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Economía

El oro toca $4,000: ¿seguirá subiendo? ¿comprar o vender?

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El oro toca 4000 dolares

El oro toca los 4.000 $ por onza y reaviva el debate: análisis claro, riesgos clave y estrategias para comprar o vender sin perder el rumbo.

El oro ha alcanzado hoy un máximo histórico que ya figuraba como frontera psicológica desde hace años: los 4.000 dólares por onza en el tramo de futuros, con la cotización spot moviéndose a escasos dólares de ese umbral. La noticia es inequívoca: el metal precioso está en su fase más alta de la era moderna, impulsado por una combinación de tipos reales en descenso, un dólar más débil, compras persistentes de bancos centrales y el regreso de los flujos hacia vehículos de inversión respaldados por oro físico. El salto es real y no es menor; el tono del mercado es de refugio y, por pura inercia, la cifra redonda atrae miradas y dinero.

¿Seguirá subiendo? La respuesta honesta mezcla dos ideas: tendencia de fondo todavía alcista y riesgo de respiro a corto plazo tras un tramo extremadamente vertical. Para el largo plazo, mantener o construir posición con entradas escalonadas tiene sentido mientras los rendimientos reales sigan relajándose y el dólar no recupere tracción. Para el corto plazo, conviene no perseguir el precio en caliente: los 4.000 dólares son, a la vez, imán y resistencia, y es razonable esperar periodos de consolidación, con barridas de 3–6% que depuren excesos antes de reanudar camino. ¿Comprar o vender? Depende del punto de partida: quien llegue tarde haría bien en dosificar; quien esté cargado, en asegurar parte del beneficio y en rebalancear sin perder exposición estratégica.

Qué ha pasado hoy con el precio del oro: nunca fue tan caro

La sesión ha condensado todo lo que se venía gestando en los últimos meses y que, hoy, ha hecho tope en una cifra redonda. Los futuros del oro han tocado por primera vez los 4.000 dólares y el spot ha rozado la misma cota, encadenando nuevos máximos intradía. La chispa inmediata ha sido la combinación de probabilidades elevadas de recortes de tipos por parte de la Reserva Federal en los próximos meses y la incertidumbre política en Estados Unidos, con un cierre de la Administración que entra en su segunda semana. A esa mezcla se le han pegado, como capas, la fragilidad de algunos datos macro, dudas de gobernabilidad en Europa y Asia y un mercado que llevaba tiempo premiando los activos defensivos.

El detalle técnico importa: los niveles redondos funcionan como balizas para los algoritmos y para los inversores discrecionales. Cuando el mercado se aproxima a uno tan simbólico, el flujo de órdenes tiende a concentrarse y las rupturas —si llegan— se aceleran. Hoy ha ocurrido en futuros, con picos que han traspasado la barrera, mientras el spot se mantenía apenas por debajo. La divergencia no invalida el hito. Muestra, más bien, la tensión entre quienes necesitan cobertura al instante y quienes aguardan confirmación en cierres. El saldo: otro máximo histórico, un gráfico que mira hacia arriba y una pregunta de fondo que se repite en mesas de trading y comités de inversión: qué hacer y a qué precio.

Motivos del salto y dónde mirar

El movimiento no es un fogonazo aislado. Tiene raíces claras que se refuerzan entre sí. Por un lado, la pata macro-financiera: rendimientos reales a la baja, dólar con menos empuje y una senda de política monetaria que el mercado descuenta como más laxa de aquí a final de año. Por otro, la demanda estructural, con bancos centrales consolidando un cambio de ciclo en sus reservas —más metal, menos dólares— y con ETF físicos que han dejado atrás salidas para registrar entradas sostenidas.

Como fondo de pantalla, un mundo más incierto que el de hace apenas tres años: tensiones comerciales, ruido político intermitente, disrupciones en cadenas de suministro y titulares que, cada semana, recuerdan por qué el oro guarda su rol de activo refugio.

Tipos reales y un dólar menos exigente

El oro no paga cupón. Su coste de oportunidad es el rendimiento real de los activos seguros. Cuando ese rendimiento cede, el metal gana. El giro en las expectativas sobre los tipos oficiales ha sido contundente: con la inflación encarrilada, aunque todavía por encima de los niveles objetivo en algunos tramos, el mercado asume que los próximos movimientos de la Fed serán a la baja. Ese simple hecho reduce el atractivo relativo de la renta fija a corto plazo y, por contrapartida, embellece la figura del oro. En paralelo, el dólar ha perdido parte de la fortaleza del año pasado, lo que abarata el metal para tenedores de otras divisas y alimenta la demanda no estadounidense. Este binomio —tipos reales y dólar— explica buena parte del tirón.

Conviene añadir un matiz: en España y, en general, en la zona euro, buena parte de la inversión se realiza vía ETF o ETC denominados en euros. Aquí el cruce EUR/USD introduce una segunda derivada: si el oro sube en dólares pero el euro se aprecia, parte del avance se compensa. A la inversa, un euro débil amplifica la subida. En 2025 la correlación ha jugado a favor del metal incluso en términos de euros, lo que ha llevado los precios locales a máximos históricos también en nuestra moneda.

Compras oficiales y flujos hacia ETF

La compra de bancos centrales se ha consolidado como el gran cambio de los últimos años. El giro empezó antes de 2022 y se ha acelerado desde entonces, con especial protagonismo de economías emergentes que buscan diversificar sus reservas ante tensiones geopolíticas, riesgos de sanciones financieras y dudas sobre la hegemonía del dólar. El patrón es disciplinado: compras constantes, poco sensibles a la volatilidad de corto plazo y con un horizonte de reservas estratégicas. Ese flujo crea un suelo que, en tramos como el actual, se nota.

El otro gran actor son los ETF respaldados por oro físico. Tras periodos de reembolsos, han vuelto las entradas netas, que no sólo reflejan interés minorista: fondos multi-activos, pensiones y gestores patrimoniales han incrementado peso como cobertura de cola ante eventos de baja probabilidad y alto impacto. El efecto en mercado es tangible: los proveedores tienen que adquirir metal para atender suscripciones, lo que añade demanda directa al conjunto.

Niveles técnicos, riesgos y escenarios

El precio ya ha hecho lo difícil: llegar a 4.000 dólares. Lo complicado es quedarse por encima. La zona funciona como resistencia. Si el mercado encadena cierres diarios y, mejor aún, semanales por encima, esa resistencia puede convertirse en soporte, habilitando un rango superior —por ejemplo 4.050–4.200— donde la volatilidad siga elevada pero con sesgo alcista. Si no hay confirmación, lo razonable es una consolidación hacia 3.900–3.950 para medir la consistencia de la demanda. En ambos casos, el gráfico seguirá en estructura alcista de medio plazo mientras los mínimos crecientes se mantengan por encima de los anteriores soportes, hoy muy vigilados en la franja 3.750–3.820.

En términos de volatilidad, el oro tiende a alternar aceleraciones con pausas. Tras un tramo tan vertical, es habitual ver un pullback que “saca” a los rezagados y limpia posiciones apalancadas. Esas sacudidas, de entre el 3% y el 6% en uno o dos días, son parte del proceso y suelen dejar huellas útiles: zonas de giro intradía, velas de rechazo en los 4.000 o en los 3.950, y picos de volumen que marcan dónde están los compradores pacientes. El sentimiento —medido en posicionamiento de futuros y en el ratio de opciones— también aconseja prudencia táctica: hay más dinero “creyendo” la subida y eso vuelve el tramo más vulnerable a sustos.

Los riesgos están identificados. Un discurso más hawkish de la Fed si la inflación sorprende al alza revalorizaría el dólar y elevaría rendimientos reales, algo nocivo para el metal. Una distensión política rápida en Estados Unidos, con reapertura del Gobierno y pactos presupuestarios, bajaría la prima de refugio. También pesa, aunque menos que antes, el componente joyero: con precios altos, parte de la demanda de joyería en Asia se ralentiza, lo que resta una fuente histórica de sostén. Y, por supuesto, si el mercado percibe que los bancos centrales ralentizan compras o deshacen alguna posición —por necesidades de liquidez o por cambios de estrategia—, el “suelo” podría bajar unos centímetros.

En el lado de los escenarios, el de mayor probabilidad a medio plazo sigue siendo el de una tendencia alcista que convive con episodios de ajuste. El catalizador a favor sería una bajada de tipos más rápida de lo previsto, con inflación contenida y dólar cediendo. En contra, un repunte de la inflación que fuerce a los bancos centrales a evitar recortes o a hablar de ellos con más cautela. La geopolítica permanece como comodín: titulares inesperados pueden añadir presión compradora o, al revés, quitarla de golpe.

Comprar o vender: guía por perfil

La decisión no es binaria; es de grado y de método. Con el oro en máximos, el cómo pesa tanto como el cuánto.

Quien busca preservar patrimonio y estabilidad de cartera en el tiempo suele asignar al metal un peso moderado, típico de entre el 5% y el 10% del total —hay quien va más arriba en fases de incertidumbre—. Es una cobertura: reduce la volatilidad agregada y, en episodios como el actual, equilibra pérdidas potenciales en renta variable o bonos. Para ese perfil, tiene sentido mantener exposición y, si la posición es inferior a la deseada, construir con entradas escalonadas: dividir en tramos las compras para suavizar el riesgo de puntualidad. El objetivo no es acertar el precio del día, sino asegurar una presencia estable en cartera.

Para el inversor táctico, que opera con horizontes de semanas y con reglas más estrictas de gestión del riesgo, la pauta cambia. Aquí lo razonable es no perseguir la ruptura en caliente si no se tiene ya posición. Se puede esperar una confirmación en cierres por encima de 4.000 y entrar en retrocesos hacia soportes recientes, siempre con stops definidos y tamaño de posición prudente. Quien viene desde abajo y acumula ganancias considerables puede vender un tercio o la mitad para asegurar y dejar correr el resto con un stop dinámico bajo 3.900 o bajo el mínimo de la sesión de ruptura. Es un clásico: caja parcial ahora, tranquilidad mental, exposición residual para capturar un posible segundo tramo.

El momento de compra importa menos si se elige el vehículo adecuado. Hay varias alternativas:

El oro físico —lingotes y monedas— aporta la seguridad de la tenencia directa. Exige custodia, asume primas sobre el spot y añade fricción al vender. Es una opción para quien busca control y no se incomoda con la logística. Conviene comparar premium, comprobar pureza (999,9 milésimas) y trabajar con distribuidores con reputación acreditada. Las monedas clásicas (Krugerrand, Maple Leaf, Britannia, Filarmónica de Viena) tienden a tener mercados secundarios líquidos y diferenciales menores.

Los ETF/ETC respaldados por oro físico permiten exposición líquida intradía, con comisiones bajas y sin gestión logística. Para residentes en España, los productos domiciliados en la UE son preferibles por razones regulatorias y fiscales. Existen opciones en plazas como Londres, Fráncfort o Milán con cobertura en euros, y otras que cotizan en dólares pero pueden comprarse desde cualquier bróker europeo. Mirar tres cosas: comisión anual, mecanismo de custodia (lingotes asignados o no asignados) y política de préstamo de títulos. Los ETC con derecho de canje por metal físico —aunque poco usado por minoristas— ofrecen una capa adicional de tranquilidad.

La renta variable minera es otra vía, más volátil y con beta superior al metal. Las compañías productoras se benefician de la subida de precio vía mayores márgenes, pero cargan con riesgos propios: calidad de yacimientos, costes de extracción, política de dividendos, deuda, riesgos ambientales y políticos. Su comportamiento no replica el oro y añade una exposición cíclica. Pueden tener cabida táctica, pero no sustituyen al metal como cobertura pura.

El derivado —futuros u opciones— queda para perfiles sofisticados y con experiencia. Ofrecen apalancamiento, sí, pero a cambio de gestión precisa del margen y de la volatilidad. Para la mayoría, el coste de aprender con dinero real supera las ventajas potenciales.

Un apunte de fiscalidad que no conviene pasar por alto: en España, las plusvalías por inversiones financieras tributan en la base del ahorro, con tipos por tramos que, desde 2025, alcanzan un marginal superior algo más elevado para ganancias muy altas. Hay casuística —territorios forales, tipos autonómicos, tratamiento de los fondos con traspasos, etc.— que puede cambiar el resultado final. De ahí que, si la cuantía es relevante, tenga sentido verificar el encaje fiscal antes de decidir cuándo y cómo materializar beneficios.

Lo que se decide en 4.000

Los 4.000 dólares condensan una década de argumentos, dudas y promesas alrededor del metal precioso. No es sólo una cifra redonda; es el lugar donde el mercado mide si lo que ha pasado en 2025 es una aceleración terminal de ciclo o el preludio de una etapa más larga de revalorización real del oro frente a activos financieros tradicionales. El marco global empuja a pensar que el segundo escenario no es descabellado. La inflación ha bajado, pero la tentación de financiar déficits con dinero barato no desaparece de un día para otro. La deuda pública de las grandes economías sigue en cotas altas y los inversores, institucionales y particulares, buscan activos sin riesgo de contraparte para equilibrar balances y carteras.

En términos reales —descontando la inflación—, el oro ya ronda, e incluso ha superado según algunas estimaciones, los máximos de principios de los ochenta. Ese hito ayuda a entender por qué algunos bancos de inversión han revisado al alza sus objetivos para los próximos trimestres. No es una garantía. Es, más bien, una fotografía de las fuerzas que operan: recomposición de reservas internacionales, preferencia por activos tangibles y un mosaico geopolítico que no permite mucha complacencia.

La gestión práctica pasa por aceptar la volatilidad como parte del viaje y por planificar. Quien llega tarde a la fiesta no tiene por qué quedarse fuera ni, en el extremo, entrar con ansiedad. Entradas escalonadas, tamaño de posición acorde al perfil de riesgo y una idea clara de para qué se quiere el oro en cartera. Si el objetivo es cobertura, la medida se toma en años, no en días. Si la ambición es táctica, mandan el gráfico, los stops y la disciplina. En ambos casos, 4.000 señala el tablero, pero no decide la partida.

Quedan, claro, variables que pueden torcer el guion: un dólar que recupere con fuerza, una Fed que prefiera esperar más o datos de crecimiento que resten argumentos al refugio. También, movimientos inesperados en las compras de bancos centrales. Pero incluso con esas incertidumbres, el oro ha recordado en 2025 por qué importa. Cuando sube por razones sólidas, no es un misil lanzado al cielo sin combustible; es un termómetro de confianza en las reglas del juego financiero global.

En suma, el metal ha tocado por fin la marca que llevaba décadas persiguiendo. ¿Y ahora qué? Ahora toca gestionar. No sobrerreaccionar al brillo del titular. Ajustar la exposición a lo que se quiere conseguir con ella. Medir los tiempos con calma. Si el precio consolida y confirma por encima de 4.000 con cierres consistentes, la historia ganará un nuevo capítulo; si corrige hacia 3.900–3.950, aparecerán oportunidades para quien tenga la estrategia preparada. La cifra es noticia; la gestión, lo que separa una buena decisión de un mal recuerdo. En 4.000, el oro no sólo marca un récord. Marca el tono de un mercado que seguirá dando que hablar.


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Este artículo se ha redactado con información contrastada de medios españoles de referencia. Fuentes consultadas: Cinco Días, El Economista, La Vanguardia, RTVE.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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