Economía
IPC octubre 2025, remonta la inflación: por qué y qué hacer

La inflación sube al 3% en septiembre: causas, impacto en salarios e hipotecas y medidas para cuidar tu bolsillo con consejos prácticos y más
El dato ya es firme: la inflación española alcanzó el 3% interanual en septiembre, el nivel más alto en siete meses y una décima por encima del avance preliminar. La inflación subyacente —sin energía ni alimentos frescos— quedó en el 2,4%, estable. En variación mensual, el IPC general descendió un 0,3% por el fin de la temporada alta turística. El IPCA, la referencia comparable en Europa, también marcó un 3% y 0,2% en tasa mensual. No hay giro brusco en toda la cesta: lo que cambia es el tirón relativo de la energía frente al año pasado.
La revisión al alza de una décima tiene explicación concreta: carburantes y electricidad han caído menos que en septiembre del año pasado. Ese “escalón” comparativo empuja el dato interanual aunque el mes cierre en negativo por la bajada de paquetes turísticos y transporte aéreo. El pulso de servicios y bienes se mantiene contenido, como delata la subyacente; el foco vuelve a estar en los precios energéticos y su efecto arrastre sobre logística y tarifas reguladas. A partir de aquí, dos ideas para no perderse: no hay señales de segunda ronda generalizada y, a la vez, la energía sigue moviendo la aguja con rapidez. El mapa autonómico lo subraya: Madrid encabeza con alrededor de 3,5%, Canarias ronda el 2,2%.
El dato de septiembre, al detalle y sin rodeos
La subida a 3% interanual implica tres décimas más que en agosto. La lectura de –0,3% mensual tiene poco de misterio: terminan vacaciones, se abaratan los paquetes turísticos, corrige el transporte aéreo, y el vestido y calzado arranca temporada con alzas que no compensan el conjunto. La subyacente en 2,4% confirma que, de puertas adentro de la cesta, no hay rebrotes amplios. Es exactamente lo que los bancos centrales observan con lupa.
El IPCA calcado al 3% deja a España por encima de la media de la zona euro —2,2% en septiembre—, pero sin romper el patrón de desinflación europea: seguimos lejos de los picos de 2022 y en un tramo compatible con que la inflación converja al entorno del 2% a lo largo de 2026, si no hay sobresaltos. Entre tanto, el tema energético vuelve a marcar ritmo. No porque la luz o los carburantes estén disparados ahora, sino por comparación con un septiembre pasado inusualmente benigno: cayeron entonces más que ahora, y eso altera el espejo interanual.
La descomposición por grandes grupos deja huella reconocible. Transporte mejora su tasa interanual por la gasolina y el gasóleo; vivienda sube por la electricidad, que se abarata menos que hace doce meses. A la inversa, ocio y cultura resta en el mes por el final del verano. Una nota útil: sube el titular, baja el mes, y la subyacente no se mueve. Esa combinación no apunta a espiral de precios, sí a ruido energético todavía presente.
Energía, “efecto base” y piezas que pesan más de lo que parece
La palabra “efecto base” no es un tecnicismo hueco. La estadística compara contra el mismo mes del año anterior. Si hace un año los carburantes y la luz se desplomaron, y este año sólo ceden un poco —o se estabilizan—, la tasa interanual sube aunque la tasa mensual no esté disparada. Eso es lo que vemos en septiembre: la energía aporta más que en verano y levanta el titular. No es nuevo, pero conviene recordarlo para no confundir un ajuste estadístico con un cambio estructural.
El componente eléctrico añade un matiz regulatorio. La factura depende de peajes, cargos y del precio horario del mercado mayorista, que a su vez se condiciona por gas, viento, demanda y disponibilidad nuclear o hidráulica. El peso indirecto de esa electricidad —en refrigeración, industria, comercio— multiplica su huella. De ahí que el tramo vivienda tire hacia arriba en interanual aun en meses con alivio parcial.
La gasolina vive otra historia: los márgenes y la fiscalidad importan tanto como el crudo. Si el barril se estaciona y los impuestos especiales o los costes logísticos no empujan, la presión se relaja; con un repunte del crudo o tensiones geopolíticas, vuelve el zarpazo. El mes de septiembre ha sido tranquilo en términos de shocks nuevos, pero menos benigno que el del año pasado. Resultado: interanual más alto.
Mapa autonómico: diferencias reales, impacto limitado en la tendencia
La dispersión regional, con Madrid rondando 3,5% y Canarias en torno a 2,2%, responde a cestas de consumo distintas, tarifas y exposición al transporte. También a patrones turísticos que alteran ocio y cultura en septiembre. No es un indicador adelantado de que la inflación vaya a romper por un flanco territorial; son matices que explican por qué algunos bolsillos notan más el 3% que otros.
Subyacente estable: el termómetro que manda
El 2,4% en subyacente nos dice dos cosas. Una, que los servicios —más pegados a salarios y márgenes— no han rebotado. Dos, que los bienes industriales no energéticos siguen normalizando precios tras los cuellos de botella de 2021–2022. Mientras ese núcleo no despegue, la probabilidad de un rebrote persistente es baja. La vigilancia, con todo, no se relaja: salarios y márgenes pueden reactivar presiones si la productividad no acompaña.
España frente a la eurozona: brecha acotada y razones claras
Con el 3% del IPCA, España se separa del 2,2% de la eurozona en septiembre. La explicación está más en la energía y la cesta que en un calentón general de la economía. España reacciona rápido a los giros energéticos por la estructura del mercado eléctrico y por el peso del transporte en la cesta. Eso nos hace bajar antes cuando la energía afloja y subir antes si se endurece el comparativo.
El tablero europeo apunta a una inflación estabilizada en torno al 2% en lo que queda de 2025, 1,7% en 2026 y 1,9% en 2027, según los escenarios de referencia del banco central. España debería converger hacia esa zona si la subyacente mantiene el paso y el componente energético deja de “empujar” por base estadística. Los riesgos, conocidos: petróleo, tensiones comerciales, un invierno con precios eléctricos más duros o salarios corriendo por encima de la productividad. Hoy, nada de eso domina el cuadro, pero no está descartado.
Implicaciones concretas: sueldos, hipotecas, alquileres y cesta
Un IPC al 3% erosiona poder de compra si los salarios avanzan por debajo. Este 2025, muchos convenios han incorporado cláusulas de revisión y apuntan a un cierre algo mejor que el de 2024. La subyacente en 2,4% ayuda de dos formas: reduce la presión de fondo y delimita la negociación a sectores con tensiones reales, no generalizadas. La pauta razonable para evitar una segunda ronda de precios es que salarios y márgenes sigan el ritmo de productividad, no el impulso del titular.
En hipotecas, el mensaje es de prudencia. Con la eurozona anclada cerca del 2% y España algo por encima, el banco central prefiere confirmar que la convergencia es sólida antes de mover fichas. Tipos oficiales estables y un sesgo a recortar más adelante si el núcleo acompaña: ése es el guion. Para el deudor a tipo variable, conviene simular escenarios de Euríbor, valorar amortizaciones parciales si el coste financiero supera la rentabilidad esperada de sus ahorros e intentar renegociar diferenciales. Quien esté en tipo fijo tiene el escudo activado; las decisiones pasan por el plazo y por el coste de oportunidad de adelantar deuda.
Los alquileres no se mueven al ritmo del IPC general de forma automática. Dependen del índice pactado en el contrato, del mercado local y, a menudo, de topes y referencias específicas. Aun así, con un 3% algo más alto que en verano, la tensión en plazas con oferta corta se mantendrá. En alimentación, no hay un rebrote homogéneo: la subyacente contenida sugiere que los procesados y el canal de gran consumo mantienen la moderación, aunque los costes de transporte y energía pueden empujar partidas concretas.
El consumo energético doméstico es el terreno más inmediato para compensar. En tarifas indexadas al mercado, desplazar usos intensivos a horas valle reduce la factura; revisar la potencia contratada —muchos hogares tienen más de la necesaria— también. El comercio y la hostelería, dos sectores sensibles a la electricidad, están haciendo ajustes finos: control de puntas de consumo, mantenimiento de equipos de frío y calor, y contratos más flexibles para no quedar atrapados en precios de picos.
Lo que viene: otoño-invierno y el horizonte 2025–2027
Las proyecciones públicas dibujan un descenso gradual del índice general en los próximos meses y un promedio de inflación del 2,5% en 2025. Para 2026, la media bajaría hasta 1,7%; en 2027 repuntaría hacia 2,4%, por el impacto del nuevo régimen europeo de comercio de emisiones (ETS2) para combustibles y calefacción, que encarecerá partidas específicas y se reflejará en la estadística. La lectura clave: no es un cambio de tendencia, sino un ajuste regulatorio con efecto cuantificable.
Este guion es compatible con que la subyacente se mantenga en 2,4% de media en 2025, ceda con más claridad en 2026 —hacia el entorno del 2%— y vuelva a un nivel ligeramente superior en 2027 por la misma razón regulatoria. En servicios, el ritmo de desaceleración es lento, sí, pero persistente; en bienes industriales, la normalización ya se ve en los precios de producción y en las importaciones. De fondo, se enfría también la demanda en Europa, lo que limita la capacidad de trasladar incrementos de costes.
Todo esto no elimina riesgos. Un crudo por encima de lo previsto elevaría carburantes y costes de transporte; un invierno con menos viento o hidráulica apretaría el mercado eléctrico; una sorpresa salarial sin mejora de productividad reforzaría servicios; incluso puede reaparecer fricción en cadenas logísticas específicas. Pero también hay contrapesos plausibles: dólar más débil, competencia comercial en bienes, y políticas fiscales que contengan tarifas o recauden más por vía indirecta sin presionar precios finales.
Medidas que funcionan a pie de calle y en la cuenta de resultados
El debate no va sólo de bancos centrales. Con un IPC al 3% y subyacente en 2,4%, la gestión micro marca diferencias visibles. En finanzas del hogar, un colchón de liquidez de tres a seis meses evita vender inversiones a destiempo si hay sobresaltos. Los ahorros no deben dormir: depósitos, letras u otras alternativas conservadoras aún ofrecen rentas razonables para cubrir parte del 3%. Si la deuda es cara, amortizar gana atractivo frente a invertir a corto.
En pequeñas empresas, la traslación selectiva de costes es más rentable que el “todo a precios”. Ajustes de procesos, eficiencia energética, compras agrupadas y contratos de suministro con cláusulas de revisión transparente ayudan a estabilizar márgenes sin perder demanda. Los salarios que acompasan productividad reducen rotación y costes ocultos: en un entorno de inflación moderada, la retención compensa más que el ajuste a golpe de factura.
El consumo inteligente de energía va más allá del consejo fácil. Un perfilado básico del gasto —qué horas, qué equipos, qué picos— permite programar maquinaria y climatización para que no coincidan con horas caras. En hogares con PVPC o empresas con precios indexados, el salto es inmediato; en tarifas fijas, interesa renegociar antes de renovaciones para capturar tramos más bajos si el mercado mayorista acompaña.
Tres puntos para entender el 3% sin alarmas ni complacencia
Primero, el repunte es energético y de base estadística. El mes (-0,3%) no desmiente el interanual (3%); lo complementa. Lo llamativo del dato es dónde se mueve —carburantes y electricidad—, no un calentón general.
Segundo, la subyacente manda. A 2,4% y estable, lanza un mensaje claro: el núcleo de precios no acelera. Mientras no rompa, el horizonte de desinflación sigue en pie y los tipos no deberían endurecerse.
Tercero, Europa se mantiene cerca del 2%, y España debería converger si el ruido energético se apaga y la moderación salarial acompaña a la productividad. No estamos en 2022, ni cerca.
Lo que cambia —y lo que no— tras el 3%
Queda una fotografía nítida. Cambia el titular: 3% en septiembre, máximo de siete meses, con el combustible y la luz recuperando influencia por comparación con 2024. No cambia el cuadro de fondo: subyacente estable, desaceleración gradual esperada en los próximos trimestres y un escenario 2026 que apunta al 2% como destino probable, con un repunte técnico en 2027 por la normativa climática europea. En el día a día, lo que funciona es lo concreto: ordenar la deuda, poner a trabajar el ahorro, vigilar la factura energética y cuidar los márgenes sin ahuyentar la demanda. La estadística se mueve por comparaciones; las cuentas, por decisiones. Con el 3% de hoy, hay margen para no perder terreno mañana.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: INE, Banco de España, OMIE, MITECO, Red Eléctrica de España.

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