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Economía

¿Puerto Rico podría volver a ser una potencia farmacéutica?

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Puerto Rico potencia farmacéutica

Puerto Rico acelera su regreso industrial: inversiones y biológicos reactivan su papel farmacéutico en EE. UU. pese a los retos energéticos.

Sí. La base industrial está ahí, las inversiones vuelven a fluir y los datos de exportación muestran músculo real, no añoranza. Puerto Rico fabrica medicamentos y biológicos a escala, con plantas que cumplen los estándares más exigentes y cadenas de suministro que mueven productos de alto valor hacia Estados Unidos y el resto del mundo. En paralelo, se anuncian ampliaciones relevantes —con capital, empleo cualificado y nueva tecnología— que confirman una tendencia: la isla no es un recuerdo de los años 90, es un centro productivo de primer nivel en el perímetro regulatorio estadounidense.

Ahora bien, volver a ser “potencia” en un sentido pleno —sostener producción crítica, atraer nuevos biológicos y asegurar suministro estable a mercados globales— depende de tres condiciones que marcan la diferencia: fiabilidad energética, logística competitiva y talento. Si la red eléctrica consolida un salto en resiliencia (con microredes industriales, almacenamiento y mantenimiento preventivo), si la logística se ajusta a los costes de la insularidad y si el flujo de ingenieros y técnicos se amarra con formación en planta, el horizonte de cinco años es más que razonable. El terreno, hoy, ya es favorable.

Lo que ya ocurre en la isla: fábricas encendidas y exportaciones que cuentan

La industria biofarmacéutica en Puerto Rico no vive de titulares, vive de líneas que funcionan 24/7. Hay complejos con tres y cuatro décadas de aprendizaje acumulado, certificados, auditados y con curva de experiencia cGMP que pocos territorios replican. Hablamos de producción de medicamentos estériles, de etapas de fill-finish para productos biológicos, de purificación de proteínas recombinantes, de equipos de control de calidad que liberan lotes destinados a hospitales en América y Europa. Es producción de alto valor añadido, en una economía que sabe lo que es exportar conocimiento encapsulado en viales, dispositivos y comprimidos.

Los números acompañan. La isla figura entre los grandes polos de exportación farmacéutica del territorio estadounidense y mantiene una canasta de ventas al exterior donde las partidas de medicamentos, vacunas, cultivos biológicos, hormonas y dispositivos médicos pesan de forma abrumadora. Esto no ocurre por casualidad: necesita un ecosistema maduro de personal cualificado, proveedores de materiales críticos, laboratorios de ensayo, validaciones reguladas y logística sanitaria capaz de mover carga de alto valor con tiempos estrictos. Si se sostiene este ritmo, el salto de escala es una cuestión de capacidad incremental y de decisiones de inversión.

El impacto en la economía real es tangible. La fabricación farmacéutica y biotecnológica arrastra servicios avanzados, ingeniería, mantenimiento, validación y calibración, así como un tejido de pymes especializadas. También mejora salarios medios en las zonas industriales, lo que a su vez empuja consumo y fiscalidad local. Por eso, cuando una compañía anuncia una ampliación de cientos de millones de dólares, no solo suma capex: arrastra empleo de calidad y ancla el territorio en cadenas globales de suministro, menos expuestas a shocks geopolíticos.

La noticia reciente que ha corrido por el sector es ilustrativa. Un gigante de la biotecnología ha comunicado una expansión de 650 millones de dólares en su campus de Juncos, con incorporación de tecnologías avanzadas y varios cientos de empleos. No es un caso aislado; en la última década, se han producido inversiones de calibre por parte de firmas globales en nodos como Barceloneta, Manatí, Carolina o Humacao. El patrón que emerge es consistente: ampliaciones selectivas, especialización en procesos críticos y mantenimiento de estándares de inspección FDA que situan a Puerto Rico en una liga donde pocos compiten.

De dónde venimos y por qué la base se resiste a desaparecer

La historia ayuda a entender la foto actual. Durante años, la Sección 936 del código fiscal federal incentivó inversiones manufactureras intensivas en capital —entre ellas, farmacéuticas— en Puerto Rico. Cuando el régimen se apagó definitivamente en 2006, el impacto fue claro: disminución de establecimientos, presión sobre salarios y ajustes duros. Sin embargo, el tejido no colapsó; evolucionó. Sobrevivieron y crecieron las operaciones con mayor productividad, calidad regulatoria superior y capacidades difíciles de replicar.

Después llegó el golpe del huracán María en 2017. Además de la tragedia humana, la tormenta puso contra las cuerdas a la red eléctrica y dejó al descubierto hasta qué punto Estados Unidos dependía de la manufactura boricua para consumibles hospitalarios críticos: las bolsas de suero IV y soluciones parenterales se volvieron un producto escaso en la red sanitaria continental. A partir de entonces, hubo aprendizajes: planes de contingencia, redundancias eléctricas, rutas logísticas alternativas, acuerdos con operadores para reaccionar en horas y no en días. El susto se tradujo en protocolos y en inversión de continuidad.

La década posterior ha estado marcada por una reconversión silenciosa: menos volumen “comoditizado” y más especialización en biológicos, estériles, vacunas y dispositivos de precisión. Las plantas que se mantuvieron invirtieron en control de procesos, analítica en tiempo real y digitalización de operaciones. El legado de aquella fase fiscal se transformó en ventajas productivas que hoy siguen vigentes: experiencia en validaciones, cultura de cumplimiento y una fuerza laboral bilingüe acostumbrada a moverse en entornos altamente regulados.

Capacidades y casos que miden el valor real

Lo que diferencia a Puerto Rico no es el coste laboral bajo —que no lo es para estándares regionales—, sino la densidad de conocimiento en bioprocesos, el cumplimiento regulatorio sostenido y la forma en que se han integrado tecnologías de fabricación avanzada. En Juncos, por ejemplo, un solo complejo integra desde desarrollo de procesos hasta fabricación a gran escala y control de calidad para un portafolio diverso de biológicos. En Manatí o Barceloneta operan instalaciones capaces de manejar líneas estériles de alto riesgo regulatorio, donde el fallo no es una opción. Ese “saber hacer” no se compra en un año; se cultiva en décadas de inspecciones, auditorías y ciclos de mejora continua.

La formación acompaña. La Universidad de Puerto Rico —con el Colegio de Mayagüez como referencia— y otros centros generan un flujo constante de ingenieros químicos, industriales, eléctricos y biomédicos, además de microbiólogos, farmacéuticos y técnicos de laboratorio. A eso se suman los programas internos de las propias compañías, que diseñan itinerarios de capacitación en planta, certificaciones y rotaciones por áreas críticas. Resultado: talento local que entiende la jerga GMP, que maneja estándares FDA, EMA y OMS, y que puede integrarse en equipos multiculturales con naturalidad.

En el terreno de la digitalización de planta, la isla también ha avanzado. Sistemas de ejecución de fabricación (MES), trazabilidad por lotes, sensores y analítica predictiva conviven con protocolos de documentación que ya nacen en digital. Esto reduce errores, acelera liberaciones y facilita las inspecciones. La seguridad —física y de datos— se ha incorporado como un requisito de diseño, con capas de control de acceso, monitorización y ciberseguridad alineada con normas del sector salud.

Terapias avanzadas y el papel de las CDMO

Una de las piezas más interesantes del nuevo ciclo está en el terreno de las terapias avanzadas. Puerto Rico empieza a atraer operadores tipo CDMO (Contract Development and Manufacturing Organization) y PDMO orientados a terapia celular y génica, con módulos adaptables, salas limpias configurables y soporte integral de transferencia tecnológica. El modelo reduce barreras de entrada a biotecnológicas que quieren ensayar, escalar o comercializar dentro del perímetro de Estados Unidos sin afrontar de golpe el coste de una planta propia. Y funciona en doble sentido: alimenta el pipeline local y ofrece a big pharma socios con infraestructura y mano de obra entrenada.

Esa capa intermedia puede ser decisiva. Proporciona un escalón de industrialización para biotechs en fases II-III, facilita lotes clínicos bajo estándares GMP y crea un caldo de cultivo para que, con el tiempo, algunas compañías decidan anclar líneas comerciales en la isla. Si se encadenan tres o cuatro casos de éxito, el efecto reputacional atraerá más proyectos y capital paciente, justo lo que se necesita para consolidar a Puerto Rico como hub biofarmacéutico en terapias avanzadas.

Ventajas comparativas dentro de Estados Unidos que pesan en el Excel

El atractivo de Puerto Rico se entiende mejor si se mira desde la mesa de un director industrial que debe decidir dónde ubicar una línea. Operar en la isla significa estar bajo reglas y auditorías de la FDA, con jurisprudencia y protección legal estadounidenses, sin aduanas internas ni incertidumbre política de país a país. Para biológicos sensibles, vacunas o estériles, esa certidumbre vale casi tanto como la factura de la luz. La trazabilidad de extremo a extremo, la compatibilidad con farmacopeas y la facilidad para liberar lotes hacia hospitales de Florida o Nueva York con logística sanitaria conocida constituyen ventajas con peso propio.

En fiscalidad, el Código de Incentivos (Ley 60) ofrece un menú competido para actividades industriales y de I+D. Hay tipos preferenciales, exenciones parciales y créditos que, bien estructurados, permiten amortizar inversiones significativas en equipos, validaciones y formación. La palabra clave, con todo, es estabilidad: paquetes predecibles, marcos plurianuales y mecanismos de seguimiento que garanticen que los beneficios se atan a objetivos de empleo, innovación y exportación. Es aquí donde Puerto Rico ha hecho ajustes relevantes para atraer capex sin repetir viejos errores.

La logística tiene dos caras. Por un lado, operar dentro de la jurisdicción estadounidense evita trámites, aranceles y fricciones regulatorias del comercio internacional. Por otro, la insularidad conlleva costes añadidos y dependencias de rutas marítimas y aéreas. La Ley Jones —que regula el cabotaje entre puertos estadounidenses— encarece determinados movimientos, especialmente para materias primas voluminosas o equipos pesados. La gestión inteligente compensa parte del impacto: contratos a largo plazo con navieras, consolidación de carga, uso selectivo de carga aérea para productos de alto valor y coordinación fina entre puerto, aeropuerto y operadores logísticos especializados en pharma. Para líneas de alto margen regulado, el diferencial es asumible; no lo sería en commodity.

El argumento final a favor de la isla es de riesgo. En un contexto de reordenación de cadenas globales, tensiones geopolíticas y carreras de subsidios, tener capacidad productiva dentro de Estados Unidos —aunque en el Caribe— reduce exposición. Para los consejos de administración, eso significa menos sustos arancelarios, menos sorpresas regulatorias y una conversación más simple con reguladores y clientes hospitalarios. No todo se resuelve con geografía, pero el riesgo país no es el mismo si se produce en Puerto Rico que si se produce a 15.000 kilómetros.

Obstáculos que aún pesan y condicionan el salto

El talón de Aquiles es conocido: la electricidad. La red sufrió dos apagones masivos entre finales de 2024 y primavera de 2025. Aunque el restablecimiento se midió en uno o dos días para la mayor parte del territorio, el impacto económico y reputacional existe. La gestión privada de transmisión y distribución y la del parque de generación han introducido mejoras de operación, pero la realidad, a día de hoy, es que siguen apareciendo episodios de estrés con calor extremo, picos de demanda o averías de unidades. Los fabricantes farmacéuticos lo saben y ya actúan en consecuencia: cogeneración, baterías industriales, acuerdos de reacción rápida, pruebas en frío, inventarios de seguridad y, cada vez más, microredes que permiten aislarse momentáneamente del sistema.

Ese movimiento, además de prudente, puede convertirse en ventaja comparativa si se generaliza: plantas con energía más limpia y estable, menos emisiones y menos paradas no planificadas. Hay casos de comunidades y centros industriales que, tras los apagones de años anteriores, han desplegado microredes solares con almacenamiento que sostienen servicios esenciales y parte de la producción. Falta escala y financiación asequible, sí, pero la dirección es clara y —sobre todo— bancable si hay contratos de compra de energía (PPAs) sólidos y reglas claras para la interconexión.

El segundo obstáculo es logístico. La insularidad y la Ley Jones elevan la factura de ciertos flujos. No es una condena, pero obliga a modelar con realismo los costes de importación de excipientes, principios activos a granel, envases y equipos, así como el retorno de producto terminado. La respuesta empresarial pasa por diseño de rutas, alianzas con operadores especializados en pharma, más uso de carga aérea para lotes de alto valor regulado y escalado de almacenes en frío y cámaras validadas cerca de puerto y aeropuerto para evitar rupturas de cadena. Para la administración, el reto es facilitar procesos, digitalizar ventanillas y fomentar inversiones en infraestructura de última milla que reduzcan tiempos muertos.

El tercer riesgo es la concentración sectorial. Cuando una economía local depende en gran medida de un solo gran motor —en este caso, biofarma y dispositivos—, los shocks impactan de forma más amplia. La manera de mitigar este riesgo no es diversificar por diversificar, sino diversificar dentro de la cadena: más proveedores locales de materiales y servicios, más CDMO, más ingeniería de procesos, más analítica y validación. Si un mayor porcentaje del valor añadido se queda en la isla gracias a proveedores locales competentes, la elasticidad ante una parada u otro shock aumenta de manera automática.

El cuarto elemento, menos visible pero importante, es la seguridad regulatoria. La fortaleza de Puerto Rico se apoya en su estricta alineación con la FDA y en una cultura de cumplimiento. Mantener esa reputación exige no relajarse: actualizaciones de guías, capacitación continua, inversiones en data integrity y auditorías internas exigentes. Las sanciones por desviaciones en un entorno estéril no solo cuestan dinero, cuestan credibilidad. Este es un frente donde la isla juega bien, y debe seguir haciéndolo.

Por último, el talento. La oferta de ingenieros y técnicos es buena, pero la demanda crece. Atraer y retener profesionales —con salarios competitivos, carrera y calidad de vida— es parte del juego. Programas de formación dual en planta, convenios entre universidades y empresas, visados internos para retorno de talento emigrado y proyectos con contenido tecnológico atractivo ayudarán a evitar cuellos de botella. La ventaja de la isla, además, es bilingüe y cultural: profesionales cómodos en entornos globales, con capacidad de saltar de una auditoría FDA a una reunión con equipos europeos sin fricciones de idioma.

Qué decidirá el próximo salto

La respuesta final, a estas alturas, puede formularse con claridad. Puerto Rico ya ha recuperado una parte sustancial de su estatus como potencia de fabricación de medicamentos dentro de Estados Unidos. Lo prueban la continuidad de exportaciones de alto valor, la presencia de plantas que superan con nota inspecciones y el regreso de grandes anuncios de inversión. No es un espejismo ni una operación de marketing. Hay acero, vidrio y acero inoxidable trabajando a temperatura controlada. Hay bioprocesos complejos con rendimientos que mejoran año a año. Hay empleo cualificado que se forma y promociona.

Lo que convertirá ese “regreso” en una evidencia incontestable es, sobre todo, la energía. Si la red pública recorta incidentes —y, sobre todo, su duración—; si las plantas industrializan microredes, baterías y cogeneración; si los mantenimientos se planifican con transparencia y el sistema se blinda, la conversación cambiará de tono. El capital, cuando ve riesgo bajo control y previsibilidad, se mueve. La logística será el segundo factor: rutas consolidadas, contratos a largo plazo, más capacidad aérea para lo urgente y terminales especializadas en cargas farmacéuticas.

El deal flow será el tercero. Puerto Rico necesita dos o tres decisiones adicionales de peso en biológicos, estériles o vacunas que acompañen a las ya anunciadas. Además, requiere que la capa CDMO/PDMO se asiente y produzca casos de éxito en terapias avanzadas que hagan de llamada para nuevas biotechs. Esa combinación —líderes ampliando y emergentes escalando— suele desencadenar círculos virtuosos: mejores salarios, más proveedores locales, mayor retención de talento y, con el tiempo, innovación propia que se queda.

En paralelo, la política económica debe seguir su curso con prudencia: incentivos sí, pero medidos y con contrapartidas; estabilidad fiscal, pero sin hipotecas indiscriminadas; promoción exterior con foco en segmentos donde la isla compite mejor. Los errores del pasado enseñaron que una ventaja fiscal única es tan fuerte como la votación que la sostiene. El equilibrio actual —un menú de instrumentos, contratos claros y orientación a I+D, equipo productivo y formación— es más sano y más sostenible.

El resto es ejecución. Mantenimiento eléctrico, operaciones logísticas afinadas, talento que se forma y se queda, cumplimiento regulatorio impecable y capex bien dirigido hacia procesos de mayor margen y barreras de entrada. Nada de esto es glamuroso, pero es lo que convierte a un territorio en potencia farmacéutica. Y la isla tiene, hoy, más elementos a favor que en contra.

Puerto Rico, en suma, no está pidiendo una segunda oportunidad. Ya la está aprovechando. Le queda completar el círculo virtuoso que marcan las ampliaciones industriales, la seguridad energética y el anclaje de terapias avanzadas. Si esas piezas encajan —y hay motivos fundados para creer que encajarán—, el mapa de la biomanufactura estadounidense tendrá en el Caribe una coordenada imprescindible. No será un regreso ruidoso, será un regreso medible: por empleo, por exportaciones y por la tranquilidad de saber que medicamentos esenciales se producen en una isla que aprendió, a base de golpes, a no depender de la suerte.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: ICEX, RTVE, EL PAÍS, La Vanguardia, PlantaDoce.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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