivio bajando la “temperatura” de la piel y reforzando la barrera cutánea con hidratación constante.
Existen, claro, alertas que cambian el guion. Un prurito que dura semanas, que despierta de madrugada, sin lesiones visibles o con marcas de rascado, puede ser la señal de fondo de problemas hepáticos, enfermedad renal crónica, alteraciones tiroideas, anemia o reacciones a fármacos. Si además aparecen cansancio llamativo, pérdida de peso, fiebre, color amarillento en la piel o los ojos, orina muy oscura o heces pálidas, conviene cita médica. Lo estadístico tranquiliza: la mayoría de los picores generalizados tienen causas benignas. Aun así, conviene saber cuándo consultar y cómo actuar en casa desde hoy.
Qué significa que pique por todo el cuerpo
El picor no es “un dolor pequeño”. Es otra vía. La piel detecta señales químicas y térmicas, activa fibras nerviosas que suben a la médula y, de ahí, al cerebro. El calor dilata vasos, reseca la superficie y sensibiliza receptores; por eso esa ducha ardiente que reconforta al instante dispara el prurito media hora después. En la piel madura se pierden lípidos y agua con más facilidad; en bebés, la barrera cutánea aún está en construcción. También influye el sistema nervioso: el estrés baja el umbral de tolerancia y hace que pequeños estímulos “piquen” como si fueran gigantes.
Una pista clínica que funciona: con lesiones o sin lesiones. Si hay ronchas, habones, pápulas, placas rojas, costras o surcos, la piel habla a simple vista. Si no hay casi nada y aun así la urgencia de rascar es difusa, el foco puede estar en factores internos o neurológicos. Y existe el círculo vicioso conocido: picor–rascado–más picor. Rascar alivia segundos, irrita minutos y perpetúa días. Frenarlo importa.
Causas habituales y cómo reconocerlas sin perderse
La piel seca (xerosis) lidera la lista. Cambios de estación, calefacciones o aire acondicionado, duchas largas, geles con sulfatos agresivos, ropa áspera. Si al mirar de cerca se ven descamas finas y al pasar la uña aparece un trazo blanquecino, el diagnóstico es casi de pasillo. La receta es concreta: agua templada, menos de diez minutos, limpiador syndet, secado suave a toques, crema emoliente en los tres minutos posteriores a la ducha. Ingredientes aliados: urea al 5–10 %, glicerina, ceramidas, mantecas vegetales. Con constancia, la piel “bebe” y lo agradece.
Otro clásico son los irritantes cotidianos: fragancias, conservantes, algunos tintes de ropa, la lana directa sobre la piel. No hace falta ser alérgico para que molesten; basta con sensibilidad. Si el prurito coincide con un detergente nuevo, con una crema muy perfumada o con el jersey “que pica pero abriga”, prueba una semana de “dieta cosmética”: pocos productos, sin perfume, fórmulas cortas, y reintroducir después uno a uno. Se aprende rápido qué sobra.
La urticaria irrumpe sin pedir permiso. Son habones que aparecen y desaparecen en horas, cambian de sitio y arden. Pueden desencadenarse por alimentos, antiinflamatorios, infecciones respiratorias, estrés, calor o ejercicio. Si es algo puntual y te encuentras bien, los antihistamínicos no sedantes de uso común tienen buena respuesta. Si persiste más de seis semanas, se considera crónica y exige valoración médica para ajustar tratamiento y descartar causas asociadas.
El sudor y el calentamiento corporal, en personas predispuestas, desencadenan la llamada urticaria colinérgica: puntitos pruriginosos tras el ejercicio, duchas templadas al terminar, ropa técnica transpirable… pequeños ajustes que marcan la diferencia. En otros casos, las picaduras de insectos o el roce constante de una prenda bastan para iniciar el incendio.
La sarna merece un párrafo aparte por frecuencia y por la confusión que genera. No es falta de higiene; es un ácaro diminuto, Sarcoptes scabiei, que excava túneles milimétricos en la capa más superficial de la piel. El dato clínico típico: comezón nocturna muy intensa, lesiones en muñecas, espacios entre los dedos, cintura, areolas, nalgas, con surcos finos. Se cura con tratamiento tópico u oral pautado por un profesional, lavado de ropa y sábanas a 60 °C y tratamiento de convivientes, incluso sin síntomas. Funciona. Y rápido.
El estrés también juega. No es la causa de todo, pero sí un amplificador poderoso. Cuando el sistema nervioso acelera, aumenta la sensibilidad al picor. Dormir mal empeora el umbral, y el café tardío, las pantallas en la cama o el alcohol nocturno son gasolina. Reducir ruido mental, respirar a fondo unos minutos, ordenar rutinas sencillas: parece menor, no lo es.
Cuando el picor es un síntoma de algo más
Hay señales que cambian el paso y piden agenda de consulta. Un picor muy intenso que empeora al acostarse, sin lesiones visibles o con excoriaciones por rascado, puede asociarse a colestasis (la bilis no fluye bien), enfermedad renal crónica, alteraciones tiroideas, diabetes mal controlada, anemia ferropénica o, con mucha menos frecuencia, linfomas y otras enfermedades hematológicas. Si además aparecen ictericia, orina oscura, heces claras, cansancio que no se explica, fiebre, pérdida de peso o sudores nocturnos, la pista es clara.
El embarazo tiene su capítulo. La colestasis intrahepática gestacional suele debutar en el tercer trimestre con prurito intenso, a veces focalizado en palmas y plantas, sin lesiones llamativas. Requiere valoración obstétrica porque importa para la salud materna y fetal; el seguimiento, las analíticas y el tratamiento se ajustan caso a caso.
Los medicamentos son otra pieza del puzle. Opioides, algunos antibióticos, antimaláricos, niacina, estatinas, contrastes radiológicos o incluso ciertos suplementos pueden provocar picor. Si coincide temporalmente con el inicio de un fármaco, hay que contarlo. Nunca es buena idea suspender por cuenta propia, pero sí revisar con el prescriptor.
Y una alerta que no admite demora: si el picor va acompañado de hinchazón de labios o lengua, ronquera, dificultad para respirar, mareo o sensación de desmayo, hablamos de reacción alérgica severa. Eso se atiende en urgencias.
Qué hacer hoy mismo sin salir de casa
Primero, apagar el incendio. El frío compite con la señal del picor, así que una compresa fresca durante diez minutos suele bajar el volumen. Evitar duchas calientes y prolongadas ayuda más de lo que parece. Agua templada, menos de diez minutos, limpiador syndet sin perfume, secado con toques (sin arrastrar), crema emoliente generosa en el “minuto de oro” tras la ducha, cuando la piel retiene más agua. Si la piel está especialmente áspera, una fórmula con urea al 5–10 % por la noche marca diferencias en una semana.
El armario también cura. Tejidos de algodón o fibras técnicas transpirables, ropa holgada, nada de lana directa sobre la piel. La lavadora, en modo prudente: detergentes sin perfumes intensos ni suavizantes potentes, doble aclarado si la piel protesta. El ambiente merece atención: en invierno, con calefacciones que secan, un humidificador discreto en torno al 30 % de humedad puede cambiar la película.
Si aparecen habones que van y vienen sin otros síntomas de gravedad, los antihistamínicos de nueva generación —los que no dan sueño— suelen ser efectivos a corto plazo. En eccemas, el profesional puede pautar corticoides tópicos en ciclos breves para cortar la inflamación y el círculo rascado–lesión. Cuando hay sarna en sospecha fundada, la terapia es específica y simultánea en convivientes; no conviene esperar a que “se pase”.
Un truco sencillo que funciona: acariciar lento la zona o justo a los lados, con pases continuos, en lugar de rascar con uñas. La caricia compite con la señal nerviosa del prurito y la modula, sin romper piel ni abrir la puerta a infecciones. Puede parecer ingenuo; es neurofisiología aplicada. Y a veces da un respiro inmediato.
Para las noches difíciles, un paño frío, una crema calmante sin perfume y un rato de respiración profunda pueden ser suficientes para dormir. Si el prurito robó varias noches seguidas, es razonable consultar: el sueño es salud, no un lujo.
Cómo se estudia en consulta y qué tratamientos funcionan
Cuando el picor no cede o hay banderas rojas, la evaluación médica sigue un camino claro. Historia clínica detallada (cuándo empezó, factores que lo empeoran o alivian, medicamentos nuevos, viajes, mascotas, convivencia con personas con prurito, rutinas de higiene y cosmética, enfermedades previas) y exploración de pies a cabeza, buscando lesiones sutiles: surcos de sarna, pápulas pequeñas, placas de eccema, descamación propia de la xerosis, marcas de rascado, dermografismo (líneas que aparecen al rascar) o signos de enfermedad sistémica.
Si no hay diagnóstico evidente, los análisis básicos orientan: hemograma (con ferritina), bioquímica con función renal y hepática, glucosa y HbA1c, TSH para tiroides. Según la historia, serologías, estudio de heces, IgE total o pruebas específicas. En sospecha de sarna, el dermatólogo puede raspar una lesión para ver el ácaro al microscopio o usar la técnica del adhesivo. En eccemas recurrentes, las pruebas epicutáneas ayudan a descartar alergia de contacto. En urticaria crónica, se prioriza la clínica y se buscan enfermedades asociadas cuando procede.
Con diagnóstico, llega la parte agradecida: tratamiento dirigido. Para la xerosis y los picores “banales”, la estrella es la hidratación diaria, persistente. Cuando hay brotes, corticoide tópico en ciclos breves si existe inflamación. En urticaria, antihistamínicos de nueva generación y ajuste de dosis en pautas supervisadas; hay terapias adicionales para casos rebeldes que decide el alergólogo o el dermatólogo. En sarna, permetrina tópica o ivermectina oral según el caso, con medidas ambientales claras. En pruritos colestásicos, el manejo se centra en la causa y en fármacos que reducen la picazón bajo control de digestivo. En prurito asociado a enfermedad renal, además de ajustar el tratamiento nefrológico, existe evidencia para fototerapia UVB de banda estrecha o moduladores neurosensoriales en escenarios seleccionados; se individualiza. En embarazo, la colestasis gestacional se maneja desde obstetricia con protocolos definidos.
Casos particulares que conviene conocer
Sarna. Aparece picor intenso nocturno, surcos finos, lesiones en muñecas, interdigitales, cintura, areolas. El manejo exige tratar a la persona y a los convivientes en simultáneo y lavar ropa y ropa de cama a 60 °C. La picazón tarda unos días en remitir incluso después de matar al ácaro (reacción inflamatoria residual), de ahí la importancia de completar la pauta.
Urticaria crónica. Si dura más de seis semanas, se cataloga como crónica. Los antihistamínicos siguen siendo la base. El especialista puede ajustar dosis o escalar a otras terapias si el control no es suficiente. Identificar desencadenantes (calor, ejercicio intenso, AINE, presión por ropa ajustada) ayuda a reducir brotes.
Eccema atópico en adultos. Pica, mucho, y roba sueño. Se trabaja con hidratación persistente, corticoides o inhibidores de calcineurina tópicos en pautas claras, vendajes húmedos nocturnos en brotes y, en casos moderados o graves, fototerapia o terapias sistémicas. Existen biológicos aprobados para determinados perfiles que, cuando están indicados, cambian la calidad de vida. Es un camino de largo recorrido, pero con resultados.
Prurito acuagénico. Picor tras contacto con agua, sin lesiones. Es raro. Obliga a mirar analíticas y, en ocasiones, a descartar enfermedades hematológicas. Se maneja individualmente.
Prurito neuropático. Sensación de corriente o quemazón en una zona que corresponde a un nervio concreto, a veces tras un herpes zóster. Puede responder a gabapentinoides, ciertos antidepresivos o capsaicina tópica de alta concentración aplicada en consulta. Requiere diagnóstico preciso.
Prurigo nodular. Nódulos duros que nacen del rascado crónico y, a su vez, invitan a rascar aún más. Se trata rompiendo el círculo: control del prurito, terapia antiinflamatoria, vendajes, educación cutánea. No es fácil, pero mejora.
Qué no hacer: atajos que salen caros
El corticoide oral como “comodín” para cualquier brote de picor generalizado no es buena idea. Calma rápido, sí, pero a un precio que no compensa salvo indicación clara y periodos muy cortos. Las cremas con perfume intenso, alcohol o mentol concentrado pueden empeorar la irritación. Y ojo con los remedios de internet que prometen milagros: si llevan ingredientes agresivos, el resultado es más picor.
Hábitos sostenibles para una piel que no grita
La piel agradece la rutina. Tres mínimos sostienen casi cualquier plan: duchas templadas y breves con limpiador suave, hidratación diaria (más en invierno y tras sol o piscina) y evitar ropa y detergentes con fuegos artificiales de perfumes. A partir de ahí, se construye. También ayuda cuidar el sueño —una hora fija, pantallas fuera del dormitorio, café temprano— porque el prurito nocturno hace estragos cuando el descanso flojea.
El hogar importa. Ventilar cada día, controlar el polvo, aspirar con filtro HEPA si hay alergia a ácaros, usar fundas antialérgicas en colchón y almohadas cuando procede. No se trata de vivir en una burbuja, sino de quitar gasolina al picor. En casas muy secas, un humidificador suave al atardecer puede ser suficiente; en climas húmedos, mejor airear bien y evitar exceso de oclusión.
Bebés y niños. Su piel es delicada. Baños cortos, agua templada, crema emoliente diaria, uñas cortas. Si aparece eccema, conviene una pauta clara con el pediatra para cortar los brotes rápido y evitar sobreinfecciones. Rascar no es “vicio”: es necesidad. Trucos como dormir con manoplas de algodón o enseñar a “rascar con la camiseta” en vez de con uñas ayudan. La piel aprende.
Piel madura. Con los años, baja el contenido en agua y lípidos. El gel “de toda la vida” puede convertirse en enemigo silencioso. Mejor syndet, más emoliencia, texturas ricas por la noche. Si aun cumpliendo lo básico el prurito insiste, es prudente consultar: a veces hay un déficit de hierro, un hipotiroidismo leve o fármacos que suman.
Y un recordatorio útil: alcohol en exceso y duchas calientes nocturnas suelen encender la piel. Mejor templado, breve, y crema. El cuerpo lo nota.
Vivir con la piel tranquila: un plan realista
Quien teclea porque me pica todo el cuerpo suele buscar dos cosas: explicación y plan. La explicación, en la mayoría de los casos, es terrenal: xerosis, irritantes cotidianos, un brote de urticaria, estrés que aprieta. El plan también es concreto y no exige malabares: enfriar la piel, duchas templadas y cortas, crema emoliente al salir del agua, tejidos amables, detergentes discretos, uñas cortas, mejor sueño. Si hay habones, antihistamínico no sedante unos días; si la sospecha cuadra con sarna, tratamiento específico y simultáneo en casa; si aparecen señales de alarma —ictericia, orina oscura, heces claras, fiebre, pérdida de peso, sudores nocturnos, ahogo o hinchazón de labios—, cita médica o urgencias.
Hay un detalle que conviene no olvidar: la piel cuenta historias. A veces habla de un jabón agresivo, de una semana áspera o de un jersey equivocado; otras, trae noticias de calado. Escucharla con criterio y sostener la rutina que la fortalece gana la mitad del partido. La otra mitad la pone la medicina cuando hace falta: diagnóstico, tratamiento y seguimiento. Con esa combinación, lo normal es que el ruido del picor baje, la noche se haga habitable y el día vuelva a ser eso: un día normal, sin que la piel mande.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Comunidad de Madrid, Hospital Clínic Barcelona, Nefrología al Día, SEGO.

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