Más preguntas
Magnetoterapia que es: te explicamos cuando puede ayudarte

Magnetoterapia explicada con rigor: qué es, cuándo aporta de verdad y qué riesgos tiene. Evidencia, usos médicos y seguridad en España 2025.
La magnetoterapia es la aplicación de campos magnéticos de baja intensidad sobre el cuerpo con fines terapéuticos. En la práctica actual, el término abarca dos realidades diferentes: los imanes estáticos (pulseras, plantillas, cintas) y los campos electromagnéticos pulsados —conocidos como PEMF o CEMP— que emiten equipos eléctricos regulados como dispositivos médicos. La diferencia no es de matiz, es de naturaleza. Los imanes permanentes no han demostrado eficacia clínica consistente en dolor crónico; los sistemas pulsados, en cambio, sí muestran utilidad en indicaciones concretas, sobre todo como coadyuvantes en pseudoartrosis y en algunos dolores musculoesqueléticos con respuesta modesta y variable.
Traducido a términos prácticos: magnetoterapia es todo uso sanitario de campos magnéticos; lo que funciona en medicina hoy son los campos pulsados, no el imán pegado a la muñeca. No es una panacea ni un placebo sin más. Su sitio real está entre ambos extremos: puede ayudar en contextos específicos, con expectativas ajustadas, dentro de un plan de tratamiento amplio que prioriza educación, ejercicio terapéutico y control de factores de riesgo. Ese encaje, a pie de consulta, es la noticia relevante.
Definición precisa y tipos de magnetoterapia
Cuando se habla de magnetoterapia en fisioterapia y rehabilitación, casi siempre se hace referencia a campos electromagnéticos pulsados. Son equipos activos, conectados a la red, que generan pulsos a baja frecuencia y baja densidad de flujo para interactuar con tejidos vivos sin producir calor relevante. Los manuales técnicos describen mecanismos plausibles: modulación de canales iónicos, cambios en vías de señalización celular, influencia en mediadores inflamatorios como el óxido nítrico y efectos sobre osteoblastos y condrocitos. Son procesos de laboratorio con traducción clínica irregular: explican por qué podría aliviar el dolor o favorecer la consolidación ósea, pero no garantizan por sí solos un resultado medible en cada persona.
Otra cosa son los imanes estáticos. Son productos de consumo que generan un campo fijo, sin variación temporal. Se han vendido durante años con reclamos de alivio para artritis, migrañas o cansancio, pero no han aportado pruebas sólidas de beneficio clínico sostenido frente a placebo en esos cuadros. La confusión semántica —meter en el mismo saco pulseras magnéticas de quiosco y equipos médicos de PEMF— explica expectativas infladas y decepciones. El lenguaje importa: si no hay pulso, no hablamos de la terapia con más recorrido en medicina.
En el día a día, los dispositivos de PEMF incorporan aplicadores (bobinas, solenoides o almohadillas) que se colocan sobre la zona objetivo. Un generador controla frecuencia, forma de onda, intensidad y tiempo de exposición. Esa combinación se denomina a veces “dosis electromagnética”. No existe una dosis universal para todos los tejidos o patologías, y ahí reside uno de los retos: estandarizar parámetros para comparar estudios en igualdad de condiciones.
Evidencia clínica: dónde aporta y dónde no
La pregunta que da sentido a cualquier terapia no es “cómo suena” sino qué cambia en salud. El balance de la magnetoterapia pulsada no es uniforme. Hay lugares donde la señal de beneficio es consistente; hay otros donde la evidencia es débil o contradictoria; y hay un terreno intermedio en el que sí puede sumar como complemento, sin desplazar tratamientos de base.
Consolidación ósea y pseudoartrosis
El territorio más sólido está en traumatología. Desde hace décadas, distintas agencias han autorizado estimuladores de crecimiento óseo basados en PEMF como coadyuvantes en no uniones y retrasos de consolidación. En escenarios bien seleccionados —por ejemplo, una tibia con no unión no infectada, con estabilidad mecánica asegurada y sin déficit biológico grosero—, la exposición a campos pulsados mejora la probabilidad de consolidación frente a la simple espera vigilante. No “solda” el hueso por arte de magia: añade un estímulo biológico que puede inclinar la balanza cuando el entorno ya es favorable.
La clave está en indicar bien. Si lo que impide consolidar es una infección ocultada o una fijación inestable, ningún PEMF compensa ese error de base. El protocolo sensato parte de un diagnóstico etiológico (¿falla la biología, la mecánica o ambas?), corrige lo corregible y usa PEMF como apoyo. En series clínicas y estudios observacionales, las tasas de consolidación con PEMF en no uniones seleccionadas son clínicamente relevantes. Aun así, persiste heterogeneidad metodológica: distintos parámetros, tiempos de uso y definiciones de éxito. El resultado práctico es transparente: equipo con marcado CE, indicación precisa, seguimiento estrecho y plazo acotado para decidir si se mantiene o se interrumpe.
Dolor crónico: artrosis y lumbalgia
El segundo gran bloque es el dolor musculoesquelético no oncológico, con dos protagonistas: artrosis de rodilla y lumbalgia crónica. En artrosis, varios ensayos y metaanálisis han observado reducciones de dolor y mejoras funcionales modestas frente a placebo o frente a cuidados habituales, con variabilidad entre protocolos. Traducido al terreno clínico: una parte de los pacientes nota alivio, suficiente para entrenar mejor, caminar algo más, subir escaleras con menos molestia. El efecto medio, sin embargo, es pequeño a moderado; no desplaza a la terapia de ejercicio, a la educación ni al control de peso, que siguen siendo los pilares en todas las guías.
En lumbalgia crónica, el patrón se repite. La magnetoterapia pulsada puede reducir el dolor en semanas de tratamiento, con mantenimiento a corto plazo en parte de los casos. El tamaño del efecto varía y no todos los ensayos son de calidad alta. Es razonable considerarla coadyuvante cuando el dolor frena el trabajo activo, o cuando otros analgésicos no se toleran bien. La medida del éxito no es sólo la escala del dolor; también es que la persona tenga margen para moverse, para cumplir con un programa de fuerza y control motor que, ese sí, cambia el pronóstico.
En tendinopatías, dolor cervical o hombro doloroso, la literatura ofrece señales mixtas. Algunos ensayos encuentran diferencias; otros, no. El nivel de certeza es bajo o muy bajo. Con esos mimbres, la recomendación es prudente: caso a caso, informar expectativas, usar protocolos definidos y detener si no hay respuesta objetiva tras un ciclo razonable.
Aplicación práctica: parámetros, sesiones, logística
Un equipo de PEMF no es una lámpara: no calienta ni produce sensación eléctrica en la piel. La persona suele percibir poco o nada durante la sesión, que dura habitualmente entre 20 y 60 minutos, varios días por semana. Según patología y dispositivo, un ciclo completo puede ir de tres a ocho semanas, con posibilidad de uso domiciliario en equipos diseñados para tal fin y bajo supervisión sanitaria. El profesional define zona de tratamiento, frecuencia (a menudo baja, en el rango de hercios), densidad de flujo (medida en microteslas o militeslas) y tiempo total. No existe consenso universal sobre la combinación óptima para cada lesión, y eso hace que los fabricantes ofrezcan protocolos validados por su propia ingeniería, que conviene respetar.
La logística importa. En clínica, los sistemas permiten registrar dosis acumulada y adherencia. En domicilio, la educación sobre colocación y tiempos evita errores: aplicar el solenoide directamente sobre ropa fina, no moverlo durante la sesión, no usarlo en superficies metálicas que puedan interferir. Un checklist previo —implantes electrónicos, embarazo, lesiones cutáneas abiertas— blinda la seguridad. Antes de iniciar, es recomendable definir objetivos medibles: cuánto dolor se pretende reducir, qué actividad se quiere recuperar, en qué plazo. Con ese marco, la evaluación posterior es objetiva: si tras el ciclo no hay cambios relevantes, se replantea.
En el ecosistema sanitario, los PEMF se insertan en programas multimodales. Por ejemplo, en artrosis de rodilla, el eje sigue siendo ejercicio de fuerza del cuádriceps y glúteo medio, trabajo aeróbico de bajo impacto y educación en autocuidado. La magnetoterapia es el acompañante que ayuda a tolerar mejor ese plan cuando el dolor bloquea los primeros pasos. En pseudoartrosis, se suma a la estabilidad mecánica y al control de infección. La intervención aislada rara vez ofrece milagros; el conjunto sí cambia trayectorias.
Seguridad, contraindicaciones y regulación
La magnetoterapia pulsada presenta un perfil de seguridad favorable cuando se utiliza correctamente. Los efectos adversos descritos son infrecuentes y, por lo general, leves: cefalea transitoria, sensación de mareo pasajero, molestias locales. No se asocia a quemaduras ni a daño cutáneo, porque no calienta el tejido como lo haría, por ejemplo, una diatermia mal indicada.
Hay, no obstante, contraindicaciones claras. La más relevante es la presencia de dispositivos electrónicos implantables: marcapasos, desfibriladores, neuroestimuladores, bombas de infusión. Un campo magnético en la zona de un implante puede interferir con su funcionamiento. La norma prudente es evitar la exposición directa y consultar con el especialista responsable si se valora el uso en áreas próximas. También requieren cautela los implantes ferromagnéticos: clips vasculares antiguos, ciertos fragmentos metálicos o prótesis que puedan verse afectadas. La información pretratamiento es decisiva.
En embarazo, la evidencia disponible no permite afirmar seguridad plena, por lo que la práctica conservadora es no indicar magnetoterapia salvo criterio clínico justificado. Con heridas abiertas o infecciones activas en la zona, se pospone hasta resolver el proceso local. En oncología, la decisión se individualiza; si se plantea para dolor musculoesquelético no relacionado con el tumor, se consensúa con el equipo oncológico. Y un apunte doméstico que todavía se pasa por alto: los imanes —también los estáticos— pueden desmagnetizar bandas magnéticas de tarjetas o interferir con algunos accesorios (por ejemplo, cierres magnéticos de máscaras de CPAP colocadas sobre marcapasos). La prudencia evita sorpresas.
Desde el punto de vista jurídico, los dispositivos de magnetoterapia son productos sanitarios en la Unión Europea. Deben llevar marcado CE, encuadrarse en la clase de riesgo que corresponda y cumplir requisitos de seguridad, rendimiento y documentación técnica. En España, la AEMPS supervisa la comercialización y publica criterios de clasificación y guías para fabricantes y centros. Esto separa dos mundos: equipos médicos con respaldo técnico y gadgets de consumo que prometen mucho sin someterse a la misma exigencia. En paralelo, en otros países existen autorizaciones específicas para estimuladores óseos en no uniones; conviene no extrapolar esas aprobaciones a indicaciones para las que el equipo no está diseñado.
El control de calidad es tan importante como la fisiología. Un equipo serio aporta trazabilidad, manuales claros, servicio técnico y certificaciones. Promesas de “curación garantizada en tres días” o “sustituye al ejercicio” son señales de alarma. Las agencias han advertido más de una vez sobre publicidad engañosa que mezcla imanes estáticos con PEMF para hacer creer que todo funciona igual. En salud, los matices marcan la diferencia.
Utilidad acotada, expectativas sensatas
La foto fija de 2025 permite un balance honesto. La magnetoterapia, entendida con rigor, es una herramienta adyuvante útil en no uniones y retrasos de consolidación bien seleccionados, y una opción complementaria de bajo riesgo en parte del dolor musculoesquelético crónico —artrosis de rodilla y lumbalgia— cuando el objetivo es ganar ventana para trabajo activo. Su efecto medio no es grande; su mejor versión aparece cuando facilita lo que sí cambia las cosas: movimiento, fuerza, pérdida de peso cuando toca, ergonomía y tiempos.
¿Qué no es? No es un sustituto de los pilares terapéuticos. No reemplaza al diagnóstico preciso de por qué una fractura no consolida. No es el imán de pulsera que se pega a la muñeca para “equilibrar energías”. No es, tampoco, una moda pasajera: los mecanismos biológicos son plausibles, la experiencia acumulada en ortopedia existe y la tecnología sigue refinándose. La honestidad pide ajustar expectativas y medir resultados: si tras un ciclo bien indicado no hay mejoría en dolor, función o consolidación, se replantea el plan.
El futuro razonable de esta tecnología va por dos vías. La primera, estandarizar parámetros y desenlaces en los ensayos: frecuencia, forma de onda, densidad de flujo, tiempo total, criterios de respuesta y seguimiento. La segunda, perfilar mejor a quién le conviene: quizá biomarcadores de respuesta, quizá patrones clínicos que señalen que una persona concreta tiene más papeletas para beneficiarse. Mientras eso llega, la buena práctica ya puede aplicarse: equipos con marcado CE, protocolos conocidos, información transparente y sitio bien definido dentro del plan terapéutico.
En última instancia, el valor de la magnetoterapia no se mide por publicidad ni por prejuicios, sino por resultados observables. Cuando ayuda a caminar con menos dolor, a entrenar con más constancia o a empujar la consolidación de una fractura que se resistía, importa. Cuando promete más de lo que puede dar, estorba. Ese es el marco real: utilidad acotada, riesgos bajos si se usa con cabeza y un papel claro en manos de profesionales que no venden milagros, trabajan con datos y ponen el foco en lo que, al final, cambia la historia clínica de verdad.
🔎 Contenido Verificado ✔️
Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: AEMPS, Clínic Barcelona, Sociedad Española de Cardiología, SERMEF, Sacyl.

- Cultura y sociedad
¿Por qué ha muerto el actor Javier Manrique? Lo que sabemos
- Cultura y sociedad
¿De qué ha muerto Pepe Soho? Quien era y cual es su legado
- Cultura y sociedad
Huelga general 15 octubre 2025: todo lo que debes saber
- Cultura y sociedad
¿Por qué Eneko Goia dimite como alcalde de Donostia?
- Cultura y sociedad
Dana en México, más de 20 muertos en Poza Rica: ¿qué pasó?
- Cultura y sociedad
¿De qué ha muerto Moncho Neira, el chef del Botafumeiro?
- Economía
¿Por qué partir del 2026 te quitarán 95 euros de tu nomina?
- Cultura y sociedad
¿Cómo está David Galván tras la cogida en Las Ventas?