Tecnología
¿Por qué cambia Movistar Plus? Más formatos y nuevas alianzas

Movistar Plus cambia con más formatos propios, alianzas con Max, Apple TV+ y DAZN, y un plan OTT de 9,99€; claves, precios y qué incluye hoy.
Movistar Plus cambia porque el mercado español del streaming y la televisión de pago ha mutado a gran velocidad: los derechos deportivos se fragmentan, los catálogos se solapan y el usuario salta entre plataformas con una facilidad inédita. La respuesta pasa por dos vectores claros que ya se están viendo en la pantalla y en la app: más capacidad de agregación —integrando servicios y catálogos de terceros sin fricción— y más producción propia orientada a la conversación semanal, con entretenimiento cercano, comedia breve y ficción evento que no necesite una campaña mastodóntica para encontrar a su público. El resultado práctico se nota en cómo se contrata, en qué incluye cada plan y en cómo se consume: mayor flexibilidad, menos ataduras y un peldaño de entrada sencillo para quien quiere probar antes de comprometerse.
El movimiento tiene otra capa relevante: nuevas alianzas de Movistar Plus con operadores de contenido global —servicios premium que se integran en paquetes o conviven con los canales de la casa— y nuevos formatos de Movistar Plus que amplían registro sin perder identidad. Se trata de responder de forma directa a la pregunta que sobrevuela el sector desde hace dos años: qué cambia en Movistar Plus frente a la foto anterior. Cambia el acceso (ya no es imprescindible un paquete convergente), cambian las ventanas (un mismo mando, más llaves), cambia el tono editorial (menos solemnidad, más ritmo) y cambian los incentivos para quedarse mes a mes. No es maquillaje: es rediseño de arquitectura.
Un giro que responde al mercado
La televisión premium en España ha funcionado históricamente con un imán muy concreto: el deporte, y dentro del deporte, el fútbol. Ese imán sigue atrayendo, pero compite ahora con un océano de series, realities y documentales capaces de llenar las noches sin necesidad de un gran directo. A la vez, la economía del hogar empuja a recortar suscripciones o a rotarlas según temporada. En ese tablero, Movistar Plus cambia para hacer posible el “entra y prueba” a un precio razonable y, si la experiencia engancha, facilitar el salto a paquetes más potentes con fútbol completo, cine de estreno y plataformas integradas. La plataforma se mira menos a sí misma y más a la rutina cotidiana: ver un partido por jornada, enganchar una comedia corta de 15 minutos antes de dormir, descubrir un docureality con rostro reconocible, recuperar un estreno de cine sin buscarlo por tres apps distintas.
Ese espíritu de agregador —la palabra se ha instalado en el sector— no equivale a renunciar al sello propio. La casa mantiene proyectos de ficción capaces de recorrer festivales y, a la vez, busca nuevos formatos de Movistar Plus que viajen en clip, que se compartan en redes, que generen conversación sin estirar los capítulos hasta la hora por inercia. El catálogo se ordena con lógica de “goteo programado”: una novedad tras otra, sin dejar semanas huecas. De fondo, una prioridad: reducir la fricción de uso. Quien llega encuentra la app más clara, la búsqueda unificada y una experiencia que intenta resolver el gran problema de 2025: la fatiga de abrir y cerrar iconos para encontrar algo que apetezca.
Qué cambia en Movistar Plus
Lo esencial ocurre en tres planos que se retroalimentan. Primero, el acceso. La plataforma ofrece una puerta de entrada OTT con cuota mensual ajustada y sin permanencia, disponible seas del operador que seas, pensada para quienes no necesitan convergencia fija-móvil. No obliga a una mudanza tecnológica ni a cambiar de compañía. Se instala, se prueba, se cancela o se vuelve más adelante. Ese modelo, impensable hace un lustro en el ecosistema de la televisión de pago tradicional, ordena la escalera de valor: un peldaño de entrada sencillo, y pasos siguientes para quien quiere fútbol completo, cine en versión original con estreno diario o el pack de plataformas integradas.
Segundo, la arquitectura de los paquetes. En los combinados con fibra y móvil de miMovistar, el menú se modulariza: deporte a la carta, cine y series en bloques, y la opción de añadir servicios como Max, SkyShowtime, Netflix o Disney+ dentro del mismo ecosistema de dispositivos, con un único usuario y un único canal de soporte. El valor no está solo en el precio de etiqueta; está en la suma de pequeñas comodidades: una búsqueda que rastrea todo a la vez, recomendaciones que cruzan catálogos, continuidad del perfil y control parental unificado. Ver sin preguntarse “¿en cuál de todas estaba aquello?”.
Tercero, las funcionalidades de uso. La visualización simultánea en varias pantallas, la recuperación de lo emitido en los últimos días, la grabación en red y un deco que no expulsa de la experiencia si se salta a una app externa son piezas que ya no se valoran hasta que faltan. En conjunto, resuelven ese mal endémico del streaming: entrar, no encontrar, irse. Aquí aparece otro matiz: la curaduría editorial. Los carruseles de inicio no solo ponen “lo último”, también colocan “lo que toca ver hoy”, algo que se nota en jornadas europeas, semanas de estrenos españoles o fechas de premios. No es casualidad: una programación editorial ordena el caos.
El bloque deportivo merece mención aparte porque que cambia en Movistar Plus se entiende también desde el calendario. Hay un partido destacado de la jornada que funciona como gancho semanal, hay ventanas europeas aseguradas y hay combinaciones que elevan la intensidad con paquetes completos. Todo eso convive con canales y programas de análisis que alargan el tiempo medio de visionado; quien entra por el balón se queda por el contexto.
Programas y series de nueva hornada
El catálogo de entretenimiento ha abierto una veta que encaja con los hábitos de 2025: docureality de proximidad con rostros conocidos (familias mediáticas, deportistas retirados con relato, creadores con universo propio), comedia breve que no exige maratones y talks de 30-40 minutos con humoristas y presentadores con oficio. Este bloque, bien calibrado, hace algo que a menudo se olvida: mantiene viva la parrilla entre grandes estrenos. Un episodio de 15 minutos cabe antes de dormir, tres piezas de monólogo se ven en el metro, el docureality de los jueves se comenta el viernes en la oficina. No arrasa, fideliza. Y fidelizar, hoy, es oro.
En ficción, el objetivo es recuperar ese equilibrio entre prestigio y popularidad que sostuvo a la marca durante su mejor etapa. Temporadas cortas, guionistas reconocibles, caras que conectan con públicos amplios y una estrategia de lanzamiento que combina premières en festivales con promoción digital quirúrgica. Hay proyectos que apuntan a la conversación cultural —dramas urbanos, comedias costumbristas, thrillers con giro social— y otros que apuestan por el evento doméstico: miniseries que se ven en un fin de semana y producen la sensación de “he visto algo completo” que tantas veces inclina la balanza de renovar o no renovar.
También se notan cambios en el tono del entretenimiento. El humor baja dos marchas la impostación, se acerca al stand-up televisivo con nombres que la audiencia reconoce al primer vistazo y segmentos pensados para recorte y difusión en redes. La idea no es replicar el late norteamericano, sino construir una franja “propia” que actúe como cantera de talento y, al mismo tiempo, como puente entre la televisión lineal de la casa y el bajo demanda que vive en la app.
La no ficción se sacude el polvo de los formatos de laboratorio para buscar historias con tracción social: deporte de base, música urbana con relato, gastronomía cotidiana sin cartón piedra. No se trata de perseguir el reality de gritos; se trata de reconocer que hay una España que no estaba entrando en pantalla y que sí tiene ganas de verse a sí misma con una producción cuidada y cercana.
Alianzas que multiplican el catálogo
La gran novedad estratégica, y el motivo por el que Movistar Plus cambia su posición competitiva, llega con nuevas alianzas que permiten integrar plataformas internacionales dentro de los paquetes o como apps convivientes en la misma experiencia. Max, SkyShowtime, Apple TV+ o DAZN —cada una con su lógica— conviven con los canales temáticos de cine, series y documentales de la casa. No es solo una suma de logos. Es integración técnica y comercial: una única factura, un único acceso y una única nomenclatura de perfiles que evita el paseo entre contraseñas y menús distintos.
Ese enfoque convierte a la plataforma en una plaza pública del streaming: entras por una puerta y, sin darte cuenta, te mueves por varios escaparates. ¿Ventaja objetiva? La búsqueda unificada. Teclear un título y que la plataforma te diga dónde verlo, sin importar si está en el shelf de Movistar Plus o en una app integrada. Parece menor, pero es justo lo que reduce la fatiga de decisión. La otra ventaja es menos visible: negociación mayorista que, en paquetes, mejora el precio relativo respecto a contratar cada servicio por separado. Habrá meses en los que el usuario use más una app que otra; la integración absorbe esa oscilación con menos sensación de “estoy tirando el dinero”.
Las nuevas alianzas de Movistar Plus tienen un impacto directo en la producción local. Cuando convives con majors que llevan años sacudiendo el mercado, se impone un criterio de programación que haga de contrapeso: originales con identidad española, capaces de dialogar con ese catálogo global sin quedar sepultados. Aquí, la casa saca partido a su músculo industrial y a relaciones sostenidas con productoras nacionales. Se nota en la agilidad para levantar proyectos y en la voluntad de acortar la distancia entre el pitch y la pantalla.
El deporte como palanca de suscripción
El deporte sigue siendo el gran generador de altas. Y lo será mientras un derbi, una noche de Champions o un domingo de motor sigan convocando a medio país ante el televisor. Por eso el rediseño añade un gancho semanal en forma de partido destacado de liga y ofrece escalones superiores para quien quiere Todo el Fútbol con todas las competiciones. La clave no está solo en tener el directo; está en armar programas y contextos alrededor que conviertan el evento en hábito. Las franjas de análisis, los magazines de previa, los formatos de entrevista a exjugadores, los resúmenes que llegan a la app horas después. Todo suma minutos, y los minutos sostienen la suscripción.
La otra pata son los deportes complementarios que aportan continuidad al calendario: Euroliga, tenis en semanas clave, golf en fines de semana largos, motor con carreras que generan comunidad. No son audiencias del tamaño del fútbol, pero evitan valles en la temporada y atraen nichos muy fieles. Un domingo de golf o una doble jornada de baloncesto dan sentido a la suscripción en meses sin grandes citas futbolísticas. En términos de negocio, eso estabiliza el churn y reduce la tentación de pausar el servicio hasta que vuelva la Champions.
Hay un aspecto técnico que conviene subrayar: la calidad de emisión y la robustez del directo. El usuario tolera un pequeño retardo si todo fluye; no tolera pixelado, caídas o saltos en partidos clave. La inversión en infraestructura se nota justo ahí, cuando un pico de audiencia estresa servidores y decodificadores. Es un intangible que, paradójicamente, decide renovaciones.
Gestión interna y efectos en pantalla
Los cambios de etapa se concretan con nombres propios. La reorganización directiva empuja a Movistar Plus hacia una compañía más industrial, más volcada en volumen con criterio y en comercialidad sin pudores. Al mismo tiempo, la continuidad de equipos con memoria del proyecto ancla la transición para no dinamitar lo que ya funcionaba: una cultura de desarrollo de guion, una fotografía reconocible, un cierto gusto por la comedia que mira a lo cotidiano sin impostación.
Ese reequilibrio afecta a cómo se relaciona la plataforma con las productoras. Más ventanas de oportunidad para proyectos de entretenimiento y docuseries, mayor claridad en los briefings y procesos de greenlight más ágiles, capaces de decidir con datos —proyecciones de consumo, solapamiento de audiencias, coste por minuto visto— y con olfato. También hay ajustes en cómo se miden los éxitos: ya no solo importan los grandes picos del fin de semana; importa la longevidad del título, el rendimiento en clip, su aportación a la retención y su capacidad de traer de vuelta a quien canceló.
La política de marcas suma otra capa. El usuario reconoce enseguida un canal de cine, un contenedor de series, un programa de análisis deportivo. Mantener esas marcas vivas —actualizarlas, pero no marearlas— es parte de la identidad de la casa. Todo con una consigna que se repite en pasillos: “menos fricción, más costumbre”. Traducido: facilitarlo todo para que ver sea sencillo y volver, natural.
Alianzas que mueven el tablero comercial
No se puede obviar la dimensión comercial del rediseño. Integrar plataformas globales en los paquetes miMovistar permite crear propuestas con valor percibido alto: fibra, móvil, televisión con fútbol y acceso a uno o dos servicios adicionales sin coste incremental desorbitado. La combinación eleva el ARPU sin forzar, reduce el riesgo de cancelación al repartir la satisfacción entre varias patas (hoy ves una serie de una app, mañana un partido, pasado un estreno de cine) y concentra la relación en un único punto de contacto. Esa cercanía operativa —un área de cliente, una instalación, un mando— se traduce en comodidad. Y la comodidad, cuando el mercado aprieta, es un argumento de venta más poderoso que cien anuncios.
En paralelo, el peldaño OTT abre el embudo: estudiantes, hogares que ya tienen fibra con otro operador, personas que solo quieren el partido y algo de cine… perfiles que hasta ahora no consideraban la televisión de pago tradicional. Si la experiencia convence, el salto a paquetes mayores está ahí, a dos clics. Esa mezcla de captación amplia y retención profunda coloca a la plataforma en un punto intermedio muy valioso: ni solo canal premium de nicho ni macrooperador que exige mudanzas vitales.
Desde el punto de vista de marca, hay otro matiz que importa. La convivencia con servicios globales coloca a Movistar Plus en la casilla de “curador de confianza”: aquel que, con independencia del logo que lleve cada serie, te lo pone fácil y te lo ordena. Es una posición que cuesta años construir y minutos perder; de ahí el énfasis en que la experiencia técnica, el catálogo local y el calendario editorial sigan tirando en la misma dirección.
Un mismo sitio para verlo casi todo
La foto que deja esta etapa es clara: Movistar Plus cambia para responder a un mercado cambiante sin perder la personalidad adquirida en la última década. Hay novedades Movistar Plus visibles —un plan de acceso sencillo, una app que centraliza, alianzas que multiplican el valor— y hay un ajuste de fondo que quizá no se lee a primera vista pero define el conjunto: la plataforma quiere ser el sitio donde confluyen los grandes catálogos internacionales y el sello local con identidad propia. Ni refugio de viejos hábitos ni juguete nuevo que se agota en tres maratones. Un servicio que combina lo útil y lo reconocible.
Los nuevos formatos de Movistar Plus aportan conversación y elasticidad a la parrilla; las nuevas alianzas de Movistar Plus hacen más robusta la propuesta de catálogo; el deporte sigue siendo la palanca que activa altas y ancla fines de semana; y el diseño de paquetes ofrece un recorrido lógico desde el “quiero probar” hasta el “lo quiero todo”. La ecuación se resume así: menos fricción, más motivos para quedarse. En un ecosistema saturado, ese es el tipo de decisión que separa a quienes sobreviven de quienes acaban difuminándose en el fondo del mando a distancia. Aquí, la apuesta es quedarse. Con un enfoque pragmático, con un oído puesto en la calle y con la idea —muy simple— de que el mejor catálogo es, en realidad, el que se puede ver sin pensar demasiado por dónde empezar.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: Movistar, Telefónica, El Español, Cinco Días, EL PAÍS, Movistar Plus+ Comunicación.

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