Ciencia
¿Cómo y cuándo despega la misión ESCAPADE hacia Marte?

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La misión ESCAPADE despega en noviembre: dos orbitadores medirán el clima espacial de Marte con instrumentos de Florida y vuelo en New Glenn.
La NASA ultima el lanzamiento de ESCAPADE, una misión pequeña en tamaño pero ambiciosa en alcance que enviará dos orbitadores gemelos hacia Marte para medir, al mismo tiempo y desde puntos distintos, cómo el viento solar golpea el entorno magnético del planeta y cómo esa energía termina arrancando gases de su atmósfera. El despegue está previsto para noviembre de 2025 desde Cabo Cañaveral (Florida) a bordo de un New Glenn de Blue Origin, en lo que será uno de los primeros vuelos operativos del cohete. Tras un crucero interplanetario y la maniobra de inserción, la llegada a la órbita marciana está marcada para 2027, cuando comenzará la fase científica coordinada de ambos satélites.
El objetivo de fondo es directo: cartografiar la “meteorología espacial” de Marte con una precisión inédita, siguiendo en tiempo real cómo se transfiere la energía del Sol a la ionosfera y a la magnetosfera marciana —una magnetosfera peculiar, híbrida, sin un gran campo global como el de la Tierra— y cómo esa cadena física alimenta el escape atmosférico. ESCAPADE será la primera misión orbital con dos naves gemelas operando en paralelo en el planeta rojo, un formato que permite distinguir si lo que se observa es un cambio que se mueve en el espacio o una variación que ocurre en el tiempo, algo clave cuando se estudian plasmas y campos.
Qué es ESCAPADE y qué pretende medir de Marte
ESCAPADE responde a una pregunta que condiciona todo el relato marciano: ¿por qué Marte perdió gran parte de su atmósfera? Durante los primeros cientos de millones de años, el planeta tuvo agua líquida en superficie y una envoltura gaseosa más densa. Hoy es frío y árido, con una presión superficial ínfima. La hipótesis central señala al viento solar —un flujo de partículas y campos magnéticos que sale del Sol— como motor de una erosión atmosférica sostenida a lo largo del tiempo, acelerada durante tormentas solares. En ausencia de un campo magnético global que desvíe ese bombardeo, Marte se defiende con parches de magnetismo fósil en su corteza y con una magnetosfera inducida que el propio viento solar esculpe. El resultado es un sistema dinámico, con corrientes eléctricas, ondas y frentes de choque que pueden cambiar en minutos.
Para despejar incógnitas, la misión mide varios eslabones de la cadena: densidad y temperatura de electrones e iones, campos magnéticos, flujos de partículas energéticas y parámetros del plasma que permiten reconstruir balances de energía y momento. El gran salto metodológico está en la simultaneidad. Con dos orbitadores separados, ESCAPADE podrá saber si una señal en la densidad electrónica es una onda que viaja por la magnetosfera marciana o una estructura estacionaria atravesada por la nave. Esa diferencia, que parece técnica, es la que abre la puerta a mapas fiables de cómo y por dónde escapa la atmósfera cada día.
Calendario, ventana de lanzamiento y ruta de crucero
La campaña de lanzamiento sitúa a ESCAPADE en noviembre de 2025 con despegue desde la LC-36 de Cañaveral. Es una ventana ajustada para salir en la trayectoria de transferencia a Marte con el empuje del New Glenn. El cohete colocará el conjunto en la ruta interplanetaria y, a partir de ahí, los orbitadores gestionarán con su propio sistema de propulsión las correcciones de trayectoria y el afinado de su navegación.
El crucero durará en torno a un año y se completará con la inserción orbital alrededor de Marte en 2027. No es un retraso de “llegar tarde”, sino la secuencia normal: tras la captura gravitatoria, las naves deben ajustar sus órbitas científicas hasta lograr la geometría que interesa, con separación controlada y alturas complementarias. Solo entonces arranca la ciencia a pleno rendimiento. En paralelo, la misión enviará partes sobre hitos críticos: separación del cohete, primer contacto, encendidos de corrección, maniobra de inserción y configuración final.
La elección de dos naves responde a una necesidad concreta. En física espacial, medir solo desde un punto introduce ambigüedades: ¿lo que veo cambia porque el fenómeno evoluciona o porque mi nave cruza zonas distintas? La doble perspectiva zanja esa duda. Con la separación adecuada, ESCAPADE distinguirá patrones espaciales de cambios temporales y construirá, por primera vez en Marte, series temporales simultáneas de plasma y campos.
Instrumentación: de los campos magnéticos al pulso del plasma
Cada orbitador carga un trío instrumental pensado para cubrir campo magnético, partículas y plasma. El magnetómetro detecta variaciones en la intensidad y dirección del campo en torno a la nave, algo imprescindible para identificar frentes de choque, corrientes y reconexiones magnéticas. Un analizador electrostático mide la distribución de energías de iones y electrones, la “huella” que dejan los campos eléctricos y los procesos de aceleración de partículas. Y el tercer bloque lo constituyen las sondas Langmuir, que aportan densidades electrónicas absolutas, densidad iónica y potencial de la nave, variables que se usan para corregir sesgos y calibrar el resto de lecturas.
Aquí entra la Universidad Aeronáutica Embry-Riddle, en Florida, cuyo Space and Atmospheric Instrumentation Lab ha desarrollado, probado y entregado el conjunto de sondas Langmuir para las dos naves. Es tecnología con larga experiencia en cohetes sonda y satélites pequeños: sensores ligeros, de bajo consumo y con tiempos de respuesta muy rápidos. En Marte, esa velocidad cuenta: los gradientes en la ionosfera y la magnetosfera pueden ser bruscos, y captarlos exige muestreos densos y estables en condiciones especialmente tenues.
Las sondas Langmuir funcionan de forma elegante: se sesga eléctricamente un pequeño electrodo expuesto al plasma y se observa cómo varía la corriente recogida. Esa curva permite derivar densidad y temperatura de electrones; con otras configuraciones, se obtiene densidad de iones y potencial flotante de la nave. Este último, el potencial, es crucial: en ambientes de plasma muy débil, las naves tienden a cargarse eléctricamente y eso puede distorsionar medidas. Conocer el potencial permite compensar esas derivas y garantizar que cada punto del mapa representa de verdad lo que hay ahí fuera.
El magnetómetro, por su parte, se instala en un brazo desplegable para alejarlo de fuentes de ruido y captar señales limpias. El analizador de partículas se monta en zonas con gran campo de visión, de modo que pueda tomar el pulso a electrones e iones supratérmicos que delatan ondas y campos eléctricos que no medimos directamente. Con estos tres bloques, cada nave puede reconstruir la película de lo que ocurre a su alrededor. Con dos naves, la misión monta una realidad a dos cámaras de la meteorología espacial marciana.
Por qué dos orbitadores cambian la forma de mirar Marte
Más allá de lo técnico, la lógica es fácil de entender. Si una única nave observa un pico en la densidad de electrones, puede deberse a una ola que la cruza o a que la nave ha entrado en una estructura fija. La distinción, con un solo punto, es ambiguo. Con dos puntos separados, si ambos detectan el mismo pico a la vez, hablamos de una estructura; si el pico llega primero a una nave y luego a la otra, es una onda que viaja. La diferencia abre puertas: permite cuantificar velocidades, orientaciones y tamaños de los fenómenos. Sirve también para inferir flujos de energía más robustos y para identificar regiones críticas por donde se canaliza el escape.
Marte ofrece un entorno especialmente rico para esta estrategia. Sobre la cara diurna, donde el viento solar impacta con más fuerza, se forman capas de choque y frentes de compresión. En la magnetocola, en el lado nocturno, puede activarse la reconexión magnética, un proceso que reorganiza líneas de campo y libera energía, arrastrando partículas a gran velocidad. A todo esto se suman los campos locales de la corteza, verdaderas chimeneas que guían el plasma. ESCAPADE observará todo ese mosaico con campañas que alternarán distintas separaciones entre naves y alturas para cubrir desde estructuras pequeñas hasta grandes geometrías.
Qué aporta respecto a misiones anteriores
En la última década, MAVEN ha descrito cómo varía el escape de gases en función de las estaciones y durante episodios de clima espacial. La Emirates Mars Mission (Hope) ha completado la perspectiva con una visión global de la atmósfera media y baja, siguiendo nubes, polvo y olas de calor. ESCAPADE se sitúa entre ambas: su terreno natural es la alta atmósfera, la ionosfera y la magnetosfera inducida, justo donde la energía del viento solar se transforma en movimientos de partículas y calentamientos locales que terminan facilitando la fuga.
La simultaneidad es, aquí, la diferencia cualitativa. Donde MAVEN debía inferir estructuras a partir de pasadas sucesivas, ESCAPADE podrá confirmar si esa estructura existe al mismo tiempo en otro punto o si fue una señal transitoria. Donde Hope ve una bajada de temperatura en la atmósfera media o detecta actividad de polvo, ESCAPADE puede buscar el eco ionosférico. Con esas piezas juntas, la comunidad podrá cerrar el circuito: del plasma a los gases, y de ahí a variaciones climáticas a escala marciana.
Hay, además, una deriva natural hacia el futuro: entender cuánto y cómo se escapa la atmósfera hoy permite retroceder en el tiempo con más confianza y refinar cronologías de habitabilidad. También mejora predicciones operativas para misiones que sobrevuelen o aterricen en años de máxima actividad solar, cuando la meteorología espacial puede perturbar comunicaciones y estresar sistemas electrónicos.
New Glenn en foco: un lanzamiento con mucho en juego
Para Blue Origin, ESCAPADE supone una prueba de madurez en vuelos interplanetarios. El New Glenn —un lanzador pesado con etapas reutilizables y motores BE-4— aporta capacidad de carga de sobra para dos satélites del tamaño de un frigorífico estándar y una cofia diseñada para misiones profundas. En lo simbólico, la misión llega en uno de los primeros vuelos del cohete y se perfila como su segundo lanzamiento histórico. La exigencia es máxima: el margen para errores en una trayectoria interplanetaria es corto, y un desempeño pulcro es vital para la confianza del sector en el sistema.
La coreografía en la rampa de Cañaveral incluirá revisiones de alistamiento, pruebas de encendido y un recuento meticuloso del cronograma de carga útil. Tras el despegue, toda la atención se trasladará a la separación, a los primeros contactos vía estaciones de seguimiento y a las primeras fotos de los paneles solares desplegados. Son hitos de manual, pero en una misión doble y camino de Marte ganan peso. Cada minuto cuenta; cada telemetría suma.
Coste contenido, retrasos y el paraguas de las misiones SIMPLEx
ESCAPADE forma parte de SIMPLEx, el programa de la NASA para misiones pequeñas e innovadoras con presupuestos ajustados pero alto retorno científico. Esa ecuación obliga a elegir riesgos, a simplificar la arquitectura y a apostar por equipos compactos y plataformas comerciales. En ese esquema, la misión encaja como un guante: dos naves pequeñas, instrumentos probados y una pregunta científica muy bien definida.
En el calendario, la misión acumuló más de un año de retraso respecto al plan inicial (octubre de 2024). La decisión de mover la fecha vino acompañada de ajustes logísticos, de la necesidad de coordinar el lanzador y, en la práctica, de evitar operaciones costosas como vaciar y recargar propergoles si la ventana no se cumplía. El aterrizaje del plan en noviembre de 2025 permite ahora concentrar esfuerzos en una campaña de lanzamiento con los riesgos acotados y el hardware ya de vuelta en Florida.
El carácter clase D —más flexible en redundancias y margina de seguridad— no significa “misión frágil”, sino trabajar afinando prioridades: proteger lo crítico, asumir complejidades razonables y, sobre todo, no dispersarse. La recompensa potencial es grande: con un coste en el rango de decenas de millones de dólares, ESCAPADE puede entregar mapas y series temporales que cambien la forma de modelizar la interacción Sol-Marte.
Cómo operarán dos naves a la vez: estrategia científica
El plan científico alterna campañas con separación variable entre los orbitadores para “cazar” fenómenos a varias escalas. Habrá fases con líneas base cortas —donde se buscan ondas y microestructuras— y etapas con distancias largas para seguir frentes globales, como las compresiones que se forman en el lado diurno o los eventos de reconexión en la magnetocola. En otras palabras, se jugará con la geometría orbital para que cada ciclo aporte datos complementarios.
Las órbitas científicas no serán idénticas: uno de los satélites podrá “subir” un poco su apoapsis (el punto más alto de la órbita) mientras el otro la “baja”, o se modificarán los argumentos de periapsis para barrrer regiones distintas en sincronía. El equipo buscará también coincidencias con eventos solares pronosticados —como eyecciones de masa coronal— para observar el sistema marciano forzado por impulsos de alta energía. Es en esos episodios cuando la física muestra su cara más clara, y los modelos se pueden validar con mayor nitidez.
Qué información llegará y cómo se traducirá en resultados
De ESCAPADE se esperan dos tipos de productos. Primero, series temporales de densidad, temperatura, campo magnético y flujos de partículas para cada nave, con resoluciones suficientes para captar desde variaciones lentas hasta ráfagas rápidas. Segundo, mapas y perfiles derivados que resumen dónde y cuánto se están intercambiando energía y materia entre el viento solar y la atmósfera. Con ambas piezas, los investigadores podrán balancear presupuestos energéticos, estimar tasas de escape bajo condiciones reales y alimentar modelos que luego se extrapolan al pasado.
Un ejemplo concreto: si ambas naves detectan, durante un evento solar, una subida sincronizada en la temperatura electrónica y en el flujo de iones en regiones conectadas a campos corticales, se puede cuantificar cómo esas “chimeneas” en la corteza canalizan el plasma y facilitan el escape. O, si los instrumentos ven oscilaciones que se desplacen desde el lado diurno al nocturno, se puede medir la velocidad de propagación de ondas en la magnetocola y su papel en el calentamiento.
Lo que diferencia a Marte… y lo que enseña para otros mundos
Marte funciona como un laboratorio natural de plasmas “híbridos”. No es un calco de la Tierra, con dínamo global, ni un cuerpo desnudo del todo. Es un término medio con retales magnetizados y un entorno esculpido por el plasma solar. Lo que se aprenda allí sirve para entender exoplanetas cercanos a sus estrellas —donde el castigo del viento estelar puede ser feroz—, lunas con atmósferas tenues o cometas que interactúan con el viento solar mientras desprenden gas. La física es la misma; lo que cambia son las condiciones y las escalas.
Por eso la metodología de ESCAPADE interesa tanto. La observación multipunto ya revolucionó el estudio del entorno terrestre con constelaciones que midieron corrientes, compactaron incertidumbres y validaron teorías. Llevar ese enfoque a Marte significa salir de las conjeturas y avanzar hacia diagnósticos directos de procesos que hasta ahora se veían de lejos.
Qué viene ahora: hitos que marcarán el ritmo
Si todo discurre según el plan, lo próximo es la cuenta atrás. Habrá ensayos generales, revisiones de preparación para el vuelo y, por fin, el despegue. En los días posteriores, se confirmará la salud de ambos orbitadores, el despliegue de paneles y antenas y la primera navegación en crucero. Semanas después llegarán los primeros informes sobre calibraciones y ruidos instrumentales, la “letra pequeña” que permite convertir telemetrías en medidas útiles.
A lo largo del crucero interplanetario, la misión ejecutará correcciones de trayectoria milimétricas para llegar a Marte con el ángulo y el momento deseados. Ese día, ya en 2027, el clímax pasará por la inserción orbital, una maniobra siempre tensa que consume buena parte del delta-v disponible. Tras el alivio del “estamos dentro”, tocará tallar las órbitas científicas y sincronizar la danza de dos naves que deben cooperar sin chocar prioridades. La ciencia llegará en oleadas: primero, validaciones, luego campañas y, finalmente, mapas y series que tendrán valor durante años.
Un apunte humano detrás del hardware
La historia técnica se escribe con personas. Detrás de ESCAPADE hay estudiantes y jóvenes ingenieros que han cableado, soldado y probado placas que volarán a otro planeta. Equipos universitarios que han pasado por campañas suborbitales y ahora firman instrumentación que cruzará el sistema solar. Y técnicos que han sometido a las sondas a vibraciones, vacío térmico y ciclos de frío y calor hasta quedar satisfechos. Ese músculo, cultivado durante años, explica por qué una misión pequeña puede apuntar alto y entregar ciencia de primera.
Lo que este doble vuelo puede significar en los próximos años
ESCAPADE despega —si el tiempo y la técnica acompañan— con un objetivo nítido: convertir intuiciones sobre la erosión atmosférica de Marte en mediciones sólidas y, desde ahí, en mapas y números que cierren líneas abiertas desde hace décadas. Lo hará con una estrategia nueva para el planeta rojo —dos naves gemelas midiendo a la vez—, con instrumentación bien ajustada —las sondas Langmuir de Embry-Riddle como pieza clave— y con un lanzador que, en su segundo vuelo, se estrena en la ruta interplanetaria.
Si entrega lo prometido, en 2027 empezaremos a ver series sincronizadas de plasma y campo que expliquen cómo y por dónde se fuga el aire marciano hoy. Con esos datos, las preguntas grandes —cuánto duró el agua, qué episodios aceleraron la pérdida, qué riesgos implica el clima espacial para futuras misiones— tendrán respuestas más firmes. Es el tipo de misión que parece pequeña por masa y presupuesto, pero que puede mover la aguja del conocimiento. Y eso, en exploración planetaria, pesa más que cualquier cifra.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: EFE, NASA, Embry-Riddle, NASA Blog, NASA Goddard SVS, The Planetary Society, Aviación Digital.

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