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Economía

¿Por qué los depósitos pierden a favor de los fondos?

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depósitos pierden a favor de los fondos

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El ahorro español cambia de piel: depósitos pierden peso frente a acciones y fondos tras recortes del BCE; cifras clave y contexto del giro.

Las cifras dejan poco lugar a la interpretación: una parte creciente del dinero de las familias españolas ya no se queda en depósitos ni en cuentas remuneradas y se está yendo hacia acciones y, sobre todo, fondos de inversión. Entre junio de 2020 y junio de 2025, el saldo en participaciones y fondos pasó de 1,094 billones a 1,685 billones de euros, un salto del 45 %. En el mismo periodo, efectivo y depósitos subieron con mucha menos fuerza, de 996.800 millones a 1,131 billones, un 13,4 %. El mensaje es nítido. El depósito ha perdido tirón y el fondo se ha convertido en la puerta de entrada a la rentabilidad para un hogar que sigue siendo conservador, pero ya no tanto como antes.

La explicación inmediata está en el precio del dinero. El Banco Central Europeo subió los tipos con fuerza entre 2022 y 2023 y, tras mantenerlos nueve meses, inició recortes en junio de 2024 hasta situarlos en el 2 % a mediados de 2025. Con tipos a la baja, la remuneración de los depósitos se desinfla y el atractivo de dejar el dinero “parado” cae. A la vez, los mercados han dado rendimiento y la industria de fondos ha ofrecido productos sencillos —desde renta fija de corta duración hasta mixtos defensivos o indexados globales— que permiten diversificar sin complicarse. El efecto combinado se ha visto en los flujos: solo en el segundo trimestre de 2025, los hogares invirtieron 49.551 millones y los fondos canalizaron 11.408 millones de entradas netas.

El vuelco del ahorro, explicado con cifras

La foto de mitad de 2025 muestra un ahorro financiero de los hogares en zona de máximos y, lo relevante, un reparto diferente al de hace un lustro. El grueso sigue en efectivo y depósitos, sí, pero ya es el 34,4 % del total, cuando durante años rondaba porcentajes más holgados. Las participaciones en capital suponen el 31,7 % y los fondos de inversión escalan al 16,6 %. Los seguros y planes de pensiones se mueven alrededor del 11,8 %. Detalle que pesa: en esos cinco años, los activos de las familias en fondos han crecido un 51 %, desde 359.096 hasta 543.953 millones. No es un ajuste cosmético, es una mudanza en la cartera.

El peso relativo en la riqueza también ha virado. Al cierre del primer semestre de 2020, el capital invertido en fondos representaba el 19 % de casi 2,5 billones de riqueza financiera neta; a junio de 2025, esa tasa subió al 22 %. Y si se suman participaciones, acciones y fondos, el conjunto pasaba del 58 % en 2020 al 63,4 % cinco años después. España continúa siendo un país de ahorro prudente y con la vivienda como activo emocional y patrimonial dominante, pero el dinero fluye más hacia vehículos financieros que buscan rendimiento con control del riesgo.

Otro indicador que ilumina el cambio es el comportamiento trimestral de los flujos. En el segundo trimestre de 2025, además de los 49.551 millones de inversión de los hogares, los fondos de inversión acumularon 11.408 millones de entradas netas. La preferencia no se explica por una fiebre especulativa ni por una moda de redes sociales; responde a incentivos. Si el banco paga poco o, directamente, casi nada por inmovilizar el dinero, y hay alternativas con expectativa razonable de rentabilidad y liquidez diaria, el resultado es lógico: el trasvase emerge por inercia.

El lenguaje de los datos confirma que no hablamos de gestos aislados. Cuando se descompone la evolución de los saldos por familias de activos, se ve que la revalorización de mercados y las compras netas actúan a la vez: la renta variable y los fondos suman por precio y por flujos; los depósitos, en cambio, dependen casi en exclusiva de la nueva captación y de promociones puntuales. El mercado laboral, que ha aportado ingresos estables a amplias capas de la población, y el descenso del esfuerzo financiero gracias a hipotecas a tipo fijo o mixto firmadas en los años de tipos bajos, completan el cuadro. Más renta disponible, menos atractivo del depósito, más comodidad con fondos sencillos y comisiones a la baja. La ecuación encaja.

De 2020 a 2025: qué ha cambiado

El punto de partida importa. En 2020, con la pandemia, las familias acumularon liquidez por precaución. Aquel ahorro forzoso se aparcó, sobre todo, en cuentas y depósitos porque la incertidumbre pedía flexibilidad total. En 2022 y 2023, la subida de tipos del BCE llegó a trasladarse a ciertos plazos fijos y a cuentas promocionadas, lo que devolvió atractivo temporal al depósito. Pero fue un interludio. Con el primer recorte de 2024, el mercado de pasivo bancario empezó a normalizarse. A mediados de 2025, la TAE de muchas imposiciones a seis o doce meses no compensaba el coste de oportunidad frente a fondos de renta fija euro de muy corta duración o mixtos defensivos. La comparación se popularizó y, con ella, el cambio de hábito.

Para medir la magnitud, conviene contemplar otro dato: el efectivo y depósitos subieron un 13,4 % en cinco años, hasta 1,131 billones, pero las acciones y fondos crecieron un 45 %, hasta 1,685 billones. En un país donde la vivienda ha sido históricamente el primer destino del ahorro, que el ahorro financiero se desplace hacia instrumentos con mercado implica una normalización que Europa ya conocía desde hace tiempo. No es que España se haya llenado de day traders; es que el fondo ha dejado de ser exótico. Está en la app del banco, en el comparador, en la conversación con el gestor, en la prensa económica. Y ofrece una ventaja fiscal conocida: traspasos libres de tributación hasta el reembolso, lo que permite reorganizar cartera sin peaje inmediato.

Quienes siguen a rajatabla el pulso del mercado notaron además un efecto arrastre: los buenos semestres bursátiles de 2024 y la primera mitad de 2025 empujaron la demanda de fondos de renta variable europea, de dividendos o globales. A la vez, la renta fija recuperó su papel de ancla con cupones otra vez visibles, tras una década de tipos cero o negativos. Esa combinación —bolsa en positivo, renta fija con rentas— hizo el resto. El resultado se ve en el gráfico imaginario que dibujarían estos cinco años: una línea ascendente clara en fondos; una línea más suave en depósitos.

Tipos del BCE: el resorte que ha movido el dinero

La política monetaria ha sido el resorte. Tras llevar los tipos a una zona del 4 % entre julio de 2022 y septiembre de 2023 y mantenerlos nueve meses, el BCE cambió el paso en junio de 2024 y fue recortando hasta el 2 % a mitad de 2025. Ese descenso encarece menos los préstamos nuevos, abarata la financiación de empresas y familias y, crucial para este tema, reduce el precio al que los bancos pagan por el dinero que captan de los clientes. La traslación no es matemática ni inmediata; cada entidad gestiona su balance y sus objetivos comerciales. Pero, en promedio, la caída del tipo oficial se ha reflejado en TAE más modestas para depósitos, y también en cuentas remuneradas que, tras campañas agresivas, han ido perdiendo fuelle.

El ahorrador español es muy sensible a la remuneración visible. En cuanto la oferta deja de ser competitiva, busca alternativas. Ahí encajan los fondos: permiten invertir en carteras diversificadas de renta fija corta, crédito de calidad, deuda pública europea o estadounidense con cobertura, e incluso en estrategias de duración controlada que se benefician cuando los tipos bajan. Para quien no desea volatilidad alta, esos fondos han sido la pasarela natural. Para perfiles con algo más de tolerancia a sobresaltos, los mixtos equilibrados o los indexados globales ofrecieron un punto de equilibrio entre sencillez, costes y potencial de retorno.

Conviene recordar que los depósitos no desaparecen ni dejan de tener sentido. Siguen siendo útiles para colchones de emergencia, objetivos a corto plazo, compromisos de gasto conocidos y para quienes priorizan certeza absoluta sobre cada euro de interés. También tienen su sitio en estrategias tácticas cuando alguna entidad lanza campañas concretas. Pero ese espacio se ha estrechado con el ciclo de recortes, y en ausencia de una nueva pelea por el pasivo, el incentivo se reduce.

Un factor adicional ayuda a explicar el viraje: la educación financiera ha mejorado. La conversación pública en torno a la inflación, el coste de no invertir y la diferencia de comisiones entre productos tradicionales y clases limpias ha calado. Pagando menos costes anuales, la rentabilidad neta resulta más competitiva. La proliferación de roboadvisors y carteras perfiladas ha simplificado procesos que antes intimidaban. Abrir una cuenta, seleccionar un perfil de riesgo, automatizar aportaciones mensuales y olvidarse. La fricción de entrada se ha reducido y el precio —en comisiones— también.

Fondos de inversión: por qué concentran entradas

La industria de fondos ofrece tres argumentos prácticos que explican las suscripciones netas de 2025. Primero, liquidez: el reembolso suele estar disponible en 24–72 horas, lo que permite gestionar imprevistos sin dejar el dinero inmovilizado durante meses. Segundo, fiscalidad: los traspasos entre fondos no tributan hasta que se retira el dinero, facilitando el rebalanceo sin impacto inmediato en la declaración de la renta. Tercero, diversificación y costes: carteras globales, mixtas o de renta fija con gasto corriente contenido —especialmente en indexados— que compiten con solvencia frente al depósito en un entorno de tipos al 2 %.

Dentro de la renta fija, los fondos de duración corta —cartera de bonos con vencimientos próximos y crédito de alta calidad— protagonizaron una buena parte de las entradas. El razonamiento es directo: si el BCE recorta del 4 % al 2 %, la curva se desplaza y el precio de los bonos sensibles a tipos sube, al tiempo que el cupón se cobra. Sin prometer rentabilidades espectaculares, estos vehículos ofrecieron un binomio de baja volatilidad y rendimiento esperado razonable, suficiente para atraer a quien salía de un depósito.

Los mixtos defensivos y equilibrados se beneficiaron de la misma fuerza. Con una asignación base —por ejemplo, 30–40 % en renta variable, resto en renta fija— y con una gestión activa de duración y crédito, estos fondos amortiguaron caídas cuando la bolsa corregía y acompañaron las subidas en los tramos alcistas. En paralelo, los indexados globales, con costes muy bajos y exposición diversificada a miles de compañías, han sido la solución sencilla para quien quería “estar en el mercado” sin elegir valores. El dividendo volvió a ser un argumento: fondos que seleccionan empresas con políticas de reparto estables ofrecieron una renta periódica que compite con el interés de un depósito, pero con volatilidad superior y, a la larga, potencial de crecimiento del principal.

Para el perfil conservador, la palabra clave de 2025 ha sido control. Control de la volatilidad, control de la duración, control de la exposición a divisa. Las gestoras han afinado mensajes y carteras. Clases de fondos con comisiones más ajustadas en banca digital, informes claros y, en muchos casos, herramientas en la app que aterrizan la idea de “riesgo” en cosas comprensibles: una caída esperada máxima en un mal año, la distribución histórica de resultados, la probabilidad de pérdida a uno o tres años. Si el producto se entiende y la promesa es realista, la confianza crece. Y el dinero, esta vez, ha seguido ese camino.

Renta fija corta y mixtos, los motores

El detalle por categorías confirma la impresión general. La renta fija euro de muy corta duración, con duraciones en torno a uno o dos años, se llevó una parte sustancial del nuevo ahorro. Le siguieron los mixtos conservadores que combinan deuda de gobiernos y crédito grado de inversión con una pizca de bolsa europea o global. Más atrás, pero con cifras respetables, los indexados a grandes índices mundiales que, pese a episodios de volatilidad, han soportado mejor las idas y venidas del mercado, apoyados por el peso de las grandes compañías tecnológicas y de consumo defensivo.

La demanda por temáticos —energía limpia, salud, inteligencia artificial— fue menor y más volátil. Quien entró ahí, lo hizo sabiendo que los dientes de sierra son parte del viaje. El apetito por small caps europeas, golpeadas en 2022–2023 y con repunte irregular en 2024–2025, se mantuvo moderado. La preferencia general se alineó con el contexto: con los tipos al 2 %, la búsqueda de retornos razonables llevó antes a la renta fija y a los mixtos que a aventuras de alta beta.

En la práctica, el diálogo en las oficinas y canales digitales ha cambiado de tono. El cliente pregunta menos “¿qué me da el depósito?” y más “¿qué alternativas tengo para no perder poder adquisitivo?”. La respuesta que se ha consolidado este año pasa por carteras que agrupan un fondo monetario o de muy corta duración para tesorería, uno o dos fondos de renta fija con algo más de duración para capturar los recortes de tipos, y un bloque de renta variable —directa o indexada— en función del horizonte temporal. La disciplina de aportaciones periódicas se ha normalizado en un segmento creciente de familias, y eso suaviza el impacto de entrar “a destiempo”.

Hacia un ahorro más mezclado y menos inmóvil

El patrón que deja 2025 es el de un ahorro más mezclado. Los depósitos siguen, pero ya no monopolizan el excedente mensual. Los fondos ganan peso como núcleo de la planificación financiera del hogar medio y las acciones, a través de fondos o de forma directa, refuerzan su espacio. El hecho de que los traspasos no tributen hasta el reembolso permite que esa mezcla sea dinámica: quien en 2024 tenía un 70 % en renta fija corta y un 30 % en bolsa puede, sin peaje fiscal, ajustar a 60/40 si el entorno cambia. Esa flexibilidad reduce la tentación de volver al depósito como lugar de paso entre movimientos.

¿Riesgos? Siempre. La volatilidad no avisa y la geopolítica es especialista en despertar cuando menos conviene. Si la inflación repuntara o si el crecimiento europeo se enfriara más de lo previsto, el BCE podría replantear su hoja de ruta, lo que afectaría a la curva de tipos y a los precios de los bonos. Un encarecimiento de la financiación global pondría a prueba la paciencia de los inversores en crédito. En bolsa, el ciclo de beneficios determinará si los avances de 2024–2025 se consolidan o necesitan digestión. Pero, a diferencia de otras etapas, la diversificación de las carteras domésticas y el uso más extendido de fondos suavizan —que no eliminan— los vaivenes.

Conviene subrayar un punto que no siempre aparece en los titulares: la riqueza inmobiliaria sigue marcando la psicología financiera del país. La vivienda, por carga emocional y peso patrimonial, condiciona cuánto riesgo se asume en activos financieros. A medida que se consolidan hipotecas a tipos razonables, con cuotas previsibles y plazos bajo control, el margen para invertir el excedente en fondos aumenta. Si el mercado laboral se sostiene, la capacidad de ahorro mensual seguirá ahí. Si se deteriora, el dinero tenderá a replegarse a productos de liquidez inmediata. Es el péndulo de siempre.

En este escenario, la expectativa para 2026 es de continuidad. Con tipos oficiales en torno al 2 % y sin indicios, por ahora, de vueltas a tipos cero, los depósitos competirán a base de campañas puntuales, no de rentabilidades estructurales. Los fondos de renta fija de calidad, los mixtos prudentes y los indexados globales deberían mantener protagonismo en la captación de ahorro, con la renta variable muy dependiente del ciclo de beneficios y de la digestión de los avances previos. La cultura de la aportación periódica —mes a mes, sin dramatismos— será la mejor aliada para atravesar meses más movidos.

No se trata de elegir trincheras —depósito o fondo—, sino de asignar roles. El depósito vuelve a su papel clásico de aparcamiento de liquidez, colchón para emergencias y objetivos a corto. El fondo ocupa el espacio de la construcción de patrimonio: más lento, más a largo, con altibajos y con la paciencia como herramienta. El movimiento de 2025 no ha sido una moda pasajera; ha sido el reajuste de un tablero que llevaba tiempo pidiendo otra disposición de piezas. A partir de aquí, la clave estará en mantener expectativas realistas, costes bajo control y decisiones consistentes con el horizonte temporal.

La conclusión, si se quiere en una sola frase, es menos épica de lo que parece y, quizá por eso, más sólida: España ha aprendido a no dejar que el ahorro duerma eternamente en el depósito. Una parte seguirá haciéndolo —y bien—, pero otra ya ha encontrado en los fondos y en las acciones el camino natural para buscar rentabilidad sin renunciar a la prudencia. Ese hábito, una vez asentado, tiende a quedarse. Y eso, para unas finanzas familiares que han ganado músculo en la última década, es una buena noticia.


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Este artículo se apoya en datos oficiales y publicaciones contrastadas. Fuentes consultadas: Banco de España, Banco Central Europeo, Inverco, El País.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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