Salud
Brentan crema para que sirve, cuando y como usarla bien

Guía clara sobre Brentán crema: para qué sirve, cómo aplicarla y cuándo cambiar a antifúngico solo. Consejos útiles, riesgos y pautas reales.
Brentán crema es un medicamento tópico que combina nitrato de miconazol (antifúngico) e hidrocortisona (corticoide de baja potencia). Su función es precisa: tratar infecciones superficiales por hongos en la piel cuando cursan con inflamación y picor. Se utiliza en cuadros como la tiña (incluido el pie de atleta), la candidiasis cutánea y la pitiriasis versicolor cuando la rojez y el escozor dominan la escena. El objetivo es aliviar rápido los síntomas mientras el antifúngico actúa sobre el hongo.
Su papel en la pauta es táctico y acotado: se emplea al inicio, en fases muy inflamatorias, y, una vez que cede el enrojecimiento y el prurito, se continúa con un antifúngico sin corticoide (por ejemplo, miconazol en monoterapia) para completar la curación y evitar recaídas. No sirve frente a bacterias ni virus (herpes, varicela) y no debe aplicarse en mucosas ni en los ojos. La posología habitual: una capa fina dos veces al día durante 2 a 6 semanas, según localización y gravedad. Un matiz logístico poco difundido: requiere conservación en nevera (2–8 ºC), con el tubo bien cerrado.
Qué es Brentán crema y en qué casos encaja
Brentán crema integra dos piezas que trabajan de forma complementaria. El miconazol, un imidazólico, altera la membrana de los hongos y frena su crecimiento en dermatofitos (las “tiñas”), Candida y Malassezia (la levadura vinculada a la pitiriasis versicolor). La hidrocortisona modera la inflamación: baja la rojez, la hinchazón y el picor. En términos prácticos, el tratamiento resulta más llevadero desde el primer día —menos rascado, menos molestias—, mientras el antifúngico “hace su trabajo” de fondo. El corticoide no elimina al hongo; solo apaga el fuego de la inflamación. Por eso su presencia se limita al arranque del tratamiento.
Los escenarios clásicos en los que encaja son sobradamente conocidos en consulta y farmacia: pie de atleta con fisuras y prurito interdigitales, candidiasis de pliegues (ingles, submamario, axilas) con rojez macerada y dolorosa, y pitiriasis versicolor en tronco y hombros con manchas claras u oscuras y leve descamación. Si los signos inflamatorios de partida son discretos, suele preferirse un antifúngico solo; cuando el prurito y la rojez dominan, la combinación con corticoide ayuda a ganar confort y adherencia durante las primeras semanas.
Pauta correcta: tiempos, técnica y trucos de aplicación
La pauta estándar no tiene misterio, pero conviene hacerla bien para que funcione. Dos aplicaciones al día, con una capa fina que se extiende ligeramente más allá del borde visible de la lesión. Antes, lavar y secar con cuidado; la humedad es aliada del hongo, sobre todo entre los dedos del pie y en la ingle. Masajear suavemente hasta que la crema desaparezca. Lavarse las manos a continuación, salvo que la zona tratada sea la propia mano, para no diseminar la infección a otras áreas.
La duración oscila entre 2 y 6 semanas. La regla de oro: mantener el antifúngico al menos una semana después de que desaparezcan los síntomas, ya sin el corticoide, para evitar recaídas. En la práctica, ayuda imaginar el manejo en dos tiempos. Tiempo 1: Brentán (miconazol + hidrocortisona) para doble acción y control del picor. Tiempo 2: miconazol en monoterapia u otro azol en crema para completar la erradicación del hongo. Ese “pase” debe hacerse cuando la inflamación ya no marca el paso.
La higiene textil cuenta. Toalla y toallita propias, con recambio frecuente. La ropa interior, de algodón y bien seca. El calzado, aireado; si es posible, alternar pares para que no haya un microclima húmedo en el que el hongo se sienta como en casa. No aplicar cosméticos encima de la zona tratada sin indicación; pueden interferir con el vehículo de la crema. Y un aviso doméstico: la formulación puede dañar algunas fibras sintéticas; otra razón para priorizar tejidos naturales en contacto con la piel lesionada.
Conservación: el tubo va a la nevera, entre 2 y 8 ºC, siempre bien cerrado. Esto no es un capricho; es la condición de estabilidad autorizada. Si hay traslados puntuales y el medicamento pasa unas horas a temperatura ambiente moderada, no es el fin del mundo, pero la recomendación oficial sigue siendo refrigerar. Mejor prevenir que lamentar una crema estropeada que no rinde.
Pies y espacios interdigitales
El pie de atleta es un terreno clásico para esta combinación. La piel macerada entre los dedos, el borde plantar descamado, ese prurito que sube y baja a lo largo del día. Unas semanas con Brentán ayudan a cortar la inflamación y el picor. Después, el miconazol solo (o un antifúngico equivalente) cierra el círculo. No debería subestimarse el ecosistema del calzado: calcetines que no transpiran, zapatillas con humedad retenida, duchas del gimnasio. El tratamiento tópico se vuelve mucho más eficaz cuando se “cura” también el entorno: secado entre dedos con calma, uso de polvos antifúngicos si hay hiperhidrosis, y alternancia de calzado para evitar la reinfección por el propio textil.
Indicaciones habituales según la zona del cuerpo
En la zona inguinal y pliegues, la fricción y el calor agravan cualquier proceso fúngico. Las placas suelen tener borde activo, picor y a veces un aspecto “eczematizado”. La hidrocortisona de Brentán alivia en pocos días esa sensación de quemazón que desespera, mientras el miconazol trata el origen. Debe evitarse prolongar el corticoide en pliegues porque la piel es más fina y más permeable, lo que favorece atrofia y estrías si uno se descuida. En cuanto el cuadro se calma, monoterapia antifúngica hasta completar las semanas indicadas.
En tronco, hombros y cuello, la pitiriasis versicolor se presenta como manchas que cambian el tono de la piel —a veces más claras, otras más oscuras— y descaman de forma fina. No suele picar; por eso, un azol sin corticoide suele bastar. ¿Tiene sentido iniciar con Brentán? Solo si hay piel muy reactiva, con rojez o picor asociado, algo menos habitual en esta entidad. Incluso cuando el tratamiento ha sido correcto, el color de la piel tarda en normalizarse; la levadura se fue, pero la pigmentación se ajusta con semanas de retraso. Es normal.
En el área facial se pisa terreno delicado. La piel es más fina y absorbe más corticoide. Aquí, si el diagnóstico es tiña de la cara o una dermatitis seborreica colonizada por Malassezia, se impone prudencia. Tratamientos muy cortos con la combinación, o directamente antifúngicos sin corticoide cuando sea posible. Jamás en párpados ni cerca de los ojos: el riesgo de efectos oculares no compensa. Y mucha precisión diagnóstica: el uso mantenido de esteroides en infecciones fúngicas mal etiquetadas puede producir la llamada “tiña incógnita”, un hongo enmascarado por esteroides que se extiende sin dar la cara.
En pliegues del pañal o zonas oclusivas, la absorción del corticoide aumenta. El manejo en población pediátrica requiere criterio: periodos muy cortos, superficies pequeñas y evitar oclusión. Si lo que hay es una dermatitis del pañal con Candida, puede contemplarse un arranque brevísimo con Brentán si hay mucha inflamación, pero, de nuevo, paso rápido a miconazol sin corticoide. En lactantes se han notificado irritabilidad y otras reacciones locales; lo indicado es vigilancia y tratamientos conservadores.
Precauciones, contraindicaciones e interacciones relevantes
Las contraindicaciones son claras: alergia al miconazol, a imidazoles afines o a la hidrocortisona; infecciones bacterianas o víricas activas (impétigo, herpes, varicela), parasitarias o tuberculosis cutánea. No se aplica en ojos ni mucosas, y hay que evitar heridas abiertas. En cara y grandes superficies, el uso debe ser lo más corto posible.
Efectos adversos: los más habituales son irritación local, escozor transitorio al aplicar, prurito o urticaria. En tratamientos prolongados o inadecuados (especialmente con oclusión o en pliegues), los corticoides pueden causar atrofia cutánea, telangiectasias, estrías, acné esteroideo o hipopigmentación. Casos poco frecuentes pero descritos incluyen debilitamiento de la piel, fragilidad, foliculitis y, en exposiciones extensas o prolongadas, efectos sistémicos del corticoide (síndrome de Cushing, alteraciones del eje hipotálamo-hipófisis). Nada de esto debe suceder con un uso correcto y limitado en el tiempo, pero conocerlo ayuda a evitar excesos.
Interacciones: el miconazol, incluso por vía tópica, puede potenciar el efecto de la warfarina (anticoagulante oral) y elevar el riesgo de sangrado. Es infrecuente, pero está suficientemente documentado como para vigilar hematomas, epistaxis u otros signos en quien toma warfarina. También figuran en el prospecto interacciones con hipoglucemiantes orales y fenitoína. Si coincide tratamiento con alguno de estos fármacos, procede un manejo prudente y, ante signos de alarma, suspender y reevaluar. Un apunte más: ante visión borrosa u otras alteraciones visuales durante el uso, toca parar y valorar.
Embarazo y lactancia: no es de primera elección. Solo se contempla si el beneficio supera el riesgo, en pautas breves y localizadas, lejos de las mamas en lactancia. Tiene lógica: tanto el miconazol como la hidrocortisona pueden absorberse en pequeñas cantidades por piel inflamada, y la prudencia manda.
Excipientes relevantes: la crema contiene ácido benzoico (puede irritar localmente y, en recién nacidos, contribuir a ictericia) y butilhidroxianisol (riesgo de dermatitis de contacto o irritación ocular). Son cifras pequeñas, pero, en piel erosionada o en bebés muy pequeños, este detalle pesa.
Alternativas y encaje frente a otras opciones
En micosis cutáneas sin gran inflamación, los antifúngicos tópicos “puros” suelen bastar: miconazol, clotrimazol, econazol, ketoconazol, bifonazol… Suelen pautarse 1–2 veces al día durante 2–4 semanas, con tasas de curación elevadas cuando se acompañan de medidas higiénicas adecuadas. La terbinafina tópica funciona bien en dermatofitosis, aunque su coste y perfil no siempre justifican desplazar a los azoles en cuadros simples. En pitiriasis versicolor, los champús antifúngicos (ketoconazol al 2%) como coadyuvantes sobre el tronco facilitan cubrir áreas amplias.
¿Cuándo no conviene una combinación con corticoide? Cuando el diagnóstico es dudoso, cuando la lesión está en cara o genitales y la inflamación es leve, o cuando se sospecha un componente bacteriano (una celulitis temprana, un impétigo) que puede empeorar si se aplica un esteroide. Allí, el peso recae en el antifúngico solo o, simplemente, en observar y confirmar el diagnóstico.
¿Y si la infección es más extensa o hay uñas y cabello implicados? Eso ya sale del marco de las cremas. En onicomicosis o tiña capitis se contemplan antifúngicos sistémicos y manejados con receta; no es terreno de automedicación con tópicos. En el resto, el principio es simple: menor potencia y menos tiempo de corticoide, más constancia con el antifúngico.
Un capítulo aparte es la confusión de marcas entre países. En el mercado español, Brentán crema hace referencia a la combinación de miconazol + hidrocortisona en la concentración 20 mg/g + 10 mg/g. En otros lugares existen miconazoles al 2% con nombres parecidos. No son equivalentes. Conviene leer siempre el envase y el prospecto para confirmar composición y conservación (en España, refrigeración obligada).
Dudas habituales resueltas con criterio clínico
¿Durante cuánto tiempo se mantiene la combinación antes de pasar a monoterapia? Lo que tarda en ceder la inflamación: cuando la rojez, el calor local y el prurito dejan de ser protagonistas —a menudo en pocos días o 1–2 semanas, según el caso—, se cambia a miconazol sin corticoide y se completa hasta alcanzar una semana extra sin síntomas. Esto no es una cifra rígida; es sentido clínico para minimizar riesgos del esteroide sin perder eficacia antifúngica.
¿Se puede usar en la cara? Con mucho tiento y muy poco tiempo, preferentemente evitando la zona facial y optando por antifúngicos sin corticoide cuando la clínica lo permite. Párpados y contorno de ojos, prohibidos. En barba o bigote con prurito y descamación, ante la duda entre tiña y dermatitis seborreica, el diagnóstico manda antes que la prisa por aplicar crema.
¿Y en niños? La pauta es más conservadora: superficies pequeñas, sin oclusión (el pañal cuenta como oclusivo), periodos muy breves con la combinación y rápido paso al antifúngico solo. El riesgo de atrofia y absorción sistémica del corticoide es mayor a igualdad de dosis porque los niños tienen más superficie corporal en relación con el peso.
¿Qué hay de la recidiva en pie de atleta o versicolor? Las micosis vuelven si vuelven las condiciones que las favorecen: humedad, rocío en el calzado, sudoración en verano, duchas comunes. No es un fracaso del fármaco; es una ecología de la piel que hay que ajustar: secado cuidadoso, calzado ventilado, alternancia de pares, polvos antifúngicos si hay hiperhidrosis. En versicolor, tras curar la infección, puede persistir discoloración durante semanas; la pigmentación se normaliza con el tiempo.
Conservación y viajes: Oficialmente, a la nevera. En desplazamientos cortos, fuera de calor intenso, no debería deteriorarse por unas horas, pero lo prudente es transportarla refrigerada y volverla a guardar al llegar. Hay documentación de estabilidad limitada a temperatura ambiente moderada, pero la recomendación autorizada no cambia: refrigeración continua.
Interacciones que merecen respeto: la warfarina. Aunque raro, el miconazol puede potenciar su efecto y aumentar el riesgo hemorrágico. Cualquier signo de sangrado inusual invita a interrumpir la crema y revisar el tratamiento. También se listan hipoglucemiantes orales y fenitoína; si coinciden, vigilancia y pautas breves.
Errores comunes que complican todo: tapar la lesión con vendajes oclusivos y “cargar” la crema pensando que más es mejor; usar la combinación durante semanas y semanas porque alivia, sin el “pase” a antifúngico puro; aplicar en heridas o mucosas; no secar correctamente la zona antes de cada aplicación; dejar la crema a temperatura ambiente varios días “porque total…”. Detalles que, sumados, restan eficacia y multiplican riesgos.
Lo esencial para que Brentán funcione
La respuesta corta a “Brentán crema para qué sirve” queda clara desde el arranque: sirve para tratar micosis cutáneas con inflamación y picor, aliviando rápidamente los síntomas mientras el antifúngico actúa. La respuesta completa exige algunos matices operativos que marcan la diferencia entre un tratamiento correcto y uno que cojea. Primero, usarla en el momento adecuado: fases iniciales y muy inflamatorias. Segundo, cambiar a miconazol sin corticoide en cuanto la piel deja de “gritar”, y prolongar el antifúngico una semana tras la desaparición de los síntomas. Tercero, cuidar la técnica: lavar, secar, capa fina, manos limpias después. Cuarto, atender a la ecología de la piel y del textil: humedad, fricción, calzado y tejidos. Quinto, respetar las líneas rojas: no ojos, no mucosas, no heridas abiertas, precaución en cara y pliegues, pautas cortas en pediatría, refrigeración en casa.
El resto es regularidad y cabeza fría. Brentán crema no es una varita mágica, pero, bien usada, resuelve cuadros habituales que amargan el día a día —tiñas, candidiasis cutáneas, versicolor— y lo hace con una hoja de ruta clara. Es una herramienta con nombre y apellidos (miconazol + hidrocortisona) que no compite con los antifúngicos “puros”, sino que los acompaña en la salida y se retira cuando toca. Ahí está su valor. Y su límite.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: AEMPS, Consejo General de Colegios Farmacéuticos, Asociación Española de Pediatría, Fisterra.

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