Cultura y sociedad
Cuándo se casa Susanna Griso con Luis Enríquez: los detalles

Todo sobre la boda de Susanna Griso y Luis Enríquez: civil el 25 de julio de 2026 en la Costa Brava, con cronología, perfiles y datos clave.
La boda ya tiene día y estación marcados en la agenda: sábado, 25 de julio de 2026, con ceremonia civil y una celebración que mira al Mediterráneo. El enlace se prepara en la Costa Brava, en un entorno costero que la pareja prefiere mantener en discreto segundo plano. Un plan veraniego, cómodo, luminoso y sin rigideces. El tipo de boda que se diseña pensando en pasar más horas al aire libre que bajo techo, con música, conversación y esos atardeceres largos de la tramontana que se queda quieta cuando conviene.
Lo sustantivo está cerrado: fecha, formato y marco geográfico. La pareja ha elegido un sábado a finales de julio para cuadrar agendas, familias y tiempos. Civil, por la tarde, con una fiesta que prolonga el cóctel y reduce el protocolo al mínimo. El lugar exacto no se hace público —ni falta— porque la discreción también protege la logística y a los invitados. Lo relevante, a día de hoy, es que el “sí, quiero” será en la Costa Brava, con acento mediterráneo y una estética acorde: lino, tejidos frescos, vestidos ligeros y un código de vestimenta que pide elegancia relajada, sin corsés.
Fecha, lugar y formato del enlace
La elección del 25 de julio de 2026 no es casual. En pleno verano, la luz cae tarde, el ritmo de la televisión se desacelera y la conciliación resulta más sencilla. Civil significa un acto breve en su liturgia y amplio en la personalización; da margen para lecturas, música elegida por los novios o un pequeño guiño familiar. La Costa Brava aporta el paisaje: mar cercano, masías rehabilitadas, jardines que entran en escena a última hora, calas discretas a tiro de piedra y una logística asumible para invitados que llegan desde Barcelona y Madrid, principalmente.
La pareja quiere una celebración sin rigideces. Más conversación que solemnidad. Más atmósfera que ceremonia encorsetada. En el orden del día que se baraja, la música tendrá un papel importante y el cóctel se alargará antes del banquete, con un menú que se intuye de producto, mediterráneo, y una sobremesa que empalmará con la primera hora de la noche. Nada de tiempos muertos ni intermedios eternos. Flujo natural, de tarde larga a noche de baile.
Sobre el emplazamiento concreto, reina la prudencia: ni municipio, ni finca, ni salón. No hay confirmación pública y no parece que la vaya a haber hasta la víspera. Tiene lógica: proteger la intimidad del día evita sobresaltos y simplifica la organización. La etiqueta que circula en su entorno —“un lugar muy especial para ellos”— encaja con el tipo de boda que imaginan los dos: mediterránea, cercana, sin estruendo.
Del flechazo discreto al anillo: la cronología de la pareja
La relación se hizo pública en marzo de 2025, cuando posaron juntos en ARCO y dejaron claro que lo suyo no era un rumor. No hubo declaración oficial, faltaría más, pero la imagen fue suficiente: normalidad, sonrisas sin sobreactuar y el gesto de quien no esconde pero tampoco exhibe. Días después, pequeños planes en Madrid; semanas después, salidas con amigos compartidos; y un verano que consolidó lo que ya venía de lejos.
Porque la amistad era previa. Quien conoce el ecosistema de los medios en España sabe que David Gistau fue puente entre generaciones, tertulias y redacciones. En ese mapa de afectos se sitúa la primera conexión entre Susanna Griso y Luis Enríquez a finales de los 2000. Durante años, coincidencias profesionales, charlas largas y respeto mutuo. Cuando en 2025 saltaron del plano de amigos al de pareja, no partían de cero: había memoria compartida y códigos comunes. Tal vez por eso el noviazgo, ya público, avanzó sin tropiezos.
El compromiso llegó el 8 de octubre de 2025, día de cumpleaños de la presentadora. Madrid, una cena especial, anillo y sorpresa. Se ha contado —y a estas alturas nadie lo desmiente— que la sortija apareció bajo una taza de café durante una cena íntima y que la escena, mínima y bonita, resumió bien el estilo de ambos: naturalidad y cero artificios. De la sorpresa a la fecha medió poco. En cuanto las agendas y los calendarios domésticos se pusieron en fila, surgió ese 25 de julio de 2026 que, a su manera, lo ordena todo.
Desde entonces, la pareja no ha cambiado la receta: exposición medida. Apariciones puntuales, silencio cuando toca, normalidad en lo cotidiano. Quien trabaja de cara al público sabe que cada gesto se multiplica, y ellos han optado por no convertir su vida privada en una serie. El resultado: un relato limpio, sin estridencias, en el que cada dato aparece cuando corresponde.
Luis Enríquez, trayectoria y perfil
Luis Enríquez Nistal (Madrid, 1971) es un nombre sobradamente conocido en la industria de los medios. Economista formado en ICADE, ocupó la consejería delegada de Vocento durante más de una década, una etapa marcada por el reordenamiento del negocio, el empuje de la suscripción digital y decisiones complejas que acompañan a cualquier conglomerado editorial que quiere seguir siendo relevante en la era de los móviles. No es menor: dirigir un grupo con cabeceras históricas —y sensibilidades diferentes— exige cintura, paciencia, firmeza y, sobre todo, una lectura realista del mercado.
Tras cerrar esa etapa en 2024, Enríquez transita hoy una posición distinta: consejo, asesoría estratégica, pensamiento a medio plazo. Cambió la primera línea de la gestión por ese segundo plano donde se diseña el tablero, se analizan métricas, se anticipan tendencias y se decide en qué proyectos merece la pena invertir tiempo y reputación. Un lugar que le sienta bien, dicen quienes han trabajado con él, porque combina su olfato empresarial con ese pulso lector de quien ha crecido —profesionalmente— entre redacciones, editores, directores y periodistas de raza.
Más allá del despacho, mantiene una curiosidad intelectual que se manifiesta en tertulias culturales, charlas, ensayos y un interés sostenido por el cruce entre tecnología y medios. También escribe. No tanto como columnista de calendario, sino como autor que aborda temas de estructura: organización, liderazgo, transición digital, cultura de empresa. En lo personal, padre de cuatro hijos y con una biografía familiar que enseña años de trabajo serio y un estilo de vida discreto, sin fuegos artificiales.
Ese perfil explica el encaje natural con su futura esposa. Los dos miran el mundo desde el oficio: conocen los tempos de la actualidad, los vaivenes del debate público y la exposición que conlleva tener nombre y apellidos que suenan a diario. Él, cuando habla de periodismo, lo hace con respeto por las redacciones y con insistencia en un punto esencial: sin buen contenido no hay negocio que aguante. Ella, desde el plató, ha demostrado que se puede conducir un magacín en directo con firmeza, sensibilidad y resistencia.
Susanna Griso en su momento más sereno
Susanna Griso (Barcelona, 1969) es, a estas alturas, una institución de la mañana televisiva. Al frente de “Espejo Público” desde 2006, construyó un tono propio: entrevistadora exigente, moderadora con reflejos, compañera de mesa que sabe cuándo ceder y cuándo apretar. Empezó en la radio catalana, saltó a informativos y, desde hace casi dos décadas, sostiene un formato diario que exige resistencia y lectura fina de lo que importa cada día. No hay muchos oficios tan absorbentes como el de conducir un magacín en directo: madrugada temprana, escaleta cambiante, invitados que se caen, última hora que interrumpe y, pese a todo, control de vuelo.
Ese músculo profesional ha moldeado su forma de estar en lo público. No expone más de lo que quiere. Cuando aparece en los papeles del corazón es porque hay noticia, no porque haya estrategia. Y cuando cuenta algo personal, el contexto lo justifica. Lo que vemos en el plató —temple, ironía corta, cuidado por los detalles— se parece a lo que transmite fuera: sobriedad sin frialdad. No es mal lugar desde el que afrontar una boda.
En lo familiar, cuatro hijos. Jan y Mireia, de su matrimonio con el periodista Carles Torras; Dorcette, adoptada en Costa de Marfil; y Koudus, joven de origen ghanés a quien acoge como un hijo. Una estructura amplia, variada, que explica por qué la elección de un sábado de julio no es azarosa. Permite reunir familias, mezclar edades y evitar choques con estudios y turnos de trabajo. El verano da tregua y abre ventanas que el resto del año se estrechan.
Los preparativos: ceremonia civil, “dress code” y logística
El esqueleto del día se dibuja con líneas claras. Ceremonia civil por la tarde, con una duración contenida y espacio para introducir elementos personales —una lectura, una pieza musical, el guiño de un amigo—. Cóctel largo, conversación de pie, mesas altas y esa liturgia contemporánea de platos que circulan antes de sentarse de verdad. Y banquete que huye de rigideces, con tiempos medidos y un final que invitará a bailar. La media de edad prevista —adultos jóvenes, hijos que ya no son niños, amigos de carrera larga— dibuja un ambiente cómodo para prolongar la fiesta hasta bien entrada la noche.
En cuanto al “dress code”, las guías que fluyen en el entorno de los novios apuntan en una dirección: lino, algodón, tejidos frescos, siluetas relajadas. El verano en la Costa Brava manda. Corbata opcional, pajarita desterrada salvo capricho personal. Sandalias y alpargatas con buen criterio, sin dogmas. Vestidos que respiran y trajes sin chaleco. La estética general orbita alrededor de una idea: elegancia sin calor. Uno se viste para celebrar, no para aguantar.
La logística acompaña. El plan activará transfers puntuales y tiempos holgados entre ceremonia y fiesta. Nada de carreras, nada de esperas de 90 minutos que enfrían el ambiente. El mar queda cerca —aunque no entre los zapatos—, y el paisaje se cuela en las fotos sin necesidad de posados. Para los niños y adolescentes, espacios pensados: anime quien anime, se entiende que habrá zonas donde puedan moverse sin estorbar y sin aburrirse. Al final, el éxito de una boda contemporánea se mide tanto por la comodidad de los invitados como por el disfrute de los novios.
Una celebración pensada para el verano
Julio en la Costa Brava ofrece un catálogo de luces que condiciona la puesta en escena. La hora dorada cae tarde; ese tramo invita a programar la ceremonia de modo que el “sí, quiero” coincida con la luz más agradecida. Las masías y fincas de la zona permiten montar toldos, carpas ligeras o pérgolas que quitan sol sin robar cielo. La brisa refresca cuando anochece. Y el plan meteorológico siempre contempla un “Plan B” por si asoma una tramontana traicionera o una ducha corta de verano. Nada heroico, solo previsión.
El verde y el azul trabajan a favor. Jardines que se prestan a arreglos florales sencillos, buganvillas que no necesitan invitación, olivos que enmarcan fotos naturales. No hace falta cargar la decoración si el lugar ya cuenta su propia historia. La iluminación —luces cálidas, guirnaldas, puntos de acento— hará el resto cuando caiga la noche. El sonido también tiene su ciencia: en exterior, equipos bien calibrados evitan esa mezcla borrosa que arruina discursos y canciones.
En el capítulo gastronómico, el terreno ofrece producto de sobra para una propuesta mediterránea con identidad: pescado de lonja, verduras trabajadas con mimo, arroces si se quiere, carnes con punto y postres más frescos que rotundos. Bebida en consecuencia: vinos blancos y rosados con perfil marítimo, tintos elegidos para quien los quiera y cócteles que refresquen sin tumbar. Lo dicho: celebración de verano, con placer y ritmo.
Contexto mediático: dos profesionales ante el foco
La relación entre periodismo y vida privada siempre es un equilibrio delicado. En este caso, ambos protagonistas saben —por oficio— lo que dan y lo que guardan. Cuando en marzo de 2025 se dejaron ver en ARCO, la señal fue clara: normalidad. Nada de esconderse, tampoco de hacer de su historia un contenido. Desde entonces, coherencia: apariciones contadas, sin sobreactuación, y silencio cuando el dato pertenece al ámbito íntimo. Esa es la misma sintonía con la que han gestionado el compromiso y la organización de la boda.
Él, tras la primera línea ejecutiva, vive más cómodo en la reflexión estratégica que en la foto. Ella, al frente de un directo diario, ha aprendido que exponer demasiado conlleva ruido. Así, cuando tocan temas personales, optan por hechos breves y palabras medidas. Y funciona. El relato público de esta boda no se ha convertido en una telenovela de avances y desmentidos; avanza con pasos firmes: relación que se hace visible, compromiso en octubre, fecha fijada para julio del año siguiente, y punto.
Ese enfoque tiene derivadas prácticas. Reduce expectativas externas, protege a las familias y evita filtraciones innecesarias. También evita la sobreexposición que a veces arruina celebraciones. En los minutos previos a la ceremonia civil, lo que menos apetece es convertir la llegada de los novios en una alfombra roja improvisada. Con discreción razonable, la boda transcurre como lo que es: un día de los suyos.
Hay, por último, un aspecto que los dos comparten y que ayuda a leerlo todo: la madurez vital. Llegan al altar con trayectorias personales resueltas, hijos ya mayores y la claridad de quien sabe cómo quiere vivir su vida cotidiana. En ese marco, la boda no es un espectáculo ni un giro profesional. Es un hito personal que desean celebrar con los suyos. Y que quede así dice mucho de ellos.
Lo que queda fijado a día de hoy
Con todo el mapa sobre la mesa, lo esencial permanece claro y firmado. Fecha: 25 de julio de 2026. Tipo de ceremonia: civil. Marco: Costa Brava, con paisaje mediterráneo y un estilo coherente con la pareja. Cronología: amistad larga, relación que se hace visible en ARCO 2025, compromiso el 8 de octubre de 2025 y preparativos discretos. Perfil de los novios: periodista de referencia e integridad profesional frente a la cámara; ejecutivo de medios con oficio de fondo y perfil bajo. Plan de celebración: cóctel largo, música cuidada, código de vestimenta fresco, celebración pensada para integrar familias grandes y agendas exigentes.
Quedan por desvelarse detalles de escenografía y firmas: quién oficiará el acto, qué músicos pondrán ritmo a la tarde, qué piezas sonarán en los momentos clave, cómo se repartirá el menú, qué guiños aparecerán en las lecturas. Es lógico que esas piezas no salgan ahora a la luz. La organización gana cuando se gestiona sin foco y con margen para ajustar a última hora lo que haga falta. Lo razonable es que esas confirmaciones aparezcan cerca del día, cuando la maquinaria ya esté en punto de caramelo.
Mientras tanto, la fotografía general no cambia. Boda civil, sábado de verano, Costa Brava, un guion que privilegia la naturalidad por encima del boato y donde el Mediterráneo no es un decorado caprichoso, sino una elección que se entiende por biografía, estética y logística. La sensación —la que transmiten los hechos— es que la pareja avanza a su ritmo, sin ruido superfluo, con una idea nítida de cómo quieren que sea su día. Íntimo en lo importante, amplio en el disfrute.
Y un último trazo que ayuda a entender el conjunto: dos profesionales de los medios que saben lo que implica estar bajo los focos han logrado domar el relato de su propia historia. Han preferido hechos a titulares, tiempos naturales a urgencias. Por eso hoy se puede decir sin hipérbole lo que a veces cuesta tanto resumir: hay fecha, hay lugar, hay estilo. Lo demás llegará cuando tenga que llegar. Y, si algo define lo que se prepara para ese 25 de julio de 2026, es que será muy suyo, con mar cerca y un sí que suena a madurez, calma y celebración.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de medios españoles fiables y de acceso público. Fuentes consultadas: 20minutos, El Español, Vanitatis, Vozpópuli, Mundo Deportivo, The Objective.

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