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Cultura y sociedad

¿Quién gobernará Países Bajos tras el empate PVV-D66?

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Quién gobernará Países Bajos

Empate a 26 entre PVV y D66 en Países Bajos; el voto exterior aún por contar y la coalición abierta: claves, cifras y escenarios detallados.

Con el 99,7% del recuento, Países Bajos amanece colgado de un hilo: PVV (Geert Wilders) y D66 (Rob Jetten) están empatados en 26 escaños cada uno. No hay mayoría posible sin pactos y, hoy, la llave no es quién grita más, sino quién suma. A esta hora, la aritmética y los vetos cruzados hacen más plausible que la iniciativa para formar gobierno la tome D66, porque tiene más combinaciones viables con partidos del centro y de la izquierda moderada. El resultado definitivo, sin embargo, depende todavía de los votos del exterior, que pueden empujar un asiento arriba o abajo y dar una primacía simbólica a uno de los dos.

La respuesta operativa es clara. Aunque Wilders reivindica ser el primero si acaba arriba, la Cámara decide el proceso de formación: designa un explorador, luego un informador y, por último, un formador. Con el PVV aislado por las líneas rojas de varios partidos y el desgaste por la caída del gabinete el pasado junio, el camino de D66 hacia una coalición de centro —si logra doblar la resistencia del VVD o articular una mayoría con CDA y GroenLinks-PvdA— es, a día de hoy, el escenario con más papeletas. Todo, insistimos, a la espera del voto emigrante y de la certificación oficial.

Un empate con consecuencias: cómo queda el tablero

El recuento dejó una imagen potente: empate a 26 entre PVV y D66. Más allá del número, hay una dinámica innegable. El PVV retrocede desde su pico de 2023 —pierde 11 escaños— y D66 protagoniza una escalada de 17. El liberal-conservador VVD de Dilan Yeşilgöz se asienta como tercera fuerza con 22, mientras que la alianza GroenLinks-PvdA desciende a la franja de 20 y su líder, Frans Timmermans, se aparta tras el golpe. En la derecha, JA21 crece, BBB pierde fuelle, y CDA reaparece con músculo. El mapa vuelve a ser fragmentado y obliga, de nuevo, a coser un centro capaz de resistir toda la legislatura.

El detalle que recalcula cualquier quiniela es el voto exterior pendiente. Se registraron más de 135.000 neerlandeses residentes fuera del país; se estima que alrededor de 90.000 emitieron sufragio. En un empate técnico y con una diferencia de poco más de dos mil votos entre los dos primeros, ese caudal puede mover un escaño y, con él, el orden de los apellidos en la foto final. No es solo estética: el que termine primero llega a la nueva Cámara con autoridad política para reclamar la primera palabra.

Lo que quiere cada líder: mensajes y líneas rojas en La Haya

Rob Jetten defendió que la iniciativa para formar gobierno debe corresponder al partido más votado. No es una exigencia legal, pero sí una costumbre parlamentaria asentada. Su discurso apunta a un gabinete estable, europeísta y con prioridad en vivienda, poder adquisitivo, sanidad y clima. Traducción: un programa de centro que pueda atraer a CDA, negociar con VVD y amarrar apoyos de GroenLinks-PvdA en puntos sociales y climáticos.

Geert Wilders insiste en que, si su lista acaba en cabeza, pedirá abrir él la negociación. El problema no es el número, sino los socios. Tras la ruptura del gabinete en junio por el enésimo choque sobre política migratoria, varios partidos han explicitado que no caminarán con el PVV. Ese cerco convierte al partido de Wilders en una fuerza grande con muy poca coalicionabilidad. Y eso pesa tanto como los escaños.

Dilan Yeşilgöz ha repetido que el VVD no participará en un gobierno con D66 ni con GroenLinks-PvdA. Esa posición complica el camino del centro y mantiene viva la tentación de una mayoría de derechas, pero choca con otro veto: el que su propia formación —y otras— han levantado contra gobernar con Wilders. La política neerlandesa sabe convivir con contradicciones, sí, pero lo de 2025 es una partida especialmente sofisticada.

Por su parte, Frans Timmermans dio un paso al lado tras el revés de su alianza. La izquierda verde-socialdemócrata pierde capacidad de liderazgo, aunque sigue siendo imprescindible en buena parte de las sumas que blindan la mayoría. Entre bastidores, el debate se desplaza a nombres y carteras: ¿quién cedería Finanzas?, ¿cómo cuadrar un pacto de vivienda ambicioso con reglas fiscales estrictas?, ¿qué margen hay para el clima sin romper con el campo y la industria?

El voto exterior y el asiento decisivo

Los votos desde fuera se cuentan centralizadamente y llegan con retraso respecto al doméstico. En elecciones ajustadas han movido algún asiento; con una distancia tan pequeña como la de hoy, pueden decidir quién queda primero. No es un matiz: el primer puesto otorga un impulso en el debate inaugural de la Cámara, cuando se designa al verkenner (explorador) que toma el pulso a los partidos y traza la primera ruta. Un escaño arriba o abajo cambia, por ejemplo, el tono con el que Jetten o Wilders acuden a La Haya a conversar con VVD, CDA o GroenLinks-PvdA.

Además, el voto emigrante no es homogéneo. Históricamente ha mostrado patrones distintos a los del territorio, a veces más abiertos en lo social y más pragmáticos en lo económico. En una elección marcada por tres debatesvivienda, listas de espera sanitarias y costes de vida—, su efecto puede repartir cartas inesperadas. Si el PVV y D66 están clavados en 26, inclinar uno a 27 vale más que una foto de victoria.

Las cuentas de la gobernabilidad: sumas posibles y obstáculos reales

En Países Bajos la mayoría se fija en 76 escaños. Con el dibujo actual, hay cuatro caminos sobre la mesa. Ninguno es fácil.

Un eje de centro liberal con apoyos a la izquierda

La suma aritméticamente más sólida pasa por un núcleo D66 + VVD + CDA y apoyos o entrada de GroenLinks-PvdA. Los números superan con holgura la mayoría y permiten equilibrar un programa liberal-progresista: reformas económicas, impulso a la vivienda, reducción de listas de espera, agenda climática graduada y un marco de inmigración gestionada. ¿El escollo? El veto público del VVD a compartir gabinete con D66 y con GroenLinks-PvdA. Políticamente, levantarlo tendría coste. Pero también lo tiene bloquear la formación de un gobierno estable tras una campaña con prioridad socioeconómica. Si la presión pública y de mercado aprieta, ese no puede convertirse en el “no” que nos lleve a otra convocatoria.

Bloque de derechas… con muro de contención

La otra ruta es PVV + VVD + CDA + JA21, quizá con BBB para rebasar la barrera. En números, sale. En política, no. El cordón sanitario a Wilders sigue activo, y no solo en la izquierda. Los conservadores liberales no quieren echarse al monte con un socio que derribó el gabinete anterior en plena disputa migratoria y que levanta alergia en Bruselas. Además, el CDA busca reconstruirse como partido de orden y consenso; el riesgo de un gabinete abrasivo es exactamente lo que quiere evitar. A esa suma se le atraganta el principio de estabilidad.

El comodín cristiano y los dilemas éticos

Una alternativa clásica es una mayoría con CDA y alguno de los partidos cristianos (CU, SGP). Pero aquí entran en juego las políticas éticas. D66 defiende desde hace años posiciones avanzadas en eutanasia, bioética y derechos LGTBI, asuntos que chocan con la doctrina de CU o SGP. Se puede modular parte del programa y dejar cuestiones libres de disciplina, pero una legislatura no se construye sobre una serie infinita de excepciones.

Un gobierno en minoría con contratos programáticos

Si las líneas rojas permanecen, queda el formato gabinete en minoría con “acuerdos de legislatura” en capítulos concretos (presupuestos, vivienda, sanidad, clima, migración). Países Bajos conoce esta técnica, útil para desbloquear sin obligar a matrimonios imposibles. Ventaja: flexibilidad y capacidad de pivotar según tema. Desventaja: fragilidad, negociaciones permanentes y un primer ministro condenado a hilar fino cada semana.

Por qué pesa junio: la caída del último gabinete

El precedente reciente explica parte del voto. El gobierno comandado por Dick Schoof, independiente propuesto tras las elecciones de 2023, cayó en junio. Aquel Ejecutivo —sostenido por una constelación de fuerzas de derecha y centro— naufragó por el choque interno en migración y asilo. Fue Wilders quien retiró su apoyo, convencido de que un adelanto le daría gasolina. El boomerang se volvió en su contra: el PVV pierde fuelle y D66 captura el voto de estabilidad. De hecho, el discurso de Jetten —firmar un pacto duradero, sin maximalismos— ha conectado con ese cansancio ciudadano ante un año de sobresaltos.

El desplome del gabinete no solo dejó cicatrices partidarias. Empresarios y sindicatos se alinearon en pedir previsibilidad, vivienda y servicios públicos que funcionen. La sensación de que la agenda económica no puede seguir secuestrada por la pelea migratoria ha virado el clima de opinión hacia una fórmula centrada, más parecida a la tradición de consensos que ha distinguido a La Haya desde los noventa.

El procedimiento que viene: verkenner, informateur, formateur

La liturgia neerlandesa está muy pautada. Tras la proclamación oficial, la nueva Tweede Kamer se constituye y celebra un debate. De ahí sale la designación del verkenner, una figura que escucha a todos, identifica líneas rojas y caminos posibles y redacta un primer informe. Con ese mapa, la Cámara nombra un informateur o varios, ya con un mandato claro (por ejemplo, explorar un gabinete D66-VVD-CDA con apoyo de GL-PvdA, o una alternativa de centro-derecha ampliada).

Cuando hay acuerdo básico —programa mínimo, reparto de carteras, calendario de reformas—, se designa al formateur, normalmente el futuro primer ministro, para cerrar el equipo y las últimas costuras. Es un proceso parlamentario, transparente y, por experiencia, lento. Se mide en semanas o meses, según el encaje. La gran diferencia ahora es que el país ha enviado un mensaje de normalidad y de centro que empuja a no alargar la agonía sin necesidad.

Qué se votó de verdad: vivienda, sanidad, bolsillo y Europa

Las campañas en Holanda siempre tienen un foco en migración. Esta vez no monopolizó el relato. La disponibilidad de vivienda y el coste del alquiler, las listas de espera en sanidad y la erosión del poder adquisitivo mandaron. Ahí es donde D66 ha logrado tejer una propuesta creíble a ojos de amplias capas urbanas y suburbanas: construcción a escala, alivio regulatorio para acelerar licencias, inversión en atención primaria y un discurso europeísta sin complejos que conecta con sectores exportadores y de servicios avanzados. El PVV, en cambio, mantuvo su identidad euroescéptica y un énfasis en orden público y restricciones migratorias que fideliza a su base pero complica los pactos.

VVD juega su papel habitual: rigor fiscal, reformas proempresa, alivio de cargas y un tono de gestión. CDA quiere reconstruirse como el partido de la cohesión territorial y de la familia, con sensibilidad hacia el campo y las pymes. GroenLinks-PvdA aspira a conservar su agenda de clima y protección social, aceptando ajustes que hagan gobernable la transición. Las piezas existen; el reto es el pegamento.

Quién tiene las carteras clave y por qué importan

En cualquier negociación aparecerán cuatro ministerios marcados en rojo. Finanzas, porque de ahí salen techos de gasto y se fija la relación con Bruselas. Vivienda, porque es la urgencia número uno. Sanidad, por el impacto inmediato en la vida cotidiana. Y Clima/Energía, por compromisos europeos y por la factura industrial. Una fórmula D66-VVD-CDA con apoyo de GL-PvdA tendría sentido si Finanzas y Economía pivotan entre liberales y democristianos, Vivienda cae del lado progresista para acelerar obras y Clima/Energía se gestiona con un calendario realista que no deje tirada a la industria. Todo ello, trenzado con un pacto de inmigración más gestionado que ideológico, capaz de rebajar la tensión sin vulnerar obligaciones internacionales.

En el espejo opuesto, un gabinete de derechas exigiría a Wilders renuncias programáticas en justicia, derechos y Europa para atraer a socios reticentes. Ha sucedido en otros países: la realpolitik lima aristas a cambio de asiento. Pero la trayectoria del PVV complica fiarse de que los compromisos sobrevivan a la primera crisis.

Por qué D66 aparece con ventaja aunque haya empate

La ventaja de D66 no está en el marcador —que es un empate técnico—, sino en su capacidad de coalición. El partido se vende como bisagra entre la competencia económica y la ambición social, y es más digerible para CDA y, llegado el caso, para un VVD que no quiera cargar con el coste de bloquear el país. Ese encaje permite imaginar un acuerdo con GroenLinks-PvdA en capítulos concretos: medidas de alquiler, planes de infraestructura y una hoja de ruta climática con plazos que no tuerzan la industria ni la factura doméstica.

Hay otro elemento: la narrativa. Tras un año de convulsiones y un gabinete que no duró, la sociedad demanda estabilidad. Jetten ha entendido el momento. Donde otros prometen epopeyas, él promete funcionalidad. Es menos épico, sí, pero más verosímil en el terreno negociador.

Qué puede romper el guion: escenarios de riesgo y sorpresas

Hay tres eventos capaces de alterar el libreto. Primero, que el voto exterior otorgue un escaño más al PVV y refuerce la pretensión de Wilders de empezar. No arregla los vetos, pero modifica el clima. Segundo, un giro del VVD. Si Yeşilgöz levantara su no a pactar con D66 o con GL-PvdA —quizá a cambio de carteras económicas y de un compromiso firme de disciplina fiscal—, la negociación volaría. Tercero, un accidente en el proceso de verkenner e informateur (filtraciones, choques de calendario, personalismos) que empuje hacia una minoría más frágil de lo deseable.

Aun así, la política neerlandesa tiene un instinto que rara vez falla: evitar el abismo. Países Bajos ha hecho de la cultura de pactos un rasgo casi institucional. Cuando el ruido sube, el sistema acaba decantándose hacia el centro. Y eso —los números de 2025 lo confirman— es donde se juega la legislatura.

Lo que se decidirá en los próximos días

El orden inmediato es conocido: cómputo final con el voto exterior, proclamación oficial la próxima semana, apertura de la nueva Cámara y elección de verkenner. A partir de ahí, conversaciones discretas, documento de bases y pelea de carteras. D66 parte con más opciones para tejer una mayoría funcional; PVV necesitaría un giro de guion que derribe vetos muy explícitos. El VVD será árbitro: si mantiene el no a dos bandas, todo se complica; si encuentra una fórmula que le permita entrar sin perder su identidad, habrá gobierno. CDA y GroenLinks-PvdA serán decisivos para dar volumen social y territorial al programa. JA21 puede sumar por la derecha, pero su encaje con la izquierda verde es difícil. No hay atajos.

Lo que está en juego no es menor: un plan de vivienda que alivie el mercado, una sanidad que reduzca tiempos y recupere personal, una transición energética compatible con industrias que exportan y familias que llegan a fin de mes, y una gestión migratoria que funcione en vez de incendiar el debate. Se pidió eso en las urnas. El empate de hoy —y la posible foto final tras el voto exterior— no cambia el mandato. Lo define: gobernar desde el centro, con acuerdos que aguanten más allá de las primeras curvas.

Un desenlace ajustado, un mandato nítido

La aritmética se ha puesto caprichosa y obliga a esperar a los sobres del exterior para cantar primera plaza. Pero el mensaje de fondo es inequívoco: mover el péndulo al centro, recoser la estabilidad y volver a la gestión. Si cristaliza un gabinete liberal-progresista con anclaje democristiano o si aparece una fórmula alternativa menos anunciada dependerá de cuánto ceda cada cual.

Hoy, el camino más recto lo tiene D66 por su mejor encaje de alianzas. PVV necesitaría un vuelco político además del contable. En los próximos días se verá quién se cuelga el mérito de abrir la negociación, pero la clave ya está escrita: sumar 76 con un programa serio, creíble y duradero. La Haya sabe hacerlo. Y, esta vez, no tiene margen para olvidarlo.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información de medios y organismos de referencia. Fuentes consultadas: El País, RTVE, Reuters, AP News, Kiesraad, NL Times, El Independiente, ABC, Euronews, The Guardian.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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