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La mutua no me da la baja por lumbalgia: ¿qué puedes hacer?

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chico pidiendo baja por lumbalgia

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Mutua sin baja por lumbalgia: pasos claros, derechos y plazos clave para no perder cobertura o sueldo con pautas prácticas y ejemplos útiles.

Si la mutua te atiende por dolor lumbar y te comunica que no va a emitir parte de baja, el primer movimiento es acudir al médico de familia del Servicio Público de Salud para que valore la incapacidad temporal por contingencia común. Las mutuas no pueden dar bajas por dolencias comunes; su papel, cuando no hay accidente de trabajo, se limita a proponer pruebas o tratamientos y realizar seguimiento. Cuando la lumbalgia te impide desempeñar tareas esenciales del puesto —cargar peso, conducir, permanecer de pie, agacharte de forma repetida—, el profesional que emite el parte es tu médico del sistema público. No hay atajos ni fórmulas raras: cita, valoración clínica y, si procede, baja por incapacidad temporal.

Si el dolor aparece por un tirón claro durante la jornada, un sobreesfuerzo al mover mercancía o un gesto que se dispara en el propio puesto, el escenario cambia: puede tratarse de contingencia profesional, y la mutua sí tiene competencia para emitir la baja. Si la rechaza y entiendes que el origen es laboral, se activa la vía prevista para resolver el choque: solicita informes por escrito, registra una determinación de contingencia ante el INSS, y, para que no te quedes sin cobertura, pide a tu médico de familia una baja por común mientras se decide. El procedimiento está pensado para evitar vacíos de protección y corregir el origen cuando haya un dictamen definitivo. Conviene moverse en ese orden y sin dejar pasar plazos.

Introducción amplia: el punto ciego en ventanilla

Se repite la escena. Entras con una lumbalgia que te corta el cuerpo, sales de la mutua con analgésicos y la frase: “no corresponde baja”. El mensaje desconcierta, porque el dolor existe y el trabajo no espera. El sistema, sin embargo, distingue contingencias comunes y contingencias profesionales: en las primeras decide el médico del servicio público; en las segundas, el facultativo de la mutua, al que la empresa tiene adscrita la cobertura. La confusión nace cuando el origen no está claro desde el minuto uno. Para eso existen cauces específicos: la determinación de contingencia, la revisión de altas y los procedimientos de disconformidad. Todos tienen reglas, todos tienen plazos y todos —bien usados— funcionan.

El dolor lumbar, por su frecuencia, genera fricciones administrativas. No suele requerir una resonancia para acreditar incapacidad temporal; basta con la valoración clínica, el relato del mecanismo si lo hubo y la descripción de limitaciones funcionales respecto del puesto. El objetivo de la baja médica no es regalar días, sino prevenir empeoramientos y facilitar la recuperación para regresar con seguridad. A veces bastan unos pocos días; otras, no. Y el papel de quién decide depende de dónde nace la lesión.

Qué pasa cuando la mutua dice que no

Cuando no hay accidente ni gesto laboral identificable, la mutua no emite parte de baja. Puede, eso sí, proponer pruebas, derivar a fisioterapia concertada o valorar la aptitud para el puesto, pero la llave del parte la tiene tu médico de familia. Por eso el movimiento eficaz, si la lumbalgia te incapacita, es pedir cita y explicar de forma concreta qué te impide hacer: levantar cargas de más de cierto peso, permanecer en bipedestación prolongada, conducir furgón muchas horas, manipular bultos a nivel suelo-estantería, llevar exoesqueletos o EPIs pesados. Cuanto más vincules la clínica a tareas del puesto, mejor entenderá el profesional el impacto funcional.

Existe un segundo escenario: la lumbalgia arranca con un gesto súbito trabajando o en el trayecto de casa al trabajo y la mutua considera que no es laboral. Aquí no termina la historia. Pide por escrito el informe de asistencia y cualquier prueba ya realizada, solicita en tu empresa el parte de accidente si hubo suceso concreto, recoge testimonios de compañeros que presenciaron el tirón y registra la determinación de contingencia. Es un procedimiento administrativo que traslada el caso al INSS para que decida si el proceso es común o profesional. Mientras se resuelve, tu médico del sistema público puede mantener la baja por común. Si el dictamen final concluye que era profesional, se recalculan prestaciones como si siempre lo hubiera sido.

Y una tercera posibilidad, nada infrecuente: la mutua te da el alta en un proceso ya reconocido como laboral, pero sigues con dolor limitante. Existe un procedimiento especial de revisión, con un plazo corto para pedirlo, que puede suspender los efectos del alta hasta que haya resolución. No es un truco, es una garantía del sistema para situaciones discutidas médicamente. Importa activarlo a tiempo, porque regresar sin estar recuperado multiplica el riesgo de recaída.

Diferenciar común y profesional

La frontera entre contingencia común y contingencia profesional es el origen. Llamamos profesional al accidente de trabajo y a la enfermedad vinculada al desempeño, y común a todo lo demás. En términos prácticos: si la lumbalgia estalla “con ocasión” del trabajo, durante la jornada y en el centro de trabajo, hay una presunción favorable al origen laboral, que puede quebrarse si se demuestra lo contrario. Si el dolor llevaba días creciendo en casa y no hay gesto ni suceso relacionado con el puesto, se considera común. Parece evidente en abstracto; en la vida real, no tanto.

En trabajos con esfuerzos repetidos —logística, hostelería, construcción, cuidados— son frecuentes los episodios desencadenados por un movimiento concreto: levantar un bulto, empujar una cama articulada, agacharse de lado para cargar un carro, subir una rampa imposible con transpaleta. En oficinas y puestos sedentarios predominan los cuadros de sobrecarga al permanecer sentado muchas horas sin apoyo lumbar, pero esos episodios, salvo excepción, no se consideran laborales si no hay un hecho concreto que los dispare. Esta distinción, que a veces frustra, ordena quién asiste, quién paga y qué cuantía corresponde.

Señales que orientan el origen

Cuando el dolor aparece con un chasquido o punzada nítida en plena maniobra y hay testigos o un hecho fácilmente objetivable (caída, mal gesto con peso, resbalón), la balanza se inclina hacia lo profesional. Si lo que hay es un cuadro progresivo, que empeora con el paso de los días y sin evento claro, suele pasar al ámbito común. En ambos supuestos, la descripción del mecanismo en el primer informe pesa mucho. Evita vaguedades del tipo “me duele la espalda desde hace tiempo” y relata con precisión si hubo un gesto detonante. El lenguaje importa, y no por estética: define el marco jurídico de lo que te ocurre.

Qué se considera lumbalgia a efectos de incapacidad

Se engloba como lumbalgia desde el dolor lumbar inespecífico —el más frecuente— hasta cuadros con irradiación a glúteo o pierna (lumbociatalgia) que obligan a interrumpir tareas físicas o incluso la conducción. La incapacitación no exige pruebas sofisticadas en la primera visita; la exploración clínica, el dolor a la flexión-extensión, la limitación para levantar peso o para permanecer sentado durante turnos completos son indicadores suficientes para una baja corta si el puesto lo requiere. Las guías clínicas recomiendan evitar el reposo absoluto, salvo en fases muy breves, y promover la movilización progresiva, analgésicos adecuados y, cuando toca, fisioterapia. Todo ello es compatible con la protección social cuando la espalda te frena de verdad.

Trámites paso a paso sin perder cobertura

La ruta práctica empieza con una decisión sencilla: si no hay accidente de trabajo, pide la baja al médico de familia; si lo hay o crees que lo hay, deja constancia y acude a la mutua. Si la mutua niega la baja o el origen laboral, documenta y activa la determinación de contingencia. No es un laberinto si se recorre en orden.

El expediente de determinación de contingencia se presenta por vía telemática o presencial. Se adjuntan informes de urgencias, anotaciones de la mutua o del servicio público, descripción del puesto, parte de accidente si lo hubo y cualquier prueba de imagen disponible. El INSS requerirá versiones a la mutua y al servicio público, e incluso puede citarte a evaluación médica. Su resolución dirá si el proceso es común o profesional, con efectos económicos y asistenciales desde el inicio. Mientras decide, la baja común mantiene la protección y evita que el salario se quede colgando.

Si la mutua da un alta en contingencia profesional y no estás recuperado, el procedimiento de revisión tiene un plazo breve —conviene actuar en el mismo día o al siguiente— y permite pedir que se suspenda el alta hasta que se resuelva. La solicitud debe acompañarse de informe clínico actualizado que explique las limitaciones que te impiden trabajar. También existe una vía de disconformidad para los casos en que el INSS extingue la incapacidad temporal por superar la duración ordinaria y te da alta no favorable; el plazo para reaccionar es de días contados ante la inspección médica del servicio público de salud. No mezclar procedimientos evita errores que luego cuestan caros.

Cómo pedir informes y usar tu historia clínica

Nadie defiende mejor tu expediente que tus informes en la mano. Tienes derecho de acceso a la historia clínica y a las pruebas que te hayan realizado, con límites muy concretos relacionados con datos de terceros. Si en la mutua te dicen “no se entrega”, solicítalo por escrito. Si has pasado por urgencias, pide copia sellada. Si tu empresa ha abierto investigación de accidente o parte interno de incidente, guarda ese documento. A la hora de que un tercero determine la contingencia, pesan los papeles y la coherencia temporal de los hechos mucho más que las opiniones de pasillo.

Plazos que no se deben perder

Son pocos, cortos y determinantes. El plazo para revisar un alta de la mutua en contingencia profesional se cuenta en días hábiles; perderlo te obliga a pasar a la vía judicial, con tiempos largos. El plazo de disconformidad frente a un alta administrativa del INSS tras procesos prolongados es de días naturales, y se presenta ante la inspección médica del servicio público. La determinación de contingencia no caduca de un día para otro, pero cuanto antes se registre, antes habrá resolución y se evitarán agujeros en nómina.

Efectos económicos y por qué importa la etiqueta

Que tu lumbalgia sea “común” o “profesional” no solo decide quién te atiende; marca cuánto y desde cuándo cobras. En contingencia profesional, la prestación por incapacidad temporal es del 75% de la base reguladora desde el día siguiente a la baja, con matices de convenio que pueden mejorarla. La empresa actúa con pago delegado pero es la mutua la que asume el coste. En contingencia común, los tres primeros días no están cubiertos por la Seguridad Social; del cuarto al vigésimo se abona un 60%, y desde el día 21, el 75%. Dependiendo del convenio, puede haber complementos que suavicen la caída de ingresos. La etiqueta importa porque empuja una diferencia clara en bolsillo y asistencia.

Hay otro aspecto económico que suele pasar desapercibido: si la mutua te da alta en profesional y reincorporas sin estar al cien por cien, aumentan las posibilidades de recaída, y eso tiende a alargar procesos y a multiplicar incidencias en nómina. Activar a tiempo la revisión evita situaciones en las que, meses después, se terminan reclamando prestaciones “indebidas” o se abre un baile de bases reguladoras. El sistema está diseñado para que, si una determinación posterior establece que siempre fue profesional, se recalcule todo desde el día uno sin dejar huecos. Para que eso ocurra, hay que mover ficha dentro de plazo.

Errores frecuentes que se repiten

El primer error es marcharse de la mutua sin alternativas, con la idea de que “no corresponde baja” y por tanto no hay nada que hacer. Cuando el origen no es laboral y no puedes trabajar, la vía correcta es el médico de familia. El segundo error es dejar pasar plazos: el de revisión del alta de la mutua y el de disconformidad con altas administrativas del INSS. Son cortos y se consumen en días; fijarlos en el móvil nada más recibir el papel es una costumbre que ahorra disgustos.

El tercer tropiezo es no pedir informes. Creer que “ya me los darán” semanas después complica el expediente. Cambian profesionales, se cierran episodios, se pierden detalles. Con informes sellados en mano es más fácil que el INSS o la inspección entiendan de un vistazo qué ocurrió, cuándo, cómo y por qué ahora el dolor impide trabajar. Y una precisión útil: aceptar una baja por común cuando crees que el origen fue laboral no te perjudica; asegura la prestación mientras se decide. Si al final te dan la razón, se reconduce todo como profesional, con efectos retroactivos.

El cuarto, sutil pero importante: contar mal la historia clínica. Frases como “me duele desde hace tiempo” sin anclar el momento de inicio o sin describir el gesto detonante diluyen el vínculo laboral. Vale más relatar con sencillez y precisión: qué estabas haciendo, en qué postura, con qué peso y cómo apareció el dolor. No es literatura, es prueba.

La salud por delante: clínica, puestos y recuperación sensata

El papel va detrás de la medicina. Una lumbalgia mal dirigida puede cronificarse y acabar en procesos más largos o en readaptaciones del puesto. En los primeros días, salvo banderas rojas, reposo absoluto no; mejor movilización suave, control del dolor y rutina progresiva. La fisioterapia temprana acorta tiempos en perfiles seleccionados, y los ejercicios de core —cuando ya no duele tanto— aportan estabilidad para volver con seguridad al trabajo. En logística, volver con tareas graduadas, reducir un tiempo la carga máxima o trabajar con parejas para bultos pesados favorece una reincorporación sin sobresaltos. En cuidados, se agradecen ayudas técnicas y turnos con menos movilizaciones pesadas mientras el lumbar se asienta. En conducción, pausas pautadas y control del perfil de asientos ayudan más que cualquier fármaco.

Qué debe constar en el parte para que todo fluya

No se trata de llenar el parte de florituras, sino de información funcional. Diagnóstico claro —lumbalgia aguda, lumbociatalgia si hay irradiación—, inicio del cuadro, mecanismo si existió y limitaciones concretas respecto del puesto: no levantar cargas de más de cierto peso, no bipedestación prolongada, no torsiones repetidas de tronco, no conducción continua de más de X horas. Ese lenguaje permite a la empresa organizar sustituciones, ayuda a la mutua o al servicio público a planificar la fisioterapia y deja al INSS una fotografía nítida si tiene que decidir la contingencia. Es, en esencia, contar la realidad con un vocabulario que la administración entiende.

Escenarios frecuentes y cómo se resuelven

Un supermercado en campaña de cajas mixtas. La persona se agacha para colocar un palé bajo y nota una punzada que le deja bloqueada. Mutua, asistencia, analgésicos, sin parte de accidente. Esa misma tarde, baja por común en atención primaria con diagnóstico de lumbalgia aguda y determinación de contingencia registrada con los datos del gesto, una descripción de tareas y un escrito corto de la encargada que presenció la escena. A las semanas, el INSS determina que había origen laboral: la mutua asume la cobertura y recalcula la prestación desde el inicio. El trabajador no quedó un solo día sin protección.

Una residencia con movilizaciones constantes. Tirón lumbar al sentar a una usuaria que se resiste. La mutua considera que no hay accidente; se activa la revisión del alta cuando la propone, se aporta el informe de riesgos, se recoge la hoja de tareas y se remite todo al INSS. Se reconoce la concausa laboral por el gesto propio del puesto y la repetición de maniobras de carga, y se clasifica la baja como profesional. Este patrón —gesto típico del puesto, dolor inmediato, testimonio— se ha visto en distintos sectores y funciona cuando se documenta bien.

Una empresa de mensajería. Dolor sordo que lleva días, sin tirón, que empeora al final de la ruta. Ahí la baja por común es la vía; se pauta tratamiento, se programan revisiones y se negocia con la empresa una reincorporación gradual cuando remite. No todo dolor lumbar en un trabajo físico es accidente; y no por eso deja de merecer protección.

Mapa rápido para no quedarse sin protección

Hay una forma de ordenar el caos cuando la mutua no da baja por lumbalgia. Identificar de salida si hubo o no hubo un gesto laboral. Si no lo hubo y el dolor te incapacita, la baja corresponde al médico de familia y la mutua puede ayudar con pruebas o rehabilitación, pero no con el parte. Si crees que sí hubo origen laboral y la mutua lo niega, pide informes, registra determinación de contingencia y mantén la baja por común mientras se decide. Si te dan alta y no estás bien, activa la revisión dentro de plazo. En paralelo, cuida la espalda con medidas sensatas y pacta reincorporaciones graduales cuando toque. No hay misterio: mover la pieza adecuada en el momento correcto impide que el dolor se quede, la nómina se rompa o el expediente naufrague.

La idea central no cambia aunque cambien los mostradores o los formularios: tu salud primero, el procedimiento detrás. El sistema ofrece salidas para cada uno de los escenarios que se repiten con el dolor lumbar. Usarlas sin miedo, con papeles y plazos en la cabeza, ahorra vueltas y evita que una lumbalgia común termine convertida en un problema gigantesco. Y si el origen fue el trabajo, existe un camino claro y previsto para que así conste y se proteja como corresponde.


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Este artículo se apoya en normativa y recursos oficiales de referencia para asegurar rigor y utilidad. Fuentes consultadas: Seguridad Social, Seguridad Social, Sede Seguridad Social, BOE, BOE, GuíaSalud, NICE, Ministerio de Trabajo.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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