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Cultura y sociedad

¿Por qué enferma ahora la testigo clave de la DANA?

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maribel villaplana enferma en su cama

Sacudida en la causa de la DANA: Maribel Vilaplana, hospitalizada a horas de declarar y el minuto a minuto del 29-O que presiona más a Mazón.

La periodista Maribel Vilaplana ha sido trasladada a un hospital por una indisposición cuando faltan horas para su declaración judicial en Catarroja por la gestión de la DANA de Valencia del 29 de octubre de 2024. El hecho es claro: está recibiendo atención médica y, por el momento, no hay parte público que detalle diagnóstico o alcance. El dato no menor: su testimonio se considera relevante para reconstruir la secuencia de decisiones del president Carlos Mazón aquella tarde. La coincidencia temporal levanta cejas. Las especulaciones, como siempre, corren más rápido que los datos. Pero conviene separar sin dramatismos lo verificable de lo que todavía no lo es.

El foco informativo de hoy no reside en hipótesis, sino en tres piezas firmes: la citación para declarar este lunes, la comida compartida con el jefe del Consell en El Ventorro la tarde de la catástrofe y un vídeo que la periodista habría mostrado a Mazón a las 17.40 con imágenes de Utiel inundada. La indisposición irrumpe precisamente en la antesala de su comparecencia, y de ahí que el episodio se cargue de lectura política. ¿Significa algo por sí mismo? Solo en la medida en que pueda afectar a la diligencia: si no hay declaración el lunes, habrá que reprogramarla con un documento médico que lo avale. La causa penal sigue su curso. Los hechos que la sostienen no desaparecen por una cama de hospital.

La noticia, a las puertas del juzgado

El traslado de Vilaplana a un centro sanitario llega en un momento crucial del procedimiento: su testifical encaja en la fase de diligencias que buscan fijar con precisión qué sabía cada responsable y cuándo lo supo durante el episodio más devastador que ha sufrido la provincia en décadas. El dato del vídeo de Utiel a las 17.40 es relevante por un motivo jurídico elemental: acota el conocimiento de la magnitud del desastre por parte del máximo responsable político autonómico en una franja horaria crítica. Si un testigo directo estuvo sentado a su lado y puede acreditar que vio esas imágenes, el margen de duda sobre la percepción de gravedad se estrecha.

Se ha discutido mucho, y se seguirá haciendo, sobre la naturaleza de aquella comida: primero descrita como privada, luego enmarcada como “de trabajo”. La etiqueta exacta tiene menos importancia que lo tangible: duró varias horas, en plena evolución de la emergencia. Ese es el núcleo de la controversia pública y lo que, en sede judicial, se traduce en preguntas muy concretas: qué llamadas se realizaron, qué órdenes se cursaron, cuándo se interrumpió o no la sobremesa y a qué hora retomó el president la gestión presencial en el Palau y en el dispositivo de coordinación (Cecopi). En esa línea, la juez también ha pedido elementos prosaicos —pero decisivos— como el ticket del aparcamiento donde ambos se despidieron. Los papeles, a veces, valen más que los discursos.

El parte médico —si llega— decidirá el ritmo de la semana. Si la indicación facultativa impide declarar, lo normal es un aplazamiento breve o, llegado el caso, la habilitación de una videoconferencia cuando el estado de salud lo permita. La práctica judicial es conocida y no hay misterio: una indisposición acreditada aplaza, no borra. Lo sustantivo es si el testimonio puede coser una cronología con huecos que hoy siguen en discusión.

Una cronología que incomoda

El valor de esta declaración se entiende de verdad cuando se baja al terreno de los minutos. La tarde del 29 de octubre de 2024 tiene una línea temporal que nadie discute en lo esencial y que, sin embargo, presenta zonas grises en los momentos más sensibles. La llegada a El Ventorro se sitúa pasadas las dos y media; la comida se prolonga; hay llamadas con miembros del Consell; y, en torno a las 17.37–17.40, se produce una conversación con la responsable de Emergencias y el visionado del vídeo de Utiel que ya circulaba en redacciones y grupos de mensajería. En ese preciso instante se fija un hito: quien decide ya ha visto la riada.

A partir de ahí se abre el tramo más incómodo para el relato oficial. La sobremesa no se corta de inmediato, según reconstrucciones periodísticas y testimonios de trabajadores del local. La salida del restaurante se ha situado en torno a las 18.30–18.45, con una despedida en el aparcamiento cercano —la Glorieta–Paz—, y la llegada al Palau se ha ubicado alrededor de las 19.45. Es ese hueco de poco más de una hora el que, politicamente, pesa como una losa, porque coincide con el pico de la tragedia y con un torrente de avisos que escalaban desde comarcas como La Plana de Utiel–Requena, La Hoya de Buñol y Camp de Túria. La instrucción no persigue titulares, persigue tiempos verificables: entradas y salidas del parking, registros telefónicos, geolocalizaciones, cámaras de tráfico, actas internas de coordinación. La palabra de la periodista se cruzará con todo ello.

El vídeo de Utiel y la fijación del conocimiento

Puede parecer un detalle menor, un clip de 40 segundos en el móvil. No lo es. En cualquier investigación sobre gestión de crisis, el momento en que se alcanza la conciencia plena de gravedad resulta determinante. Si a las 17.40 el president contempla calles anegadas, vehículos arrastrados y servicios desbordados, ya no hablamos de alertas abstractas, sino de evidencia visual. A partir de ahí, el escrutinio pasa de “¿sabía lo suficiente?” a “¿qué hizo exactamente después?”. ¿Hubo llamadas de mando? ¿Se interrumpió la cita? ¿Se ordenó acelerar la activación de recursos o reforzar instrucciones ya dadas? Son preguntas que se resuelven con datos fríos, pero que necesitan el contexto del testigo que estaba a un metro de distancia.

El tramo entre El Ventorro y el Palau

El segundo bloque bajo la lupa es el desplazamiento. No porque el trayecto tenga misterio, sino por su duración en un momento extremo. La versión de que acompañó a pie a la periodista al parking añade humanidad a la escena, pero no despeja la cuestión central: ¿cuándo retoma la jefatura de la emergencia en modo presencial? Un ticket con hora imprime realidad a la narrativa. Y recuerda un principio básico: en crisis, todo lo que no queda trazado —por registro, por acta, por sensor— se vacía de fuerza frente a la duda razonable. De ahí que el juzgado pida papeles y que el testimonio de Vilaplana, más que adornar, anude tiempos.

Qué puede aportar su declaración

La Sección Segunda de la Audiencia de Valencia ya subrayó que la testigo podía ofrecer “detalles o matices de interés” sobre la toma de decisiones de aquella tarde. Traducido: secuencias, reacciones y tono. Tres capas de información que, unidas a los metadatos de llamadas y a la documentación oficial, consolidan la cronología.

La secuencia importa porque aclara qué pasó primero y qué después: si el vídeo vino antes o después de una llamada concreta, si la sobremesa se reanudó o si hubo un cambio de ritmo tras ver las imágenes. La reacción —visible— también pesa: interrumpir, levantarse, ordenar, delegar, llamar al Cecopi, pedir un informe in situ. Y el tono no es un adorno: ayuda a interpretar si existía ya una percepción de urgencia o si se trataba de un seguimiento distante. Nadie va a peritar gestos por sí solos, pero cuando se cruzan con tiempos, órdenes y movimientos, encajan como piezas de un puzle que explica mejor por qué se actuó como se actuó.

Hay además un campo en el que solo un testigo presencial puede arrojar luz: qué información entraba por canales no institucionales —mensajes, audios, vídeos— y cómo influyó en la percepción de quien manda. En España, las emergencias modernas se viven en tiempo real también en los teléfonos. No todo lo que circula es fiable, pero una imagen contundente en el bolsillo del presidente, en la hora exacta que investiga un juzgado, importa.

Si la testigo no declara el lunes

El escenario de una suspensión por motivos médicos tiene un recorrido procesal bastante estándar. Se debe comunicar al juzgado con un certificado que detalle la imposibilidad de comparecer o el riesgo para la salud. La magistrada puede dictar un aplazamiento a nueva fecha, valorar un formato telemático si el cuadro clínico lo permite o mantener la citación si el trastorno es leve y remite en horas. Lo crucial es que el derecho de defensa y la buena fe procesal prevalezcan. No hay atajos: ni para forzar una comparecencia que comprometa la salud ni para convertir una dolencia en coartada cuando hay métodos para testificar con garantías días después.

Esa hipótesis no vacía de contenido lo ya avanzado en la instrucción. Las pruebas objetivas siguen su camino: registros de llamadas, trazabilidad de dispositivos, vídeos de cámaras públicas, documentos de activación de niveles de alerta, actas de coordinación, mensajes y correos oficiales. Si el testimonio se retrasa, la investigación no se detiene. Y, cuando se produzca, encajará con lo ya recolectado o generará nuevas diligencias para confirmar o desmentir extremos concretos.

Hay quien quiere leer en la indisposición una estrategia dilatoria. Otros la ven como una desgracia humana en el peor momento. El periodismo responsable distingue entre opinión y dato. A día de hoy, lo único comprobado es que la periodista está en observación y que, sin alta o con prescripción, es razonable mover la fecha. Lo demás entra en el terreno de los juicios paralelos, que hacen ruido pero no suman a la aritmética probatoria.

Política, percepciones y ruido

La gestión política de la catástrofe se juega tanto en el expediente judicial como en la opinión pública. La Generalitat reconoció tarde aquella comida y cambió su encuadre. Es una decisión de comunicación que penaliza la credibilidad cuando luego se pide confianza en el resto del relato. Las emergencias demandan tres cosas: claridad, trazabilidad y consistencia. Si en la línea del tiempo aparecen vacilaciones narrativas —lo que era privado pasa a ser laboral, lo que duró poco parece largo—, el coste reputacional se dispara. No es un juicio moral, es una ley empírica de la gestión de crisis.

No sorprende, por tanto, que la oposición cargue con fuerza pidiendo responsabilidades políticas o incluso la dimisión del president, ni que el Consell responda con contención y el mantra de “colaborar con la justicia”. Entre las trincheras, la ciudadanía —golpeada por 229 muertes y cientos de familias arruinadas— reclama certezas simples: qué falló, quién falló, cómo se arregla, cómo se compensa. El episodio de la indisposición puede quedar como una anécdota si en unos días hay declaración; o puede agrandarse si alimenta, por acumulación, la idea de que todo llega tarde. No por maldad, sino por una suma de pequeñas descoordinaciones y reflejos lentos.

En ese clima, la precisión importa más que el adjetivo. ¿A qué hora exacta se vio el vídeo? ¿Cuándo se ordenó lo que luego quedó por escrito? ¿Cuándo salió del restaurante? ¿Cuándo llegó al Palau? ¿Quién llamó a quién? ¿Qué nivel de emergencia estaba ya formalmente activado? ¿Qué municipios habían solicitado refuerzos? ¿Qué recursos se movilizaron de verdad a partir de esa tarde? Son preguntas que ya están formuladas en la instrucción. La respuestas no deberían depender solo de la memoria de nadie, sino de documentos, sellos y registros.

Hay otro ángulo: la tutela de la información. El vídeo que la periodista enseña —según ha trascendido— ya había sido emitido horas antes por la televisión autonómica. Es un detalle incómodo para la arquitectura de alertas: si el presidente descubre la magnitud del desastre por un móvil durante una sobremesa, y no por un briefing institucional en marcha, algo falla en la capilaridad de los canales internos. No exculpa ni inculpa por sí mismo, pero retrata el ecosistema informativo de esa tarde. Y explica parte de la indignación social.

Por último, una cuestión de proporción. Los tribunales fijan responsabilidades penales con estándares probatorios muy altos. La política, en cambio, se rige por el listón de la exigencia pública: tiempos, empatía, presencia, coherencia. Puede que la causa acabe cerrándose sin reproche penal a la cúpula autonómica; puede que no. En cualquiera de los caminos, el relato de gestión quedará grabado. Y esa memoria —la del día a día, la de las familias, la de los municipios— no entiende de tecnicismos.

Lo que deja este sábado de sobresalto

El día termina con dos certezas y varias incógnitas. La primera certeza: Maribel Vilaplana está hospitalizada por una indisposición y su capacidad para declarar el lunes dependerá de un criterio médico. La segunda: su testimonio es clave para fijar la cronología de la tarde más difícil de la DANA, esa que va del vídeo de Utiel a la salida del restaurante y al reingreso del president en la gestión presencial de la emergencia. Las incógnitas, conocidas: hora exacta de cada hito, órdenes cursadas tras el visionado, contenido de las llamadas, tramo entre parking y Palau.

Con o sin declaración el lunes, el caso avanza sobre documentos, registros y testigos. La indisposición podrá aplazar un acto, no archivar preguntas. Y justo ahí, en el detalle y en la minucia horaria, se juega el desenlace de una historia con 229 muertos que exige rigor y respeto. El resto —los rumores, las sospechas lanzadas en caliente, los relatos que cambian de piel— pasará con los días. Lo que no pasará es la necesidad de saber cómo se tomó cada decisión y cuándo. Porque de esa precisión dependen, en adelante, la confianza en las instituciones y la eficacia de la respuesta cuando vuelva a llover —que volverá— y alguien tenga que mandar sin margen para la duda.

Mientras tanto, y esto sí es tangible, la instrucción ha topado hoy con un imprevisto médico que añade tensión a un calendario ya de por sí denso. No cambia el objeto del proceso ni su lógica probatoria. Tan solo pospone —si así lo decide la doctora o el doctor de guardia— la voz de quien estuvo a la mesa con el presidente en las horas clave. Cuando esa voz se escuche, deberá encajar con los papeles. Y si no encaja, aparecerán más papeles. Esa es la ventaja —y la obligación— de un Estado que archiva, contrasta y exige. Porque en una DANA que se llevó por delante vidas, casas y negocios, lo mínimo que se debe a quienes lo perdieron todo es cronología cierta y responsabilidad clara, sin humo ni excusas.


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Este artículo se ha elaborado con datos contrastados y publicaciones verificadas. Fuentes consultadas: EFE, elDiario.es, laSexta, RTVE, El Confidencial, elDiario.es (València).

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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