Casa
Por qué salta el diferencial: no te quedes sin electricidad

El diferencial salta por fugas o transitorios. Causas reales, cómo localizar la avería y prevenir cortes con protecciones bien seleccionadas.
El interruptor diferencial cae porque detecta una fuga de corriente a tierra o un desequilibrio real entre la fase y el neutro que supera su sensibilidad —en viviendas, normalmente 30 mA— y abre el circuito para evitar descargas y fuego. Ese clic repentino tiene casi siempre un motivo concreto: humedad en un aparato, aislamiento fatigado en un cable, una resistencia de calentamiento que ha envejecido o un error de instalación que desvía parte del retorno. A veces el disparo lo provoca un transitorio de la red o un conjunto de pequeñas fugas que, sumadas, rebasan el umbral. El dispositivo no “decide” por capricho: compara lo que entra con lo que sale y, si falta corriente en el camino de vuelta, actúa.
La manera más rápida de recuperar la luz sin riesgos es ordenada: bajar los magnetotérmicos, subir el diferencial y, después, levantar cada circuito de uno en uno hasta descubrir en cuál aparece la caída. Si el disparo se repite siempre al activar un tramo concreto, hay un sector sospechoso. Dentro de ese sector, desenchufar todo, reconectar el automático y volver a enchufar aparatos uno a uno revela al culpable. Cuando el salto coincide con el encendido del termo, con los primeros minutos del horno, con la lavadora en caliente o con el desescarche nocturno de la nevera, la pista es muy clara. Si el diferencial cae incluso con todo desenchufado, la fuga vive en el propio cableado o en un punto fijo. Conviene que lo revise un profesional habilitado; jamás se debe puentear el diferencial.
Qué está ocurriendo en el cuadro eléctrico
El diferencial —RCD en la jerga— es un vigilante silencioso. Su corazón, un toroide que “lee” fase y neutro como si fueran dos mitades de una balanza, detecta la diferencia. Si parte de la corriente se escapa por un chasis, por humedad o por el conductor de protección, el balance se rompe y el mecanismo abre en milisegundos. En viviendas, la sensibilidad típica de 30 mA está pensada para proteger a las personas; por encima de ese valor, el riesgo de fibrilación se dispara si la corriente atraviesa el cuerpo. Existen diferenciales de 100 y 300 mA para funciones complementarias —sobre todo protección contra incendios en cabecera— y variantes selectivas que se retrasan lo justo para que, en instalaciones con varios niveles, dispare el que está más cerca de la avería.
No conviene confundirlo con el magnetotérmico. El magneto protege de sobrecargas y cortocircuitos; el diferencial, de fugas. Si cae el magneto, hay exceso de consumo o un corto; si cae el diferencial, hay pérdida de corriente hacia tierra o un retorno mal encaminado. En España, el Reglamento Electrotécnico para Baja Tensión consolidó desde hace años el uso de 30 mA en viviendas, con atención particular a zonas húmedas (baños, cocinas), tomas exteriores y circuitos de enchufe. En vivienda moderna lo sensato es distribuir varios diferenciales por sectores: cocina y horno, lavadero, enchufes generales, climatización. Cuando cae uno, el resto de la casa se mantiene encendido. En pisos antiguos todavía es frecuente que toda la vivienda dependa de un solo diferencial; entonces, cualquier fuga te deja a oscuras.
El fenómeno que tantas veces se vive como “misterio” —porque salta el diferencial sin un patrón aparente— se explica con calma. Todas las instalaciones tienen microfugas inevitables: filtros antiparasitarios, fuentes conmutadas, suciedad o humedad superficial. Si a eso se suma una resistencia fatigada o un cable resentido, el conjunto roza el umbral. La noche, con la nevera entrando en desescarche, da la puntilla. Es un patrón conocido en miles de hogares.
Las causas que más se repiten en España
En viviendas y locales, los disparos se concentran en unos pocos capítulos. No hacen falta anécdotas heroicas para entenderlos: se repiten, se parecen, suelen tener solución. Aquí están, contados con claridad para quien quiera identificar por qué se dispara el diferencial y cortar de raíz la cadena de apagones.
La humedad es el enemigo número uno. Una toma exterior sin tapa estanca, una caja de persiana con condensación, un enchufe de encimera salpicado a diario. Llueve en otoño o se dispara la niebla, y el diferencial cae. La película de agua convierte en conductores superficies que deberían aislar. Si el aislamiento de un cable ha envejecido —PVC endurecido, microfisuras, mordiscos de roedor en falsos techos—, la fuga encuentra recorrido. En chalés, jardines y terrazas, los conectores mal protegidos multiplican episodios tras tormentas. Hay viviendas que jamás fallan en seco y, con la primera lluvia seria, encadenan disparos. La explicación está ahí.
Los electrodomésticos con resistencias acumulan buena parte de los casos. Termos eléctricos con cal y ánodos agotados que dejan paso a la fuga. Lavavajillas que se mojan internamente y, cuando entra el calentamiento, obligan a actuar al RCD. Lavadoras que, tras años de servicio, ven cómo la resistencia del tanque filtra corriente con el primer empujón de calor. Hornos con resistencias blindadas que absorben humedad cuando pasan meses sin uso; el primer precalentado del otoño cae como una trampa. Y la nevera, la reina de los disparos nocturnos: su ciclo de desescarche activa una resistencia que, si hay fugas latentes en la instalación, empuja el total por encima de los 30 mA justo a las tres de la mañana. No es magia; es estadística.
Se cuelan también los motores en ambientes complicados. Bombas de pozo y depuradoras de piscina, toldos y persianas con cableado largo, extractores en garajes húmedos. Nacen y trabajan fuera, cerca de la intemperie, con conectores que envejecen antes. En primavera, al reactivar la piscina, los errores afloran. Tras una obra de fachada o un cambio de luminarias exteriores, un empalme flojo o una caja abierta deja entrar agua y polvo. Un par de semanas después, el diferencial lo cuenta a su manera.
Luego están los errores de instalación que nadie ve a simple vista. Neutros compartidos entre circuitos que cuelgan de diferenciales distintos, empalmes casuales en falsos techos, tierras desconectadas “porque total no pasaba nada”. Desde fuera todo parece normal; desde la perspectiva del toroide, un desastre: la fase va por un circuito y parte del retorno vuelve por otro, el balance no cuadra y el dispositivo abre aunque no haya fuga real a tierra. Ese caso explica muchos “salta cuando enciendo un enchufe de aquí… pero cae el diferencial de allá”.
Los transitorios de la red también tienen su capítulo. Tormentas con descargas cercanas, maniobras en centros de transformación, microcortes que apagan relojes y routers. Los diferenciales de alta inmunidad o “superinmunizados” soportan mejor ese ruido que los antiguos tipo AC. En zonas rurales con líneas largas o en barrios viejos donde la red hace equilibrios, mejorar el diferencial reduce los “saltos sin culpa”.
En comunidades de propietarios asoma otro clásico: tierras compartidas mal articuladas. Un local en planta baja con fuga a masa puede contaminar el conductor común de protección y provocar disparos en viviendas próximas. Si el ascensor se detiene, si más vecinos reportan caídas, si el cuarto de contadores huele a aislante caliente, el problema quizá no esté dentro de tu piso. La coordinación comunitaria marca la diferencia entre una serie de apagones y un diagnóstico rápido.
Cómo acotar el problema sin riesgos
Cuando cae el diferencial, el impulso natural es subirlo de nuevo y seguir. Bien, pero con método. Un procedimiento simple y seguro permite saber dónde está el origen sin hacer de electricista temerario. La clave es aislar sectores.
Primero, bajar todos los magnetotérmicos del cuadro y subir el diferencial. Si se sostiene, subir el magneto general. A partir de ahí, activar cada circuito por separado: enchufes generales, cocina, horno, lavadero, climatización, alumbrado. Cuando un automático concreto provoca el salto del diferencial, ese tramo queda marcado. Dejarlo bajado permite tener la casa encendida mientras se investiga el problema real en ese sector.
Dentro del circuito sospechoso, desenchufar absolutamente todo. Regletas, cargadores, cafeteras, robots de cocina, equipos de audio. Con el tramo descargado, volver a subir el automático y ver si el diferencial se mantiene. Si aguanta, ir conectando aparatos uno a uno hasta que se repita la caída. Un mismo gesto —enchufar el termo o seleccionar un programa de lavadora con calentamiento— muchas veces delata al culpable. Si, en cambio, el diferencial salta incluso con el circuito sin cargas, la derivación vive en el cableado o en un punto fijo: una caja de empalmes húmeda, una luminaria con driver defectuoso, una toma exterior saturada de agua o grasa.
El tiempo aporta información. Si los disparos aparecen tras días de lluvia, si se concentran de madrugada, si solo surgen al usar una herramienta con carcasa metálica, si el horno lleva meses parado y el primer encendido cae, el patrón orienta. Apuntar las horas y las condiciones ayuda a quien llega con un medidor de aislamiento bajo el brazo.
Hay señales inequívocas que piden detenerse: olor a quemado, marcas de agua junto a enchufes, conexiones con óxido, zumbidos anómalos en luminarias. Ante cualquiera de ellas, cortar la corriente del sector y llamar al instalador. Y una advertencia que conviene repetir: no se arregla nada puenteando el diferencial. Se gana oscuridad más tarde y, sobre todo, se pierde protección.
Tipos de diferenciales y cargas de hoy
La instalación residencial de 2025 no se parece a la de hace veinte años. Electrónica en cada enchufe, fuentes conmutadas por todas partes, variadores de velocidad en lavadoras de última generación, bombas de calor que regulan mediante electrónica de potencia, cargadores de vehículo eléctrico con grandes conversores y, en no pocas viviendas, inversores fotovoltaicos. Elegir bien el tipo de diferencial reduce disparos molestos y mejora la seguridad.
El tipo AC reacciona ante fugas de corriente alterna pura. Funciona, pero la convivencia con electrónica moderna lo pone en aprietos: muchas cargas generan corrientes pulsantes o con armónicos que los AC no interpretan bien. El tipo A añade detección para esas fugas pulsantes y es ya el mínimo razonable en viviendas actuales; reduce falsas alarmas con fuentes conmutadas y filtros EMI. El tipo F da un paso más: mejora la respuesta ante señales de mayor frecuencia y ante aparatos con variadores, como algunas lavadoras, bombas y climatización. Y el tipo B —el más avanzado— detecta además componentes de corriente continua, imprescindibles ante cargadores de coche o determinados sistemas fotovoltaicos. Muchas marcas de wallbox exigen tipo B o, al menos, un tipo A apoyado por un detector de 6 mA de continua integrado que evita cegar al diferencial.
La selectividad es otra decisión que ahorra disgustos. Instalar un diferencial de 300 mA selectivo en cabecera y, aguas abajo, varios de 30 mA por sectores permite que, en caso de fuga, caiga el que corresponde a ese circuito y no toda la casa. En cuadros con un único diferencial, cualquier incidente apaga todo; con selectividad, el apagón se acota a la cocina o al lavadero. Menos estrés y diagnósticos más rápidos.
Los diferenciales de alta inmunidad —también llamados superinmunizados— integran filtros y pequeños retardos que los hacen menos sensibles a transitorios y a señales “sucias”. En ambientes con tormentas frecuentes, en edificaciones rurales con líneas de reparto largas o en edificios con maquinaria en bajos, esta inmunidad extra amortigua los “saltos sin culpa”. No sustituyen al mantenimiento ni a un cableado sano, pero previenen disparos injustificados.
En cuanto al rearme automático, es una herramienta válida si se usa con cabeza. Existen diferenciales que, tras un disparo, intentan reconectar con una secuencia programada. Pueden salvar una nevera en una segunda residencia si un corte por tormenta cesa por sí solo. Es clave elegir modelos que incorporen ensayos de aislamiento antes del rearme y que se bloqueen si la fuga persiste. El rearme no debe ser la excusa para ignorar una avería real.
La aproximación más eficaz hoy es una mezcla de buen material y diseño: tipo A como base en vivienda, tipo F allí donde haya variadores (lavadero, bombas), tipo B o solución equivalente ante el vehículo eléctrico, selectividad y varios sectores. Probar mensualmente el botón de test —sí, ese con la T— completa el cuadro: si no dispara al pulsarlo, hay que sustituir el dispositivo.
Normativa, costes y decisiones que evitan sustos
La ley no deja lugar a dudas: el diferencial no es opcional. Puenteándolo no se “arregla” nada; se retira la protección precisamente diseñada para evitar accidentes eléctricos. En una inspección o después de un siniestro, las aseguradoras miran el estado de la instalación. Manipulaciones del cuadro, tierras desconectadas o protecciones anuladas dejan a cualquiera sin cobertura y, lo que es peor, sin red de seguridad.
En términos de coste, la balanza es clara. Sustituir un diferencial doméstico de 30 mA por otro de calidad —tipo A, 40 o 63 A según la línea— no supone una ruina. Invertir en un superinmunizado o en un tipo B para el garaje eleva el presupuesto, pero hablamos de decenas o, como mucho, pocos cientos de euros en material, más la mano de obra del instalador. Comparado con el precio de un electrodoméstico que pueda quedar inutilizable por una avería eléctrica, con la comida perdida por una nevera parada o con el riesgo de una descarga, la relación sale a cuenta.
El mantenimiento que pide el sistema es mínimo y concreto. Pulsa el botón de prueba del diferencial una vez al mes. Observa que el mecanismo abre y vuelve a cerrar sin enganchones. Seca tomas y cajas exteriores tras lluvias intensas; usa material estanco con tapa y grado IP adecuado donde proceda. Renueva cables y alargadores con funda cuarteada. Revisa cocinas y baños, que concentran vapor y salpicaduras. Sustituye termos con años y cal acumulada por modelos nuevos o revisados. Y cuando haya historial de disparos, una auditoría con medidor de aislamiento detecta en minutos si un circuito suma demasiada fuga aunque parezca “en reposo”.
La distribución por sectores es quizá la decisión que más mejora el día a día. Pasar de un cuadro con un único diferencial a otro con tres o cuatro —cocina/horno, lavadero, enchufes generales, climatización— acota cualquier incidente. Si la fuga nace en la lavadora, no cae el salón. Si un horno acumula humedad en las resistencias, no se apaga la vivienda entera. Es, también, una forma de diagnóstico inmediato: cuando salta uno, ya sabes dónde mirar.
Hay un detalle que provoca problemas tan molestos como escurridizos: neutros mezclados. En reformas o ampliaciones hechas con prisa, es fácil que, al añadir una línea, el retorno se enganche al neutro de otro diferencial. El RCD “ve” que por su toroide sale menos corriente de la que entra y abre. Si tu vivienda tiene varios diferenciales y, al activar a la vez dos circuitos teóricamente independientes, cae uno sin carga aparente, sospecha de neutros compartidos y pide una corrección ordenada en el cuadro. Mover cables al azar no arregla nada.
Con vehículo eléctrico en casa, la elección es aún más nítida. Un wallbox incorpora electrónica de potencia capaz de generar componentes de continua en la fuga; un diferencial tipo AC puede quedar saturado y dejar de proteger. El montaje correcto —tipo B o tipo A con detección de 6 mA de continua integrada— está escrito en manuales y marcado por normativa de producto. Ignorarlo es mala idea, y barata al principio, cara después. En aerotermia, los variadores sacan partido de diferenciales tipo F por su mejor respuesta ante frecuencias elevadas. En fotovoltaica residencial, la interacción entre inversor, protecciones y tierras exige que el profesional dimensione y seleccione bien para evitar disparos molestos.
Un apunte adicional sobre los protectores de sobretensión. Trabajan derivando energía a tierra cuando llega un pico. Tras una descarga fuerte pueden quedar degradados y aportar una pequeña fuga permanente que empuja al sistema al borde. Si, después de una tormenta, los disparos empiezan “de repente”, una revisión de esos protectores explica no pocos casos. Cambiarlos devuelve la estabilidad.
Por último, conviene recordar que el diferencial no es el culpable: es el mensajero. Hay unidades que, con los años, se vuelven excesivamente sensibles o mecánicamente perezosas; el botón de prueba sirve justo para eso, para saber si siguen en forma. Pero la inmensa mayoría de las veces están cumpliendo su misión. Cuando alguien lo cambia “porque salta mucho” y el nuevo vuelve a caer, el diagnóstico estaba en otra parte. Se repite la historia, idéntica. La pista ya estaba sobre la mesa.
Luz estable en casa, sin sobresaltos
La electricidad doméstica no admite mitología: si el diferencial abre, hay un motivo. Puede ser una fuga puntual por humedad en un electrodoméstico, un aislamiento envejecido que ya no aguanta, un neutro fuera de sitio que engaña al toroide, o un transitorio que pasa como un rayo y lo deja todo a oscuras durante unos segundos. Entender el mecanismo ayuda a cortar la cadena de apagones sin inventos: un cuadro con sectores y selectividad, diferenciales adaptados a las cargas actuales —tipo A como base, F donde hay variadores, B o equivalente ante el coche—, material estanco en exteriores, pruebas regulares con el botón de test y una actitud práctica ante los síntomas. Cuando el disparo se repite con la nevera desescarchando, cuando el horno del domingo cae a los cinco minutos, cuando el lavavajillas obliga a bajar y subir automáticos, el patrón no miente. Hay que secar, sustituir, reordenar neutros o renovar el aparato que ya no está en condiciones.
Preguntarse “porque salta el diferencial” tiene respuesta técnica clara y, sobre todo, solución concreta. La instalación que apuesta por calidad y método deja de vivir pendiente del clic del cuadro. Y la casa —cualquiera— agradece esa normalidad: luz cuando hace falta, protección cuando es imprescindible y la certeza de que, si algo va mal, el centinela actúa. Ese es el trato. Esa es la calma.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: BOE, Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, Iberdrola España, Legrand España.

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