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Ciencia

¿Cuándo y cómo golpeará la dana Alice? AEMET lo explica

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Cuándo y cómo golpeará la dana Alice

La dana Alice activa avisos por lluvias intensas en el este y Baleares: calendario, zonas críticas y claves prácticas para anticiparse mejor.

La dana Alice ya está en el mapa operativo de AEMET con un aviso especial por lluvias muy fuertes y riesgo de inundaciones en el este peninsular y Baleares durante varios días de esta misma semana. El escenario más probable sitúa los picos de actividad entre el jueves y el viernes, con posibilidad de reactivaciones el fin de semana si persiste el flujo húmedo del Mediterráneo. La franja más vigilada se concentra en el litoral y prelitoral de la Comunidad Valenciana —especialmente sur de Valencia y norte de Alicante, entorno del cabo de la Nao— y en Mallorca, Ibiza y Formentera, sin descartar extensiones hacia Murcia y, a ratos, hacia Castellón y el sur de Tarragona. El mensaje operativo es claro: aguaceros intensos, tormentas eléctricas, rachas fuertes de viento y mala mar, con acumulados que, localmente, pueden superar en poco tiempo la capacidad de drenaje urbano y activar avenidas súbitas en ramblas y barrancos.

Cómo se va a notar. La depresión aislada en niveles altos inyectará aire frío sobre una masa muy húmeda alimentada por vientos de levante. Ese engranaje favorece chubascos estacionarios o de desplazamiento lento que descargan con mucha intensidad en zonas cercanas a la costa. Donde las bandas se organicen en “tren” y repitan sobre el mismo corredor, el riesgo de inundaciones rápidas crece de forma notable. La previsión, sujeta al ajuste horario habitual en estos episodios, apunta a tormentas con acumulados puntualmente torrenciales, granizo en células más desarrolladas, rachas superiores a 70 km/h en rachas convectivas y oleaje significativo en el Mediterráneo occidental que complicará desagües costeros, sobre todo en pleamar.

La primera dana de gran impacto con nombre propio

Alice es la primera dana de gran impacto bautizada por el sistema de nombramiento coordinado en Europa suroccidental. Nombrarla no cambia la meteorología, pero acelera la comunicación de riesgos: instituciones, servicios de emergencia y medios se coordinan bajo un mismo rótulo y la población identifica el episodio sin equívocos. “DANA” no es una borrasca clásica a ras de suelo, sino una bolsa de aire frío en altura que, al descolgarse de la corriente en chorro y situarse cerca de la Península, desestabiliza la atmósfera. Cuando encuentra mar cálido y vientos persistentes de levante, el cóctel está servido: convección potenciada, nubes con gran desarrollo vertical y precipitaciones que, en el Mediterráneo, tienden a repetirse sobre los mismos ejes.

El momento del año ayuda. A comienzos de otoño, el Mediterráneo aún conserva calor acumulado durante el verano, y ese exceso de energía se libera en forma de vapor que alimenta tormentas. Si, además, el relieve costero obliga a ascender a las masas de aire húmedas, el proceso se amplifica. Por eso, cuando un episodio como el de la dana Alice se sincroniza con flujos de levante persistentes, las fajas costeras y el prelitoral aparecen una y otra vez en los mapas de avisos como zonas críticas.

Calendario probable: de la primera descarga a los posibles coletazos

El arranque del episodio se percibe con nubosidad en aumento, primeras lluvias en el este y rachas de levante reforzando la entrada de humedad desde el mar. Desde ahí, dos ventanas concentran la atención.

La primera ventana llega entre jueves y viernes. Es cuando el aire frío en altura coincide con máxima advección de humedad y las brisas locales acaban convergendo junto a la costa. En términos prácticos, es el tramo con más papeletas de precipitaciones muy fuertes y tormentas organizadas, con preferencia por el litoral valenciano (Safor, Marina Alta) y Baleares. A intervalos, el interior prelitoral —comarcas como La Costera, Vall d’Albaida, L’Alcoià— puede quedar dentro de bandas activas, sobre todo si el flujo reentra por los valles y cañones que abren camino hacia el mar.

La segunda ventana, menos garantizada pero verosímil, se estira hacia el fin de semana. Si la dana se mueve despacio o oscila sobre la Península, el levante puede mantenerse y rearmar líneas de precipitación en Baleares y en tramos del litoral valenciano y murciano. Episodios así no son un frente continuo, sino pulsos: ratos de calma engañosa y, de repente, otra descarga. Ese vaivén cansa a servicios y a ciudades; conviene no confundir claros puntuales con final del episodio.

En paralelo, el resto del país notará la dana de forma menos rotunda: chubascos en el noreste y zonas del centro, descenso térmico por la masa fría en altura y nubes de evolución caminando por la mitad oriental. Andalucía oriental podría enganchar restos de convergencias si el flujo gira al sureste, aunque, de momento, el guion de mayor impacto se queda más al norte.

Zonas bajo lupa: dónde se juega el grueso del riesgo

Comunidad Valenciana. La geografía pone mucho de su parte. Serranías muy cercanas a la línea de costa, valles que canalizan la brisa húmeda, ciudades densas con poca pendiente. En la Marina Alta y el sur de Valencia, los episodios de levante con dana overhead suelen alinear tormentas que vienen del mar, tocan tierra y se reorganizan a pocos kilómetros, exprimiéndose contra el relieve. Gandia, Dénia, Xàbia, Oliva, en ese eje clásico, asoman como puntos sensibles. También las áreas donde la red pluvial descarga en acequias o cauces entubados que van saturando con el paso de las horas.

Baleares. Cuando el Mediterráneo se activa, el archipiélago sufre dos partidos a la vez: agua en superficie y red hídrica rápida. Mallorca tiene torrentes que responden con rapidez a las lluvias intensas, e Ibiza y Formentera acumulan láminas de agua con facilidad en zonas urbanas bajas. El viento y la mar combinada añadirán dificultades en puertos y costas expuestas, con resaca que puede entorpecer la evacuación del agua en desembocaduras y emisarios.

Murcia y sur de la Comunitat. La Huerta de Europa se complica con ramblas cargadas y caminos rurales convertidos en canales. Cuando una línea convectiva atraviesa el Campo de Cartagena o la Vega Baja, los arrastres de barro y piedra aparecen en minutos. Cartagena, San Javier, Los Alcázares, Torre Pacheco han visto esa película otras veces: si Alice mantiene el pasillo de humedad, puede haber incidencias puntuales aunque el centro del episodio esté unos kilómetros al norte.

Castellón y sur de Tarragona. Más al norte, el baile de bandas puede dejar chaparrones muy fuertes a ratos, especialmente si se abre un canal paralelo a costa. Vinaròs, Benicarló, Amposta entran y salen de la diana según gire el viento en capas bajas. Interior castellonense y Terres de l’Ebre quedan más al margen salvo que la dana se desplace y reenganche el flujo desde el este-noreste.

Precipitaciones, viento y mar: el guion meteorológico sobre el terreno

Lo que marca diferencias no es solo cuánto llueve en 24 horas, sino la intensidad en 1–3 horas y si los chubascos repiten sobre el mismo sitio. En buena parte del litoral mediterráneo, a partir de 40–60 litros por metro cuadrado en una hora ya se estresan las redes pluviales municipales. Con 80–100 l/m² en pocas horas, aparecen balsas en superficie, sifonamientos en rotondas y desbordes en puntos bajos. En escenarios bien organizados, la dana Alice puede disparar núcleos convectivos capaces de acercarse o superar esos umbrales locales. No es uniforme: 30 kilómetros cambian la película.

El viento se presentará de dos formas. Un levante sostenido a escala regional, que mantendrá la entrada de humedad y elevará el oleaje, y rachas convectivas asociadas a las propias tormentas, irregulares, a veces superiores a 70–80 km/h. Esas ráfagas derriban ramas, vuelcan objetos ligeros en terrazas y cierran la maniobra de vehículos altos en autopistas costeras si coincide con cortinas de agua.

El mar merece atención. Con levante persistente, la mar combinada puede superar los 3 metros en tramos abiertos y la resaca tiende a empujar contra playas y diques. En ciudad, ese empuje dificulta el desagüe de emisarios y pluviales que descargan a la costa. Si coincide pleamar, el agua encuentra resistencia para salir y rebota, lo que prolonga encharcamientos junto al frente marítimo aunque la lluvia ya haya aflojado.

Por qué el Mediterráneo es especialmente vulnerable en estas fechas

La física del episodio se entiende con cuatro piezas. Mar templado tras el verano, aire frío en altura por la dana, levante que aporta humedad y orografía que fuerza ascensos. El resultado es una convección eficiente: nubes con gran desarrollo vertical, microestructuras dentro de las bandas —células de back-building que se regeneran aguas arriba— y líneas de convergencia paralelas a la costa. Esa paralelidad es clave: si la línea se ancora junto al litoral, llueve fuerte y llueve en el mismo sitio.

La ciudad mediterránea añade su propia firma. Calles en damero con alivios puntuales, plazas hundidas que actúan como sumideros, colectores dimensionados para episodios habituales pero no para picos torrenciales. En urbanizaciones y polígonos, tapas de alcantarillado pueden levantarse con la presión del agua, dejando orificios muy peligrosos en plena lámina. Cuando la precipitación se encadena durante varios días, se agota la capacidad de infiltración de los suelos y las láminas pasan a correr en superficie con muy poca fricción.

Interpretar los avisos y tomar decisiones con criterio

AEMET organiza los riesgos con colores. Amarillo implica posibles incidencias; naranja, riesgo importante con cambios de planes muy recomendables; rojo, riesgo extremo y protección civil activada. La dana Alice apunta a mapas dinámicos que cambian varias veces al día. No es un error: los pronósticos se afinan con observaciones de radar, satélite y estaciones en tiempo real. Lo sensato es revisar la situación antes de cada desplazamiento relevante o de actividades al aire libre.

En los textos de los avisos hay pistas que importan: intervalos horarios de mayor probabilidad, acumulados previstos en 1, 12 o 24 horas, cotas donde la precipitación puede acentuarse y zonas de sombra a las que, quizás, el episodio llegue atenuado. El lenguaje es sobrio porque busca decisiones rápidas. Si el aviso señala “precipitaciones localmente muy fuertes y persistentes” en litoral y prelitoral, la traducción práctica es dificultades en movilidad, interrupciones de eventos a la intemperie y posibles cortes en tramos de carretera que cruzan ramblas o puntos bajos.

Impactos esperables: movilidad, servicios, mar y vida cotidiana

El tráfico es el primer termómetro. Pasos inferiores, túneles urbanos, accesos a rotondas: si en minutos caen cortinas de agua, esos puntos colapsan. Con aquaplaning en juego, la diferencia entre un susto y una colisión suele ser la velocidad y, sobre todo, no atravesar láminas si no se ve el fondo. En carreteras comarcales, los arrastres de barro y piedra desde laderas y caminos agrícolas aparecen sin aviso y desestabilizan vehículos a baja altura.

En servicios y comercio, conviene haber hecho los deberes antes del tramo fuerte: sumideros despejados, rejillas limpias, stock elevado del suelo, bombas y válvulas antirretorno en garajes comunitarios probadas. Toldos y elementos sueltos, asegurados. Las aseguradoras valoran las medidas preventivas y, en caso de daños, las fotografías ayudan a acelerar peritajes. En infraestructuras críticas —estaciones, puertos, depuradoras, hospitales—, los planes de contingencia para episodios de lluvia intensa incluyen rutas alternativas, grupos electrógenos listos y equipos de guardia.

En puertos y costas, el oleaje de levante complica maniobras y amarras. La resaca “come” arena en playas orientadas al este y, en diques, puede sobrepasar bordes en mareas vivas. En pesca y náutica, la ventana de seguridad se estrecha: ráfagas y rissagas locales —oscilaciones de nivel— desaconsejan salidas durante el núcleo del episodio. Playas con desembocaduras urbanas verán agua turbia y arrastres; los baños no son una buena idea aunque deje de llover durante unas horas.

En centros educativos e instalaciones deportivas, los planes de autoprotección contemplan suspensión de actividades al aire libre y cierres preventivos de parques cuando el radar se enciende. Obras a cielo abierto ajustan calendario y protecciones de zanjas y taludes. Quien trabaja a la intemperie necesita margen y vías de escape si una celda convectiva se forma encima. Nada nuevo, pero conviene recordarlo con un episodio nombrado como este.

Lo que puede cambiar de un día para otro y cómo seguirlo sin perderse

Los episodios con dana requieren lectura fina. Hay incertidumbre en la localización exacta de los máximos de lluvia, porque pequeñas variaciones en el viento en capas bajas mueven la línea activa unos cuantos kilómetros. De ahí que un municipio acumule 50 l/m² y, a 20 kilómetros, otro pase de 120 l/m² en la misma tarde. Importa entender que la previsión es probabilista: delimita zonas de riesgo y ventanas horarias con mayor probabilidad de fenómenos intensos.

La herramienta práctica para afinar en el día es el radar meteorológico: cuando muestra reflectividades intensas casi estacionarias durante media hora o más encima de un área urbana, lo razonable es reprogramar desplazamientos y evitar travesías por puntos bajos. El satélite ayuda a intuir si la alimentación de humedad desde mar sigue activa y si las cimas de las nubes —esas cúpulas frías— crecen o se desinflan. Con Alice nombrada y avisos especiales en marcha, los canales oficiales difunden esa información en tiempo real.

Aprendizajes de episodios pasados que sí aplican a Alice

Quien vive en el arco mediterráneo sabe que los episodios de levante dejan sorpresas cuando ceden las prisas. Hay colectores que rebosan a las horas, bocas de tormenta que regurgitan y garajes que se anegan sin que esté lloviendo encima, porque el sistema sigue descargando aguas arriba. Con la dana Alice, esa inercia se repetirá en barrios bajos y puntos de convergencia de pluviales. Una madrugada en calma puede camuflar una nueva línea gestándose mar adentro que hará impacto al amanecer.

Otro aprendizaje: la persistencia importa tanto como la intensidad. Tres tardes seguidas con 30–40 l/m² hacen casi lo mismo que una sola con 100 l/m² en media hora en términos de saturación de suelos y fatiga del sistema de drenaje. En ese sentido, aunque el titular se lo lleve el pico del jueves o viernes, el fin de semana puede seguir produciendo incidencias y cierres puntuales si las bandas persisten.

Qué pasará después: cómo puede deshacerse el episodio y qué señales mirar

Cuando el aire frío en altura pierde contraste con la superficie o la dana se mueve hacia latitudes donde no hay tanta humedad disponible, el episodio se desinfla. Se notará en nubes menos verticales, chubascos que ya no descargan con tanta rabia y vientos rolando hacia componente norte o oeste que cortan la alimentación marítima. Aun así, el tránsito hacia la normalidad no es instantáneo. El oleaje de fondo tarda en bajar, las escorrentías siguen llegando y la infraestructura necesita horas para recuperar su capacidad.

A partir del lunes, si Alice se debilita, lo lógico es volver a un tiempo más estable o, al menos, con inestabilidad ya dispersa y de carácter más típico de octubre: chubascos de tarde en el interior, aberturas prolongadas y temperaturas algo más bajas que al inicio de la semana del episodio. Si la dana decide reengancharse —a veces sucede—, la historia puede alargarse con un nuevo pulso de levante. La señal a vigilar es siempre la misma: viento en capas bajas del este mantenido y núcleo frío aún cerca.

Lo esencial, sin ruido: Alice centra el riesgo en el este y pide prudencia

La respuesta rápida está al principio, pero conviene rematar con las líneas maestras: la dana Alice va a golpear sobre todo el este peninsular y Baleares con lluvias muy fuertes, tormentas y mala mar, con máximos probables entre jueves y viernes y opción de coletazos el fin de semana. La Comunidad Valenciana —del sur de Valencia a la Marina Alta— y Baleares concentran la mayor probabilidad de acumulados altos en poco tiempo y de inundaciones repentinas en zonas bajas. Murcia, Castellón y el sur de Tarragona quedan también pendientes del radar.

No hay alarmismo en reconocer un riesgo real. AEMET ha emitido un aviso especial y ha bautizado Alice para que el mensaje llegue claro. Movilidad, red pluvial, ramblas y puertos son las piezas sensibles de un episodio de estas características. Con decisiones prudentes, seguimiento de los avisos y un par de días de margen, la historia meteorológica de Alice se puede gestionar mejor. Luego, sí, tocará mirar los datos y ver dónde se ensañaron más las bandas y qué hay que reforzar para la próxima. Porque el Mediterráneo en octubre siempre guarda otra vuelta de tuerca.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: AEMET, ABC, ElDiario.es, La Razón.

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