Historia
¿Cómo fue el plan fallido del ISIS para matar Papa Francisco?

Un trolley con pistola en Trieste, la sombra de ISIS-K y un detenido turco: la historia real del plan fallido contra el Papa Francisco.
La historia parece de película, pero está anclada en hechos que figuran en expedientes y declaraciones formales. En julio de 2024, durante la visita de Papa Francisco a Trieste para clausurar la 50ª Semana Social de los Católicos, la policía halló una pistola dentro de un trolley oscuro abandonado en el bar de la estación central. Un año después, ya en 2025, ese hallazgo se interpreta como parte de un posible plan del llamado “ISIS turco” para asesinar al Pontífice.
El principal sospechoso, Hasan Uzun, ciudadano turco de 46 años, fue detenido por Interpol en Países Bajos, extraditado a Italia y hoy se encuentra en régimen de aislamiento en la cárcel de Trieste. El caso no se ha cerrado, ni de lejos. Y sí, hay muchos cabos aún por atar, pero el esqueleto argumental ya existe: arma real, munición lista, fecha y oportunidad.
Cronología imprescindible, sin adornos
El 6 de julio de 2024, a pocas horas de que el Papa aterrizara en Trieste, un empleado del bar de la estación detectó un trolley oscuro que nadie reclamaba. Dentro, los agentes localizaron una pistola automática CZ modelo 7B, calibre 9×19 Luger, con número de serie registrado, cargador y 14 cartuchos.
Un paquete completo, preparado para funcionar. No era un simulacro ni un arma inutilizada; tampoco un objeto de coleccionismo. Un día más tarde, el 7 de julio, Francisco presidió la clausura de la Semana Social y celebró misa ante miles de personas. La secuencia temporal —arma localizada en un nudo de transporte la víspera, acto multitudinario al día siguiente— es demasiado concreta como para despacharla con un encogimiento de hombros. Lo serio no es lo que pudo pasar; es lo que estaba objetivamente listo para pasar.
El arma y su significado operativo
No hace falta ser perito para entender lo esencial. CZ 7B, 9 Luger, cargador con 14 municiones. Un arma extendida en Europa, fiable, de perfil urbano y fácil preposicionamiento: se deja en un punto de recogida, se activa en minutos, minimiza el tiempo de exposición del atacante entre controles.
Que consten modelo, calibre y número de serie no es un capricho burocrático; es cadena de custodia y es trazabilidad. Con esos elementos se reconstruyen rutas, intermediarios y, a veces, se llega a facilitadores que actúan como nodos logísticos. El dato duro —el arma real y municionada— reduce el margen para explicaciones benévolas. No es “un rumor”, es evidencia física.
Un sospechoso bajo la lupa
Ahí entra Hasan Uzun. Lo detiene Interpol en Países Bajos, lo extraditan a Italia, pasa unos días en la cárcel de Milán y acaba en Trieste, aislado. Está asistido por la abogada Lucrezia Chermaz y, formalmente, los delitos que se le imputan en esta fase son porte y tenencia ilícita de arma en concurso.
No hay, por ahora, una acusación firme por terrorismo. Importa subrayarlo: la presunción de inocencia no es una fórmula vacía; estructura todo el proceso. La hipótesis de los investigadores es otra cosa: hablan de un posible plan conectado con una organización de origen turco vinculada a ISIS-Khorasan, la filial del Estado Islámico con mayor actividad internacional en los últimos años. La acusación penal, entretanto, pisa sobre lo que puede probarse ya sin riesgo de caerse en sala.
Por qué Trieste, por qué ese día
Trieste no era un destino cualquiera. La Semana Social atrae jerarquías eclesiales, autoridades civiles, medios de medio mundo y peregrinos. Impacto mediático asegurado. ¿Qué busca un actor yihadista cuando planifica un atentado de alto valor simbólico? Visibilidad, efecto multiplicador y capacidad de interferir en agendas internacionales. El dispositivo de seguridad en torno a la visita papal fue notable —como en cada viaje—, pero los anillos de protección nunca son perfectos.
Las ventanas de riesgo se abren en cada transición logística: del vehículo al recinto, del backstage a la sacristía, de la plaza a la salida alternativa cuando hay imprevistos. Un arma preposicionada en la estación no habla necesariamente de un ataque en ese punto concreto, sino de logística inteligente: disponer de un medio letal cerca de los recorridos posibles, reducir el transporte en caliente y aparecer/actuar/desaparecer. En Trieste, si esa fue la idea, algo se torció: el trolley no pasó desapercibido.
La ventana de oportunidad y la “fricción” que lo cambia todo
La planificación operativa se sostiene sobre horarios y ritmos que casi nunca salen perfectos.
Un retén tarda dos minutos más, una cámara que debía cubrir un ángulo se queda sin operario en el momento menos oportuno, un voluntario advierte un bulto que “no cuadra”. Esa fricción —pequeños choques entre el plan y la realidad— explica por qué un arma lista no derivó en acción. No implica que el plan fuera amateur; solo que la contravigilancia y la alerta humana a pie de estación, ese radar hecho de experiencia y sospecha, se impuso.
La pista yihadista y el papel de ISIS-K
La etiqueta ISIS-K no es un comodín. Desde hace dos años, los analistas europeos la consideran la franquicia con mayor ambición externa del universo Estado Islámico. Predican la acción fuera de su teatro clásico, fabrican propaganda con calidad profesional, ensayan formatos operativos adaptables —del arma corta en entorno urbano a explosivos rudimentarios— y explotan cada resquicio en fronteras, flujos migratorios o entornos digitales.
Mencionar esa pista no convierte un sumario en sentencia, pero enmarca el caso de Trieste en un patrón: objetivos de alto valor simbólico, logística simple y contextos masivos que aseguran un salto propagandístico incluso si el ataque fracasa. En esa lógica, dejar un arma la víspera a pocos metros de un nodo de movilidad tan sensible como una estación encaja. No hace falta un gran arsenal para provocar un daño desproporcionado si la ejecución logra acercarse al objetivo en el momento adecuado.
Qué significaría judicialmente “probar” la conexión
En términos procesales, asociar orgánicamente a Uzun con una célula o estructura exige algo más que una conjetura razonable. Comunicación acreditada con mandos o facilitadores, trazabilidad financiera de la logística, rastreos de viaje que solapan con terceros, metadatos que encajan demasiado bien para hablar de casualidad.
De ahí que el caso se apoye de momento en delitos de armas: solidifican el suelo, abren puertas legales para ampliar registros y preservan las garantías. Cuando una fiscalía cierra la pieza de terrorismo es porque tiene la escalera completa: arma, logística, conexiones y finalidad. El sumario de Trieste va en esa dirección, al menos por lo que se deduce de los movimientos oficiales y del aislamiento del sospechoso.
Lo que se sabe y lo que aún falta por atar
Se sabe que hubo un arma real y municionada; que el hallazgo se produjo la víspera de la visita; que hay un detenido relacionado con el trolley, extraditado tras orden internacional y asistido por defensa; que la hipótesis de trabajo remite a un posible plan vinculado a entornos yihadistas de origen turco.
Falta demostrar quién debía recoger el arma, cómo se financió la logística, de dónde salió la pistola y hasta dónde ascendían —si existían— los vínculos orgánicos con ISIS-K. Es decir, falta la última milla probatoria.
Métodos, límites y lecciones de una investigación así
Un caso de alto impacto simbólico se cocina en cocción lenta. Primero, el hierro forense: huellas, ADN, residuos de disparo, trayectorias de piezas y marcas de uso.
Después, el mapa de movimiento: billetes, antenas, ** cámaras**, pagos. Y, en paralelo, inteligencia: quién habla con quién, quién financia qué, quién ofrece servicios logísticos —cobertura de alojamiento, vehículos, identidades—. Nada de esto es glamuroso; todo es metódico. También tiene límites: la cadena de custodia puede discutirse, las cámaras fallan, la memoria de un testigo se contamina. Precisamente por eso, el dato duro del arma con 14 cartuchos pesa tanto: acota hipótesis y forza preguntas. ¿Se colocó para que la recogiera un tercero? ¿Se dejó como plan B y quedó abandonada tras reconfigurar la operación? Las respuestas suelen encontrarse en lo pequeño: un tique, un trayecto de metro, un mensaje a deshora.
Comunicación pública: ni alarmismo ni silencio
Hay un equilibrio delicado entre contar y contener. Sobreexponer un caso así alimenta la propaganda del enemigo —aunque no se ejecute el atentado—; ocultarlo por completo desarma a la ciudadanía y a los profesionales que deben mantener el radar encendido.
Lo ocurrido con Trieste —que se conozca tiempo después, con datos verificables y marcos prudentes— suena a manual de comunicación responsable: se informa sin exagerar, se pone en contexto sin normalizar. Y, sobre todo, se recuerda que la seguridad no es un estado, sino una práctica.
Qué le importa a España (y por qué)
España no es Trieste, pero conoce de sobra la protección de eventos religiosos multitudinarios. Procesiones, santuarios, peregrinaciones, grandes eucaristías al aire libre, visitas de líderes religiosos. La lección que deja el caso es operativa y cultural. Operativa porque refuerza lo que los dispositivos ya hacen: capas de seguridad, contravigilancia en nodos de transporte, órdenes claras sobre objetos abandonados, respuesta rápida.
Cultural porque normaliza algo que a veces se olvida: mirar y decir. Un bulto que no cuadra no es “cosa de otro”, es una llamada. Y sí, hay margen para el error, para el falso positivo, para la mochila olvidada de un viajero despistado. Aun así, la balanza riesgo–beneficio no admite discusión: prefiero una falsa alarma a un silencio fatal.
Eventos masivos, rituales y pequeños detalles que salvan
En España, los dispositivos combinan Policía Nacional, Guardia Civil y policías autonómicas y locales, con coordinación con autoridades eclesiásticas y protección civil.
Lo que enseña Trieste —si uno rasca la capa mediática— es la importancia del previo: reconocimiento de itinerarios, puntos de preposicionamiento que deben quedar limpios, vigilancia de lockers, consignas y aseos, control de objetos voluminosos antes de los picos de afluencia. A la hora de la verdad, todo se decide en segundos. Y en esos segundos no hay milagros: hay procedimientos que funcionan porque se ensayan y se respaldan políticamente con recursos.
Preguntas incómodas que sostienen el periodismo
Un periodismo útil no se enamora de su tesis. Hay preguntas que siguen flotando y conviene mantener abiertas. ¿Uzun actuaba solo o como parte de una célula? ¿Se trataba de un ensayo o de un plan en firme que se descosió al encontrarse el arma? ¿Quién debía recogerla y con qué cobertura? ¿Existen rutas probadas que unan ese trolley con redes de facilitación en Italia, Turquía u otros países europeos?
No se trata de sembrar dudas gratuitas; se trata de exigir pruebas. En terrorismo, una hipótesis bien formulada puede ser un faro… o un espejismo. La diferencia la marca la prueba. Por eso la investigación camina sobre delitos de armas: es el suelo firme desde el que se salta —si la evidencia lo permite— hacia imputaciones más graves.
Un apunte sobre las palabras
Decir “posible plan” no es un eufemismo. Es precisión.
Lo posible no es lo probado; es lo verosímil en función de la evidencia reunida. Decir “ISIS-K” no es sentenciar; es reconocer un patrón operativo que coincide con lo observado. Decir “presunción de inocencia” no blanquea; protege a todos, también a quienes mañana puedan ser señalados sin base suficiente. El lenguaje es parte del trabajo. Exagera menos de lo que cuenta y, por eso, cuenta mejor.
Lo que ya no se puede ignorar
Quedan márgenes de incertidumbre —inevitables—, pero tres certezas se imponen.
La primera: existió una logística letal preparada la víspera de la visita del Papa a Trieste, con un arma real y municionada en un lugar sensible. La segunda: hay un sospechoso con nexo concreto con ese hallazgo, detenido a nivel internacional, extraditado y hoy aislado en prisión, defendido por letrada y con tipificaciones de armas que consolidan la vía procesal. La tercera: el vector yihadista —con la marca ISIS-K planeando sobre la investigación— encaja en tendencias recientes y obliga a no bajar la guardia. A partir de ahí, lo que suceda dependerá de la fortaleza probatoria: trazas, comunicaciones, movimientos, dinero, testigos. Si la escalera se completa, habrá nombres y responsabilidades más allá de un trolley y un arma.
Si no, el caso servirá igual para recordar por qué la vigilancia temprana, la coordinación institucional y el ojo atento en un bulto fuera de lugar son, a veces, la frontera más eficaz entre una jornada de fe y una tragedia. Y eso —aunque no haga ruido— ya es decir muchísimo.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: El País, ABC, La Vanguardia, El País.

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