Cultura y sociedad
Cuándo arrancan las obras en la Mezquita-Catedral de Córdoba

Foto de Alonso de Mendoza vía Wikimedia Commons, bajo CC BY-SA 3.0
La Junta autoriza la primera fase tras el incendio: se restituyen cubiertas en la nave 1 y el templo sigue abierto mientras avanzan trabajos.
La restauración arranca ya. Con la autorización formal de la Comisión de Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, emitida este miércoles 15 de octubre, el Cabildo activa la primera fase de trabajos en la Mezquita-Catedral de Córdoba para reparar el área dañada por el incendio de agosto. El plan aprobado permite intervenir de inmediato en las cubiertas de la nave 1, restituyendo tejados y estructuras sobre las capillas afectadas —Baptisterio, San Nicolás de Bari, vestíbulo de la Puerta de San Nicolás, Anunciación o Encarnación y Espíritu Santo— con el objetivo de recuperar la estanqueidad y la seguridad del conjunto antes de abordar los interiores. No habrá parón turístico: el monumento permanecerá abierto, con un perímetro de obra claramente delimitado para mantener a salvo a visitantes y feligreses.
El enfoque inicial es muy claro y concreto: primero, el tejado; después, las capillas. Esta fase prioriza el restablecimiento del sistema de cubiertas tal y como existía, respetando disposición, pendientes, volumetría, estructura, materiales y acabados. La intervención es conservativa en su apariencia, pero introduce mejoras técnicas que responden de frente a la experiencia del incendio: reducción del paso entre cerchas, compartimentación bajo cubierta con muretes y puertas cortafuegos y tratamientos específicos de la madera. El calendario operativo se pone en marcha de inmediato y se irá ajustando a pie de obra, con la previsión de compatibilizar los trabajos con el flujo habitual de visitas. La nave 1, pegada al muro oriental de la antigua mezquita y a la altura de la primera arquería, será el tablero donde se juegue el primer tiempo de esta restauración.
Qué se hará en la primera fase
La autorización recibida delimita con precisión las tareas que se ejecutan desde ya: la restitución de las cubiertas que se vieron comprometidas por las llamas, manteniendo la lógica constructiva histórica del conjunto. Traducido al lenguaje del oficio: se reponen las cerchas de madera y sus elementos asociados, se revisan y ejecutan canales que discurren paralelas a los muros y sobre las arquerías, se recoloca la teja curva con su despiece tradicional y se asegura la ventilación natural de estos espacios para evitar condensaciones. No hay invenciones ni experimentos volumétricos: se reconstruye lo que había, como había, con criterios actuales de protección.
Los trabajos se han planteado como una operación quirúrgica sobre el tramo afectado, con alcance medido para no tocar más de lo imprescindible. La zona concreta —entre la canal que corre junto al muro oriental de la mezquita y la que corona la primera arquería— ya había sido objeto de sustituciones y reparaciones en las obras que el equipo del Cabildo desarrolló desde los años ochenta, de modo que el conocimiento acumulado reduce incertidumbres. La prioridad es devolver impermeabilidad, estabilidad y accesibilidad de inspección a las cubiertas. A partir de ahí, la fase siguiente entrará en las capillas para limpiar, consolidar, reintegrar y estabilizar materiales y bienes muebles, con protocolos de restauración reversibles y documentados.
En el ámbito logístico, la previsión es montar andamios perimetrales, habilitar pasarelas en altura para trasladar piezas de madera y tejas, y establecer accesos de obra independientes del itinerario de visitas. La zona se señaliza con antelación; habrá momentos con tráfico de grúas o elevadores, ruidos propios de carpintería de armar, cortes puntuales de paso y controles de polvo y partículas. Es lo normal en una intervención de tejados y está calculado para que la actividad turística y litúrgica discurra con la mínima interferencia.
Cómo serán las nuevas cubiertas y la estructura
El proyecto opta por cubiertas a dos aguas, tal y como existían, apoyadas entre las canales que articulan el borde oriental y la primera arquería. En términos estructurales, se reinstala un sistema de cerchas de par e hilera con tirante y nudillo, una tipología que ha demostrado su eficacia durante siglos en este monumento y que hoy, con tratamientos y controles de calidad contemporáneos, ofrece garantías altas frente a las solicitaciones habituales: peso propio, viento, cambios térmicos, lluvia y humedades incidentales. Donde existían durmientes sobre muros —caso de San Nicolás— se reponen; donde las cerchas apoyaban directamente, se mantendrá ese apoyo una vez saneados los encuentros para que no haya puntos débiles.
La madera vuelve a ser protagonista, como pide el lenguaje del edificio. No se busca sustituirla por soluciones metálicas ocultas ni mixtas que alteren el comportamiento del conjunto. La madera permite ligereza, elasticidad y facilidad de mantenimiento, además de un comportamiento térmico adecuado para espacios donde es vital evitar condensaciones. Eso sí, ahora recibe tratamientos protectores frente al fuego —retardantes ignífugos— y frente a agentes bióticos —antixilófagos—, con certificados de aplicación y revisiones programadas. Los encuentros con fábrica histórica se ejecutarán con morteros compatibles y soluciones de plomo en canales y remates, un clásico cordobés que asegura durabilidad y buena respuesta frente al agua.
La teja empleada mantendrá la geometría curva tradicional y su patrón de colocación —canales y cobijas—, cuidando el escurrimiento hacia las canales longitudinales, el solape correcto y el anclaje frente a succión de viento. No es un gesto estético, es técnico: ese despiece garantiza la ventilación del trasdós de la cubierta y evita bolsas de humedad que tanto daño hacen a la madera y a los encuentros con muros. Se prevé además la reposición o mejora de registros de inspección bajo cubierta, imprescindibles para vigilar que las medidas antincendios y de mantenimiento funcionan como deben.
La capilla del Espíritu Santo, caso particular
En la capilla del Espíritu Santo se trabajará sobre una estructura relativamente reciente, documentada en 2014, compuesta por durmientes sobre los muros norte y sur y un sistema de tirantes y cerchas de par e hilera con nudillo. Esta condición permite una restitución más directa, centrada en piezas concretas que sufrieron por calor y humo, y en el sellado y ajuste de encuentros que hayan perdido su integridad por el impacto térmico. La premisa sigue siendo idéntica: respetar geometrías, recuperar capacidad portante y aumentar la protección frente a incidentes, sin alterar la fisonomía interior ni la lectura histórico-artística de la capilla.
Medidas de prevención y lecciones del incendio
La clave innovadora de esta fase reside en la compartimentación y en el cambio de paso entre cerchas. Las nuevas puertas y muretes cortafuegos dividirán el espacio bajo cubierta en sectores estancos, de modo que, si se produjera una ignición, el fuego encuentre barreras físicas que ralenticen o impidan su propagación. Esta estrategia, habitual en grandes conjuntos históricos europeos, resulta especialmente útil en edificaciones con recorridos de madera extensos, como los que cubren las naves de la antigua mezquita. No se verá desde el interior ni desde el exterior, pero cambia la seguridad del todo.
La reducción de la separación entre cerchas tiene doble efecto: mejora la rigidez global del tablero y multiplica la redundancia estructural. Si una pieza sufriera, las cargas encontrarían rápidamente alternativas de transmisión hacia apoyos sanos. También se incorporan barreras pasivas en los pasos ocultos y pequeños registros que permiten inspecciones periódicas sin necesidad de desmontar teja, algo que siempre forma parte de cualquier manual serio de prevención. La idea es simple: detectar antes para actuar antes. Mejor vigilancia y menos incertidumbre.
La experiencia del mes de agosto ha devuelto al primer plano la importancia de revisar almacenajes, tomas eléctricas, maquinaria de limpieza y zonas de riesgo en un monumento que, por su escala y uso continuo, requiere protocolos finos. La nueva compartimentación bajo cubierta y los accesos de inspección responden a esa lección. A futuro, el mantenimiento programado será tan importante como las obras de hoy: controles de humedad, verificación de tratamientos ignífugos, limpieza de canales tras episodios de lluvia o viento sahariano, y revisión de fijaciones en teja después de temporales.
Impacto en la visita y en el culto
La Mezquita-Catedral seguirá abierta durante la restauración. No hay cierre general ni suspensión del culto. Se trabaja con perímetros de seguridad, con señalización visible y con personal de apoyo en los tramos que puedan presentar estrechamientos temporales o desvíos. Sobre el terreno, el visitante puede encontrar andamios en zonas próximas a las capillas afectadas, movimiento de operarios en cubierta, herramientas de carpintería y plomería patrimonial y, ocasionalmente, ruido de trabajos en madera y metal que forma parte de la propia intervención. Todo está diseñado para minimizar molestias y mantener la experiencia de visita en estándares habituales.
La fotogenia cambia con obra, sí, pero también ofrece una oportunidad educativa poco frecuente: ver en directo cómo se arma una cercha de par e hilera, cómo se encaja una canal de plomo o cómo se ajusta el solape de una teja curva para garantizar la evacuación correcta del agua. Ese aprendizaje indirecto, que el público percibe sin necesidad de paneles, refuerza la percepción de que el monumento es un organismo vivo con mantenimiento constante. Y, a la vez, demuestra que la prevención es un ejercicio cotidiano, no una reacción puntual.
En términos de seguridad, el dispositivo incluye controles de acceso a las áreas de obra, extintores y medios de primera intervención a mano, y coordinación permanente con los servicios municipales para cualquier eventualidad. Las rutas de evacuación permanecen despejadas y, si hubiera que limitar aforo en tramos concretos, se anunciará con antelación. Los horarios de visita y de culto se mantienen en sus franjas habituales, con ajustes finos si la logística de obra lo exige, siempre comunicados por canales oficiales.
Quién coordina y cómo se supervisa
La intervención tiene un promotor claro —el Cabildo— y una supervisión pública que no es menor. La Comisión Provincial de Patrimonio Histórico de Córdoba —órgano de la Junta— ha dado luz verde a esta fase con un informe favorable que fija condiciones técnicas y un marco de control. Este equilibrio entre iniciativa del titular del bien y tutela de la administración cultural garantiza que la obra discurra por cauces técnicos, transparentes y reversibles. El Ayuntamiento y otros organismos están informados y coordinados para aspectos logísticos, de seguridad y de movilidad.
No es una novedad: el monumento acumula décadas de intervenciones de conservación programada en cubiertas, fábricas y bienes muebles, con un archivo técnico que hoy resulta valiosísimo. Ese conocimiento se traduce en detalles aparentemente menores —la altura exacta de una cumbrera, el tipo de madera idóneo, el espesor o la trabajabilidad de una lámina de plomo— que al final marcan la diferencia. A nadie le sorprende ya ver carpinteros de armar, plomeros y restauradores trabajar codo con codo con arquitectos y arqueólogos, porque la Mezquita-Catedral requiere justamente esa suma de oficios.
Hay, además, un compromiso expreso con la documentación de cada partida ejecutada: memoria fotográfica antes, durante y después; fichas técnicas de materiales empleados; certificados de tratamientos; y actas de obra que recogen decisiones y ajustes de detalle. Este rastro documental no solo da garantías hoy, también hará la vida más fácil a quienes dentro de diez o veinte años tengan que revisar piezas, cambiar tejas puntuales o planear una intervención de mayor calado si los ciclos de envejecimiento así lo piden.
Una obra inscrita en la historia del monumento
El área que ahora se repara no es una esquina menor. Corresponde al frente oriental de la antigua mezquita, a la altura de la primera arquería y dentro del ámbito de la ampliación de Almanzor, donde la geometría del bosque de columnas se estira hasta casi tocar el límite del conjunto histórico de Córdoba. Las capillas alineadas en este tramo —Baptisterio, San Nicolás de Bari, Anunciación/Encarnación, Espíritu Santo— reúnen cronologías y estilos que van del Medioevo al Barroco, con retablos, yeserías y vidrieras que cuentan siglos de devociones y de manos. Reparar la cubierta no es, por tanto, un acto puramente técnico: protege espacios de culto y patrimonio mueble de alta sensibilidad.
Esa inscripción histórica explica, también, la prudencia con la que se interviene en geometrías y perfiles. Cualquier variación en la pendiente de un faldón o en el canto de una cercha altera —aunque sea mínimamente— la lectura espacial del conjunto y su comportamiento físico. De ahí que el proyecto insista en mantener la volumetría y en asegurar que los materiales y métodos empleados resultan compatibles con los originales. El uso de madera bien seleccionada, el plomo en canales, las tejas curvas con su colocación tradicional… nada de eso es un capricho clásico: es la forma de garantizar continuidad.
Detrás hay otra reflexión: la Mezquita-Catedral ha sobrevivido precisamente porque, siglo a siglo, se cuidó de mantener sus lógicas constructivas, actualizándolas con soluciones discretas que no deforman su identidad. Hoy, la novedad no está en el material —la madera sigue siendo madera—, sino en el pensamiento preventivo: compartimentar, registrar, inspeccionar, auditar. La reparación de cubierta pasa a ser, además, una oportunidad para afinar esa cultura de mantenimiento que, en edificios de esta escala, nunca termina.
Un plan de obra con horizonte cercano y pasos medibles
El despliegue de esta primera fase será muy tangible. Al principio se concentra en el desmontaje controlado de piezas que quedaron vulnerables tras la emergencia, la limpieza y el saneo de apoyos, y el replanteo de ejes y cotas de cerchas y pendientes. Seguirá con la fabricación y montaje de nueva carpintería estructural —siempre ajustada a las dimensiones históricas—, el colocado de canales y el rearmado de la teja. A la par, equipos especializados instalarán los muretes y puertas cortafuegos que dividen el bajo cubierta en sectores y se construirán o revisarán registros para mantenimiento.
El hito más visible, aunque parezca paradójico, no se verá: las barreras pasivas bajo cubierta que, en caso de incidente, frenarán el fuego y el humo. Quien mire desde el patio o desde el interior reconocerá el perfil de siempre, con teja tradicional asentada y un filo de plomo donde confluyen aguas. La discreción es aquí una virtud técnica: cuanto menos se perciban las novedades, mejor habrán encajado en el tejido histórico del conjunto.
A medida que avance la fase 1, quedará lista la pista para la rehabilitación interior: limpieza de hollín en paramentos, consolidación de morteros y yeserías, estabilización de policromías en retablos, revisión de vidrieras emplomadas y reposición de acabados que permitan devolver a las capillas uso pleno y lectura patrimonial. Esa segunda etapa es, por naturaleza, más lenta y minuciosa, porque entra en superficies sensibles y piezas únicas. Pero la parte decisiva es la que empieza ahora: cerrar el edificio a la intemperie con garantías y dotarlo de defensas internas frente a eventuales riesgos.
Detalles técnicos que marcan la diferencia
Al lector no le hace falta ser técnico para entender por qué se insiste tanto en la canal de plomo. Este material, cuando se trabaja con pericia, ofrece maleabilidad, durabilidad y una capacidad de sellado que otros metales no igualan en contacto con fábricas históricas. Su colocación exige un arte que no es común: el plomo no se “pega”, se asienta, se encaja, se engatilla; hay que prever su dilatación y protegerlo de abrasiones que puedan acortar su vida útil. En Córdoba, la tradición manda y, lo que es más importante, funciona.
Las cerchas de par e hilera, por su parte, son una escuela de ingeniería histórica: el par transmite cargas hacia los apoyos, la hilera estabiliza el conjunto, el tirante cierra el triángulo estructural y el nudillo evita pandeos y distribuye esfuerzos. Cuando se reduce el paso —es decir, la distancia entre cerchas—, se gana en redundancia y se reparten mejor las cargas de cubierta, con lo que cada pieza trabaja más relajada. Todo esto se mide, se calcula y se verifica hoy con herramientas contemporáneas, pero responde a una sabiduría constructiva antigua que el monumento ha validado durante siglos.
Otro punto sensible es la ventilación del bajo cubierta: sin un flujo de aire controlado, la madera sufre por humedad atrapada, aparecen hongos y las piezas pueden perder resistencia. La colocación correcta de la teja curva —con canales y cobijas que crean cámaras de aire— y la existencia de respiraderos discretos mantienen ese circuito de ventilación activo, incluso en veranos extremos o episodios de lluvia intensa. Obra y mantenimiento van de la mano: lo que hoy se resuelve con detalle tendrá que vigilarse con calendarios de revisión para que siga funcionando dentro de cinco, diez o quince años.
Por qué esta intervención importa más allá del incendio
Esta restauración no es solo la respuesta a un siniestro. Es la oportunidad de actualizar —sin estridencias— un sistema de cubiertas que protege espacios de enorme valor artístico y devocional. Es también un mensaje institucional: que los grandes monumentos abiertos al público pueden y deben convivir con obras programadas sin cerrar, que la prevención deja de ser un capítulo teórico y se convierte en arquitectura tangible, y que la transparencia de los procesos —con informes, memorias y controles— suma confianza a la ciudadanía.
La Mezquita-Catedral de Córdoba ha sido, durante décadas, un laboratorio de buenas prácticas en conservación. Esta nueva fase va en la misma línea: intervención reversible, materiales compatibles, mínimo impacto visual, documentación exhaustiva y protocolos claros de mantenimiento. Que el visitante pueda seguir entrando mientras arriba se recolocan tejas y se ajustan cerchas habla bien de la capacidad de gestión y del oficio de los equipos que operan en el edificio. Y al mismo tiempo, la obra funciona como recordatorio de que la protección del patrimonio es un proceso continuo, no un estado fijo.
El incendio de agosto dejó un rastro visible en una zona concreta, pero también evidenció la fortaleza estructural del conjunto y la eficacia de los servicios de emergencia y de los protocolos internos. La rapidez en acotar la propagación, la reapertura casi inmediata del monumento y la respuesta técnica en semanas demostraron que la cultura de prevención y mantenimiento no se improvisa. Se entrena. Se invierte en ella. Y cuando hace falta, aparece.
Lo que viene en las próximas semanas
Con la autorización ya en la mano, la obra de cubierta entra en tiempo real. Llegarán materiales y se organizarán turnos de carpintería y plomería; se retirarán piezas inservibles y se ajustarán otras que pueden recuperarse; se empezarán a ver cerchas nuevas presentadas y tejas que devuelven al tejado su perfil de siempre. La compartimentación bajo cubierta, aunque se ejecute con rapidez, requerirá planos exactos, encuentros cuidados y puertas probadas para asegurar estanqueidad de humo y resistencia al fuego. Nada de eso luce al visitante, pero es la pequeña gran revolución de esta fase.
El itinerario turístico convivirá con la obra con normalidad. Se mantendrá la información visible en accesos y se seguirán los protocolos ya conocidos: perímetros de seguridad, vigilancia adicional y comunicación de cualquier cambio operativo. Los tiempos pueden sufrir ajustes si aparecen sorpresas —en edificios históricos siempre pueden aflorar—, pero la hoja de ruta está clara: cerrar la herida en cubierta, elevar el listón de protección y preparar el terreno para que, cuando toque, la intervención en interiores sea más afinada y puntual.
Una vez restituida la estanqueidad y el comportamiento estructural del sistema de tejados, la mirada se posará en las capillas: limpieza de hollín, consolidación de morteros tradicionales, reintegración cromática donde proceda, estabilización de retablos y revisión de vidrieras. Esa etapa se anunciará con su propio detalle técnico y su programación, y pondrá el broche a un ciclo de trabajo que, aunque reactivo —nace de un incendio—, deja al conjunto mejor preparado que antes para resistir el paso del tiempo y los imprevistos que la realidad siempre pone delante.
Córdoba protege su icono y lo refuerza para el futuro
La Mezquita-Catedral de Córdoba entra en una restauración necesaria y sensata, centrada en reparar lo dañado, respetar lo heredado y mejorar la seguridad real del conjunto con criterios discretos y eficaces. La fase de cubiertas que arranca ahora no solo restituye tejados y cerchas; introduce esa compartimentación bajo cubierta, los controles y los accesos que, sin alterar la imagen histórica, elevan el nivel de protección.
El monumento seguirá abierto —como debe—, enseñando al mundo que el patrimonio vive, se cuida y aprende de los golpes. Cuando la vista vuelva a mirar esos faldones, verá la teja de siempre. Debajo, habrá una arquitectura más preparada para resistir. Y eso es, al final, la mejor noticia.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Junta de Andalucía, Europa Press, Cabildo Catedral de Córdoba, ABC, El País, Cadena SER Córdoba.

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