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Economía

Me han cobrado de Credilisto: ¿qué ha pasado y qué hacer?

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chica comprueba cargo de Credilisto

Cobros inesperados de Credilisto en tu cuenta, pasos claros para cancelarlos, reclamar y proteger tus finanzas con soluciones reales.

Si tu extracto bancario muestra un apunte con el concepto Credilisto (a veces aparece como “Credylisto” o con la URL del sitio), lo más habitual es que ese cargo esté vinculado a una suscripción a un comparador de préstamos que funciona mediante cuotas periódicas. No estamos hablando de un banco ni de una financiera tradicional que ingrese dinero en tu cuenta, sino de un servicio de intermediación que promete mostrar ofertas de terceros y que, tras un registro, activa una membresía. Esa membresía suele renovarse de forma automática. Ocurre con frecuencia: alguien se registra “para mirar” y se olvida de cancelar la prueba. Días después, aparece el apunte en la tarjeta. Si has pensado “me han cobrado de Credilisto y no sé por qué”, lo normal es que el motivo sea exactamente ese.

Qué hacer ahora, sin dar más vueltas: cancela la suscripción cuanto antes, deja constancia por escrito y pide el reembolso si estás dentro del plazo de prueba o si sostienes que no diste consentimiento. En paralelo, avisa a tu banco. Si el apunte es de tarjeta y no lo reconoces, tramita la impugnación por operación no autorizada y valora bloquear la tarjeta. Si lo que tienes es un recibo SEPA domiciliado, puedes devolverlo de forma simple desde la banca online dentro de los plazos legales. A partir de aquí, reúne pruebas (capturas, correos, justificantes) y conserva todo. Ese es el camino corto, el que funciona.

Qué es Credilisto y por qué te aparece un cargo

Credilisto —y su grafía habitual alternativa, Credylisto— opera como un buscador de préstamos y minicréditos. Es decir, no concede financiación: recopila ofertas de prestamistas y te redirige a páginas de terceros. Para acceder a ese “comparador” se crea una cuenta, se aceptan condiciones y, desde ese momento, la plataforma cobra una cuota de acceso. A menudo se introduce un pequeño cobro simbólico en la tarjeta durante el alta para verificarla; en algunos casos se llama “verificación 3D Secure” o similar. Tras un periodo de prueba que puede ser de pocos días, se activa la cuota completa y se renueva de manera automática cada cierto tiempo (habitualmente mensual), salvo baja expresa. La clave es esa: suscripción y renovación.

Ese matiz explica gran parte de los “me han cobrado de Credilisto sin haber pedido nada”. Puede que no hayas solicitado un préstamo, pero sí hayas encargado —quizá sin fijarte— una membresía. El registro suele ir acompañado de marcas de consentimiento: casillas que indican que aceptas términos y la política de pagos. No es extraño que el detalle del cargo en el extracto muestre variantes del nombre (“CREDILISTO”, “CREDYLISTO”, “WWW…”) y un importe que oscila alrededor de los treinta y tantos euros. Si no recuerdas haber contratado nada, conviene revisar el correo: a veces hay mensajes de bienvenida o facturas automáticas que lo confirman. Y si, al contrario, sí te registraste “para comparar”, lo más probable es que el cargo sea la renovación de la suscripción que no cancelaste a tiempo.

Otro punto a tener en cuenta: el servicio no es un préstamo. Es fácil confundirlo. Algunas personas creen que ese cargo es una comisión por un crédito concedido. No: se trata de una tarifa por usar el comparador, por el envío de “ofertas” o por el acceso a una zona privada. Lo resalto porque condiciona qué y cómo reclamarás. Si discutes el cargo como servicio no recibido o servicio no solicitado, tu argumentación será distinta que si crees que te han desviado dinero de un crédito. De nuevo, precisión: cargo de suscripción, no préstamo.

Pasos inmediatos para arreglarlo

La reacción útil no es impulsiva. Se trata de ordenar la información, cortar la sangría para el futuro y activar los mecanismos de devolución o impugnación. En quince minutos puedes encarrilarlo.

Antes de nada, céntrate en identificar con exactitud el movimiento: fecha, hora, importe, descriptor del comercio tal y como lo ve tu banco, los cuatro últimos dígitos de la tarjeta utilizada y si el apunte es de tarjeta o de recibo domiciliado. No es burocracia, es munición. Descarga el justificante en PDF y haz capturas. Si tienes SMS de confirmación, guárdalos. Si hay correos de alta o de bienvenida, archívalos. La huella digital del cargo es lo que más peso tendrá cuando hables con tu entidad o con la propia plataforma. Y sí, ese detalle que ahora te parece trivial —un dígito, un “www” en el descriptor— luego marca la diferencia.

Cancela la suscripción y pide el reembolso

El primer movimiento, salvo que tengas claro que se trata de un fraude sin registro previo, es cancelar la suscripción desde la web del proveedor. Los comparadores de préstamos suelen disponer de un enlace de baja o un formulario específico. Entra con tu correo, accede al área de cliente y desactiva la renovación. Haz captura del proceso y de la pantalla de confirmación. Si no encuentras el botón de baja o la web falla, escribe un correo a la dirección de atención al cliente solicitando baja inmediata, supresión de tus datos y, si estás a tiempo, reembolso del cargo reciente. Sé directo y educado, incluye nombre, apellidos, correo con el que te registraste, teléfono y, muy importante, el identificador del cargo que aparece en tu extracto.

Pide que el reembolso se tramite por la misma vía de pago y fija un plazo razonable para recibir respuesta. No hace falta un tono jurídico, pero sí claridad: “Solicito baja inmediata de la suscripción asociada a este correo, la supresión de mis datos y la devolución del último cargo, que no reconozco/que corresponde a un periodo de prueba que no deseo continuar”. A lo largo del proceso, no borres tu cuenta hasta haber cancelado la renovación y haber dejado constancia por escrito; borrar la cuenta demasiado pronto podría dejarte sin trazabilidad para reclamar.

Tarjeta o recibo SEPA: qué opción te toca

Con la baja en marcha, toca abordar la vía bancaria según cómo sea el cargo. Si el apunte es de tarjeta y no reconoces el pago como autorizado, habla con tu entidad para impugnarlo como operación no consentida. Explica que desconoces la transacción o que no aceptaste suscripción alguna. Pide bloqueo preventivo de la tarjeta si sospechas que tus datos se han filtrado o si han aparecido pequeños cargos de prueba (típicos del “carding”). La normativa europea de servicios de pago te ampara: cuando una operación no está autorizada, el banco debe reembolsarte inmediatamente el importe y, después, investigar. Conviene registrar la incidencia por un canal oficial (teléfono antifraude, chat seguro, oficina) y pedir número de referencia. Entre los plazos orientativos a tener en mente: hasta trece meses para cuestionar operaciones no autorizadas desde la fecha de adeudo, aunque cuanto antes lo hagas, mejor.

Si el apunte es un recibo SEPA domiciliado, el camino cambia. En ese caso, puedes pulsar el botón de “devolver recibo” desde tu banca online. La ley te concede ocho semanas para devolverlo sin necesidad de justificar el motivo cuando existe un mandato previo, y hasta trece meses si nunca diste autorización válida. De nuevo, guarda el justificante de devolución. Si tu entidad deniega la devolución, pide por escrito la motivación y la vía de reclamación posterior. Es importante: si al contratar el servicio no firmaste ni aceptaste ningún mandato SEPA, tu banco no debería cargar recibos de esa empresa. Ese argumento, acompañado de capturas, es decisivo.

Derechos, plazos y cómo escalar si te ignoran

Aunque a veces lo parezca, no estás en tierra de nadie. Tus derechos como usuario de servicios de pago están claros. La entidad debe responder a tu reclamación en quince días hábiles y motivar su decisión. Si la respuesta no te convence o no llega dentro del plazo, toca elevar el expediente al servicio de reclamaciones del supervisor competente en España. Para que esa queja tenga recorrido, documenta todo: justificante del cargo, capturas del área de cliente del comparador, correos enviados y recibidos, pantalla de baja, certificado de devolución del recibo o de impugnación de la tarjeta, y, en su caso, denuncia policial si sospechas de uso fraudulento de tus datos.

El terreno de consumo autonómico también ayuda cuando lo que discutes no es solo el pago, sino prácticas comerciales que consideras desleales: publicidad confusa, letra pequeña sobre suscripciones, periodo de prueba mal informado, dificultades para darse de baja. Presenta tu reclamación con hechos concretos, no opiniones: “el día X a las Y horas se me cargó Z euros por una suscripción que nunca autorizo” o “accedí a una prueba gratuita el día X y la di de baja el día Y; pese a ello, se me cobró la cuota el día Z”. Acompaña capturas fechadas y evita la retórica. También es útil acudir a asociaciones de consumidores que tramitan expedientes similares; conocen patrones y saben cómo encajarlos en la normativa vigente.

Un apunte paralelo que conviene no olvidar: la seguridad digital. Si llegaste al comparador a través de un anuncio engañoso, clicaste en un SMS sospechoso o te registraste desde una página que ahora no reconoces, blinda tus cuentas: cambia contraseñas, activa la verificación en dos pasos y, ante cualquier duda, solicita una tarjeta nueva. El coste de la sustitución suele ser inferior al riesgo de que tus datos queden rondando en listas de comerciantes poco transparentes. Y si no te fías, monitoriza tu tarjeta durante unas semanas: cualquier apunte raro, a la papelera con justificante.

Llegados a este punto, muchas personas me preguntan si merece la pena pelear por la devolución cuando la empresa dice que todo fue “consentido”. La respuesta es práctica: , cuando puedes acreditar que no diste autorización o que cancelaste dentro de plazo, y cuando te resulta más barato invertir una hora en gestionar la devolución que resignarte. Todo lo que has reunido —capturas, correos, justificantes— es tu palanca. Aunque en internet se lean historias para todos los gustos, quienes documentan bien suelen recuperar su dinero.

Evita que vuelva a ocurrir: hábitos sencillos que funcionan

La prevención no es glamour, es rutina. Quien compra online con frecuencia sabe que la tarjeta principal debe reservarse a pagos previsibles y que cualquier registro en webs que no son del todo “de confianza” conviene hacerlo con tarjetas virtuales o con límites. Si tu banco permite tarjetas de un solo uso o ajustes de tope para operaciones en internet, úsalo sin pudor. Reducen la exposición. También puedes separar gastos: una tarjeta para suscripciones que ya tienes claras (móvil, streaming, gimnasio) y otra —virtual— para pruebas y altas puntuales. Si algo se tuerce, cortas por lo sano y listo.

Otra costumbre barata y efectiva es poner recordatorios en el calendario. Si aceptas una prueba de tres o siete días, crea un aviso dos días antes. No se trata de vivir pendiente de alarmas, sino de evitar el olvido que encadena cargos no deseados. En paralelo, activa alertas en tu banca móvil para que cada pago online te notifique al instante. Ese ping en el bolsillo te permite reaccionar en minutos, no cuando llegue el extracto mensual. Y, de paso, te ayuda a detectar el “carding”: microcargos de verificación que delatan que alguien prueba números de tarjeta. Si ves importes mínimos en comercios extraños, alerta inmediata al banco y cambio de plástico.

También suman tres hábitos de lectura que parecen de perogrullo pero no siempre practicamos. Uno, buscar la palabra “suscripción” en la página de registro; si aparece en la letra pequeña, piensa dos veces si te compensa. Dos, localizar el botón de baja antes de aceptar nada; si cuesta encontrarlo o te exige pasos innecesarios, mala señal. Tres, guardar en favoritos la URL del área de cliente y el correo de soporte; cuando toque cancelar, tendrás el camino trazado. Todo esto reduce mucho el margen para que un “me han cobrado de Credilisto” se repita en el futuro.

No está de más mapear las vías de ayuda que funcionan en España. Si sospechas de phishing, smishing u otro enganche fraudulento, tienes el 017 para asesoramiento gratuito y confidencial. Si lo que necesitas es consumo, cada comunidad autónoma dispone de su red de oficinas y formularios. Y si lo que toca es denunciar, la Policía Nacional y la Guardia Civil te orientan sobre cómo presentar denuncia y qué documentación llevar. En la práctica, con un justificante de la operación y los correos que la rodean ya puedes arrancar. La tranquilidad de moverte con papeles en regla no tiene rival.

Una última idea, más estratégica: elige bien los comparadores. Que un servicio se presente como “buscador” no lo convierte en santo ni en villano. Hay herramientas útiles que aportan valor y hay otras que cobran por lo que podrías hacer tú en diez minutos. La diferencia, normalmente, está en la transparencia: precio claro, periodo de prueba sin letra escondida, botón de baja visible, contacto de soporte y texto legal comprensible. Si una web diluye esas piezas o regatea información esencial, desconfía. Aplica el viejo truco de cerrar la pestaña, pensarlo cinco minutos y buscar opiniones en fuentes independientes. Te ahorras sorpresas.

Un plan claro para recuperar tu dinero

Llegaste buscando respuestas porque viste un apunte que no esperabas: “Me han cobrado de Credilisto”. Ya tienes el marco completo y, sobre todo, tienes un plan. Primero, identificar con mimo el cargo y guardar todo lo que demuestre lo ocurrido. Segundo, cancelar la suscripción desde la propia plataforma y pedir reembolso de lo que corresponda, dejando rastro por escrito. Tercero, activar la vía bancaria adecuada: impugnar si es tarjeta y no autorizaste; devolver si es recibo SEPA y estás en plazo. Cuarto, escalar con método si te ignoran: reclamación formal a la entidad, consumo autonómico y, si hace falta, supervisor. Mientras tanto, seguridad al día y tarjeta a salvo.

No hay magia ni atajos, pero sí margen real para resolverlo. La experiencia demuestra que quien se mueve rápido, documenta bien y sigue los pasos recupera su dinero o, como mínimo, detiene futuras renovaciones. Y, visto lo visto, aquí nadie te va a pedir perfección: bastan unas capturas, un puñado de correos y una llamada a tiempo. A partir de ahí, todo encaja. Si en el futuro ves un cargo similar —en este u otro comparador—, sabrás qué significa y cómo cortarlo. Esa es, al final, la victoria práctica: entender el porqué, frenar el cobro y no volver a tropezar.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: OCU, Banco de España, INCIBE, FACUA.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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