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Cultura y sociedad

¿Qué gafas lleva Sánchez en el Senado y dónde comprarlas?

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gafas pedro sanchez

Las gafas de Pedro Sánchez tienen nombre: Dior 2601 30, vintage ochentero. Precio 290 €, claves de compra, dónde encontrarlas y puntos clave.

Pedro Sánchez lució en su comparecencia en la Cámara Alta unas gafas de Christian Dior, concretamente el modelo 2601 en color 30, una montura vintage de los años 80 fabricada en Alemania y muy reconocible por su frente de pasta efecto carey rojizo y varillas metalizadas. La horquilla de precio realista para la montura —sin lentes— se mueve en torno a 290 euros, con variaciones según el estado (nuevo de stock antiguo o usado), el color y el tamaño. No forma parte del catálogo actual de Dior: para hacerse con ella hay que acudir a tiendas especializadas de óptica vintage o a plataformas de segunda mano donde aparece por tandas, con un stock tan intermitente como deseado.

Quien quiera replicar exactamente el modelo tiene dos caminos claros. El primero, rastrear comercios europeos de monturas antiguas —con reputación contrastada— que trabajan con stock NOS (New Old Stock) y publican la referencia completa “Christian Dior 2601 30” con medidas y fotografías de detalle. El segundo, moverse en plataformas de compraventa donde aflora con cierta frecuencia, asumiendo que convendrá verificar medidas, autenticidad y estado. En España, el paso imprescindible es montar y ajustar las lentes en una óptica de confianza: la montura llega “desnuda” y el precio final dependerá de tu graduación y de los tratamientos que elijas para los cristales.

Ficha del diseño: así es la montura que se impone en el hemiciclo

El Dior 2601 color 30 pertenece a una familia de gafas que marcó época. Es una silueta grande, con calibre habitual de 58 mm y puente cercano a 17 mm, que enmarca la mirada con un contorno de inspiración ochentera entre aviador suavizado y cuadrado redondeado. La clave estética está en el carey rojizo con vetas cálidas y en los detalles dorados de bisagras y varillas, un diálogo de materiales muy propio de la línea masculina de la casa en aquella década.

La combinación de frente generoso y bordes suavizados crea un efecto de presencia controlada: no es una montura discreta ni pretende serlo, pero evita la rigidez geométrica que a veces endurece los rasgos. En fotografía y vídeo, ese brillo cálido en las vetas del carey levanta el iris castaño y aporta una nota clásica que encaja con trajes oscuros, camisas claras y corbatas sobrias. Funciona de día y de noche, en despacho, pasillos y atril; el aire académico está, pero sin nostalgia rancia.

Hay un punto funcional que pasa desapercibido en las imágenes y que conviene destacar: el ángulo pantoscópico —la ligera inclinación del plano de las lentes hacia las mejillas— suele venir algo más marcado en estas piezas que en muchas monturas contemporáneas. ¿Resultado? Lectura cómoda a media distancia y una percepción de estabilidad que se agradece cuando se alterna entre papeles, pantalla y público. En jornadas largas, la ergonomía se nota.

Precio real y por qué varía: montura por un lado, lentes por otro

El número que circula —alrededor de 290 euros— se refiere a la montura sola. Es una cifra coherente con el mercado de Dior vintage: serie codiciada, color versátil y, a menudo, estado NOS, que es como encontrar una cápsula del tiempo en la trastienda de una óptica. Desde ahí, el presupuesto sube con las lentes graduadas: material (orgánico estándar, policarbonato, alto índice), espesor, tratamientos antirreflejantes, filtros de luz azul o fotocromáticos. El abanico se abre desde poco más de cien euros hasta cifras bastante superiores si se buscan lentes muy finas, de alto índice y con endurecidos premium.

En el caso de una montura grande como la 2601, elegir lentes más finas suele ser una buena idea para reducir peso y evitar que asome el borde del cristal. Las ópticas con experiencia en vintage suelen recomendar índices 1.6 o 1.67 para graduaciones medias, porque equilibran estética, confort y precio. Si se trata de visión de cerca intensiva —lectura de documentos, tablet, papeles de comisión—, se puede ajustar la potencia para priorizar esa distancia. Si el uso alterna ordenador, atril y pase de sala, un progresivo bien centrado, con un canal relativamente ancho, evita cambiar de gafas.

La disponibilidad también empuja el precio. No es lo mismo encontrar un 2601 30 nuevo, con fundita de época y serigrafía impoluta, que una pieza usada con un par de microgolpes en arista o una varilla algo floja. Lo primero dispara demanda y justifica la cifra próxima a 290 euros; lo segundo puede bajar sensiblemente, siempre que la montura esté estructuralmente sana y admita ajuste fino.

Dónde comprarla sin perderse entre clones y promesas

La ruta más sólida pasa por tiendas especializadas de monturas vintage con escaparate online. Estos comercios trabajan con antiguos stocks de ópticas europeas, verifican autenticidad, publican las medidas exactas y muestran fotografías nítidas de la serigrafía interior: marca, modelo, color y, en muchas unidades, el “Made in Germany” de la época. Suelen indicar si el estado es NOS o usado y, lo importante, aceptan devoluciones si la pieza no ajusta como debería tras una prueba razonable en casa.

En paralelo, el mercado de segunda mano ofrece oportunidades. Plataformas como Etsy, eBay o Grailed van sacando —y agotando— ejemplares del Dior 2601 30 con cierta periodicidad. La ventaja es obvia: más rotación, más posibilidades de hallar tu talla o un precio bien afinado. El peaje es que conviene ser meticuloso: pedir fotos de frente y perfil, comprobar que las varillas quedan paralelas al cerrar, que las bisagras no presentan holguras ni cromados rehechos y que la serigrafía no está reimpresa de manera burda. Un vídeo breve con la montura sobre una mesa —el frente debe reposar plano— despeja muchas dudas.

En España, varias ópticas independientes trabajan monturas de coleccionismo y pueden ayudarte a localizar el modelo por referencia, o a verificar una unidad que compres fuera. No van a prometer plazos en piezas vintage —sería temerario—, pero sí ofrecen un servicio valioso: comprobar geometría, alinear la montura, adaptar plaquetas si hiciera falta y, sobre todo, centrar y montar las lentes con garantías. Con una pieza de los 80, esa pericia marca la diferencia.

Por último, y por despejar un malentendido recurrente: no está en la web de Dior. Las colecciones actuales de la maison viven en otro lenguaje formal, con guiños a lo retro pero con códigos contemporáneos. Si la idea es replicar el look de la comparecencia en el Senado sin entrar al terreno vintage, hay alternativas modernas con armazón de pasta carey y varillas metalizadas que recrean la intención sin ser el 2601 30.

Tiendas especializadas de vintage: qué exige un buen anuncio

Un buen anuncio de montura vintage de marca de lujo incluye, como mínimo, tres elementos que dan tranquilidad. Primero, la referencia completa y el código de color grabados por dentro de la varilla o el frente: “Christian Dior 2601 30”. Segundo, el país de fabricación —en este caso, lo alemán es habitual— y, cuando existe, la mención al material. Tercero, medidas detalladas: ancho de lente, puente y longitud de varilla. Cuanto más transparente sea la ficha, más posibilidades de que la compra sea redonda.

Plataformas de segunda mano: cazar bien, sin sustos

Las reglas del juego son sencillas: contrasta vendedores, pide fotos de alta resolución de bisagras y grabados, pregunta por retours y aduanas si compras fuera. Acepta que el stock baila; lo agotado hoy puede reaparecer en tres días. Y recuerda el mandato principal en vintage: medidas antes que fotos. Una montura 58–17 puede enamorar en pantalla y no encajar físicamente si tu ancho temporal pide un 54–56. Mejor invertir media hora en medir una gafa que te siente como un guante y usarla de referencia.

Materiales y construcción: por qué pesa menos de lo que parece

Dior trabajó en aquella época con Optyl, un polímero europeo hipoalergénico más ligero que el acetato tradicional, con capacidad para mantener su forma y soportar temperaturas de ajuste sin deformarse con facilidad. Ese es uno de los motivos por los que tantas monturas de los 80 han sobrevivido décadas sin fisuras, con frentes que siguen impecables y colores que no “sangran” con el tiempo. Tacto sedoso, brillo profundo y buena memoria en las varillas completan el conjunto.

Las bisagras doradas con logotipo “CD” en relieve —no siempre, pero sí en muchas unidades de la serie— y los acabados metálicos en varilla suman ese punto de joyería que ha vuelto con fuerza a la óptica masculina. No es un adorno gratuito: el metal, bien montado, ayuda a estabilizar el apoyo en la oreja y reparte la carga, sobre todo si se opta por lentes más densas de alto índice. De ahí que, en uso real, la montura agote menos de lo que su volumen podría sugerir.

A quién favorece y cómo se integra en el vestuario

El ancho generoso y la altura de aro del 2601 30 favorecen rostros medianos y grandes, de estructura ovalada, rectangular o triangular con frente predominante. En caras estrechas puede dominar demasiado; la solución está en buscar una talla menor dentro de la familia o alternativas modernas que calcaren el perfil con calibres 52–54. El color 30 —cálido, con destellos dorados— se lleva especialmente bien con piel oliva, castaños y canas; abre la mirada y evita que la gafa “se coma” el gesto.

En protocolo y escena pública, esta montura juega en liga alta. Combina con trajes de lana fría en gris antracita o azul marino, cuadra con camisas blancas o azules, y agradece corbatas sin microestampados chillones. Fuera de foco —fines de semana, calle peatonal— aterriza con americanas desestructuradas, polo de algodón y zapatilla limpia. Es una gafa versátil que se mueve entre austeridad y presencia, justo donde tantos responsables públicos quieren situarse.

Autenticidad y estado: las comprobaciones que evitan disgustos

La identificación del Dior 2601 30 se apoya en un conjunto de señales que, juntas, componen un retrato fiable. El grabado interior —marca, modelo, color, a veces el calibre— debe estar centrado, con tipografía nítida y sin “saltos” en la pintura. El “Made in Germany” aparece a veces en la varilla, a veces en el frente: la coherencia entre ambos lados importa. El logo en bisagra o varilla, cuando está, exhibe volumen y líneas limpias; los repunzones o fresados burdos son mala señal.

En materia de estado, conviene distinguir. NOS significa nuevo antiguo stock: la montura no ha pasado por cliente final, aunque pudo viajar por almacenes. En este caso, la serigrafía suele estar inmaculada, las bisagras ofrecen resistencia uniforme en ambos lados y el frente apoya completamente plano sobre una mesa. La pieza usada admite patina: microarañazos ligeros, alguna señal interior. Lo relevante es que no existan fisuras en cantos del frente, ni torsiones imposibles de corregir, ni holguras que impidan un ajuste estable.

El olor es un detalle mínimo pero útil: el Optyl bien conservado no huele. Si detectas un aroma químico fuerte, quizá se ha repintado o barnizado. Tampoco es buena idea aceptar una montura recalentada hasta el punto de tener deformaciones visibles en puentes y codos de varilla. Todas estas comprobaciones pueden hacerse en casa en cinco minutos con luz natural y una superficie lisa.

Ajuste y graduación: el paso que convierte un icono en herramienta

Conseguir la montura es medio camino. El otro medio es graduarla y ajustarla con criterio. Para una pieza vintage como la 2601, vale la pena acudir a ópticas que trabajan a menudo con materiales ochenteros, conocen el Optyl y manejan con naturalidad la calibración de ángulo pantoscópico, altura de montaje y centraje. Un buen profesional moldea el apoyo en nariz y orejas sin forzar el material, equilibra presión y estabilidad y, si hace falta, añade plaquetas o microajustes en bisagra.

En lentes, hay dos escenarios frecuentes. Usuarios con presbicia que leen mucho agradecen monofocales optimizadas para 40–60 cm, con antirreflejante de índice medio para aligerar bordes. Quienes saltan entre papel, portátil y sala viven mejor con progresivos de canal probado, evitando extremos experimentales. En ambos casos, un tratamiento antirreflejante de calidad —resistente a rayas, con buena repelencia de agua y grasa— multiplica la limpieza visual y la fotogenia: menos reflejos en cámara, menos brillos en sala.

Si el plan incluye uso exterior, unas fotocromáticas bien calibradas pueden ser una opción, pero no sustituyen a unas gafas de sol. En el 2601, por tamaño, las lentes solares graduadas quedan espectaculares: un marrón cálido o un gris humo suave casan con el carey y preservan la coherencia del conjunto.

Alternativas actuales con estética muy próxima

No todo el mundo quiere —o puede— entrar en la búsqueda vintage. El mercado actual ofrece monturas de inspiración ochentera con frentes de pasta en carey y varillas metálicas que logran un efecto visual muy parecido al del Dior 2601 30. Firmas de gama media y premium han incorporado aviadores ópticos suavizados, con calibres más contenidos (52–56 mm) que favorecen a más tipos de rostro y llegan con garantías y servicio posventa contemporáneos.

¿En qué fijarse para clavar el aire sin ser la misma gafa? Tres pistas: contorno superior ligeramente recto antes de caer hacia el puente, esquinas exteriores redondeadas y varillas metalizadas que arranquen limpias del frente. Si el color busca emular al 30 de Dior, apunta a carey rojizo con vetas doradas, huyendo de los ámbar muy claros que cambian el carácter y de los negros totales, más sobrios pero menos cercanos al espíritu de la imagen parlamentaria.

Lo que explica la conversación pública: imagen, gesto y contexto

La aparición de una montura visible en la cara de un líder reorganiza la percepción. Amplía el foco en la mirada, modula la expresión, introduce rituales —quitar, poner, sujetar— que ordenan el tempo. En foro solemne, una gafa con presencia transmite concentración y serenidad. Y si, además, la pieza tiene historia —Dior de los 80, fabricación alemana, materiales icónicos—, el relato se alimenta solo: no hay gesto arbitrario, hay elección que dialoga con un archivo estético reconocible.

Ese es el trasfondo de la avalancha de búsquedas y comentarios. La pregunta no era abstracta: qué modelo es, cuánto cuesta y dónde se compra. La respuesta, como hemos comprobado, está en las coordenadas Dior 2601 30, mercado vintage y precio en torno a 290 euros por la montura, con el matiz crucial de que el gasto real se decide en la óptica al montar lentes y ajustar la gafa a medidas.

Datos clave para acertar a la primera

Para quienes quieren llegar, ver, comprar y salir con el asunto resuelto, conviene grabar tres certezas y tres pasos prácticos. Certezas: el modelo exacto es Christian Dior 2601 color 30, su disponibilidad es intermitente porque es vintage y el precio de referencia de la montura sola ronda los 290 euros con variaciones lógicas por estado y talla. Pasos: buscar en tiendas especializadas de óptica retro que muestren fichas completas y acepten devoluciones, vigilar en plataformas de segunda mano con ojo en medidas y serigrafía, y acudir a una óptica española para montar y ajustar las lentes con técnica y garantías.

Con eso claro, el resto fluye: se identifica la referencia por su grabado interno, se comprueba que el frente apoya plano, se eligen lentes a la altura del uso real y se sale con una gafa que no solo replica un gesto público, también funciona en el día a día. Dior 2601 30 es más que una etiqueta para titulares: es un diseño que ha aguantado cuatro décadas sin perder relevancia. Por eso hoy vuelve a acaparar planos, preguntas y —cuando aparece en stock— también cestas de compra.


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Este artículo se ha elaborado con información contrastada en medios y fuentes especializadas. Fuentes consultadas: ABC, El Debate, The Objective, La Razón, Retro Spectacle, Infobae.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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