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Dolor muelas que tomar: consejos para dejar de tener dolor

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Dolor de muelas bajo control con pautas claras: qué tomar, dosis seguras, señales de alarma y cuidados que funcionan mientras aguardas cita.

La solución inmediata, práctica y con mejor balance entre eficacia y seguridad pasa por los antiinflamatorios no esteroideos. En odontalgia aguda, ibuprofeno 400 mg cada 6–8 horas o naproxeno 250–500 mg cada 12 horas suelen domar el dolor y la inflamación de la pulpa y de los tejidos peridentarios. Si los AINE no se pueden usar o no sientan bien, paracetamol 500–1.000 mg cada 6–8 horas es la alternativa preferente. La combinación de ibuprofeno + paracetamol —respetando los límites diarios— ofrece un plus analgésico sin recurrir a opioides. Todo orientado a pasar 24–48 horas con control del dolor hasta el tratamiento dental definitivo.

Conviene no perderse en atajos: los antibióticos no calman un dolor de muelas por caries o pulpitis. Salvan situaciones con infección extendida o fiebre, pero sin un empaste, una endodoncia, un drenaje o la extracción cuando toca, la pastilla sólo compra tiempo. Señales como hinchazón facial, dificultad para tragar, fiebre persistente o trismo piden atención urgente. El objetivo es claro: aliviar hoy sin comprometer mañana.

Qué tomar hoy sin complicarse: pauta segura y clara

La regla sencilla funciona. AINE si se toleran; paracetamol si no; combinación si hace falta. En población adulta sin contraindicaciones, ibuprofeno 400 mg cada seis u ocho horas sostiene un buen control del dolor dental agudo, con tope sin receta de 1.200 mg al día (bajo supervisión profesional puede llegar a 2.400 mg/día en pautas cortas). La dosis de 600 mg no siempre mejora el efecto analgésico en este contexto y sí incrementa el riesgo gastrointestinal, de modo que 400 mg suele ser el punto de equilibrio, sobre todo cuando el plan es aguantar hasta la consulta.

Naproxeno 250–500 mg cada 12 horas es otra vía sólida. Por su vida media más larga, ofrece colchón nocturno en dolores que rebotan a medianoche. El límite diario habitual ronda 1.000 mg a corto plazo. En cualquier AINE, hay condiciones que exigen prudencia o contraindican: antecedentes de úlcera o sangrado digestivo, insuficiencia renal, insuficiencia cardiaca descompensada, tratamiento anticoagulante o antiagregante intenso. Aquí el paracetamol entra como primera opción.

Paracetamol 500–1.000 mg cada 6–8 horas reduce el dolor sin irritar el estómago. El tope es 4.000 mg al día, con margen menor si existe enfermedad hepática, consumo regular de alcohol o se combinan fármacos que también lo contienen (antigripales, antitusivos compuestos). Este detalle no es menor: sumar sin querer paracetamol “oculto” eleva el riesgo de hepatotoxicidad. Leer el envase evita sustos.

Combinación ibuprofeno + paracetamol. Es una de las fórmulas más eficaces para odontalgia aguda. Una pauta práctica: ibuprofeno 200–400 mg junto con paracetamol 500–1.000 mg, en tomas coordinadas, manteniendo siempre por debajo de 1.200 mg de ibuprofeno y 3.000–4.000 mg de paracetamol al día, según el perfil clínico. Existen presentaciones conjuntas (200/500 mg) que simplifican la adherencia. No mezclar AINE entre sí (ibuprofeno con naproxeno, por ejemplo) no aporta más alivio y sí complica el perfil de seguridad.

Una idea práctica: no hace falta “pegar un pelotazo”. Dosis moderadas y regulares, con comida y agua, ofrecen control estable. Si a las 48 horas el dolor sigue igual de intenso o reaparece en cuanto pasa el efecto, no es un fallo de la pastilla; es la señal de que el diente pide intervención.

Cómo combinarlos sin riesgos innecesarios

El objetivo es sumar eficacia sin disparar efectos adversos. La combinación AINE + paracetamol explota mecanismos diferentes —antiinflamatorio periférico e inhibición central del dolor— y por eso rinde bien. Conviene escalonar las tomas para evitar picos y valles de analgesia: por ejemplo, paracetamol a las 8.00, ibuprofeno a las 11.00, paracetamol a las 14.00, ibuprofeno a las 19.00, y así sucesivamente, sin superar los techos diarios. En personas con estómago sensible, un protector gástrico puede valorarse si el AINE se prevé más de uno o dos días, aunque en dolor dental agudo lo habitual es un uso corto.

Alcohol y paracetamol no combinan. Aumenta el riesgo hepático. Aspirina sólo tiene sentido si se toma tragada, como analgésico, en quienes no presenten riesgos; nunca aplicada sobre la encía: produce quemadura química. Geles anestésicos con benzocaína pueden servir en adultos para irritación gingival localizada, pero en menores de 2 años se evitan por seguridad.

Cuándo no convienen y qué alternativa hay

Si hay alergia a AINE, asma exacerbada por AINE, insuficiencia renal, úlcera activa, tratamiento anticoagulante o un historial de sangrado digestivo reciente, la diana se desplaza al paracetamol como monoterapia, con vigilancia del total diario. En dolor inflamatorio intenso que no cede, cambiar de AINE dentro de la misma familia rara vez añade beneficio y sí amplifica riesgos; mucho mejor valorar la combinación con paracetamol o subir densidad de tomas dentro de los márgenes seguros, siempre temporal y a la espera del dentista.

Lo que no ayuda (y a veces empeora)

Antibióticos “por si acaso”. No alivian la odontalgia por caries o pulpitis. Están indicados cuando hay signos de extensión (celulitis, fiebre, afectación del estado general), cuando el foco supura y no puede drenarse de inmediato, o en pacientes con condiciones especiales. De lo contrario, retrasan el tratamiento real, alteran la flora bucal y añaden efectos adversos.

Opioides “fuertes”. En dolor dental agudo, los AINE —solos o con paracetamol— superan en eficacia global a los opioides para dolor posquirúrgico dental y odontalgia común, con menos somnolencia, náuseas, estreñimiento o riesgo de dependencia. Pueden reservarse, en todo caso, para situaciones excepcionales con indicación profesional clara y duración mínima.

Mezclar AINE entre sí. Ibuprofeno con naproxeno no suma. Duplica el riesgo gastrointestinal y renal sin mejorar el dolor. Elegir uno y hacerlo bien sigue funcionando.

Remedios agresivos. Calor local en la cara empeora la inflamación; frío externo en ciclos cortos reduce la vasodilatación. Enjuagues con alcohol o productos irritantes lesionan la mucosa. Aceite de clavo (eugenol) puede adormecer unos minutos, pero sin diluir irrita; nunca en niños.

Señales de alarma y actuación inmediata

Existen síntomas que no admiten espera: hinchazón visible en la cara o bajo la mandíbula, fiebre sostenida, dificultad para abrir la boca (trismo), deglución dolorosa o sensación de ahogo. También el dolor que despierta de noche con latido muy intenso y empeoramiento rápido, o la aparición de una “bolita” dolorosa en la encía que supura. Son anuncios de que la infección puede estar saliendo del entorno del diente. En esos casos, urgencias. Allí se prioriza el drenaje, la estabilización del dolor y la valoración de antibióticos cuando cuentan.

Hay perfiles de mayor riesgo que conviene adelantar: personas en tratamiento inmunosupresor, con diabetes mal controlada, prótesis valvulares o cardiopatías complejas, o quien recibe terapia oncológica. Un foco dental activo en estos contextos exige manejo coordinado.

Casuística que cambia el plan: embarazo, lactancia, infancia y crónicos

Embarazo. El analgésico de referencia es paracetamol, a la mínima dosis eficaz y el menor tiempo posible. Los AINE deben evitarse desde la semana 20 y están contraindicados en el tercer trimestre por riesgos fetales (ductus arterioso, función renal, líquido amniótico). En el primer y segundo trimestre, incluso cuando el riesgo teórico es menor, la recomendación general es priorizar paracetamol y centrar esfuerzos en resolver el diente con procedimientos seguros en gestantes (anestesia local con vasoconstrictor en dosis adecuadas, radiografía con protección, ajustes posturales). En cualquier duda, el criterio obstétrico y odontológico manda.

Lactancia. Paracetamol es compatible con la lactancia; el paso a leche es mínimo y no se esperan efectos en el lactante. Con ibuprofeno también existe una experiencia amplia y favorable por su baja excreción en leche, lo que lo convierte en AINE de elección si se necesita un antiinflamatorio durante pocos días. La pauta sigue siendo la misma: corta y a dosis prudentes.

Infancia. En menores de 16 años, no se usa aspirina por el riesgo de síndrome de Reye. Para el dolor dental infantil se ajusta la dosis por peso, con balances seguros y bien establecidos: paracetamol 10–15 mg/kg por dosis cada 6–8 horas, ibuprofeno 10 mg/kg por dosis cada 8 horas, sin exceder los máximos diarios correspondientes y siempre con confirmación del pediatra u odontopediatra. Benzocaína tópica queda descartada en menores de 2 años. Y, como en adultos, antibióticos sólo si hay infección que lo justifique.

Enfermedades crónicas y polimedicación. Con insuficiencia renal o cardiopatía descompensada, los AINE se restringen; la analgesia recae en paracetamol. Quien toma anticoagulantes (warfarina, acenocumarol) o antiagregantes tope (casos de doble antiagregación) ha de evitar AINE salvo indicación y seguimiento clínico. En hepáticos, cumplir con holgura los límites de paracetamol y evitar alcohol es esencial. Los inhibidores de la ECA y diuréticos combinados con AINE pueden tensar la función renal; si hay que usarlo, que sea pautas cortas y bien hidratadas.

Medidas en casa que sí alivian y no entorpecen

Los enjuagues de agua tibia con sal —media cucharadita rasa en un vaso de agua templada— ayudan a limpiar restos y desinflamar levemente la encía. No sustituyen nada, pero aportan confort. En niños, riesgo de deglución: mejor no usarlos. El frío local externo con una bolsa de hielo envuelta en un paño, en periodos cortos, disminuye el latido inflamatorio y reduce el edema. Dormir con la cabeza algo elevada limita la congestión vascular nocturna. Higiene meticulosa, cepillo suave y hilo o irrigación con mimo para liberar restos impactados entre dientes —típico detonante de “punzadas”—. Masticar del lado contrario evita perpetuar el trauma.

En farmacias existen cementos temporales y pastas calmantes para sellar cavidades abiertas o atenuar una pericoronaritis leve en una muela del juicio semierupcionada; son soluciones puente que no deben alargar la visita. Enjuagues de clorhexidina pueden pautarse durante pocos días si hay inflamación gingival intensa, sabiendo que más de una semana tiñe y altera el gusto. Nada de aplicar analgésicos triturados directamente en la encía: ni actúan mejor ni son seguros.

Por qué duele así: el mapa clínico del dolor dental

Cuando la caries perfora esmalte y dentina y alcanza la pulpa, el tejido neurovascular dentro del diente se inflama en un espacio rígido. El resultado es dolor pulsátil, que empeora con calor, con el decúbito nocturno y con estímulos como el dulce o el frío. La pulpitis reversible puede mejorar al eliminar el estímulo y sellar; la irreversible progresa hacia necrosis pulpar y, con frecuencia, absceso. La secuencia es conocida en consulta: dolor que late, luego calmado engañoso, después abombamiento gingival o hinchazón facial. Soluciones definitivas: endodoncia —limpieza y sellado de conductos— o extracción si el diente no se puede restaurar.

La pericoronaritis de una muela del juicio semierupcionada combina inflamación de tejidos blandos con retención de alimentos bajo el colgajo gingival distal. Suele doler al abrir la boca y al masticar y puede irradiar a oído. El manejo incluye higiene dirigida, irrigación, analgésicos y, en fase activa, desbridamiento; una vez calmada, se valora extracción si el patrón de episodios se repite.

El diente fisurado da punzadas al masticar y sensibilidad al frío, a veces con dolor difícil de localizar. Una clínica meticulosa y una radiografía o pruebas de vitalidad lo delatan. En fisuras profundas que afectan pulpa, el camino también lleva a endodoncia o corona.

La periodontitis avanzada explicará dolor difuso, sensación de diente “alto”, movilidad e inflamación gingival con sangrado. Limpieza subgingival profunda, antisépticos locales y control del biofilm son la base; el analgésico sólo acompaña.

Un capítulo particular es la sinusitis maxilar que se disfraza de dolor dental en premolares y molares superiores. Congestión, goteo retronasal y dolor que aumenta al inclinarse apuntan hacia senos paranasales. Analgésicos y antiinflamatorios ayudan, pero el foco no está en el diente. Viceversa, un absceso periapical puede perforar el suelo del seno y simular sinusitis: aquí la radiografía y el examen clínico descifran.

El postoperatorio dental —extracción simple o compleja, cirugía de cordales— se maneja con AINE o paracetamol, hielo externo, higiene cuidadosa y enjuagues a partir de 24 horas. La alveolitis seca (cuando el coágulo se pierde) produce dolor intenso entre el segundo y cuarto día: el tratamiento en consulta —curetaje suave, irrigación y apósitos— resuelve. Los antibióticos no sirven si no hay infección.

El plan de 24–48 horas hasta llegar a la consulta

Mientras se tramita la cita, lo razonable es estabilizar. El esquema farmacológico ya está descrito. Evitar extremos —dosis máximas desde el minuto uno— disminuye efectos adversos y no empeora el dolor; al contrario, da margen para ajustar. Beber agua, comer algo al tomar AINE, no acostarse inmediatamente tras la toma nocturna y no mezclar alcohol y paracetamol son maniobras sencillas que reducen problemas.

Una bolsita de hilo dental o un irrigador a mano puede salvar la noche si el dolor viene de alimentos impactados. Quitar ese “cuerpo extraño” cambia el día. No forzar una pieza que duele al morder: el trauma perpetúa la inflamación. Si existe aparatología (férula, ortodoncia) que roza, cera o silicona de ortodoncia sirven de escudo.

En la consulta, el examen clínico y, si procede, radiografía periapical o panorámica apuntan rápido al origen. La anestesia local permite drenar, limpiar, empastar o abrir conductos para descomprimir. Ese gesto —a veces de minutos— baja el dolor a niveles manejables con dosis estándar de analgésicos. Si hay infección con celulitis, trismo o fiebre, se añade antibiótico dirigido y revisión estrecha.

Mitos que conviene desmontar con calma

Que “si deja de doler, se curó”. No necesariamente. La necrosis pulpar puede anestesiar el diente durante horas o días y después desencadenar un absceso. Que “el antibiótico cura la muela”. No: sin resolución local del foco (empaste, endodoncia, extracción), el alivio es temporal y el problema vuelve. Que “más miligramos, más alivio”. El efecto de los analgésicos tiene techo; subir sin criterio aumenta efectos adversos, no el confort.

Que “el enjuague con alcohol mata todo”. Lesiona la mucosa y complica el cuadro. Que “un calmante triturado sobre la encía actúa más rápido”. Solo quema y deja una úlcera. Y que “si la muela del juicio duele, hay que sacarla ya”. Puede ser, pero muchas veces primero se desinflama, se estabiliza la zona y luego se programa la extracción con garantías.

Un apunte sobre formas farmacéuticas y tiempos

Las presentaciones de ibuprofeno en 200 y 400 mg cubren la mayoría de escenarios de dolor de muelas. Tomarlo con comida protege el estómago; el pico llega en torno a 60–90 minutos. El naproxeno tarda algo más en hacer cumbre, pero dura más. El paracetamol alcanza el pico en 30–60 minutos; las formulaciones efervescentes o de liberación rápida aceleran el inicio, útiles cuando el dolor aprieta. Jarabes y gotas facilitan el ajuste pediátrico por peso.

Respetar intervalos evita el “diente sierra” del dolor. Mejor tomas regulares que perseguir el dolor a trompicones. Y algo obvio que se olvida: hidratarse y comer suave baja la sensación de malestar global que acompaña a la odontalgia intensa.

Dónde encaja cada medida en el plan general

En una odontalgia aguda típica, la prioridad es control del dolor y diagnóstico. Los AINE tratan la inflamación que acompaña a la caries y a los procedimientos dentales; el paracetamol suma cuando no se toleran AINE o cuando se busca doble mecanismo. Las medidas locales —higiene precisa, frío, enjuague salino— mejoran el terreno y evitan sobredosis por ansiedad. Antibióticos, solo con criterios clínicos claros. Opioides, casi nunca.

El tratamiento definitivo manda: restaurar, drenar, endodonciar o extraer. Todo lo demás, aunque útil, es transitorio. Y es importante remarcarlo porque el dolor de muelas suele empezar de repente, a veces en el peor momento, y la tentación de improvisar con lo que haya a mano es comprensible. Un plan ordenado, con fármacos adecuados y límites claros, da margen para llegar a la consulta sin convertir un problema localizado en una urgencia mayor.

Plan corto y efectivo para pasar la noche

El mapa final cabe en pocas líneas operativas, sin florituras: ibuprofeno 400 mg cada 6–8 horas o naproxeno 250–500 mg cada 12 horas si los AINE se toleran; paracetamol 500–1.000 mg cada 6–8 horas si no, o junto al AINE para un efecto más redondo, sin superar los techos diarios. No mezclar AINE, evitar alcohol con paracetamol, nada de antibióticos salvo criterios clínicos, frío externo y enjuague salino como apoyo. Señales de alarma —hinchazón facial, fiebre, trismo, dificultad para tragar o respirar— significan urgencias. Con ese guion, el dolor de muelas deja de mandar y el camino hacia la solución —un empaste, una endodoncia, un drenaje a tiempo— se abre sin sobresaltos.

Nota importante: Este artículo es informativo. Cualquier medicación debe ajustarse a la situación clínica particular y a tratamientos en curso. Ante enfermedades previas, embarazo, lactancia o dudas con las dosis, la referencia es el criterio del odontólogo, del farmacéutico o del médico.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: AEMPS, Consejo General de Dentistas, Ministerio de Sanidad, Portal de Salud de Navarra.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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