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Economía

Sánchez, contrato millonario a CCCC: ¿jugada audaz o riesgo?

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contrato millonario a CCCC

Un gigante estatal chino gana contratos en obra pública española y desata un debate sobre legalidad, seguridad de datos y lobby político en plena geopolítica

El Gobierno ha adjudicado contratos de obra a China Communications Construction Company (CCCC), un gigante estatal chino señalado por Estados Unidos. La compañía se ha colocado en el mapa español con proyectos de ingeniería y puentes, y lo ha hecho con respaldo de intermediarios con conexiones políticas. Legalmente es posible —no pesa sanción europea—, pero la decisión abre un debate incómodo: geopolítica, seguridad de infraestructuras críticas y transparencia en la contratación. Ese es el núcleo del movimiento y sus implicaciones.

El punto clave es doble. Primero, CCCC figura en alertas y restricciones de Washington por su papel en desarrollos estratégicos de Pekín, mientras que en la UE no existe un veto equivalente, de modo que puede licitar y resultar adjudicataria si cumple los pliegos. Segundo, la empresa ha entrado en España con apoyo de despachos e intermediarios próximos al poder, convertidos en llave para aterrizar en licitaciones muy técnicas. ¿Resultado? Un actor global respaldado por un Estado extranjero que, de repente, compite y gana en nuestro mercado de obra pública. Los contratos están formalizados; las preguntas, también.

Qué se ha adjudicado y a quién

Los expedientes citan trabajos de inspección y mantenimiento estructural —puentes y viaductos—, además de ingeniería de soporte, líneas de actividad en las que CCCC y filiales tienen amplia especialización internacional. No se trata de megaconcesiones aisladas, sino de contratos de varios millones que suman volumen y presencia en segmentos de alta sensibilidad técnica. El Ministerio competente ha tramitado las licitaciones conforme a la Ley de Contratos del Sector Público, con plazos, pliegos, criterios y mesas de contratación. La oferta china ha sido competitiva en precio y solvencia técnica, apoyada en currículos de obra internacional y músculo financiero.

CCCC no es una recién llegada al ecosistema europeo. Opera a través de filiales y vehículos como CRBC y otras sociedades de su perímetro. En España, además, su huella se refuerza con participaciones en empresas locales de obra civil, lo que le facilita personal, parques de maquinaria, conocimiento del territorio, y una UTE rápida cuando el pliego exige experiencia acreditada “en España”. Ese es el patrón: ingeniería propia, capilaridad local, propuesta agresiva en precio y una estructura societaria adaptada a nuestra normativa.

El nombre detrás: CCCC y su aterrizaje en España

China Communications Construction Company es un conglomerado estatal presente en carreteras, ferrocarriles, puertos y grandes estructuras. A nivel bursátil y financiero presenta capacidad de endeudamiento respaldada por el Estado y una cadena de filiales que abarca desde diseño hasta ejecución y equipos. En su llegada a España ha tejido alianzas con consultoras y bufetes especializados en contratación pública, gente que conoce los corredores administrativos, el lenguaje de los pliegos y la letra pequeña de la solvencia. Esa red —no exclusiva de CCCC— es la que abre puertas: certificaciones, homologaciones, registros, y, sobre todo, lectura fina de criterios de adjudicación.

El vector político existe: intermediarios con vínculos de partido ayudan a mapear oportunidades —qué organismo licita, cuándo, bajo qué criterios— y a presentar ofertas ajustadas a la rúbrica, donde cada punto técnico o de plan de mantenimiento vale oro. ¿Es ilegal? No, es lobby. Y España carece de un registro integral y trazable de lobistas a la altura del estándar europeo, lo que ensombrece procesos que podrían y deberían ser impecables.

Por qué escuece: sanciones de EE UU, legalidad en la UE y la seguridad

El choque es más político y estratégico que jurídico. Estados Unidos mantiene restricciones sobre CCCC y parte de su perímetro por su papel en la proyección marítima de Pekín. España y la UE no. La LCSP española solo impide contratar si existe una prohibición firmeresolución o condena aplicable aquí—, si hay incompatibilidades o si la empresa está en un registro de vetos reconocido. No es el caso. Por eso la mesa de contratación no podía hacer otra cosa que valorar oferta y solvencia. Cumplidos los pliegos, el contrato se adjudica. Así de frío.

Otra cosa es la seguridad económica y tecnológica. Inspeccionar puentes y estructuras significa alcanzar datos sensibles sobre puntos críticos de la red viaria, diagnósticos de patología estructural y planificación de intervenciones. Con empresas de terceros países estratégicos, el debate europeo habla ya de filtrado de inversiones, screening tecnológico y cláusulas de seguridad nacional incluso sin sanción formal. España navega aún ese marco: la CE ha apretado en 5G, baterías o paneles; en obra civil, el terreno es más difuso.

Qué dicen las normas españolas y europeas

La Ley 9/2017 establece prohibiciones tasadas, pero no incorpora sanciones extracomunitarias de forma automática. La Oficina Independiente de Regulación y Supervisión de la Contratación (OIReScon) y la CNMC han ido publicando recomendaciones para mejorar competencia, trazabilidad y “screening” de riesgos: lotes bien diseñados, límites a bajas temerarias, control de solvencias y seguimiento en ejecución. Algunos pliegos ya incluyen matrices de riesgo, auditorías de ciberseguridad en despliegues digitales de obra y cláusulas de integridad reforzadas. Aun así, falta uniformidad, y la geopolítica no cabe en un PCAP de 80 páginas si no se le da encaje legal.

La clave jurídica, por tanto, no está en el origen del capital ni en listas de terceros países, sino en si el licitador cumple la ley española, no está incurso en prohibiciones y acredita solvencia, medios y experiencia. El órgano de contratación no puede excluir discrecionalmente por afinidades políticas o por sanciones de un país tercero. Europa está moviendo piezas hacia mecanismos de reciprocidad y defensa frente a subsidios extranjeros, pero sin prohibición expresa, las adjudicaciones son legales.

Quién intermedia y cómo operan los lobbies en la obra pública

El ecosistema del lobby en contratación es híbrido: despachos de abogados, consultoras de gestión pública, firmas de comunicación, exaltos cargos que conocen organigramas y secuencias administrativas. Su tarea: monitorizar el perfil del contratante, anticipar pliegos, preparar memorias técnicas, cerrar UTEs y alinear certificados. En España el lobby no está prohibido, pero sí necesita transparencia: registros obligatorios, huellas normativas y agendas públicas que permitan saber quién habló con quién y para qué.

En el caso CCCC, la narrativa apunta a despachos próximos al entorno socialista, con puertas giratorias suaves: asesores, colaboradores, consultores con pedigrí. No es un fenómeno nuevo y tampoco exclusivo del PSOE. Ha pasado con contratas autonómicas y municipales de todos los colores. La diferencia es el tamaño y la sensibilidad del actor extranjero: un conglomerado estatal chino que opera con objetivos estratégicos, no meramente comerciales.

Impacto en el sector: precios, empleo, márgenes y tecnología

La entrada de CCCC tensiona los precios. Ofertas agresivas incrementan la competencia y aprietan márgenes de constructoras españolas medianas. A corto, las Administraciones pagan menos por servicios de inspección y mantenimiento, incluso por obra nueva cuando haya paquetes mayores. A medio, surgen riesgos: bajas temerarias, sobrecostes en ejecución, litigios, y transferencia de datos técnicos a un actor con intereses industriales globales.

Empleo y subcontratación. En casi todas las adjudicaciones se ejecuta con personal y pymes locales. La UTE de manual: socio internacional con saber hacer y socio español con equipos, capataces, técnicos y almacenes. Esto crea empleo y traslada know-how, sí, pero también desplaza a firmas nacionales en tramos donde antes ganaban con holgura. La presión sobre plazos y certificaciones se traduce en más exigencia a subcontratas y menos margen para imprevistos.

Tecnología y datos. Los contratos de inspección cada vez incorporan modelado BIM, sensórica IoT, drones y plataformas de datos. ¿Quién custodia esa información? ¿Dónde se alojan las nubes y réplicas? ¿Qué estándares de ciberseguridad se exigen? En los nuevos pliegos aparecen anexos de seguridad, pero su ejecución real depende de auditorías, revisiones in situ y capacidades del órgano de contratación para vigilar la cadena de subcontratación.

Precedentes: capital chino y constructoras españolas

No es la primera vez que capital chino entra en la obra pública española. Dos vectores. Uno, compras corporativas: grupos chinos han tomado posiciones en constructoras locales para crecer desde dentro. Dos, adjudicaciones directas con filiales y sucursales que acuden a licitaciones por sí mismas o en UTE con compañías españolas. El caso CCCC encaja en el segundo vector, apoyado en su perímetro internacional y su potencia financiera.

La conclusión sectorial: España es plaza atractiva por volumen de inversión pública, fondos europeos y cartera de mantenimiento. Las grandes españolas están diversificadas —autopistas en América, renovables, agua— y dejan espacio donde un actor global puede penetrar. En 2025, el mercado muestra más competencia, más vigilancia de la CNMC y más debate político. La entrada de CCCC no es un meteorito, es una pieza más de un tablero en movimiento.

¿Qué puede pasar ahora? Escenarios, palancas y controles

Tres escenarios de corto plazo. Primero, reacción política: peticiones de comparecencia, solicitud de expedientes, exigencia de cláusulas de seguridad y declaraciones en sede parlamentaria. Segundo, respuesta administrativa: refuerzo de pliegos con cláusulas de integridad, ubicación de datos en servidores europeos, seguimiento en ejecución y penalidades por incumplimiento. Tercero, vía europea: cribado de subsidios extranjeros, examen de ofertas anormalmente bajas y posibles barreras de reciprocidad cuando exista asimetría de acceso en el país de origen.

Palancas disponibles aquí y ahora. La LCSP ya permite exigir planes de ciberseguridad, trazabilidad de subcontratas, depósitos de garantía y seguimiento técnico independiente. La CNMC insiste en diseños procompetitivos y control de riesgos colusorios. La OIReScon puede vigilar, informar y recomendar. Los órganos de contratación disponen de auditorías externas y verificaciones en obra. No hace falta una reforma exprés para vigilar la ejecución; sí para blindar estructuralmente la seguridad económica cuando entran actores estatales de terceros países.

La jurisprudencia en contratación avanza: resoluciones de tribunales administrativos elevan el listón de solvencia, transparencia y garantías en UTEs y subcontratación. Se estrecha el margen para “trucos” en acreditaciones y para ofertas que no soportan el contrato en la práctica. Si CCCC cumple —medios, personal, hitos, anexos de seguridad— no hay obstáculo legal. Si no, hay herramientas: penalidades, resoluciones, prohibiciones de contratar.

El juego internacional también cuenta. Si la UE alinease su marco con sanciones o listas de riesgo estratégicas, el tablero cambiaría. España está obligada a aplicar el derecho europeo y podría endurecer cláusulas de seguridad, especialmente en infraestructuras críticas. Hoy, el terreno de juego permite la entrada de empresas como CCCC. Mañana, quizá no.

Lo que se está discutiendo en los despachos

En los ministerios y grandes consejerías la conversación es concreta: cómo blindar datos de infraestructura, cómo exigir ubicaciones soberanas de servidores, cómo limitar la subcontratación en cascada, qué mecanismos de auditoría técnica incorporar, y cómo casar buen precio con buena ejecución. El sector privado nacional presiona para evitar bajas inviables y endurecer la solvencia técnica en inspecciones estructurales. Las pymes de ingeniería piden lotear para no quedar expulsadas de los contratos por músculo de gigantes.

En la arena política, el acento está en las conexiones del lobby. Los vínculos partidistas —presentes en casi todas las latitudes— resultan especialmente tóxicos cuando hay un Estado extranjero detrás. De ahí la urgencia de un registro robusto de lobistas, huellas regulatorias completas y agendas públicas operativas. La transparencia no impide contratar con nadie, pero obliga a explicar cada paso.

Qué queda claro tras la adjudicación

Primero, los contratos son legales mientras no exista prohibición europea o española aplicable y se cumplan pliegos y garantías. Segundo, el riesgo reputacional y estratégico existe: datos, continuidad del servicio, ejecución. Tercero, el mercado español ya es campo de juego para capital y empresas chinas: adquisiciones corporativas y adjudicaciones. Cuarto, la respuesta real no está en el tuit del día, sino en los pliegos: qué exigimos, cómo auditamos y qué penalidades aplicamos.

Si el Gobierno quiere despejar dudas, tiene un camino nítido: máxima publicidad de expedientes y puntuaciones, refuerzo de cláusulas de seguridad de la información, seguimiento independiente en ejecución y compromisos de soberanía de datos. Si la oposición quiere ser útil, que proponga reformas operativas y verificables, no proclamas. Y el sector, a competir con calidad técnica y eficiencia, no solo con precio.

Obra pública, geopolítica y reglas claras

España necesita invertir en mantenimiento e infraestructura inteligente y lo hará en un mundo de bloques. La llegada de CCCC obliga a poner luz y taquígrafos sobre cómo compramos, a quién y con qué salvaguardas. No se trata de levantar muros, sino de escribir mejor los contratos, pedir más en seguridad, vigilar mejor la ejecución y dar ejemplo de transparencia.

Si el Estado fija reglas claras y las hace cumplir, el debate dejará de ser un sobresalto y pasará a ser lo que debe: política industrial con sentido y obra pública que funciona.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: El Confidencial, Cinco Días, BOE, CNMC.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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