Tecnología
¿Por qué Italia apuesta tanto y quién paga la factura?

Diseñado por Freepik
Italia lidera el juego en Europa: cifras récord, recaudación estancada y un coste social que duele. Datos y claves para entender el fenómeno.
Italia se ha convertido en el mayor mercado del juego de Europa por volumen de ingresos, con 21.500 millones de euros de GGR en 2024, pero el brillo de esa cifra esconde una sombra social y económica que se agranda. El negocio crece, los impuestos del juego aportan miles de millones al Estado y las grandes compañías celebran; mientras, familias enteras lidian con deudas, rupturas y tratamientos de adicción, y las mafias encuentran brechas para blanquear. Esa es la foto de hoy. Y sí, España mira de reojo: lo que sucede al otro lado del Tirreno es un espejo incómodo de hasta dónde llega la apuesta digital y qué coste real tiene sostenerla.
La respuesta corta es clara: Italia apuesta tanto porque la oferta es ubicua (móvil, web, locales físicos), la regulación favorece el canal online en fiscalidad relativa, la publicidad y la “gamificación” han normalizado la apuesta en el día a día y el Estado, en un equilibrio delicado, no quiere empujar el juego al circuito ilegal. ¿Quién paga la factura? La pagan los jugadores problemáticos y sus familias, los servicios públicos que atienden la adicción, y, en parte, la propia recaudación, que no crece al ritmo del volumen jugado por el desplazamiento al online con menor tipo impositivo.
Un liderazgo europeo con costes muy terrenales
Italia encabeza el ranking europeo por ingresos brutos de juego y seguirá en la parte alta si no cambian las tendencias. Las estimaciones sectoriales sitúan el mercado europeo total en 123.400 millones de euros de GGR en 2024; dentro de ese tablero, Italia marca el paso por volumen total, empujada por las apuestas deportivas y el casino digital. No significa que sea el país con más gasto per cápita, pero sí el que, en términos absolutos, más recauda la industria.
La magnitud italiana impresiona por otra razón: el dinero “que pasa por caja”. En 2024 se apostaron 157.400 millones de euros en el sistema regulado; de ahí salieron 21.4–21.5 mil millones de gasto real o ingresos brutos (GGR) una vez descontadas las devoluciones en premios. El salto desde la prepandemia ha sido sostenido, y el canal online se ha convertido en el motor del crecimiento.
Del bolsillo al móvil: cómo se disparó el gasto
El cambio de hábito es radical. Lo que antes requería visitar una sala o una administración hoy cabe en el bolsillo: apuestas en directo, micro-apuestas durante los partidos, slots en el móvil, bonos de bienvenida, notificaciones “push” que invitan a “recuperar” lo perdido. La pandemia aceleró la digitalización y el pago instantáneo con monederos electrónicos o tarjetas virtuales selló el nuevo ritual. Menos fricción, más frecuencia.
Ese salto digital está alterando la composición fiscal. El Estado italiano ingresó 11.5–11.6 mil millones de euros por impuestos del juego en 2024, una cifra estable frente a 2023 a pesar de que el volumen total jugado no deja de crecer. ¿Por qué? Porque el online tributa a tipos más bajos que el juego presencial, que soporta gravámenes específicos (máquinas, rascas, etc.). La base imponible se desplaza hacia donde el impuesto es más liviano y la recaudación no despega al ritmo del negocio.
El ángulo ciego: canalizar sin empujar al mercado negro
La Agenzia delle Dogane e dei Monopoli (ADM) repite una idea incómoda: si te pasas de restricciones, crece el mercado ilegal. Su director de Juegos, Mario Lollobrigida, ha cuantificado ese “sommerso” en más del 10% de la recogida legal, gracias a webs transfronterizas y salones clandestinos que conectan a portales sin licencia. Es el gran dilema: endurecer para reducir daños, sin expulsar al apostador al circuito opaco donde no hay controles de edad, límites de gasto ni protección al consumidor.
Familias en la cuerda floja: lo que no cuentan los balances
Las cifras agregadas no transmiten la fractura íntima que deja la ludopatía. Psicólogos de los servicios públicos italianos describen un patrón repetido: deudas, ventas apresuradas de bienes, mentiras, cuentas bloqueadas, y un hilo que se rompe por el punto más fino: la confianza. Los SERD —centros públicos que tratan adicciones— se han convertido en la primera línea. Allí, terapeutas como la doctora Rosanna Cardia resumen el daño con crudeza: “llegan parejas rotas” y muchas veces el siguiente paso es la separación.
Un dato ayuda a calibrar el alcance: el 43% de los adultos italianos jugó al menos una vez en 2022, según el estudio IPSAD del Consejo Nacional de Investigaciones (CNR). Más de un millón presentan perfiles de riesgo o gasto excesivo sostenido. La normalización alcanza ya a los más jóvenes, con una presencia creciente de chicas en el juego online. No es una moda pasajera.
Detrás del clic hay mecanismos que la neurociencia del comportamiento conoce bien: refuerzos intermitentes (la recompensa aparece de forma impredecible y eso engancha), la ilusión de “recuperar” con una apuesta más, sesgos que exageran la habilidad propia y minimizan la suerte. El móvil suma inmediatez y privacidad: nadie te ve entrar en un local, y el “ya que estoy” se vuelve costumbre.
Iglesia, Estado y mafias: un triángulo que incomoda a Roma
La Iglesia católica, con el cardenal Matteo Zuppi al frente de la Conferencia Episcopal Italiana, eleva la voz. Habla de una dependencia que “aniquila la humanidad de la persona” y reclama decisiones valientes para frenar la normalización del juego entre los jóvenes. Su crítica no es solo moral: denuncia la hipocresía de un sistema que financia campañas para curar a los jugadores patológicos que él mismo contribuye a crear.
El Gobierno, por su parte, ha verbalizado un enfoque pragmático: el juego aporta empleo, inversión y tributos, y una política excesivamente restrictiva desvía usuarios al mercado ilegal. Esa tesis la repite Lollobrigida y permea todo el debate del “riordino” regulatorio que Italia tiene entre manos. Por debajo de esa disputa late otra realidad menos visible: la infiltración mafiosa. La Dirección Investigativa Antimafia (DIA) localiza desde hace años vínculos estructurales de grupos como la ’Ndrangheta con el blanqueo a través de apuestas y juego online. Es dinero fácil de mover, con circuitos digitales, fichas y wallets, y se integra con otras economías ilícitas.
Hay, además, una brecha territorial. Informes sindicales y cívicos —como el “Libro Nero dell’Azzardo”— señalan incidencia especialmente alta en regiones más pobres del sur, donde el tejido de economía informal es más denso y la vulnerabilidad financiera empuja a buscar “golpes de suerte”. El mapa social del juego en Italia se parece demasiado al mapa de la desigualdad.
¿Prohibir o regular mejor?
La tentación de la prohibición total suena rotunda pero irrealista. En 2025, con las apuestas a un toque, bloquear por completo la demanda es casi imposible. ¿Alternativa? Canalización estricta al circuito legal: verificación robusta de identidad, trazabilidad de pagos, límites de depósito por defecto, pausas obligatorias tras pérdidas, protección horaria de eventos sensibles, una publicidad que deje de prometer “ganar fácil” y pase a informar de riesgos. La experiencia europea muestra que capar el marketing reduce la captación de nuevos jugadores, y que límites duros en la app —no voluntarios, sino por diseño— son más eficaces que cualquier eslogan de juego responsable. La clave es evitar el efecto globo: si aprietas por un lado, que el aire no se escape al submundo.
Dos gigantes a la caza del mismo cliente
Mientras el debate arde, las cotizadas mueven ficha. Flutter, el mayor grupo online del mundo, compró Sisal en 2021 y posteriormente acordó adquirir Snaitech a Playtech, consolidando un liderazgo histórico en Italia. La operación elevó su cuota en el negocio digital y le otorgó capilaridad retail. Lottomatica, por su parte, ha disparado ingresos desde 2020 y entró en el FTSE MIB (el índice de las blue chips de Milán) este septiembre, un hito que recompensa su escala y su red física.
Los números avalan la batalla. Lottomatica cerró 2024 con 2.000 millones de euros de ingresos y EBITDA ajustado de 707 millones, y presume de 39.000 millones en apuestas gestionadas en el año. En paralelo, Flutter reforzó su “stack” tecnológico, la segmentación de clientes y la integración de cartera para cruzar apuestas deportivas y casino online con programas de lealtad omnicanal. Volumen y datos: el juego en 2025 es eso. Y el usuario italiano, con alta penetración móvil y pasión deportiva, es oro para el “marketing de eventos” que dispara “live betting”.
El CEO de Lottomatica, Guglielmo Angelozzi, lo resumió con una frase de manual: el mercado italiano es “excelente” en dinámica de consumo y regulación, y la tendencia es de larguísimo recorrido. Es la visión desde el parqué: un sector estructural que, con la renovación de licencias y la transición a máquinas y plataformas más seguras, mantendrá caja. La pregunta pendiente no es si habrá negocio —lo habrá—, sino qué perfil social deja a su paso.
Lo que dicen los datos, sin maquillaje
Si el juego fuese solo una columna de Excel, el saldo parecería positivo: empleo, inversión, ingresos fiscales que compiten con los del alcohol (aunque por debajo del tabaco, todavía). Pero el costo social no figura entero en el presupuesto. Tratamientos públicos de adicciones, absentismo, conflictos familiares, salud mental. Y un riesgo financiero creciente para los hogares: refinanciaciones, microcréditos, “payday loans” digitales.
Aquí los matices importan. No todos los jugadores son problemáticos. La mayoría juega de forma ocasional o recreativa. El reto de política pública es proteger a los vulnerables sin convertir en clandestina la parte recreativa. Un equilibrio que pocos países han afinado.
Italia intenta reordenar su modelo entre dos paredes: homogeneizar reglas territoriales —hoy muy dispares según región y municipio— y actualizar el marco online, con controles de identidad más duros, trazabilidad anti-blanqueo y mayores exigencias a la publicidad. Las autoridades antimafia exigen, además, vigilancia de pagos, cruce de datos y cooperación internacional: el blanqueo no entiende de fronteras, y la ’Ndrangheta y otros clanes se han mostrado excepcionalmente adaptables al entorno digital.
El sector también quiere contar su historia: asociaciones y operadores hablan de juego responsable por diseño, algoritmos que detectan patrones de riesgo, herramientas de autoexclusión y límites que el usuario puede activar. Bien. La pregunta —otra vez— es si eso basta cuando la narrativa comercial sigue siendo aspiracional, envuelta en la estética del éxito rápido.
España en el retrovisor: lecciones de una fiebre italiana
Desde España, el caso italiano deja lecciones útiles. La primera: prohibir no funciona si no ofreces alternativas legales con controles duros y experiencia de usuario razonable. La segunda: limitar publicidad sí reduce la captación, pero debe acompañarse de tecnología —verificación de edad en tiempo real, límites dinámicos de pérdidas y depósitos, pausas forzadas—. La tercera: medidas sin coordinación europea invitan a que plataformas sin licencia capturen demanda desde jurisdicciones laxas.
El espejo italiano también habla de datos. La estadística pública tiene que ser frecuente, granular y abierta. Saber quién juega, dónde, cuánto y cómo permite diseñar política quirúrgica y evaluar si funciona. Italia aún arrastra opacidad y retrasos en la difusión sistemática; sin transparencia, la conversación se llena de slogans.
Y una consideración cultural: en sociedades con tradición lotera y una relación emocional con el riesgo, el mensaje efectivo no es “no apuestes”, sino “si juegas, que el sistema te proteja de ti mismo”. Eso exige arquitectura de producto (UX) y reglas que prioricen el bienestar sobre el margen.
Del neón al recibo: el verdadero precio de la apuesta
Italia apuesta mucho y recauda bastante, pero el saldo social no se paga en el casino; se liquida en casa, en la consulta, en el juzgado, en el centro de salud mental. La mayor economía del juego del continente encara un dilema clásico: si aprieta el paso, el negocio busca atajos; si cede, crece el daño social. Hay respuestas intermedias, todas difíciles: verificación dura, límites estructurales, algoritmos de alerta, menos publicidad y más datos públicos.
La otra mitad es ética. Si un Estado promociona —o permite que se promocione— un producto adictivo, la responsabilidad no termina en la ventanilla fiscal. Empieza, justamente, cuando apaga el neón y enciende la luz sobre lo que se pierde. Porque sí, la apuesta es un juego. Hasta que deja de serlo.
🔎 Contenido Verificado ✔️
Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Reuters, El Recreativo, Agimeg (ADM: gettito 2024), Vatican News, Lottomatica (comunicado FTSE MIB), Teleborsa (Nomisma), Italian Gaming Expo (Lollobrigida), DIA (relación 2024), CNCA (CNR-IPSAD 2022), Reuters (Snaitech).

Cultura y sociedadDe qué murió José Manuel Ochotorena ex portero del Valencia
Cultura y sociedadDe qué murió Jorge Casado, joven promesa del Real Zaragoza
Cultura y sociedad¿Cuándo empieza La isla de las tentaciones 9 y quién estará?
Tecnología¿Cómo es RedSec, el battle royale gratis de Battlefield 6?
Cultura y sociedad¿De qué murió Oti Cabadas? Adiós a la camionera influencer
Cultura y sociedad¿Qué pueblos compiten en Ferrero Rocher 2025 y cómo votar?
Cultura y sociedad¿De qué murió Jairo Corbacho, joven futbolista de 20 años?
Cultura y sociedad¿De qué ha muerto Anna Balletbò? Fallece la pionera del PSC












