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Cultura y sociedad

¿Cómo es y cómo suena ‘Lux’ el nuevo disco de Rosalía?

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como es lux de rosalia

Foto de: Sony Official

Reseña de ‘Lux’: orquesta, coros y 13 lenguas para un álbum de 18 piezas; ambición mística y estreno en Valencia que enciende el prime time.

El nuevo álbum de Rosalía, ‘Lux, es —ante todo— una obra pensada como un todo. No busca el single inmediato ni el estribillo viral. Levanta un edificio musical con orquesta sinfónica, coros y una dramaturgia en movimientos, un modo de escuchar más cercano al oratorio que al pop radiado. Suena solemne y terrenal a la vez, con la voz de la artista en primer plano —flexible, casi lírico-operística en pasajes— y una producción que mezcla polifonía, reverberaciones amplias y texturas electrónicas discretas. Es pop, sí, pero pop de cámara, con respiración larga y un diseño que premia la escucha completa. La fecha no cambia: sale el viernes 7 de noviembre. Y su primera presentación pública del repertorio será esa misma noche en el Roig Arena de Valencia, dentro de los LOS40 Music Awards Santander 2025.

Sobre el carácter del disco, hay consenso entre las crónicas internacionales: espiritualidad, mística femenina y ambición europea. ‘Lux’ se articula en cuatro movimientos y 18 piezas que intercalan coros, instrumentación clásica y pulsos modernos, con letras en 13 idiomas que subrayan el tono universal y litúrgico del proyecto. La London Symphony Orchestra pone cuerpo a los arreglos; la Escolanía de Montserrat y otras formaciones corales aportan un color vocal reconocible; Björk e Yves Tumor encabezan la lista de invitados que trazan puentes entre vanguardia y tradición ibérica. Es una apuesta radical dentro del mainstream hispano, arriesgada por diseño, sin pedir permiso para sonar “grande”.

Un esqueleto en cuatro movimientos y 18 piezas

La arquitectura de ‘Lux’ es explícita: no se plantea como una colección de canciones sueltas, sino como una partitura narrativa repartida en cuatro bloques que avanzan del recogimiento a la catarsis y de ahí a una resolución más contemplativa. Ese marco de oratorio permite a Rosalía colgar interludios, oberturas y codas que conectan motivos, reintroducen temas y sostienen el hilo simbólico. Dieciocho cortes dan margen a esa dramaturgia y permiten respirar a una orquesta real —nada de emulaciones— que dialoga con sintetizadores, percusiones procesadas y pequeñas contaminaciones club en momentos muy medidos. La decisión de trabajar por movimientos facilita, además, que el directo pueda ensamblar suites o bloques temáticos sin perder sentido. Es una forma de escuchar y tocar que reordena expectativas en el pop español reciente.

El eje idiomático importa tanto como el musical. Trece lenguas atraviesan el disco —latín, castellano, catalán, inglés y otras— y funcionan como una paleta semántica y tímbrica. La alternancia no cae en el capricho: los coros en latín afianzan el clima sacral, el castellano sostiene la lírica devocional y el catalán devuelve a la artista a una afectividad que muchos escucharon por primera vez en sus trabajos académicos antes del gran salto de ‘El mal querer’. Esa pluralidad —en vez de trocear— ensambla una voz que cambia de registro sin perder identidad. No “cosplayea” lo clásico; lo integra.

Paleta sonora: orquesta, coros y electrónica con pulso bajo

En lo instrumental, ‘Lux’ confía en la densidad de las cuerdas y los metales para lograr climas que oscilan entre lo luminoso y lo funerario. Se escuchan ostinati de violines, tutti medidos, candelas de órgano o pads sintéticos que se abren como vitrales. Los coros —a veces de niños, a veces mixtos— sirven tanto para contestar a la solista como para convertir la melodía en rito, con polifonías que recuerdan por momentos a las escuelas catedralicias y, en otros, a la música coral contemporánea. En producción, el margen electrónico no desaparece, solo se disciplina: hay drones que sostienen el grave, subgraves muy controlados, percusiones filtradas que caen como incensarios, microdiseños de reverb que dibujan espacios de piedra. Ese naturalismo artificial es clave: no estamos ante una grabación “en iglesia”, sino ante la construcción de un templo sonoro sobre el que la voz pueda subir y bajar sin perder anclaje. La London Symphony Orchestra y la dirección de Daníel Bjarnason han sido citadas en varias piezas informativas como sostén técnico de esa ambición.

La voz de Rosalía se despliega con agilidad: recorre falsetes colocados, ataca agudos con coloratura y vuelve al habla con una dicción cercana cuando necesita tierra. No renuncia a su acento popular ni a su timbre flamenco; los coloca como acentos dentro de una línea más lírica. Ese vaivén funciona porque la escritura vocal reserva espacios de silencio, respiraciones y entradas en eco que multiplican los planos. En lo poético, el léxico alterna devoción, rito y vida cotidiana; santos, luz, purificación, culpa, promesa, cuerpo. La espiritualidad es tema y es tono. No hay sermón; hay experiencia.

Invitados y cruces: vanguardia de culto, tradición ibérica

Björk e Yves Tumor ponen el sello de la vanguardia internacional. Estrella Morente y Sílvia Pérez Cruz anclan la tradición ibérica con un color vocal que convive de forma orgánica con coros de niños y texturas orquestales. El fado aparece como afín melódico a ese lirismo grave; el alternativo de Tumor y la lírica islandesa de Björk no imponen, dialogan. La lista se completa con Carminho y el trío Yahritza, que abren ventanas transatlánticas. No hay ensembles abrumadores sin sentido, sino entradas medidas que suman carácter sin tapar el eje autoral.

Producción y crédito coral

En la columna técnica figuran la London Symphony Orchestra y la Escolanía de Montserrat, además del Cor Cambra del Palau de la Música Catalana en tareas corales, según avanzaron medios especializados. En mesa, la decisión estética es clara: master amplio, rango dinámico generoso —se oyen pianísimos reales— y un uso de la compresión que evita el efecto “ladrillo”. En suma, calidad de audio y criterio para que el sistema no achate el discurso. Es un álbum que pide espacio y volumen.

Dos pistas públicas que orientan la escucha: “Berghain” y el episodio de “Reliquia”

Antes de que el conjunto llegue a plataformas, hay dos piezas que orientan la escucha. “Berghain”, primer adelanto publicado el 27 de octubre, presenta la fórmula: orquesta en tensión controlada, coro que pisa y despega, timbres de electrónica que sostienen, y un clímax que sube por oleadas más que por drop. La colaboración con Björk e Yves Tumor funge de puente entre escenas; el vídeo de Nicolás Méndez (Canada) muestra a la artista perseguida por una orquesta de negro por escenarios cotidianos, lo que cifra el programa estético del disco: lo sagrado metido en la calle. El tema fue leído como giro de lenguaje en parte de la crítica anglosajona; otros hablaron de continuidad respecto a su inquietud de siempre por doblar los códigos de género.

La otra pieza —“Reliquia”— apenas existió en abierto. Apareció durante minutos en Spotify el martes, se retiró enseguida y dejó rastro suficiente como para calentar foros y titulares. Se trata del segundo avance, situado temprano en la secuencia del disco, que algunos medios describieron como mapa de muertes y resurrecciones personales de la artista. No hay versión oficial de por qué se publicó y borró —error técnico, subida no autorizada, ensayo de campaña fallido—, pero el movimiento anticipó la jornada de filtración del miércoles, cuando el álbum completo empezó a circular fuera de los canales oficiales. El lanzamiento del viernes, recalcan las agendas de evento, sigue en pie.

Imagen e iconografía: mística a pie de calle

‘Lux’ no solo suena a oratorio; se ve como tal. Hábito blanco, aureolas, tipografías sobrias y estética monástica recorren portadas, fotos y vídeo. La presentación de Callaoconcentración espontánea, carrera por Gran Vía, aparición en ventana de hotel— fijó esa iconografía en el espacio público. El Ayuntamiento de Madrid confirmó que no constaba autorización expresa para el acto y abrió investigación, lo que añadió pólvora a la conversación durante días. En paralelo, Times Square replicó la imagen en clave global. Moda y señas litúrgicas se cruzan en el videoclip de “Berghain”, con vestidos de archivo (Balenciaga de 2004) y referencias como las “Rosary heels” de Alexander McQueen. Nada de esto es accesorio: forma parte del marco conceptual de la obra.

En lo performativo, la propuesta tiene potencia escénica. Con coros y orquesta en el centro, el directo puede optar por formato grande —plantilla sinfónica y voces blancas— o por versión de cámara más portátil, con programaciones que sustituyan partes y coro reducido apoyado en pistas. La gala de Valencia dirá mucho: horarios confirmados (apertura de puertas 18.30, gala 20.00 y emisión desde las 20.30 según la comunicación del evento) y un cartel que la sitúa en el corazón del prime time. Si el show pone en pie el andamiaje coral y el rango dinámico del álbum, el debate se moverá del leak al cómo suena frente a miles de personas.

Qué cuenta el disco: devoción, rito, vida corriente

La letra evita lo doctrinal y baja a lo concreto: culpas íntimas, promesas, votos, posos de duelo y alegrías discretas. Hay símbolos religiosos —luz, reliquias, santos— que no predican, marcan el humor de cada pieza. De fondo, un relato de transformación que encaja con su trayectoria: del contar historias del cante al juego urbano de ‘Motomami’, y ahora una construcción de épica personal que, sin renunciar al pop, reclama tiempo y atención. La voz —protagonista— reza, susurra, habla, canta y brinca con frases cortas que a veces se quiebran para dejar pasar a la orquesta. En esa economía de recursos está parte del efecto del disco.

Los títulos y lenguas reforzarían ese mosaico multilingüe que atraviesa el álbum, según han descrito medios que tuvieron acceso a escuchas privadas o entrevistas previas a la salida oficial. La contención en la batería —cuando aparece, apoya y no arrastra— y el empleo de percusión de láminas o campanas subrayan la tensión religiosa. No hay un “bombo a negras” continuo; el pulso late en cuerdas, bajos y reverberaciones que crecen y se desvanecen como cantos. El resultado es cinemático sin caer en la música de trailer.

¿Es pop, es clásica, es liturgia? Es Rosalía

El debate sobre si esto es “clásica con pop” o “pop con clásica” se resuelve fácil escuchando “Berghain”. El centro sigue siendo Rosalía: melodía por encima del truco, voz por encima del beat. La orquesta no adorna; conduce. Y los coros no rellenan; dialogan con la solista y la empujan a zonas que no había transitado con esta amplitud. La energía club es residuo y sombra —cuatro golpes y un susurro—, no el motor. De ahí que parte de la crítica hable de “obra moderna con herramientas antiguas” y otra insista en que sigue siendo pop con otros alfileres. Las dos cosas son ciertas.

Qué esperar del estreno en Valencia

El Roig Arena ofrece capacidad y acústica suficientes para levantar la plantilla. Los horarios oficiales sitúan el arranque de la gala a las 20.00 con retransmisión en plataformas del grupo musical; la organización ha destacado a Rosalía en cartel junto a otros grandes nombres. Si la puesta en escena apuesta por coros reales y sección de cuerdas —aunque sea reducida—, el “efecto Lux” quedará fijado en televisión en directo: pop coral con dinámica y silencios en prime time, algo poco habitual en el ecosistema de premios musicales. El día coincide con la salida del disco a plataformas, por lo que la conversación se dividirá entre reacciones en caliente y escucha completa. La gestión del orden de temas y la traducción del diseño de movimientos al escenario serán decisivas para consolidar la lectura del proyecto.

La filtración de la víspera —hecho constatado por varios medios— introduce ruido, pero ya no condiciona de forma terminal un estreno en 2025. La calidad de master y el relato escénico suelen reconducir la atención hacia la versión oficial. Si el viernes cristaliza en un debut sólido y el público entiende el marcoescuchar por bloques, dejar respirar las piezas—, el impacto del leak quedará en anécdota. Caso contrario, se hablará más de la campaña que de la música. En ambos escenarios, ‘Lux’ ya ha conseguido algo poco común: mover la conversación estética del pop español a un terreno de riesgo.

Contexto de campaña: de Callao a Times Square y de ahí al oratorio pop

La activación en Callao funcionó como prólogo narrativo. La imagen de monja, el blanco casi quirúrgico, la iconografía religiosa y la carrera por Gran Vía instalaron un diccionario que luego aparece en música y vídeo: pureza, sacrificio, ritual. El salto a Times Square colocó el mensaje en el mapa global.

Entre medias, escuchas íntimas en Nueva York y Barcelona consolidaron la expectativa. El hilo entre los gestos y el contenido es poco habitual: aquí no hay cambio de piel impostado, sino coherencia entre sonido, imagen y dispositivo. La elección de Valencia para la primera actuación oficial —con la ciudad aún marcando en su memoria la DANA del año anterior— añade un pliegue emocional a la agenda.

Un apunte sobre la recepción internacional

De Londres a París y de ahí al ámbito latino, las reseñas previas y reportajes han coincidido en varios puntos: ambición formal, uso de 13 lenguas, estructura en movimientos y colaboración con instituciones como la London Symphony. En algunos casos se ha descrito la obra como “moderno oratorio pop”; en otros, como “clash” entre clásico y caos controlado que solo podría firmar esta artista.

Ese consenso no impide matices: hay quien reclama más melodía o más gancho y quien celebra precisamente la renuncia al hit en favor de la unidad. A su manera, ‘Lux’ ya ensancha el debate sobre qué puede ser el pop cuando se toma en serio el formato álbum.

Cuando la épica coral se vuelve cotidiana

Lo primero que dice ‘Lux’ al oyente es cómo quiere que lo escuchen. De corrido, sin prisa, con volumen. Lo segundo que propone es dónde: en espacios que permitan oír aire entre coros y cuerdas. Lo tercero que deja claro es para qué: armar un relato que mezcla vida común y rito, con palabras que se reconocen y símbolos que se intuyen. Suena grande sin sonar hinchado. Suena íntimo sin ser pequeño. Cambia las reglas de su propio juego y abre una línea apenas transitada por el pop español con esta consistencia y presupuesto estético.

Si había dudas sobre si Rosalía iba a replegarse al hit tras el éxito de ‘Motomami’, aquí está la respuesta: no. ‘Lux’ no es una fuga del pop; es una escalada hacia otro modo de hacerlo. La voz manda, la orquesta empuja, el coro eleva. El viernes 7 de noviembre se escuchará completo y esa misma noche se verá en Valencia. Después llegarán los números, los premios y las listas —o no—. Pero lo central ya está: un álbum orquestal, coral y multilingüe que decide que el pop también puede rezar sin perder el latido terrenal que lo hizo masivo. Luz encendida. Y a escuchar


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de medios y fuentes confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: El País, LOS40, RTVE, El Confidencial, La Vanguardia, Le Monde.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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