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Cómo el choque Wingtech-Nexperia amenaza al mundo del motor

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choque Wingtech-Nexperia

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Choque entre Wingtech y Nexperia: intervención holandesa, veto chino y riesgo para la automoción europea. Claves y escenarios del impacto UE.

La disputa entre Wingtech y su filial neerlandesa Nexperia ya ha traspasado el plano corporativo para convertirse en un riesgo operativo claro para la industria de la automoción en Europa. Desde finales de octubre, la sede de Nexperia en Países Bajos frenó el envío de obleas de silicio hacia su gran centro de ensamblaje y pruebas en Dongguan (China) por desacuerdos de pago y de control interno, mientras Pekín mantiene restricciones a exportaciones desde China que solo ha empezado a suavizar con exenciones puntuales. El resultado —muy tangible para cualquier planta de coches— es que faltan chips “baratos”, pero esenciales, y los fabricantes activan planes de contingencia para no parar líneas.

La situación nace de una intervención inédita del Gobierno neerlandés, que tomó el control de Nexperia al amparo de una ley de 1952 por motivos de seguridad económica y de gobernanza, y culminó con el cese del consejero delegado, Zhang Xuezheng, fundador y principal accionista de Wingtech. A partir de ahí, el tablero se partió: La Haya tutela la sede europea y aprieta la disciplina financiera; el Ministerio de Comercio chino replica con controles que afectan al último tramo del flujo —el envío de producto final desde China a Europa— y anuncia después una puerta estrecha de licencias para aliviar a ciertos clientes. Bruselas respalda a Países Bajos y abre un canal diplomático con Pekín. En medio, la cadena del automóvil mide inventarios día a día.

Lo que ha pasado, con fechas y decisiones

El cronograma ayuda a entender por qué el conflicto se nota tan rápido en las fábricas. A finales de septiembre, el Ejecutivo neerlandés aplicó por primera vez la Ley de Disponibilidad de Bienes de 1952 para intervenir Nexperia y nombrar una administración judicial independiente. En octubre, la justicia apartó a Zhang de la gestión diaria y un consejero delegado interino, Stefan Tilger, tomó el mando. Poco después, China respondió calificando la intervención de “injerencia inadecuada” y activó controles a la exportación de chips de Nexperia desde su territorio hacia Europa. El 26 de octubre, Nexperia Países Bajos cortó el envío de obleas a la planta de Dongguan alegando impagos y riesgo financiero. El 1 de noviembre, Pekín anunció que podría conceder exenciones a empresas que cumplieran ciertos criterios, con la intención de suavizar la disrupción. Son pasos que, encadenados en semanas, estrangulan un proceso industrial que vive del flujo continuo.

Ese flujo depende de una coreografía precisa: las obleas se fabrican y procesan en varias plantas —en gran medida europeas— y luego viajan para el encapsulado y el test, el llamado back-end, que en el caso de Nexperia se concentra mayoritariamente en China. Si se corta la remesa de obleas desde Europa o se bloquea el envío de chips ya empaquetados de vuelta a los clientes, el producto no llega a tiempo. Y en automoción no se trabaja a almacenes laxos; se vive a ritmos de semanas. Por eso Volkswagen, Mercedes-Benz, Stellantis, Honda o Nissan han encendido alertas internas, y patronales como ACEA o la española Sernauto han avisado de paradas si no se restablece el tráfico de componentes.

Qué fabrica Nexperia y por qué no hay sustituto rápido

La paradoja del caso es que no hablamos de chips de vanguardia, sino de las piezas discretas que no salen en las portadas: diodos, transistores, rectificadores, lógica de bajo consumo. Son componentes baratos, repetitivos, presentes por miles en un turismo medio. Sostienen la electrónica de potencia que estabiliza corrientes, protege circuitos y hace de “semáforo” interno para que todo, desde una unidad de control de motor hasta un simple elevalunas, funcione. Nexperia —descendiente de la antigua división de productos estándar de NXP/Philips— es uno de los grandes productores mundiales de estas referencias, y eso explica el golpe sistémico: si falta un chip de céntimos, el coche de 30.000 euros no sale.

Podría parecer que basta con cambiar de proveedor. No es tan sencillo. En automoción, cada componente crítico se homologa por familia, encapsulado, prestaciones, fiabilidad y comportamiento térmico. Un “equivalente” en papel no siempre encaja en la placa o no responde igual a vibraciones, temperatura o ciclos de vida. Sustituirlo implica nuevos ensayos, validaciones de seguridad funcional y, a menudo, recalificar la línea del proveedor. Semanas como mínimo, meses si el componente está metido en sistemas sensibles. Por eso los fabricantes persiguen desde 2021 tener “second source” ya cualificados, pero el catálogo de Nexperia es tan extenso que no siempre hay alternativa inmediata para cada referencia.

Esa dependencia se agrava en el back-end. El coste —mano de obra, energía, amortización de maquinaria— empujó durante años a concentrar encapsulado y test en Asia. El caso Nexperia lo muestra con crudeza: Europa puede tener obleas listas y, aun así, no disponer del chip final si Dongguan queda aislada. Es un recordatorio, incómodo pero real, de que la soberanía tecnológica no se decide solo en la litografía de última generación, también en los procesos humildes que convierten una oblea en miles de piezas funcionales.

La intervención neerlandesa y el relevo en la cúpula

Para Países Bajos, Nexperia es una capacidad estratégica que no podía quedar expuesta a riesgos de gobernanza o a una transferencia de tecnología fuera de su control. Por eso desempolvó una ley de 1952, prácticamente inédita, para poder intervenir bienes y empresas cuando se considere que su disponibilidad es crítica. El expediente se apoyó en deficiencias de gestión detectadas por los supervisores, en el encaje regulatorio con Estados UnidosWingtech figura en listados de control— y en un análisis de riesgos de seguridad económica.

El movimiento jurídico tuvo una consecuencia empresarial clara: Zhang Xuezheng fue destituido por un tribunal mercantil y Stefan Tilger quedó al frente para estabilizar la compañía. La administración judicial instaló una muralla entre la sede neerlandesa y los equipos en China para asegurar decisiones conservadoras en tesorería, contratos y cumplimiento. El corte de obleas a Dongguan se justificó en impagos y riesgos financieros que la nueva dirección no quería asumir. Por primera vez, una multinacional europea del chip operaba como dos entidades con reflejos diferentes y, a veces, contradictorios.

La reacción china fue automática. Pekín calificó la intervención de “injerencia”, y colocó el foco en la “disrupción a las cadenas globales”. La presión se ejerció en el último tramo del flujo, el que más duele a Europa: control a las exportaciones desde China, con posibilidad de licencias caso por caso anunciada días después. Es una palanca con efecto inmediato porque impacta en pedidos concretos y en plazos reales; transforma un desacuerdo de gobierno corporativo en un cuello de botella de piezas.

La respuesta de China y el juego de las exenciones

El veto a las exportaciones desde China hacia Europa no fue absoluto, pero operó como estrangulador. Las exenciones anunciadas el 1 de noviembre abren un cauce para que determinados tier-1 y OEM soliciten licencias de envío sobre familias de producto críticas. Es un proceso administrativo que requiere mecanismos de trazabilidad y compromisos de uso final, y que, mientras se tramita, obliga a las fábricas europeas a consumir inventarios. De ahí que se hable de semanas como horizonte de seguridad y no de meses.

Nexperia China ha tratado de ganar tiempo apoyándose en stock de producto terminado y en trabajo en curso; ha defendido su autonomía operativa y ha negado los impagos que motivaron la suspensión de obleas desde Países Bajos. Al mismo tiempo, la sede neerlandesa insiste en que su prioridad es mantener solvencia y cumplimiento para proteger las entregas a clientes europeos y el empleo. Dos relatos que no siempre casan y que se resuelven —de momento— a golpe de excepción: licencia aprobada, pedido que sale; licencia denegada, plan B con reacondicionamiento de referencias, reprogramación de turnos o paradas técnicas.

Lo relevante para medir el pulso real será la tasa de aprobación de esas licencias, el tiempo de tramitación y si se conceden para familias completas o para lotes puntuales. Un cauce amplio bajaría la fiebre; un goteo mantendría a los fabricantes europeos en modo contingencia.

Efectos en Europa y en España

En Alemania, Francia, Italia o España, la prioridad en las últimas jornadas ha sido asegurar referencias de alto consumo para evitar paradas. ACEA trasladó públicamente su preocupación por el agotamiento de inventarios, y grupos como Stellantis han montado “war rooms” de logística y compras para reajustar fabricación por modelos según la disponibilidad de componentes. En esta coyuntura, un compacto que consuma menos de ciertos transistores discretos puede salvar el turno de una planta, mientras que un SUV con electrónica más densa se reprograma si faltan piezas.

En España, el impacto es directo. Polos como Martorell, Vigo, Figueruelas, Almussafes o Villaverde trabajan con buffers justos. Si no entra un lote de diodos o MOSFET clave, no sale el vehículo. Sernauto —la patronal de proveedores— ha hablado de “riesgo inminente” de paradas si no se restablece el flujo. En paralelo, el ecosistema de electrónica y automoción español ve una oportunidad: el empujón comunitario a la resiliencia —la Ley Europea de Chips y los programas nacionales— puede traducirse en capacidad de encapsulado y test dentro de la UE, un terreno donde España tiene margen por suelo industrial, centros de test y formación técnica. No se trata de prometer fabs de 3 nm, sino de construir músculo en procesos back-end que den estabilidad a la cadena.

Escenarios: tregua, reconfiguración o fractura

De cara a las próximas semanas se abren tres caminos. El primero —el más verosímil a corto— es un deshielo controlado: China concede exenciones temporales sobre familias críticas para automoción, suficientes para pasar noviembre y diciembre sin paradas masivas; Países Bajos consolida su tutela en Nexperia, y Bruselas trabaja una salida diplomática que fije garantías de gobernanza y auditorías. No resuelve el desacuerdo de fondo, pero baja la tensión y devuelve a la cadena cierto ritmo.

El segundo escenario es una reconfiguración acelerada de la cadena de valor. Nexperia y los tier-1 europeos buscarían encapsulado alternativo fuera de China —Europa del Este, Sudeste Asiático— y reforzarían proveedores equivalentes para un puñado de referencias clave. Es costoso y requiere meses de homologación, pero el sector aprendió en 2021-2022 a trabajar con contratos multiproveedor, “second source” y inventario estratégico ligeramente superior. Si el conflicto se alarga, ese gasto se asume como un seguro.

El tercero —el más disruptivo— es una fractura estructural: la separación operativa entre Nexperia Países Bajos y sus activos en China, con un perímetro europeo diseñado para cumplir controles occidentales y un perímetro chino centrado en su mercado doméstico. Implicaría duplicar funciones, reubicar capacidad de back-end, incluso ventas parciales de activos. Nadie lo desea por coste y plazos, pero no se puede descartar si la política empuja en esa dirección.

Señales a vigilar sin perderse en el ruido

Hay indicadores prácticos que dirán rápido hacia dónde evoluciona el caso. Primero, el ritmo de exenciones que apruebe China para automoción europea y si se traducen en volúmenes suficientes para estabilizar inventarios en las plantas. Segundo, la duración real del stock en fábricas y proveedores: si se sostiene más allá de dos o tres semanas sin ajustes bruscos, el “deshielo” funciona. Tercero, el avance de homologaciones de “second source”: cuántos equivalentes se aprueban, para qué modelos y con qué plazos. Cuarto, la normalización de plazos de entrega en distribuidores y la desaparición de picos de precio en canales asiáticos, un termómetro claro de escasez o estabilidad.

Radiografía corporativa para situar el conflicto

Wingtech Technology, fundada en 1993 y con sede en Huangshi (Hubei), es un conglomerado de electrónica y semiconductores que evolucionó desde el diseño y montaje de smartphones a la fabricación integrada de dispositivos (IDM). En 2019 adquirió Nexperia —valor aproximado de 26.800 millones de yuanes— en una de las operaciones chinas más relevantes del sector. Desde entonces ha reforzado la apuesta por semiconductores, con ingresos superiores a los 70.000 millones de yuanes en 2024 y una inversión en I+D superior a los 4.000 millones de yuanes según sus estados financieros. Esa expansión coincidió con un entorno internacional más restrictivo para adquisiciones chinas en tecnología y con la inclusión de compañías del grupo en listas de control de Estados Unidos, lo que añade fricción regulatoria.

Nexperia, por su parte, opera con lógica de volumen: produce decenas de miles de millones de piezas discretas y lógicas al año, con fábricas front-end en Europa y una red de back-end donde China ocupa un peso decisivo. Su catálogo —diodos, transistores bipolares, MOSFET, rectificadores, lógica— y su fiabilidad histórica la han convertido en proveedor de referencia para automoción, consumo e industrial. Precisamente por esa capilaridad, una interrupción en Nexperia no es una “pequeña vibración” en el mercado; es un movimiento sísmico que sacude múltiples cadenas de valor a la vez.

Detalles que condicionan el día a día: obleas, pagos y moneda

El corte de obleas comunicado desde Países Bajos se justificó por incumplimientos de pago detectados en la gestión local de Dongguan y por la necesidad de limitar riesgos en caja. Nexperia China replicó negando esos impagos y tildó la decisión de “unilateral e irresponsable”. Se añadieron tensiones por la moneda de liquidación en ciertas ventas —yuan como denominación preferente— y por la priorización de clientes ante la escasez. No es un detalle menor: en la práctica, mientras el desacuerdo contable no se cierre, cada envío se decide caso por caso y el Ministerio de Comercio chino se convierte en válvula que abre o cierra el grifo según expedientes de licencia.

Para los compradores en Europa, esto se traduce en un calendario de incertidumbre. Los tier-1 exploran equivalentes y reacomodan el consumo por referencias; los OEM ajustan mix de producción (qué modelos lanzar antes o después) y activan stocks de seguridad donde los hay. Si las exenciones ganan tracción, se normalizan los plazos y precios en cuestión de semanas. Si no, el mercado verá acaparamiento y picos de precio en distribución, un patrón conocido desde la pandemia.

Qué papel juega la Unión Europea

La Comisión Europea ha respaldado la actuación de Países Bajos al entenderla como un esfuerzo por proteger capacidades tecnológicas y ha abierto canales de diálogo con Pekín para una salida diplomática. La vicepresidenta comunitaria para política digital, Henna Virkkunen, se ha reunido con la cúpula interina de Nexperia y con representantes chinos para medir impactos y calibrar soluciones. En paralelo, en el marco de la Ley Europea de Chips, se estudian incentivos y mecanismos de alivio específicos si el atasco persiste, con el foco puesto en back-end —el eslabón que ahora duele— y en corredores aduaneros para componentes críticos.

Esa doble vía —apagar el incendio y acelerar inversiones— es la única que ofrece una coherencia de corto y medio plazo. Europa no va a prescindir de Asia de la noche a la mañana, pero sí puede reducir su exposición a un único país o a una única planta para procesos clave. La lección es obvia: sin back-end local, cualquier tensión geopolítica convierte chips de céntimos en palancas de negociación.

Implicaciones para la estrategia industrial española

El caso abre una conversación concreta —no abstracta— sobre oportunidades industriales. España dispone de polos automovilísticos potentes y de un tejido de ingeniería, test y mecatrónica que podría absorber proyectos de encapsulado y verificación si la UE empuja con incentivos bien dirigidos. Hablamos de parques industriales con energía competitiva, formación profesional volcada en electrónica y universidades con programas de microelectrónica. No es necesario prometer fabs de primerísimo nivel para tener impacto: un centro de back-end bien dimensionado ya supone resiliencia para centenares de referencias y decenas de proveedores.

Al mismo tiempo, el sector deberá ajustar contratos hacia multiproveedor real, con cláusulas de reserva de capacidad y planes de calificación preventiva de equivalentes. Lo que hoy parece coste en la hoja de cálculo es seguro contra el próximo shock. En 2021-2022 esa conversación se quedó a medias en muchas compañías; Wingtech-Nexperia la devuelve al primer plano con urgencia.

El tablero que queda: chips baratos, riesgos caros

El choque Wingtech-Nexperia ha mostrado en pocas semanas dónde están las costuras de la cadena del semiconductor en Europa. No ha fallado un nodo de 3 nm ni una máquina de litografía; ha fallado —mejor dicho, se ha tensado— la logística del back-end y la gobernanza de una pieza europea operada por un grupo chino en un contexto de desconfianza estratégica. La reacción de La Haya y el respaldo de Bruselas han sido contundentes; la de Pekín, pragmática y a la vez instrumental, con exenciones como válvula de alivio. Entre ambas, fabricantes y proveedores han tenido que comprar tiempo con inventarios, reprogramaciones y homologaciones aceleradas.

La salida menos traumática —y todavía alcanzable— pasa por estabilizar el suministro con licencias amplias a automoción, normalizar los flujos de obleas y encapsulado entre Europa y China y encauzar, con auditorías, el gobierno corporativo de Nexperia para que sus decisiones financieras no vuelvan a chocar con los reguladores. En paralelo, Europa debería acelerar proyectos de encapsulado y test que ya se barajan en varios países, incluida España, y fijar motores de colaboración entre universidades, empresas y administraciones que recorten plazos. Es una tarea menos vistosa que inaugurar una megafábrica, pero más decisiva para que no vuelva a pararse una línea por culpa de un diodo.

Si algo deja claro este episodio es que la resiliencia industrial se dirime en el detalle: una ley de 1952 desempolvada a tiempo, un memorando de pagos a proveedores, un certificado de seguridad funcional que tarda tres semanas en lugar de seis, una licencia china concedida o denegada. Ahí, en esa microfísica del negocio, se decide si Europa transita 2025 con ruido pero sin paradas o si vuelve a encoger su producción por falta de chips de céntimos. Nadie quiere lo segundo. Y, por una vez, la solución no exige milagros: excepciones ágiles hoy y capacidad de back-end propia mañana. Con eso, la automoción puede seguir rodando. Con menos sobresaltos y sin jugar a la ruleta con piezas que valen menos que un café, pero que lo son todo cuando falta una.


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Este artículo se ha elaborado con información contrastada y actual, procedente de fuentes oficiales y medios de referencia. Fuentes consultadas: Gobierno de los Países Bajos, SERNAUTO, ACEA, Europa Press, Reuters, Euronews, The Guardian, DIGITALEUROPE, MarketScreener.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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