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Que ha pasado con las pastillas Fogo: retirada y opciones

Qué ha pasado con las pastillas Fogo: razones de su retirada, impacto en el mercado y alternativas reales para seguir protegido sin líos más.
La respuesta corta, y directa: aquellas tabletas antimosquitos de Fogo dejaron de comercializarse y ya no aparecen en el canal habitual. Lo que aún se ve en catálogos y páginas antiguas son restos digitales: fichas desactivadas, fotos de archivo, avisos de “no disponible”. No hay reposición oficial de recambios y, en la práctica, quien conserve el enchufe de siempre se ha quedado sin su “pastilla azul” de referencia.
El motivo de fondo combina dos fuerzas que empujan en la misma dirección. Por un lado, el ingrediente activo de las tabletas Fogo —un piretroide de uso doméstico ampliamente empleado durante años— quedó fuera del marco permitido para nuevos insecticidas de hogar, lo que cerró la puerta a su continuidad tal y como la conocíamos. Por otro, el mercado viró con claridad hacia los difusores eléctricos de recambio líquido, más estables, más fáciles de estandarizar y con un abanico de marcas y formatos que ocupó rápidamente el espacio en estantería. Resultado: el producto clásico se apagó sin ruido, y la sustitución ya es un hecho en supermercados, droguerías y tiendas online.
La desaparición silenciosa del clásico antimosquitos
Fogo fue, durante mucho tiempo, sinónimo de enchufe más pastilla. Una propuesta sencilla, reconocible incluso por color y forma, que resolvía las noches de verano con una rutina casi automática: abrir la tapita, colocar la tableta, enchufar y listo. Ese gesto, que se repetía en millones de mesillas, desapareció de golpe. No hubo un anuncio grandilocuente ni una campaña de despedida; simplemente, dejó de estar en la balda y la referencia pasó a ser “no disponible” en la mayoría de canales. Entre consumidores se instaló la misma sensación: “ya no lo encuentro en ninguna parte”.
Tiene lógica. Cuando una sustancia activa utilizada en un biocida doméstico deja de estar aprobada para ese uso, los productos que dependen de ella se retiran o deben reformularse. Y reformular una tableta que funciona por evaporación controlada no es un trámite menor: implica rehacer la base, ajustar temperatura, revisar estabilidad, volver a autorizar. En paralelo, el sector —que mide cada milímetro de su lineal— había abrazado los difusores líquidos como el formato estrella: aparatos compactos, recambios con “noches de duración” bien visibles en el frontal y una percepción de eficacia sostenida que gustó a fabricantes y a compradores. La combinación de ambos factores explica por qué Fogo quedó en fuera de juego sin mucho ruido.
También hay una cuestión de cartera de marcas. Algunos grupos concentraron su apuesta en enseñas más potentes y con nuevas familias de productos (difusores, repelentes corporales, sprays multiuso), dejando de lado nombres históricos que, por distintas razones, no encajaban en la estrategia actual. En la práctica, si se recorre hoy un lineal medio español, la escena es elocuente: predominio de líquidos, presencia notable de repelentes cutáneos para mosquito tigre y, en tabletas, oferta reducida y fluctuante según temporada y enseña.
Qué llevaba dentro y por qué ya no se encuentra
La pista definitiva no está en el marketing, sino en la química. Las tabletas Fogo de enchufe se apoyaban en un piretroide de la familia de las aletrinas, un activo que funcionaba muy bien para evaporación lenta. Es el tipo de molécula que, calentada suavemente, se difunde en el aire y crea una atmósfera antiinsectos en estancias cerradas. Esa eficacia, consolidada durante décadas, fue suficiente hasta que la evaluación regulatoria cambió las reglas del tablero y no se identificó un uso doméstico aceptable para nuevas autorizaciones con ese activo concreto. Cuando una sustancia no está aprobada para el tipo de producto de hogar, el recorrido comercial se acorta. Lo que antes era rutina —fabricar, distribuir, reponer— se convierte en un callejón sin salida.
La consecuencia práctica fue inmediata: se dejó de fabricar el recambio tal y como se conocía, las tiendas liquidaron stock, las fichas técnicas quedaron para consulta histórica y los aparatos continuaron en cajones o enchufes, pero sin munición oficial. En paralelo, los difusores de líquido escalaron posiciones: formulaciones aprobadas, etiquetado actualizado, variedad de duraciones y un mensaje sencillo de entender. Donde antes había pastillas, ahora hay frascos.
La molécula que marcó el destino
Nombrar la sustancia no cambia el fondo del asunto, pero ayuda a comprenderlo. La d-aletrina —un isómero de la aletrina— fue la columna vertebral de muchas tabletas de enchufe. Su modo de acción es el de los piretroides, compuestos que alteran los canales de sodio de los insectos y provocan un efecto neurotóxico en dosis muy bajas para estos invertebrados. Aplicada en tabletas, ofrecía liberación continua durante horas, justo lo que se busca para dormir sin zumbidos. El punto decisivo es que, con los criterios actuales de evaluación, no se avaló un uso seguro de esa molécula para insecticidas domésticos del tipo de las tabletas. A partir de ahí, la cadena se detiene.
No significa que el concepto de tableta sea peligroso por definición ni que los piretroides desaparezcan del hogar. Significa, simplemente, que ese activo en concreto ya no se utiliza en nuevos productos de esa categoría, y que las compañías prefieren destinar recursos a formatos y moléculas con autorización vigente.
Compatibilidades, sustitutos y decisiones sensatas
Ante el hueco, surge la cuestión pragmática: ¿qué hacer con el enchufe antiguo que aún está en casa? La primera realidad, nada agradable, es que no existe un recambio original. La segunda, más útil, es que sí hay caminos razonables para seguir protegido sin complicarse.
La opción más limpia es migrar a un kit de difusor líquido actual. Los hay en distintas marcas y con recambios estandarizados, disponibles todo el año. El funcionamiento es simple: un frasco roscado, una mecha que absorbe la fórmula y una resistencia que evapora a baja temperatura. Esto permite una liberación más estable que la tableta y, en muchos casos, ajustes de intensidad. Para el usuario es casi invisible, porque el gesto es el mismo de siempre: enchufar antes de acostarse y reponer cuando el frasco se vacía.
Existe también la posibilidad de buscar tabletas compatibles de otras enseñas. Aquí conviene ser especialmente cuidadoso. No todas las pastillas encajan en cualquier calentador, y no todos los calentadores trabajan a la misma temperatura. El encaje físico y la mención explícita de compatibilidad en la etiqueta son las únicas garantías razonables. Si el envase declara que funciona con el formato de tu difusor, puede intentarse. Si no lo dice, lo prudente es no improvisar, porque el resultado habitual es una evaporación deficiente (ineficacia) o un sobrecalentamiento innecesario del aparato.
Si aún conservas el enchufe Fogo
Conviene revisarlo con ojo crítico. El plástico amarilleado, la carcasa agrietada o una resistencia irregular delatan fatiga. Si presenta cualquiera de esas señales, toca relevo. Si está íntegro y decides probar una tableta de otra marca, comprueba el tamaño, la altura y el cambio de color de la pastilla al agotarse, porque son indicadores de que el aparato está calentando como debería. Nunca superpongas dos tabletas para “potenciar” el efecto: la dosificación no funciona así y puede forzar el calentador.
Otra regla sensata: no mezclar mundos. Un frascos de líquido jamás debe “apoyarse” en un calentador de tabletas, ni una tableta colocarse sobre un difusor diseñado para líquidos. Aunque parezcan parecidos, no lo son. Cada aparato está calibrado para una tasa de liberación y una geometría concretas.
Seguridad y uso responsable sin complicarse
Los antimosquitos de enchufe son biocidas y su etiqueta es ley. La gran mayoría emplea piretroides u otros activos con bajo riesgo cuando se respetan las indicaciones. Aun así, conviene orden y rutina. Mantener fuera del alcance de niños, no manipular con las manos húmedas, ventilar si hay molestias, no tapar el difusor con cortinas o ropa, desenchufar cuando no se utilice durante periodos largos. El sentido común manda.
Si se derrama un recambio líquido, basta con retirar el exceso con papel absorbente, lavar la zona con agua y jabón y ventilar. Evitar el contacto con ojos y boca. En ingestas accidentales, conservar la etiqueta y consultar toxicología. No se trata de dramatizar, sino de actuar con método. Con mascotas, el consejo es igual de aburrido y eficaz: ventilación, colocar el difusor en alto y vigilar signos de irritación. Ante cualquier duda, retirar el producto y consultar a un profesional.
Por último, no reutilizar envases ni “replicar” soluciones caseras con alcoholes perfumados o aceites de origen dudoso en difusores eléctricos. No están diseñados para eso, y el riesgo no compensa.
Un mercado que se recoloca: qué se vende ahora
La foto actual del pasillo de insecticidas refleja una transición consumada. Los difusores de líquido dominan la escena. Se presentan con duraciones estimadas —treinta, sesenta o más noches—, opciones de baja emisión para estancias pequeñas y variantes “doble eficacia” con mensajes específicos contra mosquito común y mosquito tigre. La competencia entre marcas ha empujado a ofrecer kits completos (aparato más frasco) y recambios sueltos con paquetes dobles o triples, lo que abarata el precio por noche y fideliza.
Las tabletas no han desaparecido del todo, pero su presencia es menor y discontinua. Se ven sobre todo en temporada alta, con promociones puntuales y compatibilidades determinadas. Siguen siendo útiles para segundas residencias o viajes, donde un pequeño paquete de pastillas y un calentador compacto resuelven sin ocupar espacio. Pero el corazón del negocio se ha desplazado, y eso explica por qué aquella pastilla Fogo ya no tiene sustituto clónico en la estantería.
El consumidor también ha diversificado defensas. Repelentes cutáneos con activos como icaridina, DEET o IR3535 comparten cesta con pulseras, parches y velas de citronela, aunque estos últimos sean más ambientales que funcionales. Mosquiteras en ventanas y ventiladores en dormitorios —el flujo de aire dificulta el vuelo del mosquito— han ganado presencia en hogares donde antes se confiaba todo a la pastilla de enchufe. Es una estrategia mixta: barreras físicas, control ambiental y, cuando procede, un difusor.
Recursos adicionales contra mosquitos molestos
El adiós a las pastillas Fogo no deja desprotegidas las noches de verano. De hecho, obliga a ajustar la estrategia con herramientas que funcionan. Un difusor líquido de marca reconocible, con número de autorización visible en la etiqueta y modo de empleo claro, cubre el uso doméstico en dormitorios y estancias de tamaño medio. Para exteriores o zonas de paso, sprays de descarga puntual ayudan a rematar el control de insectos en marcos de puertas, quicios y zonas húmedas, siempre con moderación y ventilación.
Cuando la exposición es prolongada al aire libre —terrazas, jardines, actividades cerca del agua—, un repelente cutáneo bien elegido aporta una segunda capa de protección. Elegir el activo y la concentración depende del tiempo de exposición y del tipo de mosquito que predomina en la zona. La icaridina y el IR3535 son habituales en productos familiares, mientras el DEET sigue como referencia en climas o situaciones de mayor presión vectorial. La pauta no es coleccionar frascos, sino usar el apropiado en cada caso, con reaplicación cuando lo indique la etiqueta.
Hay pequeñas medidas que marcan diferencia. Eliminar acumulaciones de agua en platos de macetas o canaletas corta el ciclo de cría del mosquito. Cerramientos de malla fina en ventanas y puertas mantienen una barrera pasiva que, combinada con un difusor por la noche, reduce al mínimo la presencia de insectos en interior. Ropa ligera de manga larga durante el atardecer —que es cuando más pican— y colores claros completan una táctica fácil de sostener.
No conviene perder de vista el consumo eléctrico. Los difusores actuales presumen de bajo consumo y apagados automáticos en algunos modelos. En números realistas, el impacto mensual es modesto, pero usar el aparato solo cuando hace falta y colocarlo bien (ni tapado ni en rincones donde el aire no circula) optimiza tanto la eficacia como la factura.
Lo que queda claro sobre las pastillas Fogo
A estas alturas, el panorama es nítido. Las pastillas Fogo ya no están en el mercado y no cuentan con recambios originales. La retirada se explica por la combinación de un cambio regulatorio que dejó a su activo fuera de las nuevas autorizaciones de hogar y un giro del sector hacia difusores líquidos con fórmulas aprobadas, disponibilidad estable y mensajes de uso sencillos. El hueco que dejó la pastilla clásica lo ocupa hoy un frasco que se enrosca, dura “x noches” y se encuentra sin esfuerzo.
Para quien aún guarda el enchufe antiguo, la solución pragmática es clara: migrar a un kit de líquido de una enseña con presencia real en tienda, seguir la etiqueta y reponer cuando toque. Probar compatibilidades con tabletas de otras marcas solo tiene sentido si el envase lo declara y el encaje físico es el correcto. No hay atajos.
La protección frente a mosquitos sigue al alcance. Cambia el protocolo, no el objetivo. Un difusor líquido bien elegido para el interior, repelente cutáneo cuando proceda y hábitos sencillos de control ambiental forman una línea de defensa robusta sin complicaciones. En el recuerdo quedará el gesto de poner la pastilla azul; en la práctica, el descanso nocturno depende hoy de otras herramientas que, usadas con cabeza, cumplen igual o mejor. Y eso es lo que importa.
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Este artículo se ha elaborado con datos públicos y documentación técnica de referencia. Fuentes consultadas: EUR-Lex, Boletín Oficial del Estado, RoureJuni, Arcashop, Farmasana.

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