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Salud

Dferencias entre gastroscopia y endoscopia: son todas estas

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diferencias entre gastroscopia y endoscopia

Guía clara y actual sobre las diferencias entre gastroscopia y endoscopia: qué explora cada una, preparación, sedación, riesgos y resultados.

La gastroscopia es un tipo concreto de endoscopia. Explora el esófago, el estómago y el duodeno con un tubo flexible que entra por la boca, lleva cámara en la punta, luz fría y canales para tomar biopsias o realizar tratamientos. La endoscopia, en cambio, es el término paraguas que nombra a toda exploración con cámara dentro del cuerpo: digestiva alta (gastroscopia), baja (colonoscopia), respiratoria (broncoscopia), articular (artroscopia), urológica (cistoscopia), ginecológica (histeroscopia)… Misma lógica técnica, distinta zona y propósito. Así que, dicho sin rodeos: cuando hablamos de diferencias entre gastroscopia y endoscopia, lo que cambia no es la filosofía, sino el apellido anatómico y el objetivo clínico. La primera es una endoscopia “de arriba”; la segunda es la familia completa de procedimientos.

Ese matiz condiciona todo lo demás: preparación, sensaciones, tiempos, riesgos y resultados. Si la sospecha apunta a reflujo crónico, úlcera, dificultad para tragar o anemia sin causa aparente, la herramienta es la gastroscopia. Si el motivo es sangrado rectal, cambio de ritmo intestinal o cribado de pólipos, la llamada correcta es otra endoscopia digestiva: la colonoscopia. El nombre, aparentemente técnico, funciona como GPS clínico. El paciente lo nota en cuestiones muy terrenales: ayuno corto frente a limpieza intestinal completa, spray anestésico en la garganta frente a laxantes, molestias de náusea al pasar la orofaringe frente a distensión abdominal al avanzar por el colon. En lo esencial, eso es lo que de verdad las separa.

Definiciones precisas y por qué importa el matiz

Conviene ordenar el vocabulario porque en consultas, informes y conversaciones corrientes se mezclan términos. Endoscopia significa literalmente “mirar por dentro”. Es una técnica que introduce una cámara en el organismo a través de orificios naturales o pequeñas incisiones para diagnosticar y, si se puede, tratar en el mismo acto. La torre de vídeo, el monitor, la fuente de luz y la bomba de CO₂ o aire son similares en todas las variantes. Cambia el endoscopio: longitud, grosor, flexibilidad y qué accesorios admite. Bajo este paraguas, la gastroscopia —también llamada endoscopia digestiva alta o, en jerga técnica, esofagogastroduodenoscopia— es la exploración del tubo digestivo superior: esófago, estómago y duodeno.

El uso cotidiano lo demuestra: cuando alguien dice “me van a hacer una endoscopia” sin apellidos, casi siempre se refiere a una técnica digestiva. Pero el término correcto necesita apellido, porque no es lo mismo entrar por la boca a revisar el estómago que avanzar por el recto para inspeccionar el colon, ni introducir una cámara por la vía aérea para ver los bronquios. La precisión del lenguaje no es capricho: aterriza expectativas, evita malentendidos y guía decisiones prácticas. Entender la diferencia entre endoscopia y gastroscopia ahorra dudas antes de la cita, ayuda a interpretar el consentimiento informado y explica por qué la preparación o la sedación no se parecen.

Qué cambia en la práctica: preparación, tiempos, sensaciones

La vivencia del procedimiento varía en aspectos que cualquiera percibe. Están el ayuno, la sedación, la duración y el “cómo me voy a encontrar después”. La comparación, punto por punto, aclara enseguida la idea.

Ayuno y preparación

Para una gastroscopia se pide ayuno de sólidos de 6 a 8 horas y de líquidos claros de 2 a 4 horas, salvo indicación distinta. Fin. No hay sobres de polietilenglicol, ni tardes pegado al baño, ni calendarios con dieta sin residuos. Es una preparación simple porque el estómago vacío permite una visión limpia y reduce el riesgo de aspiración durante la sedación. En la colonoscopia, en cambio, la preparación es otro mundo: dieta baja en residuos uno o dos días antes, ingesta de soluciones de limpieza y tiempo para evacuar por completo el contenido del colon. Se hace pesado, sí, pero es decisivo; un colon mal limpio compromete la detección de pólipos, obliga a repetir la prueba o alarga innecesariamente el tiempo de exploración.

La medicación previa también se gestiona con matices. En gastroscopia, salvo maniobras terapéuticas previstas, suele mantenerse el tratamiento habitual con ajustes individualizados de anticoagulantes o antiagregantes si se anticipan biopsias o dilataciones. En colonoscopia, como es más probable que se resequen pólipos o se practiquen tratamientos hemostáticos, la planificación de fármacos que afectan a la coagulación es más estricta. Y cuando hablamos de endoscopias no digestivas —broncoscopia, histeroscopia, artroscopia— entran protocolos propios, algunos en quirófano, con dinámicas distintas a la unidad digestiva.

Sedación y molestias

Aquí suele estar la principal inquietud. En gastroscopia, el momento más desagradable suele ser el paso de la punta por la orofaringe: reflejo nauseoso y sensación de cuerpo extraño. No dura y se amortigua con anestesia tópica (spray en la garganta) y sedación. En España, la sedación con propofol y/o benzodiacepinas es muy habitual, vigilada por personal entrenado, con monitorización de oxigenación, frecuencia cardíaca y respiración. La experiencia subjetiva, en la práctica, es de dormirse y “despertar” cuando ya todo ha pasado. Hay centros que ofrecen la opción sin sedación en exploraciones muy cortas o por preferencia del paciente; soportable para muchos, aunque no es la opción predominante.

En la colonoscopia, la molestia no es la garganta, sino la distensión y el avance por los ángulos del colon. No debería doler, pero sí incomodar. La sedación suele ser incluso más apreciada aquí, por el tiempo y la maniobra. En broncoscopia, la sensación es otra: tos y cosquilleo cuando se anestesia la vía aérea; con lidocaína y sedación ligera, se controla bien. Al final, el grado de sedación se ajusta: mínima, moderada o profunda según el caso y la complejidad de lo que se vaya a hacer. La gastroscopia ambulatoria se mueve en el rango moderado; si se prevén procedimientos avanzados —por ejemplo, una ecoendoscopia con punción— se puede optar por sedación más profunda con apoyo de anestesia.

Duración, recuperación y resultados

La gastroscopia estándar es breve: circuito de sala, canal venoso, entrada del endoscopio, inspección sistemática, biopsias dirigidas si procede y retirada. El tiempo de exploración suele rondar los 5 a 10 minutos efectivos, aunque la cita completa con preparación y recuperación ocupa más. Tras la sedación, se queda en observación un rato —media hora, una hora— hasta que el reflejo de la deglución esté bien y haya una marcha segura. La voz puede quedar extraña por el spray; se pasa. Quien no va sedado, por supuesto, sale antes, pero no es lo habitual.

La colonoscopia alarga el reloj: el trayecto es mayor, la maniobra requiere giros finos y es frecuente que surja alguna polipectomía. La recuperación se parece, con el añadido simpático (aunque poco glamuroso) de expulsar el gas residual, que se alivia en minutos. En broncoscopia, el alta depende de si se hicieron lavados, cepillados o biopsias; a veces se recomienda vigilancia algo más larga o evitar esfuerzos ese día. Un punto común: si hubo sedación, no conducir ni tomar decisiones importantes ese mismo día.

Indicaciones clínicas: cuándo se solicita una y cuándo la otra

La quien, el cómo y el cuándo los marca la indicación clínica. Aquí la diferencia entre endoscopia y gastroscopia se vuelve funcional: qué síntoma o hallazgo empuja la puerta.

Cuando aparecen síntomas de alarma de digestivo altodisfagia progresiva, pérdida de peso sin explicación, anemia ferropénica marcada, vómitos persistentes, dolor epigástrico de madrugada, melenas o vómitos con sangre— la prueba de cabecera es la gastroscopia. Permite identificar esofagitis, úlceras, varices esofágicas, hernia de hiato, lesiones precancerosas como el esófago de Barrett y tumores; y, sobre todo, actuar: coagular una úlcera sangrante, colocar clips, esclerotizar varices, dilatar estenosis o tomar múltiples biopsias para confirmar diagnósticos y guiar el seguimiento.

En el otro lado del tubo, cuando lo que manda es sangrado rojo en heces, cambio de ritmo intestinal mantenido, dolor abdominal de semanas o cribado del cáncer colorrectal por edad o antecedentes, lo indicado es una endoscopia del colon: colonoscopia. La diferencia de apellido no es retórica: esa prueba está orientada a detectar y resecar pólipos, tatuar lesiones para cirugía, detener hemorragias y explorar todo el marco colónico hasta el ciego. En ocasiones se pide una rectosigmoidoscopia —más corta— si la sospecha está en el tramo final.

La familia endoscópica sigue: broncoscopia cuando hay hemoptisis, neumonías recurrentes, imágenes sospechosas en bronquios o necesidad de tomar muestras directas; cistoscopia en patología vesical; histeroscopia para evaluar cavidad uterina; artroscopia para lesiones articulares. Todo eso es endoscopia. Nada de eso es gastroscopia. La clave de las diferencias está en la región y en el objetivo.

Tecnología y técnicas: lo que hace posible mirar y tratar

Aunque el paciente vea “un tubo con una cámara”, por dentro hay ingeniería fina. Entender cómo está construido y qué se puede hacer con él ayuda a encajar por qué una gastroscopia no es idéntica a una colonoscopia, y por qué ambas pertenecen a la misma familia endoscópica.

Cómo es un endoscopio por dentro

El endoscopio moderno lleva en la punta un chip de alta definición y sistemas de iluminación que muestran la mucosa con gran detalle. La imagen viaja por cable a la torre, donde se procesa y se proyecta. Por dentro, el equipo integra canales de trabajo por los que se introducen pinzas de biopsia, lazos para resección, agujas de inyección, balones de dilatación o clips. Añádase irrigación para limpiar y succión para retirar líquidos. El CO₂ ha sustituido en muchos centros al aire para insuflar, porque se reabsorbe más rápido y resulta más cómodo al final. En gastroscopia los diámetros rondan los 8–10 mm; hay versiones transnasales más finas que evitan el paso por la boca y reducen el reflejo nauseoso.

La calidad de imagen se multiplica con tecnologías de cromoscopia digital —NBI, BLI, FICE, según el fabricante— que realzan los patrones vasculares y de superficie. No es jerga gratuita: esa mejora permite dirigir biopsias, decidir si una lesión se puede resecar en el mismo acto o si conviene derivar a cirugía. En colon, por ejemplo, ayuda a distinguir un pólipo hiperplásico de una lesión serrada o de una adenoma con displasia.

Biopsias y tratamientos en directo

Aquí es donde la endoscopia muestra su valor diferencial. No solo mira: actúa. En gastroscopia, se toman múltiples biopsias para confirmar Helicobacter pylori, valorar gastritis atrófica, mapear un Barrett o descartar displasia. También se pueden extirpar pólipos gástricos pequeños, dilatar anillos esofágicos que dificultan la deglución o coagular una úlcera con sangrado activo. En colon, la caja de herramientas se expande: polipectomías frías y calientes, mucosectomía, resección submucosa endoscópica en lesiones complejas, cierre de defectos con clips o sistemas de sutura, tatuaje de áreas para facilitar la cirugía posterior. Esa capacidad terapéutica explica por qué el manejo de anticoagulantes varía entre una endoscopia y otra.

Herramientas avanzadas: ecoendoscopia, cápsula y aliados

La familia tiene primos sofisticados. La ecoendoscopia (EUS) integra un transductor de ultrasonidos en la punta del endoscopio. Permite ver las capas de la pared digestiva, ganglios y órganos cercanos con precisión, pinchar lesiones para citología y drenar colecciones o quistes. Su “apellido” vuelve a depender del acceso: alta o baja, pancreatobiliar o rectal, según el área. La cápsula endoscópica es otra historia: una cámara desechable que se traga y recorre el intestino delgado tomando miles de imágenes. No permite biopsiar ni tratar, por lo que no reemplaza la gastroscopia, pero es valiosa cuando se sospecha sangrado en tramos inaccesibles a los endoscopios convencionales. Para llegar más lejos en el intestino delgado, existe la enteroscopia de doble balón, que, con técnica y tiempo, explora segmentos muy profundos.

Fuera del digestivo, el arsenal sigue: broncoscopios con ultrasonidos endobronquiales (EBUS) para biopsiar ganglios mediastínicos, histeroscopios operativos que tratan pólipos endometriales en consulta, artroscopios que reparan meniscos y cartílago. Todos comparten el ADN endoscópico: visualización directa y tratamiento mínimamente invasivo.

Seguridad, riesgos y contraindicaciones: datos que pesan

La seguridad de la endoscopia moderna es alta cuando los equipos están entrenados y los protocolos se cumplen. Aun así, conviene conocer riesgos, contraindicaciones y cómo se minimizan. No para asustar, sino para decidir con criterio.

En gastroscopia, las complicaciones graves son poco frecuentes. Existen riesgos de aspiración, sangrado tras una biopsia o una dilatación, y perforación en maniobras terapéuticas, que es excepcional en exploraciones diagnósticas. La sedación añade su propio capítulo: depresión respiratoria, hipotensión o reacciones a fármacos, generalmente controlables con vigilancia continua y personal experimentado. La selección cuidadosa de pacientes, el ayuno bien hecho y el ajuste fino de la sedación reducen al mínimo los incidentes.

En colonoscopia, la balanza es similar con matices: el sangrado y la perforación están más vinculados a polipectomías y resecciones, que forman parte habitual del procedimiento. Por eso el consentimiento y la información previa son más extensos si se sospecha que habrá que tratar lesiones. La preparación intestinal influye en la seguridad y en la tasa de detección de adenomas: un colon limpio no solo permite ver más, también reduce maniobras innecesarias. En broncoscopia, la complicación más común es la hipoxemia transitoria o la broncoespasmia en pacientes con hiperreactividad; si se hacen biopsias transbronquiales, puede aparecer sangrado o, en raros casos, neumotórax.

Hay contraindicaciones relativas que exigen individualizar: inestabilidad hemodinámica, insuficiencia respiratoria mal controlada, arritmias sin estabilizar, problemas de coagulación no corregidos, peritonitis o diverticulitis en fase aguda en el caso de colon. No significa que la endoscopia esté prohibida, sino que puede requerir retraso, preparación específica o realizarse en entorno de mayor soporte. El peso de las beneficios frente a riesgos se valora caso a caso.

Un apartado útil que no siempre se explica es la documentación: el informe endoscópico debe detallar hallazgos, procedimientos realizados, tomas de biopsia con su ubicación y recomendaciones de seguimiento. En gastroscopia, por ejemplo, no es lo mismo “gastritis” a secas que “gastritis atrófica con metaplasia intestinal focal en antro y cuerpo”: esa coletilla define la intensidad del seguimiento. En colonoscopia, el número, tamaño y tipo de pólipos extirpados marcan la próxima cita: a los tres años, a los cinco o a los diez. Entender ese lenguaje evita confusiones.

Coste, acceso y organización del procedimiento: lo que no se ve en la sala

Aunque el núcleo de la diferencia es anatómico y clínico, a pie de sistema sanitario hay variables que condicionan la experiencia. Las unidades de endoscopia suelen agrupar gastroscopias y colonoscopias en la misma agenda, con equipos mixtos de digestivo, anestesia y enfermería especializada. La sedación consume recursos y personal, lo que explica por qué algunos centros establecen circuitos separados —con o sin anestesista— según el tipo de caso o el riesgo ASA del paciente. No es un matiz menor: la disponibilidad de sedación influye en la aceptación del procedimiento y en la calidad de la exploración.

El tiempo de espera puede variar según la prioridad clínica. Una disfagia progresiva o un sangrado activo aceleran una gastroscopia; un cribado programado de colon, salvo incidencias, puede esperar dentro de plazos razonables. En revisión de agendas se priorizan los casos con síntomas de alarma, y se reservan huecos para urgencias. La logística no cambia la esencia, pero ayuda a entender por qué a una persona le citan “para una endoscopia” y, al preguntarlo, resulta ser una gastroscopia en 48 horas o una colonoscopia en dos semanas. De nuevo, el apellido ordena el circuito.

La otra pata es la calidad. En colonoscopia se monitoriza el índice de detección de adenomas del endoscopista, el tiempo de retirada del colonoscopio o la tasa de colonoscopia completa. En gastroscopia se pide una inspección sistemática con fotografías de referencia (esófago, cardias, cuerpo, antro, bulbo y segunda porción duodenal) y una nomenclatura consistente para el esófago de Barrett o las lesiones gástricas. La endoscopia no es solo “meter el tubo y mirar”: es método, criterio y seguimiento.

Detalles que aclaran dudas recurrentes

Aunque no haya sección de preguntas, hay malentendidos que conviene resolver porque aparecen una y otra vez cuando se comparan gastroscopia y endoscopia.

Uno: endoscopia no significa automáticamente “por la boca”. Puede ser por nariz (gastroscopia transnasal), por recto (colonoscopia), por vía aérea (broncoscopia) o a través de accesos quirúrgicos pequeños (artroscopia). Dos: gastroscopia y colonoscopia pueden combinarse el mismo día en algunos circuitos si hay razones clínicas y organización que lo permita; no es lo más frecuente, pero existe. Tres: la cápsula no es una “endoscopia sin tubo” de lo mismo; recorre sobre todo intestino delgado, y no permite tratar ni biopsiar. Cuatro: una gastroscopia normal no “cura” el reflujo; sirve para descartar complicaciones y orientar tratamiento farmacológico y medidas de estilo de vida. Cinco: una colonoscopia completa bien preparada es, a día de hoy, la herramienta con más capacidad para prevenir cáncer colorrectal porque extirpa pólipos antes de que progresen.

También ayuda diferenciar síntomas. Ardor retroesternal que sube a la garganta, sabor amargo al despertar, dolor epigástrico tras comidas copiosas, anemia con ferritina baja y pruebas ocultas de sangre positivas con heces negras: todo suena a digestivo alto. Sangrado rojo al papel o mezclado con las heces, cambios en la frecuencia o consistencia, sensación de evacuación incompleta: pistas de colon. A partir de esa clínica, el apellido del procedimiento cae por su propio peso.

Lo que realmente las separa en el día a día

Tras recorrer definiciones, práctica y técnica, queda una idea simple y útil. Endoscopia es el método. Gastroscopia es una aplicación concreta del método en el tramo superior del aparato digestivo. La diferencia entre gastroscopia y endoscopia no es una disputa semántica: define qué zona se explora, cómo hay que prepararse, qué molestias se anticipan, cuánto puede durar y qué se puede tratar en el mismo acto. Para quien se enfrenta a la cita, eso se traduce en decisiones tangibles: un ayuno sencillo frente a un lavado intestinal completo; spray en la garganta y posible náusea breve frente a distensión abdominal y alivio al expulsar gas; biopsias para Helicobacter o Barrett frente a polipectomías y tatuajes en colon; informes que hablan de hernia de hiato o esofagitis frente a partes con adenomas, lesiones serradas y márgenes de resección.

Se puede decir de otra manera, quizá más cotidiana: si el problema “viene de arriba”, la gastroscopia es la herramienta de cabecera; si el problema “viene de abajo”, la endoscopia adecuada será la colonoscopia. En ambos casos, la fuerza de la técnica está en ver la lesión y, cuando corresponde, tratarla de inmediato, con seguridad alta y recuperación rápida. Por eso este campo ha cambiado tanto la medicina de las últimas décadas: menos cirugías innecesarias, diagnósticos más finos, seguimiento con sentido. La próxima vez que aparezca la duda —¿gastroscopia o endoscopia?— bastará con recordar el apellido. Es el que realmente marca la diferencia.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Hospital Clínic Barcelona, Ministerio de Sanidad, SciELO España, Gastroenterología y Hepatología.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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