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El PIMA se puede utilizar como MASC: todo explicado bien

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PIMASC acredita el intento de MASC con el registro normalizado y justificante con CSV para cumplir el requisito de procedibilidad sin trabas.
PIMASC es la herramienta pública que acredita el intento de MASC —mediación, conciliación u otras vías adecuadas de solución de controversias— antes de acudir al juzgado. Su función es concreta: registrar de forma normalizada que se ha intentado una solución consensuada y emitir un justificante digital con código seguro de verificación para anexarlo a la demanda. Con ese documento, el tribunal puede comprobar en segundos que el requisito procesal está cumplido y que el pleito no arranca con el pie cambiado.
No es un servicio de mediación ni una sala de conciliación. Es la bitácora oficial del intento y el pasaporte para la tramitación judicial cuando la ley exige haber explorado un MASC. El profesional entra, rellena un formulario estandarizado, identifica a las partes, la modalidad empleada y el resultado, y obtiene un PDF verificable. Si hubo acuerdo, queda constancia; si no lo hubo, también. Si una parte no compareció pese a estar convocada, lo mismo. Todo con trazabilidad, sin revelar contenidos confidenciales.
Qué es PIMASC y por qué importa de verdad
Las siglas responden a Punto de Interoperabilidad de Medios Adecuados de Solución de Controversias. Dicho sin rodeos: un portal único que ordena la constancia del MASC en todo el territorio y evita el laberinto de certificados diferentes, formatos incompatibles y comunicaciones a trompicones entre instituciones y juzgados. La idea es sencilla y eficaz. Un lenguaje común para describir qué se intentó, cuándo, con quién y cómo terminó.
Esa normalización tiene efectos prácticos. La abogacía sabe qué campos hay que completar; las instituciones de mediación y los servicios de conciliación pueden dejar la huella de su intervención sin filtrar información sensible; los tribunales disponen de un CSV verificable que les permite admitir o no una demanda con fundamento. En un ecosistema donde cada operador usaba su propio impreso, el salto es relevante: mismo vocabulario, mismos metadatos, misma puerta de acceso.
Conviene recordar que la herramienta no obliga a permanecer indefinidamente en una negociación. Acredita el intento, con fecha de inicio y de cierre, y especifica si el resultado fue acuerdo total, parcial, sin acuerdo, desistimiento o no comparecencia. El foco está en la procedibilidad: evitar que un asunto naufrague por un defecto formal que nada tiene que ver con el fondo del conflicto. Un pleito no debería caer por no poder demostrar algo tan elemental como que se llamó a la otra parte a una mediación de verdad.
Cómo funciona y qué genera
El recorrido técnico es lineal. Acceso electrónico con certificado cualificado, selección de “Nuevo registro MASC” y apertura del formulario normalizado. A partir de ahí, cuatro hitos marcan el viaje: identificación del asunto, identificación de las partes, identificación de la entidad o profesionales intervinientes y cierre con el resultado.
En la identificación del asunto se encuadra la controversia en una materia —civil, mercantil, seguros, construcción, vecinal, consumo— y se añade una descripción concisa. No se pide el expediente completo ni se abre un campo para historias interminables. Se trata de que quede claro el marco del desacuerdo, no de convertir el portal en un repositorio de documentos.
En la identificación de las partes se solicitan los datos imprescindibles para saber quién intervino o fue convocado. Nada de exprimir más información de la que exige el principio de minimización de datos. Si existe representación, se incorporan los datos de los profesionales que actuaron. Si el intento fue negociación asistida entre letrados, constan ambos, con la fecha y la convocatoria que dio inicio a las conversaciones.
En la identificación de la entidad o servicio se selecciona a la institución de mediación registrada, al servicio público de conciliación o, en su caso, se describe la intervención profesional que estructuró la negociación. Aquí la plataforma despliega catálogos interoperables que evitan errores de nombres sociales o duplicidades.
El resultado cierra el registro. Se marca si hay acuerdo, acuerdo parcial o sin acuerdo. Si una parte fue convocada y no acudió, se deja constancia. También queda fijada la cronología del intento, con una fecha de inicio y otra de cierre que, en muchas materias, sirven para acreditar los efectos sobre plazos de prescripción o caducidad. Validado el formulario, PIMASC emite el justificante: un PDF con CSV, sello de tiempo y los metadatos esenciales.
Acceso, perfiles y firma electrónica
El uso está orientado a operadores jurídicos y entidades que gestionan MASC. La abogacía y la procura acceden con certificados compatibles con las sedes judiciales; las instituciones disponen de perfiles habilitados; los servicios públicos de mediación y conciliación actúan con sus credenciales. El asiento que genera el justificante queda firmado electrónicamente, y su verificación se realiza introduciendo el código seguro de verificación en la pasarela habilitada para órganos judiciales y administraciones. No es un laudo; es una constancia certificada de un hecho procedimental.
Qué cuenta como intento de MASC a efectos legales
No cualquier intercambio de correos sirve. Para que el intento sume, debe encuadrarse en una modalidad reconocida y seguir un mínimo de estructura: convocatoria fehaciente, reglas del proceso, identificación de la persona neutral o de los profesionales que lo dirigen y un cierre claro.
La mediación requiere un mediador imparcial, respeto por la confidencialidad y voluntariedad. PIMASC registra la invitación, la aceptación (si la hay), las sesiones celebradas y el resultado. Importa la huella del proceso, no los detalles de las ofertas.
La conciliación puede ser pública o privada. El sistema deja constancia del acto celebrado, de la intervención del conciliador y de si se alcanzó una salida. En caso contrario, sin acuerdo.
La negociación asistida o entre profesionales suma cuando hay convocatoria formal, calendario y constancia del intercambio en un marco pactado. No basta con llamadas sueltas o mensajes de mensajería instantánea sin rastro. Si la normativa prevé una oferta vinculante confidencial, su existencia y rechazo también pueden quedar acreditados.
Otras figuras —opinión de experto neutral, evaluación temprana, métodos híbridos— encajan si cumplen con la formalidad mínima. El criterio es constante: estructura, trazabilidad y neutralidad. La plataforma no entra en el contenido material de las conversaciones; solo necesita la huella verificable de que se ha intentado el camino pactado por la norma.
Efectos procesales: qué cambia cuando se aporta el justificante
El CSV de PIMASC funciona como llave de admisión siempre que el asunto esté sometido a requisito de intentarlo por anticipado. Con ese documento, el juzgado verifica la existencia del intento y evita requerimientos innecesarios. Menos idas y venidas, menos suspensiones por defectos formales, menos energía desperdiciada en un aspecto que no afecta al fondo.
La ausencia de justificante provoca escenarios conocidos: requerimiento para subsanar, con la consiguiente pérdida de tiempo, o incluso inadmisión si se insiste en arrancar sin acreditar el intento. PIMASC no crea la obligación; le da forma. Y al dársela de manera homogénea, cierra espacios de disputa menores —si la invitación fue seria, si la entidad era competente, si el documento era auténtico— que antes consumían tiempo y recursos.
Respecto a los plazos, el intento de MASC puede incidir en prescripción o caducidad cuando así se prevé en las normas materiales. Por eso resulta crucial registrar con precisión el inicio y el cierre del proceso extrajudicial. El justificante aporta seguridad en ese punto. Una cronología fiable evita discusiones posteriores sobre si se llegó tarde o si se abusó del calendario para dilatar artificialmente un pleito.
Hay exenciones claras —materias urgentes, medidas de protección, supuestos con riesgo evidente, entre otros— en las que exigir un MASC previo no procede. En estos casos, el acceso a la jurisdicción se mantiene despejado. Aun así, muchos operadores optan por dejar constancia de la causa de exención en su expediente interno; no es obligatorio usar el portal, pero esa trazabilidad blinda decisiones.
Privacidad, interoperabilidad y límites
La mediación vive de la confidencialidad. PIMASC lo respeta de raíz. El sistema no vuelca actas ni propuestas, ni recoge comunicaciones que identifiquen posiciones o ofertas económicas. Trabaja con metadatos: modalidad, fechas, intervinientes, resultado. Lo suficiente para acreditar el intento y nada más. El justificante se emite con sello de tiempo y código de verificación, y su lectura por parte de los juzgados se hace en un canal seguro que confirma la integridad del documento.
La interoperabilidad con sedes y sistemas judiciales reduce fricciones. No hace falta adjuntar pantallazos ni correos impresos; el CSV abre puertas. La plataforma comparte catálogos de instituciones de mediación y de órganos públicos, lo que ayuda a mantener nombres actualizados, evitar duplicidades y armonizar criterios. Si una entidad cambia su denominación, la modificación se propaga; si un servicio público añade materias, el listado se adapta.
Los límites están bien dibujados. PIMASC no es un registro de acuerdos —aunque se pueda incorporar la referencia a un acuerdo firmado—, no decide sobre la validez de un MASC concreto y no bloquea demandas. Tampoco actúa como repositorio de documentos probatorios del fondo de la controversia. Su terreno es el procedimental y su propósito, dar certeza.
Errores habituales y soluciones que funcionan
El tropiezo más común es de tiempo: intentar registrar el MASC a última hora. Si los plazos materiales van justos, cualquier incidencia —una reprogramación, una no comparecencia— convierte el requisito en una carrera cuesta arriba. La solución es prosaica: convocar con margen, fijar desde el principio la modalidad adecuada y mantener una agenda realista para las sesiones.
Otro error recurrente es confundir negociaciones informales con un MASC estructurado. Intercambiar correos o llamadas no basta. Debe existir convocatoria fehaciente, un marco de trabajo claro y constancia de quién conduce el proceso. De nuevo, registrar esa huella no es complicado si se hace desde la primera invitación.
Los despistes en el formulario generan ruido innecesario: nombres mal escritos, NIF con dígitos bailados, materias mal clasificadas, omisiones en los campos obligatorios. Son fallos de cinco minutos que se pagan con semanas de parálisis si el juzgado requiere aclaraciones. La receta es simple: revisar antes de validar y descargar el justificante con un nombre reconocible para el expediente del despacho.
También se observa el olvido de consignar correctamente el resultado. “Sin acuerdo” no es lo mismo que desistimiento, y no comparecencia tampoco. Cada etiqueta tiene consecuencias y clarifica el relato procedimental. Elegir la adecuada evita malentendidos.
Casos prácticos que explican el alcance
Un arrendamiento con rentas impagadas. La parte propietaria cursa una invitación a mediación con fecha y hora de sesión telemática. Ambas acuden. Se acuerda una quita y un calendario de pagos. La institución registra el inicio, la sesión y el acuerdo; se emite el justificante. Si el pacto se cumple, no hay pleito. Si se incumple, el CSV viaja a la demanda, junto a la copia del acuerdo, y el juzgado arranca sabiendo que el requisito se cumplió.
Un conflicto en contratos de obra por sobrecostes y retrasos. Las empresas activan una negociación asistida entre letrados. Tras dos reuniones, sin acuerdo. Se cierra el intento y se registra. La demanda se presenta con el justificante y el procedimiento evita un requerimiento de subsanación en la primera semana.
Un siniestro de comunidad de propietarios y su aseguradora. Se propone una opinión de experto neutral; ambas partes aceptan. Con el dictamen en la mesa, se concilia. En PIMASC queda la huella cronológica: convocatoria, sesión y acuerdo. Si más adelante surge una disputa sobre la ejecución, la trazabilidad ayuda.
Un litigio de consumo por producto defectuoso. La plataforma sectorial convoca a las partes a mediación. El comerciante no comparece. El justificante lo deja por escrito y la demanda entra limpia, sin discusión sobre si hubo o no una invitación seria.
Estos ejemplos muestran algo elemental: cuando el MASC se estructura y se registra, funciona como filtro útil y como prueba procedimental robusta. Cuando no, se convierte en un problema añadido.
Una llave que evita tropiezos en la puerta del juzgado
La utilidad de PIMASC es tangible. Estandariza un trámite que antes estaba desperdigado, da seguridad a profesionales y tribunales y respeta la confidencialidad de los procesos de mediación. También impulsa una cultura jurídica menos dependiente del pleito-reflejo: si hay margen para pactar, el camino está despejado; si no lo hay, al menos el expediente llega ordenado y verificable.
El justificante con CSV se ha convertido en un elemento cotidiano en escritos de demanda. Se comprueba en segundos, sin discusiones laterales, y aclara si el requisito procesal está cubierto. Reducir incertidumbre siempre suma. La plataforma, con su enfoque de metadatos mínimos y trazabilidad máxima, va en esa dirección.
El mensaje, al final, es simple y operativo. Quien deba intentar un MASC antes de litigar tiene en PIMASC un atajo institucional que ahorra fricciones, protege plazos y evita sobresaltos. Quien no esté sujeto a esa exigencia puede litigar sin usarlo, pero no pierde nada por comprobar si un intento ordenado puede desatascar el conflicto. En cualquiera de los escenarios, el portal cumple lo que promete: registrar y acreditar. Ni más, ni menos. Y eso, en un sistema de justicia que necesita certidumbres, vale mucho.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables. Fuentes consultadas: Administración de Justicia, Sede Judicial, ICAB, Iberley.

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