Cultura y sociedad
¿Quiénes son los Hermanos Roca, dueños del Mas Marroch?

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Quiénes son los hermanos Roca y qué supone el incendio en Mas Marroch: retrato, daños y reubicaciones mientras se protege la masía, con datos
La mayoría de los medios de comunicación, tanto especializados como generalista, han llenado sus páginas con una de las noticia del día: el incendio en el restaurante de los Hermanos Roca. Pero ¿quiénes son los propietarios del Mas Marroch? Pues Joan, Josep y Jordi Roca, tres hermanos de Girona que han construido un proyecto gastronómico único, con El Celler de Can Roca como eje creativo —tres estrellas Michelin y reconocimiento internacional sostenido— y un conjunto de negocios que orbitan la cocina, el vino, la pastelería y la investigación. La finca Mas Marroch, pensada para grandes eventos en Vilablareix, forma parte de ese universo y hoy es noticia por un incendio que de madrugada arrasó su espectacular cúpula de madera. No hubo heridos. La masía gótica —núcleo histórico del conjunto— se salvó gracias a la actuación de los Bombers de la Generalitat, y la investigación sobre el origen del fuego sigue abierta.
El grupo ha priorizado dos líneas de trabajo: asegurar el perímetro y mantener los compromisos con clientes reubicando celebraciones en otras sedes de su ecosistema mientras se evalúan daños y plazos de reconstrucción. La afección más visible —la cúpula que funcionaba como ágora para banquetes— obliga a una intervención profunda, pero no paraliza la actividad del conjunto Roca. Hay equipos, logística y proveedores para ofrecer continuidad, y una hoja de ruta que combina peritajes, seguros y decisiones arquitectónicas. El espacio, que se ha quemado hoy, es un símbolo de la marca, pero el proyecto es más grande que un edificio.
Quiénes son los Roca: retrato y trayectoria
Joan Roca (chef), Josep “Pitu” Roca (sumiller y jefe de sala) y Jordi Roca (pastelero) crecieron en el restaurante familiar Can Roca, en el barrio gerundense de Taialà. Allí aprendieron un oficio que, con el tiempo, elevaron a una conversación de tú a tú con la alta cocina contemporánea. En 1986 abrieron El Celler de Can Roca, a pocos metros de la casa madre, y desde esa cocina —cautelosa con la memoria y audaz con la técnica— consolidaron un estilo reconocible: cocina catalana puesta al día, mirada científica sin frialdad, sensibilidad por el territorio, un concepto de hospitalidad coral en el que cocina y sala se abrazan.
El reparto de roles ha sido clave. Joan dirige la cocina con una mezcla de rigor y ternura por el recetario tradicional; su lenguaje combina fondos precisos, maduraciones controladas y técnicas de vanguardia, pero siempre con el sabor en el centro. Pitu Roca ha convertido la bodega en discurso: no es solo una lista monumental de referencias, es una forma de contar el vino y de maridar emociones que ha cambiado la percepción de la sala en los grandes restaurantes. Jordi Roca, por su parte, llevó la pastelería a territorios insospechados: perfumes comestibles, helados que cuentan historias, trampantojos juguetones con una base técnica sólida. Los tres, juntos, han creado un equilibrio notable entre artesanía y narrativa gastronómica.
A su alrededor, el grupo ha tejido un ecosistema meditado, nada torpe ni improvisado. Rocambolesc, la heladería de autor que llevó el juego dulce a la calle, Casa Cacao —hotel, tostador y obrador de chocolate en el centro de Girona—, y nuevos espacios para eventos y cultura gastronómica completan la constelación. No se trata de diversificación por diversificar: cada pieza dialoga con la identidad de la casa. Mas Marroch no es un “salón de bodas” al uso, sino la traducción del método Roca a la escala de un banquete.
El prestigio les precede. El Celler ha sostenido su triple estrella Michelin durante años y ha liderado listas internacionales que amplificaron su voz fuera de España. Más allá de los premios, los Roca han construido una escuela: por su cocina han pasado generaciones de jóvenes profesionales que hoy capitanean proyectos propios por todo el país. Ese factor multiplicador —una red de talento con ADN Roca— explica por qué la noticia del incendio ha resonado tanto en el sector gastronómico.
La dimensión cultural de su trabajo también cuenta. Han investigado el diálogo entre ciencia y cocina, han colaborado con artesanos y productores locales, han defendido la biodiversidad y las variedades agrícolas tradicionales como patrimonio. En la práctica, esto se traduce en compras de proximidad, estaciones marcadas en los menús, vínculos estables con agricultores, ganaderos y pescadores. Todo ese tejido, que no sale en las fotos, es lo que sostiene la experiencia visible en una mesa o en un salón de banquetes.
Mas Marroch: finca para eventos y símbolo de una idea
Mas Marroch está situado en Vilablareix, a las afueras de Girona. El conjunto integra dos almas: una masía gótica del siglo XV, que aporta el poso histórico y el nombre, y un diseño contemporáneo para acoger eventos multitudinarios con comodidad, estética y una logística afinadísima. Su cúpula de madera —una gran estructura circular con alma de ágora— se había convertido en postal reconocible: luz cálida filtrada por fibras vegetales, sillas ligeras, lámparas esféricas, vegetación integrada, piedra seca en diálogo con el paisaje. Era un espacio pensado para oír bien, ver bien y trabajar mejor, algo que en banquetes de doscientas o trescientas personas marca la diferencia.
La finca no solo acogía bodas y celebraciones privadas. Albergó presentaciones, entregas de premios y proyectos efímeros de la casa Roca. En 2020, tras el confinamiento, funcionó como Ágora Mas Marroch, un formato temporal con menús históricos del Celler a precios contenidos, servicio al aire libre y un montaje que combinaba seguridad sanitaria y experiencia. Aquella etapa reforzó el vínculo sentimental con el lugar: familias y aficionados pudieron acercarse a la cocina Roca en un entorno amable y contundente desde el punto de vista escenográfico.
En términos operativos, Mas Marroch era —es— una máquina de precisión. La cúpula permitía ordenar el flujo de cocina y sala con agilidad, establecer “islas” de emplatado, mantener temperaturas y ritmos, resolver la logística de un banquete sin que la experiencia se volviera impersonal. Cada detalle, desde la acústica hasta la iluminación, estaba pensado para que el servicio funcionara como un reloj. Esa parte, la menos vistosa, explica por qué el golpe duele también a los profesionales: se pierde una herramienta muy optimizada.
El entorno, además, hablaba el idioma de los Roca: jardines productivos, frutales, integración paisajística. Materiales nobles y soluciones pasivas ayudaban a regular el confort térmico. La apuesta por la sostenibilidad estaba visible y, al mismo tiempo, era discreta; no había ostentación ni gestos grandilocuentes. La arquitectura acompañaba la gastronomía sin eclipsarla, que es quizá el mayor elogio que se puede hacer a un espacio de estas características.
El incendio: hechos confirmados y contexto técnico
El fuego se declaró de madrugada y quedó estabilizado al amanecer tras la intervención de un amplio dispositivo de los Bombers. No hay lesionados. La zona más afectada es la cúpula central, que ha quedado calcinada, junto con áreas anexas vinculadas a cocina y almacenaje. Los equipos de emergencia levantaron rápidamente cortafuegos operativos para proteger la masía histórica, que se ha salvado. El perímetro se ha asegurado para facilitar el trabajo de peritos y técnicos, y la investigación sobre el origen del siniestro continúa sin que, por ahora, se haya comunicado una causa definitiva.
A efectos de seguridad estructural, los primeros trabajos se centran en retirar elementos inestables, apuntalar zonas con riesgo de caída y revisar la integridad de instalaciones eléctricas y de climatización. La madera, que hacía del domo un lugar cálido y amable, es un material que, cuando las llamas toman velocidad, se convierte en un factor de vulnerabilidad. Resulta inevitable la imagen de un cielo abierto donde antes había entramados y lámparas; la fotografía más esperada ahora es la de los andamios y las lonas que anunciarán el inicio de la reconstrucción.
Daños, perímetro y salvaguarda de la masía
La masía gótica es el corazón patrimonial del conjunto y, a la vez, su nombre propio. Salvarla fue prioridad. Los Bombers trabajaron para que el avance del fuego no alcanzara el edificio, con maniobras de enfriamiento y separación de focos, y se consiguió. En la práctica, esto reduce la pérdida histórica y mantiene en pie un activo que no es solo arquitectónico: es memoria local, parte del relato de la finca y punto de apoyo para retomar la actividad social y cultural del lugar cuando sea posible. La zona moderna —la cúpula y algunos anexos— soporta la mayor parte del daño y requerirá demolición selectiva y reconstrucción.
El siguiente paso es el peritaje: determinar el origen del incendio, cuantificar los daños, definir qué elementos pueden recuperarse y cuáles deben sustituirse. A partir de ahí, el trabajo de los seguros y de los equipos de arquitectura e ingeniería establecerá escenarios de intervención. Hay decisiones que no pueden improvisarse: elección de madera ignifugada, tratamientos específicos, nuevas soluciones de detección y extinción más sensibles a espacios diáfanos, posible replanteo de la cubierta para mejorar compartimentaciones sin perder identidad. Es un debate técnico y creativo.
Consecuencias operativas: reubicaciones y continuidad
El grupo Roca ha transmitido continuidad. Los eventos con fecha cerrada se están reubicando en otras sedes de su entorno, con especial atención a espacios capaces de absorber el aforo y la escenografía que exige un banquete de alto nivel. Entre las alternativas, destaca el Castell de Sant Julià de Ramis, donde opera Esperit Roca, un enclave cultural y gastronómico con capacidad, cocina y equipos formados en el mismo método. La prioridad es que compromisos como bodas o convenciones se atiendan en condiciones equivalentes: plano de sala, tiempos de servicio, menaje, flor y música, iluminación. No es un traslado trivial, pero existe la logística para hacerlo.
Para lograrlo, se activan brigadas móviles, cocinas auxiliares, transporte específico y un trabajo fino de planificación que afecta a proveedores de proximidad. Los Roca conocen esa coreografía: en su historia han montado servicios fuera de casa con precisión de relojero. Este caso, por volumen y por la carga emocional que arrastra, exige un plus de comunicación: llamadas directas, alternativas claras, rutas de montaje, pruebas de sonido y luz, información al minuto. La calma pública —decir lo que se sabe y no prometer lo que no se puede garantizar— es también una herramienta de trabajo.
El calendario inmediato se apoya en solapamientos y en el músculo de un equipo amplio. Habrá ajustes de horarios y redistribución de personal, quizá refuerzos puntuales para cubrir picos. Parte del material —cristalería, vajilla, mobiliario— puede reubicarse; otra parte, si se ha visto afectada por el calor o el humo, deberá renovarse con criterios de seguridad alimentaria y calidad de servicio. Las conversaciones con aseguradoras y proveedores ya incluyen plazos razonables para reposiciones urgentes y pedidos especiales.
En paralelo, el grupo levanta el esqueleto de la reconstrucción. El punto de partida es claro: preservar la identidad del lugar —esa sensación de ágora, la continuidad visual con el jardín, la calidez de la madera— y, a la vez, incorporar aprendizajes de seguridad y mantenimiento. Se miran soluciones de materiales compuestos, mejoras de ventilación, sensores más sensibles en puntos críticos, sistemas de rociadores discretos que no arruinen la estética, diseño de salidas y zonas técnicas con mayor compartimentación para frenar cualquier eventual propagación de humo o llama.
La influencia del grupo en la cocina y en Girona
Más allá del incendio, los Roca son un motor para la gastronomía y para la economía local. El tirón de El Celler atrae a miles de viajeros que duermen en hoteles, comen en otros restaurantes, visitan museos, compran en librerías y mercados. Mas Marroch, por su parte, activa una cadena de proveedores que va de floristas y empresas de sonido e iluminación a fotógrafos, transporte, alquiler de vehículos, menaje, imprentas y bandas de música. El impacto de un parón prolongado sería notable; por eso la rapidez en la reubicación y la voluntad de mantener el calendario importan tanto.
En el plano estrictamente culinario, la huella Roca ha abonado una manera de entender la cocina española contemporánea: respeto por el recetario sin museificarlo, técnica como herramienta y no como exhibición, relato del vino que no se limita a recitar etiquetas, pastelería con ambición narrativa. Esta forma de trabajar ha permeado en decenas de proyectos nacidos de exalumnos del Celler que hoy suman estrellas y público fiel por todo el mapa. La influencia no es solo estética: es ética profesional, precisión de servicio, cuidado del equipo.
La comunidad gastronómica ha respondido con solidaridad y propuestas concretas. Más allá de los mensajes públicos, hay cesión de espacios para pruebas, llamadas para coordinar eventos compartidos, intercambio de proveedores cuando haga falta, asesoramiento técnico. Es un ecosistema que se reconoce interdependiente y que entiende que la reconstrucción de un emblema beneficia al conjunto. Girona, que ha visto cómo la cocina empujaba su marca de ciudad, comparte ese diagnóstico.
En el horizonte asoman retos que la reconstrucción puede convertir en oportunidades: consolidar un plan de sostenibilidad más exigente, reforzar la seguridad con criterios de nueva generación, revisar itinerarios de servicio para ganar eficiencia. Las reconstrucciones, cuando se afrontan con cabeza, permiten corregir pequeñas incomodidades operativas que un espacio “en marcha” acarreaba por pura inercia. Es una ocasión para mejorar sin perder alma.
Lo que viene para Mas Marroch y para Girona
Los próximos días estarán llenos de cascos, vallas y andamios. Peritos y técnicos pondrán números y diagnósticos; se tomarán decisiones sobre demoliciones selectivas y sobre qué piezas de la cúpula pueden recuperarse. El debate creativo —reproducir la cubierta tal cual o reformular el espacio manteniendo su espíritu— no es menor. El equipo buscará un equilibrio: conservar la estética que enamoró a miles de invitados y, al tiempo, integrar mejoras invisibles que marquen un antes y un después en seguridad y mantenimiento.
Mientras tanto, la agenda no se detiene. Las celebraciones fijadas en Mas Marroch se están reubicando con soluciones equivalentes, y la prioridad es que cada pareja, cada empresa, cada familia, tenga una experiencia al nivel de lo acordado. La comunicación será directa, con propuestas de planos, tiempos y menús adaptados si hiciera falta. Este enfoque práctico, que parece obvio, es lo que mantiene la confianza intacta y evita que una crisis material se convierta en una crisis de reputación.
El grupo dispone de un capital humano valiosísimo: jefes de cocina y de sala con años de vuelo, brigadas bien engrasadas, jefes de partida que pueden replicar ritmos y exigencias, sumilleres capaces de reconstruir maridajes en nuevos salones sin perder finura. No es retórica; es una ventaja competitiva tangible en un momento que pide serenidad y método. En paralelo, el diálogo con administraciones y servicios de emergencia ayudará a traducir experiencias del incendio en nuevas normativas internas y protocolos.
El foco seguirá sobre los Roca por lo que significan para la cocina española. Pero el tono, si algo los define, será sobrio. No habrá estridencias ni anuncios grandilocuentes; habrá trabajo. La imagen que vendrá después —no mañana, pero sí cuando toque— quizá sea la de una cúpula renacida o la de un pabellón que honra al anterior a su manera. Cuando ocurran esas cosas, los titulares hablarán de reapertura, de primeras bodas bajo el nuevo techo, de los primeros brindis. Y, con toda probabilidad, de la tenacidad de una familia que convirtió una casa de comidas en un proyecto cultural.
El incendio deja lecciones. La más inmediata: la importancia de los planes de contingencia y de la redundancia en infraestructuras críticas para grandes eventos. Otra, menos visible, es la necesidad de entrenamientos periódicos en seguridad para equipos que, por trabajar en espacios tan abiertos, requieren respuestas rápidas y coordinadas. También queda la evidencia de que el paisaje gastronómico de Girona —y, por extensión, el español— se apoya en lugares que son a la vez escenarios y herramientas. Se han perdido maderas; no se ha perdido el oficio.
En suma, Mas Marroch ha sufrido un golpe duro, material y simbólico, pero la columna vertebral del proyecto Roca permanece: la masía histórica está en pie; el equipo, en marcha; los clientes, atendidos; la ciudad, arropando. El calendario inmediato será de obras, planos y paciencia, con la vista puesta en devolver a Girona ese ágora que tantas veces funcionó como plaza mayor de celebraciones. Habrá polvo y habrá dudas razonables. También habrá manos. Y el día en que los focos vuelvan a encenderse sobre una mesa larga y un brindis, estará claro que el incendio fue una pausa, no un punto final.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: El País, La Vanguardia, ABC, El Punt Avui, The World’s 50 Best Restaurants, Guía MICHELIN.

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