Cultura y sociedad
Incendio en el restaurante Mas Marroch: ¿qué pasó de verdad?

Incendio en Mas Marroch: arde la cúpula de madera, sin heridos. Cronología, daños y qué pasará con eventos mientras avanza la investigación.
La madrugada de este martes ardió por completo la gran cúpula de madera del Mas Marroch, el espacio de eventos de los hermanos Roca en Vilablareix (Girona). No hubo heridos. El aviso entró al 112 a primera hora —sobre las 4.30— y una decena de dotaciones de Bombers trabajó durante horas hasta estabilizar el fuego al amanecer, priorizando la protección de la masía gótica del complejo para impedir que las llamas se propagaran a la parte histórica. El incendio afectó sobre todo al ágora central, esa estructura circular tan reconocible que ordenaba el jardín y servía de corazón para banquetes y celebraciones. Las causas siguen en investigación.
La imagen que quedó tras la extinción es conocida por cualquiera que haya seguido la actividad del grupo Roca: un gran vacío donde antes había madera, caña y luz tamizada. Bajo la cúpula se realizaban servicios y montajes especiales; alrededor, varias dependencias de apoyo —una cocina, un almacén, una sala— también registraron daños. No hay constancia de víctimas, ni entre trabajadores ni entre proveedores o vecinos. A partir de ahí, se abre el trabajo técnico: asegurar el perímetro, desmontar los restos inestables, evaluar estructuras y comenzar la descontaminación del área afectada para poder diseñar la reconstrucción sin comprometer la agenda del recinto.
Un resumen preciso de daños y tiempos
La secuencia que relatan fuentes del servicio de emergencias es clara: llamada de madrugada, llegada inmediata de dotaciones, ataque directo a la cúpula y defensa perimetral de la masía. La climatología no jugó especialmente a favor —la madera seca y los revestimientos ligeros arden muy rápido—, y por eso se optó por una estrategia mixta: abatir temperatura en la parte alta y cortar la llegada de oxígeno mediante ventilación controlada. Hacia las 7.00 el fuego se dio por estabilizado, ya sin llamas visibles en la cúpula y con equipos dedicados a remoción y enfriamiento para impedir reigniciones. En lenguaje sencillo: el incendio dejó de avanzar, pero los bomberos continuaron horas removiendo brasas y verificando puntos calientes en los cerramientos de madera y caña que permanecían latentes.
El balance de daños dibuja tres niveles. Primero, la pérdida prácticamente total de la cúpula: el armazón quedó carbonizado, los revestimientos de caña desaparecieron y las cubiertas plásticas técnicas —ligeras, pensadas para tamizar radiación y lluvia— se deformaron por la alta temperatura. Segundo, afectaciones en dependencias anexas, con especial mención a una cocina de servicio y una sala de apoyo que necesitarán desinfección, reparación de instalaciones y verificación de acabados. Tercero, la masía histórica, que fue protegida con líneas de defensa y no presenta daños estructurales reseñables según las inspecciones iniciales. Esa protección del cuerpo principal explica que el conjunto conserve su valor patrimonial y funcional de cara al futuro, más allá del golpe simbólico que supone perder su ágora más icónica.
Qué es Mas Marroch dentro del universo Roca
Conviene situar el lugar para entender el impacto. Mas Marroch no es El Celler de Can Roca, pero sí una de las piezas clave del ecosistema que la familia ha tejido en torno a Girona. Es el espacio donde se celebran bodas, convenciones y presentaciones, un laboratorio de hospitalidad a gran escala en el que la casa Roca aplica su filosofía con otra métrica: más comensales, montajes complejos, logística de alto nivel. Para muchos clientes, la cúpula no era solo un capricho estético; ordenaba la circulación, marcaba la luz del banquete, creaba un clima reconocible que convertía una celebración en algo muy propio.
Esa condición de símbolo operativo y emocional explica por qué la noticia importa más allá del suceso. El grupo Roca ha diversificado en la última década con proyectos como el complejo del Castell de Sant Julià de Ramis —con espacios gastronómicos y culturales— o aperturas que han funcionado como homenajes y aggiornamentos de su historia familiar. Mas Marroch, dentro de ese mapa, es la nave logística y poética a la vez: donde pueden desplegar una parte del repertorio culinario en formato evento, con un nivel de servicio que pocas casas en España sostienen de manera estable.
La cúpula perdida: materiales, oficio y dimensión
La cúpula del Mas Marroch se convirtió en una seña de identidad por su forma y por sus materiales. Un anillo de piedra seca servía de base para la estructura de madera, resuelta con costillas de gran sección que trazaban el cascarón. Encima, un tamiz de caña elaborado por artesanos locales filtraba la luz del sol, y un conjunto de piezas plásticas ligeras —metacrilato técnico o policarbonato, según la zona y la evolución del proyecto— terminaba de cerrar el sistema sin convertirlo en una cubierta pesada. El resultado era un espacio poroso, entre interior y exterior, en el que el jardín parecía entrar y el sonido se recogía sin estridencias.
En números, hablamos de una pieza de decenas de metros de diámetro y en torno a los diez de altura en la clave, con pilares integrados en el diseño y un sistema de anillos que distribuía esfuerzos. No era un capricho improvisado: respondía a una lógica climática (sombra, ventilación natural), acústica (reducción de reverberaciones) y operativa (capacidad de montaje, desmontaje de elementos, paso de instalaciones para iluminación y sonido). Que ardiera con rapidez, por tanto, tiene que ver con su naturaleza: madera y caña son combustibles; el diseño buscaba ligereza, y las piezas de revestimiento se comportan mal ante altas temperaturas. Aun así, su comportamiento estructural fue el esperable en una estructura de madera maciza: carboniza la sección exterior y protege el núcleo por un tiempo, el suficiente como para que los equipos trabajaran con seguridad relativa y priorizaran la defensa de la masía.
Lo que ocurre a partir de hoy: seguridad, peritaje y calendario
Tras cualquier incendio en una estructura singular, el guion técnico es bastante estable. Primero, asegurar. Esto implica vallar el perímetro, desmontar elementos inestables, retirar piezas que puedan colapsar y revisar el terreno —el agua de extinción arrastra finos y puede generar blandones o pequeñas cavidades—. Segundo, descontaminar: aspiración y limpieza de hollín, segregación y retirada de maderas carbonizadas, gestión de residuos con trazabilidad. Tercero, inspección estructural: comprobar los apoyos de piedra, medir deformaciones, observar grietas nuevas o dislocaciones que indiquen que la base ha sufrido. Cuarto, instalaciones: revisar líneas eléctricas, cuadros de distribución, saneamiento, drenajes y riego del jardín, porque la combinación de calor y agua puede haber afectado a conducciones soterradas.
Con el informe preliminar en la mesa, llega la fase de proyecto. ¿Se puede reconstruir la cúpula sobre los apoyos existentes? ¿Es necesario ejecutar de nuevo toda la subestructura? ¿Conviene introducir alguna mejora —protecciones pasivas, sectorizaciones, sensores— sin traicionar la estética? Son preguntas que resolverán ingenieros, arquitectos y artesanos con experiencia en madera y caña. La historia juega a favor: el equipo que levantó la pieza conoce el lugar, los proveedores existen, la técnica es reproducible. El calendario, en cambio, dependerá de licencias, acopios y coordinación con la agenda de eventos.
Impacto en reservas y eventos programados
La pregunta práctica llega sola: ¿qué pasa con las bodas, cenas y convenciones previstas en las próximas semanas? La política habitual en espacios de este nivel es clara: se contacta a cada cliente, se evalúan opciones de reubicación dentro del propio complejo —salas no afectadas, carpas técnicas, montajes alternativos— o en otros espacios del grupo; si no encaja, se negocia un cambio de fecha o una devolución. Mas Marroch cuenta con recursos y sedes que permiten absorber parte de esa demanda, y la agilidad en estas primeras 48–72 horas será determinante para mitigar el impacto reputacional y económico.
El conjunto tiene margen para soluciones temporales. Existen carpas modulares de alta gama con sistemas de climatización, cerramientos seguros y acústica controlada que pueden montar superficies de varios cientos de metros cuadrados en poco tiempo. No replican la magia de la cúpula, sí permiten sostener la actividad con estándares adecuados mientras avanza la reconstrucción. La clave será la comunicación transparente con los clientes, la coordinación con proveedores de iluminación, sonido y flores, y el respeto escrupuloso a las medidas de seguridad que imponga la investigación en el área afectada.
Investigación de causas: hipótesis abiertas, prudencia obligada
Los incendios en estructuras de madera con uso de eventos tienen puntos críticos conocidos: instalaciones eléctricas, encuentros de materiales, maquinaria de cocina o de climatización, iluminación escénica, equipos temporales que entran y salen según el montaje. La investigación —que realizan equipos especializados— integrará testimonios, registros de consumo, inspección física minuciosa y, si existen, imágenes. No hay, a esta hora, una hipótesis oficial cerrada. La prudencia es obligada, tanto por respeto a los profesionales que trabajan sobre el terreno como por la responsabilidad que supone atribuir un origen antes de contar con un dictamen.
En paralelo al peritaje, es habitual que el equipo gestor del recinto revise protocolos: listas de chequeo antes y después de cada evento, formación de personal en detección y primera respuesta, mantenimiento de extintores y BIE, simulacros, señalización de evacuación. Mas Marroch no parte de cero. Espacios de esta categoría operan con planes de autoprotección que obligan a entrenar y a auditar, y este episodio servirá, previsiblemente, para introducir mejoras razonables allí donde se detecten oportunidades.
Cómo se comporta la madera en un incendio de estas características
La madera tiene mala prensa en caso de incendio, pero conviene matizar: arde, sí, pero lo hace de manera previsible cuando está bien dimensionada. Las secciones macizas carbonizan en superficie creando una capa que protege el interior durante un tiempo. El problema no suele ser la resistencia última, sino la velocidad de propagación cuando coinciden tres factores: abundancia de combustible (madera, caña), tiraje (geometrías altas que generan corrientes ascendentes) y elementos de acabado ligeros —plásticos, barnices— que aceleran la transmisión térmica y generan humo. De ahí que el ataque de los bomberos se centrara en la clave de la cúpula y en cortar el aporte de oxígeno, con énfasis en la ventilación controlada y el enfriamiento con agua atomizada para no añadir peso innecesario a una estructura ya debilitada.
En una base de piedra seca, como la del Mas Marroch, la estructura inferior actúa como barrera no combustible. Esto ayuda a sectorizar por abajo: la piedra ni arde ni humedece su resistencia con el calor, aunque sí puede fisurar si hay choques térmicos intensos. Por eso, tras el incendio, los técnicos se fijan en grietas nuevas, descarnados de mortero y en pequeños desplazamientos. Si los apoyos se mantienen íntegros, la reconstrucción puede apoyarse en la geometría existente; si hay daños relevantes, habrá que intervenir más a fondo en cimientos y arranques de pilares antes de volver a levantar el cascarón de madera.
El valor simbólico y económico de un ágora en llamas
Más allá del parte técnico, el incendio toca un símbolo. La cúpula del Mas Marroch representaba un modo de entender la hospitalidad: naturaleza, artesanía, tecnología ligera y cocina de alto nivel conviviendo en un mismo gesto. En términos económicos, la pieza también era un activo: permitía montar eventos de alta capacidad con una identidad visual reconocible, anclaba la marca y hacía que muchas parejas soñaran con casarse bajo aquella luz filtrada. Perderla implica un coste directo en reconstrucción y otro indirecto en oportunidad: fechas que habrá que mover, eventos que migrarán a otras sedes, ingresos que tardarán en entrar al ritmo habitual.
La capacidad de reacción del grupo Roca, curtida en crisis anteriores, servirá para amortiguar el golpe. Ya en 2020, tras el confinamiento, el equipo fue capaz de reabrir fórmulas y generar propuestas que mantuvieron empleo y actividad en la provincia. Más recientemente, han ido sumando proyectos que demuestran músculo organizativo y sensibilidad para leer el territorio. Esa combinación —oficio, equipos amplios, proveedores fieles— es capital cuando hay que rearmar un símbolo sin perder calidad ni identidad.
Reconstruir sin traicionar la idea original
Reconstruir una pieza así no consiste en clonar lo perdido y ya está. Supone discutir cada decisión: ¿mismos materiales? ¿Mejoras invisibles que eleven la seguridad? ¿Criterios de sostenibilidad actualizados? La madera seguirá siendo protagonista —es parte del alma del lugar—, pero es razonable pensar en incorporar protecciones pasivas (capas intumescentes discretas, sectorizaciones) o sensórica que ayude a la detección temprana. También reabrirá el debate sobre mantenimiento: calendarios, sustitución de elementos expuestos, tratamientos que alarguen la vida útil de la caña sin restarle belleza.
El resultado ideal será reconocible —nadie quiere que el Mas Marroch deje de ser el Mas Marroch—, pero con aprendizajes integrados. La arquitectura contemporánea de madera ofrece hoy soluciones extraordinarias en términos de prestaciones y belleza, y el tejido de artesanos de la comarca aporta competencia para rearmar la piel de caña con garantías. La coordinación entre todos esos oficios será el gran reto de los próximos meses.
Lo que pueden esperar los próximos días quienes trabajan y celebran allí
Para el personal del recinto, las primeras jornadas tras un siniestro de estas características son un maratón: inventarios, limpieza fina, apoyo a los técnicos y mucha comunicación. El objetivo es mantener la operativa en lo que no ha resultado afectado, reordenar calendarios y sostener equipos. Para proveedores habituales —floristas, técnicos de sonido, empresas de alquiler—, se abre un periodo de ajustes: novedades en los montajes, cambios de ubicación, horarios que se mueven. Nada de eso resulta extraño en una operación que, por naturaleza, ya lidia cada semana con complejidades logísticas.
Quienes tenían una reserva verán, previsiblemente, propuestas concretas y razonadas para reubicar su evento. La experiencia enseña que cuando se actúa con celeridad y transparencia, el ecosistema responde: hay sedes que prestan espacios, proveedores que hacen encaje de bolillos para cuadrar fechas, administraciones que agilizan trámites dentro de la legalidad. En paralelo, el relato público irá migrando del shock de la noche del incendio al trabajo —menos vistoso, más decisivo— de reconstrucción. Ese es el pulso que habrá que contar bien: del humo a la obra, del cráter a la cúpula.
Rearmar un símbolo sin perder el pulso
El incendio en el Mas Marroch deja una buena noticia y un desafío. La buena noticia es rotunda: no hubo víctimas. El desafío apunta a la identidad misma del lugar: recuperar su ágora, ese techo liviano que hacía reconocible cada celebración y que ordenaba la experiencia bajo la luz de Girona. No será un camino corto; exigirán peritajes, proyectos, licencias y un trabajo de taller delicado entre carpinteros, canteros, artesanos de caña y técnicos de instalaciones. Pero el punto de partida es sólido: el complejo mantiene su masía histórica en pie, el equipo humano está ileso y la red de proveedores que ayudó a levantar la cúpula original sigue ahí, con más conocimiento que entonces.
En los próximos días seguiremos oyendo hablar de vallados, perímetros y peritajes. Después llegará la fase silenciosa de producción: maderas que se secan y se mecanizan, prototipos de uniones, pruebas de caña, barnices que se testean al sol, piezas plásticas que se cortan a medida. Tarde o temprano, en el jardín volverá a crecer una geometría que todos reconoceremos al instante. La escena final no será una copia perfecta —nunca lo es—, pero si el equipo acierta, recuperará la atmósfera que convirtió a la cúpula del Mas Marroch en uno de los escenarios más queridos de la gastronomía festiva española. Y cuando se inaugure de nuevo, quizá lo que más nos conmueva sea comprobar que, pese al fuego, no se ha perdido el pulso.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: El País, La Vanguardia, 20Minutos, Cadena SER, elDiario.es, 3Cat, El Punt Avui.

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