Actualidad y cultura
¿A quién votarían los españoles entre los no políticos?

Foto: Barcex, Wikimedia Commons, CC BY-SA 4.0
Florentino Pérez lidera el barómetro de Opina 360, con Ana Botín y David Broncano; datos, duelos con Sánchez y claves del auge antipolítica.
Florentino Pérez se sitúa a la cabeza de las preferencias cuando se plantea un presidente del Gobierno ajeno a los partidos. El 29,1 % de los encuestados elige al presidente del Real Madrid como “opción alternativa”. A continuación aparece Ana Botín, con un 26,2 %, y en tercer lugar David Broncano, con un 16,3 %. Son los tres nombres que estructuran el nuevo barómetro de noviembre de Opinión 360, publicado este jueves 6 de noviembre, y que vuelve a poner sobre la mesa una corriente sostenida: el tirón de los “no políticos” como figuras de referencia para una parte relevante del país.
La fotografía se completa con dos incorporaciones de peso popular: Najwa Nimri, con un 14,1 %, e Ilia Topuria, con un 13,8 %. El estudio, basado en 1.202 entrevistas a nivel estatal, cuantifica la preferencia por Pérez en términos absolutos y la traduce en “unos 10 millones de ciudadanos” si se toma como referencia un censo de 35,5 millones. La pieza central del informe no se queda ahí: en una simulación de cara a cara con el presidente del Gobierno, Ana Botín (47,2 %) y Florentino Pérez (44,6 %) podrían superar a Pedro Sánchez, mientras que el jefe del Ejecutivo se impondría a Broncano, Nimri y Topuria. La señal de fondo es nítida: la antipolítica se consolida como estado de ánimo, aunque encuentra límites claros cuando la comparación se hace con el presidente en ejercicio.
Lo que mide este barómetro y por qué importa
El trabajo demoscópico ordena un debate muy presente en 2025: ¿hasta qué punto los liderazgos extramuros de la política pueden cristalizar en apoyo efectivo? No hablamos de un ejercicio teórico sin consecuencias. En plena etapa de volatilidad electoral, con bloques ajustados y una conversación pública acelerada por la televisión en directo y las redes, la encuesta de Opinión 360 toma el pulso a una intuición que sobrevuela desde hace tiempo: la ciudadanía presta atención a perfiles “de fuera” que proyectan gestión, notoriedad o autenticidad. El barómetro ancla esa impresión en números y, con ellos, permite organizar la discusión con más precisión.
El campo de juego aparece bien delimitado. Florentino Pérez domina la preferencia agregada y —este detalle no es menor— crece entre los jóvenes de 18 a 24 años, un segmento históricamente refractario a los discursos clásicos de partido y muy sensible a las marcas ganadoras y a los relatos de éxito sostenido. Ana Botín explota su fortaleza entre los 45 y 54 años, un tramo de edad que por lo general prioriza la solvencia técnica y pide “seguridad” en el desempeño. David Broncano, por su parte, concentra simpatías en electorados de izquierda y progresistas, además de en la franja joven. En los márgenes del podio, Najwa Nimri y Ilia Topuria encarnan dos ideas de prestigio popular distintas, pero complementarias: la cultura con alcance internacional y el deporte con un punto épico que conecta por identificación.
Este encuadre inicial importa por dos razones. Primero, porque explica el reparto de apoyos más allá de una lista de nombres. Segundo, porque ayuda a leer la “antipolítica” no como una negación de la democracia, sino como fatiga ante la clase dirigente y idealización de perfiles ajenos al poder. El estudio lo formula con claridad: hay una bolsa sostenida de españoles que verían con buenos ojos que alguien sin pasado partidista gestionase el Gobierno. ¿Cuán grande es esa bolsa? Lo suficiente como para que más de tres de cada diez encuestados afirmen que preferirían a Broncano, Nimri o Topuria antes que a Sánchez en una elección directa, aun cuando, en los duelos simulados, el presidente les aventaja.
Florentino Pérez, primera opción ciudadana
29,1 %. El porcentaje que coloca a Florentino Pérez en primer lugar no es marginal. Se alimenta de un fenómeno transversal, pero con pico entre los 18 y 24 años. ¿Por qué su nombre aglutina tantos apoyos? Una parte del argumento es evidente: el Madrid de su mandato se asocia a gestión ganadora y a una maquinaria deportiva y económica que rara vez falla en la gran cita. Ese halo de eficiencia, trasladado al terreno político, funciona en la cabeza de una porción notable del país como certificado de solvencia. No hace falta compartir colores para entender el atractivo de una marca líder que promete resultados y exhibe capacidad de negociación en entornos complejos.
La lectura sociológica añade matices. Entre los más jóvenes, la identidad de marca pesa tanto como las siglas. En su dieta informativa diario-semanal, el relato del club, los hitos europeos o los grandes fichajes tienen mucha más presencia que los boletines oficiales. En esa economía de la atención, el presidente del Real Madrid es un actor familiar, con un estilo deliberadamente perfil bajo en lo personal, pero altamente visible por el rendimiento del club y por proyectos de gran calado —del estadio a las alianzas comerciales—. Esa visibilidad dulce, sin exposición cotidiana a la refriega parlamentaria, proporciona ventaja en un ensayo hipotético como el que plantea el barómetro.
El estudio, además, traduce el 29,1 % en “unos 10 millones” si se proyecta sobre el censo de 35,5 millones de electores. Conviene ser rigurosos aquí: una extrapolación nunca debe tomarse como voto “real” ni como intención de voto en sentido técnico; es una equivalencia explicativa para dimensionar el fenómeno. No obstante, ilustra la magnitud: incluso sin listas, sin estructura territorial ni programa, el atractivo de Pérez como símbolo de gestión se cuela en la conversación nacional con fuerza suficiente como para disputarle al presidente del Gobierno un escenario simulado de elección directa.
Ana Botín, la alternativa ‘gestora’
Ana Botín aparece segunda con el 26,2 % y protagoniza uno de los dos datos que abren más debate: en un cara a cara, obtendría un 47,2 % y podría imponerse a Pedro Sánchez. Su perfil ejecutivo ofrece al electorado una narrativa clara: gestión de grandes estructuras, escala internacional, experiencia en crisis y un dominio del lenguaje económico que, en periodos de incertidumbre, genera tranquilidad. El barómetro subraya su fortaleza entre los 45 y 54 años, un tramo demográfico que acumula responsabilidades familiares y profesionales, y que suele valorar la estabilidad y el pragmatismo por encima de la épica.
Ese posicionamiento tiene dos derivadas. La primera, la competencia simbólica con Sánchez por el territorio de la competencia económica: empleo, inversión, “cuentas claras”. La segunda, la interrogación sobre la traslación de las habilidades del sector financiero a la gestión gubernamental. Ahí asoma uno de los hilos más interesantes del informe: la frontera difusa entre “gestionar” y “gobernar”. Gobernar supone priorizar, negociar y ordenar el conflicto democrático, mientras que gestionar —en el sentido clásico— se asocia a eficiencia operativa y cumplimiento de objetivos. El electorado que abraza a Botín en la encuesta parece pedir ambas cosas: solvencia técnica y mando político sin estridencias.
Hay, además, un factor de reputación personal. Al margen de simpatías o antipatías, Botín es una figura reconocible, con una comunicación sobria y una presencia mediática constante pero dosificada. En un ecosistema en el que la hiperexposición erosiona, esa dosificación —elegir los momentos y los mensajes— juega a favor cuando el escenario se reduce a una consulta sobre nombres propios.
Broncano, Nimri y Topuria, el tirón mediático
El tercer escalón lo ocupa David Broncano, con un 16,3 %. El dato encaja con su notoriedad televisiva y con el tono de proximidad que ha consolidado en su programa. El barómetro lo sitúa con mejores resultados entre votantes de izquierda y perfiles progresistas, además de entre jóvenes. Se entiende: su lenguaje, sus códigos de humor y su forma de construir comunidad —entrevista a entrevista— forman parte de una cultura generacional que responde bien a caras conocidas en la franja de máxima audiencia. Sin embargo, cuando el estudio mide el cuerpo a cuerpo con Sánchez, el presidente le aventaja: 41,4 % frente a 30,8 %. La celebridad abre la puerta de la predisposición, no necesariamente la de la preferencia final.
En cuarto lugar emerge Najwa Nimri, 14,1 %. Es un nombre con capital cultural dentro y fuera de España: cine, series, música, festivales internacionales, una trayectoria con reconocimiento y carácter. En ese sentido, su apoyo en la encuesta condensa el prestigio de una parte de la industria cultural que goza de buena salud y proyección global. Ahora bien, en la simulación frente a Sánchez, la balanza se inclina hacia el presidente (43 % frente a 31,3 %), lo que sugiere que la admiración artística no se traduce automáticamente en preferencia de gobierno.
El quinteto lo completa Ilia Topuria, 13,8 %. Su figura concentra orgullo deportivo y meritocracia en estado puro: entrenamiento, disciplina, títulos y un relato que se comparte de móvil a móvil con facilidad. La encuesta recoge ese tirón popular y, al mismo tiempo, marca límites cuando el duelo se formula contra Sánchez: 45 % frente a 31,9 % para el presidente. Es un patrón que se repite con las personalidades del entretenimiento y el deporte: el carisma da visibilidad y simpatía, pero no basta para superar a un jefe del Ejecutivo que acumula experiencia institucional, estructura territorial y memoria de gestión.
Lo que significan los duelos con Sánchez
Los cara a cara son una herramienta útil para testar la resiliencia de estas preferencias. Con Ana Botín y Florentino Pérez, el marcador favorece a los dos perfiles “gestores”. Con Broncano, Nimri y Topuria, la ventaja es para Sánchez. Se dibuja así una línea de fractura: cuando el adversario es un gestor reconocido, parte del electorado castiga menos la inexperiencia política y apuesta por la eficiencia; cuando el oponente procede del entretenimiento o del deporte, prima la prudencia y regresa el instinto de continuidad. No significa que Botín o Pérez “ganarían unas elecciones” —sería una lectura forzada—, sino que el electorado concede crédito a la idea de que los perfiles técnicos y empresariales podrían competir con el presidente en términos de confianza.
Conviene notar otro elemento: la tasa de indecisos. En los duelos con personalidades mediáticas, la abstención y el “no sabe” suman un cuarto del tablero. Es una bolsa de duda que, en política real, decide elecciones. La encuesta no pretende resolver esa incógnita, solo mostrarla: hay espacio para que la campaña, la agenda y los acontecimientos muevan preferencias con rapidez.
Antipolítica en España: señales y contexto
El informe afirma que “la antipolítica se consolida” como corriente subyacente. El término, gastado por el uso, aquí tiene una acepción muy concreta: desafección hacia la clase política y idealización de figuras externas a los partidos, percibidas como auténticas, exitosas o independientes. El dato grueso —tres de cada diez dispuestos a preferir a Broncano, Nimri o Topuria antes que a Sánchez— sirve de termómetro. La imagen del político profesional acusa desgaste; la promesa de gestión sin siglas seduce. Ese clima no es un rayo en cielo despejado: lleva años cociéndose con la fragmentación parlamentaria, el ruido permanente y una vida pública que a menudo premia la ocurrencia por encima de la explicación útil.
Ahora bien, el barómetro no confunde ruido y señal. La antipolítica tiene techo. Cuando la comparación se concreta en un duelo directo con el presidente, la experiencia institucional pesa. Sánchez se impone a las figuras más mediáticas, y solo cede ante perfiles de gestión de alto voltaje, con marca personal consolidada en entornos de alta exigencia. El mensaje es más sofisticado de lo que parece: no todos los “de fuera” valen, y no siempre. El elector diferencia entre fama y gobernabilidad. Por eso Botín y Pérez despuntan donde Broncano, Nimri y Topuria encuentran barreras.
Hay un detalle generacional que merece párrafo propio. La popularidad de Pérez entre 18 y 24 años desmiente un tópico: que los jóvenes son siempre vanguardia de lo alternativo en clave cultural o política. Aquí optan —en una proporción relevante— por un gestor septuagenario con aura de éxito sostenido y cultura de proyecto. En la otra orilla, el magnetismo de Broncano acredita el peso de la televisión generalista cuando acierta con el tono y encuentra ritmo. En ambos casos, la mediación emocional de las marcas —club, programa, personaje— vale oro.
Queda, por último, la cuestión territorial. El barómetro no desglosa aquí los datos por comunidad autónoma, pero la experiencia reciente sugiere que estos liderazgos simbólicos se comportan de forma desigual según tejidos económicos, identidades culturales y ciclos locales. La política española no es una llanura homogénea y, a la hora de imaginar “no políticos” al mando, el mapa pesa: empresarios y gestores penetran mejor en áreas con tejido productivo sólido y clase media estable; el tirón mediático florece en áreas urbanas con consumo cultural intenso. Son hipótesis razonables que, sin datos desagregados, conviene tomar con cautela, pero encajan con patrones observables.
Claves del barómetro de noviembre
El informe deja cinco ideas que ayudan a orientarse ante los titulares rápidos. La primera, el liderazgo claro de Florentino Pérez (29,1 %), reforzado por su atractivo entre los más jóvenes y por un relato de resultados que se entiende sin traductor. La segunda, la fortaleza de Ana Botín (26,2 %), capaz de competir con Sánchez en un duelo directo gracias a su perfil de gestión y a la confianza económica que proyecta. La tercera, la notoriedad mediática como vía de entrada —Broncano, Nimri y Topuria— con límites cuando la comparación exige criterios de gobierno. La cuarta, la antipolítica como estado de ánimo consistente, más focalizada en castigar a la clase dirigente que en cuestionar el sistema. Y la quinta, la prudencia con la que debe leerse cualquier simulación: una preferencia declarada en noviembre no equivale a un voto emitido en mayo.
Conviene añadir dos notas técnicas para evitar malentendidos. Uno: 1.202 entrevistas ofrecen información muy valiosa, pero no absoluta. En cada porcentaje vive un margen estadístico que conviene tener presente cuando dos cifras se rozan. Dos: la extrapolación de apoyos al conjunto del censo —por ejemplo, “10 millones”— sirve para dimensionar, no para predecir. Un barómetro ordena la conversación, no dicta el resultado de una elección.
¿Y ahora qué? Si esta ola de simpatía hacia los “no políticos” va a perdurar, dependerá de cómo se muevan las tres piezas clásicas: economía, servicios públicos y calidad institucional. Cuando esas tres variables se tensan, los perfiles de gestión sin mochila ideológica ganan enteros. Si se relajan, vuelven los atributos políticos de siempre: liderazgo programático, alianzas y capacidad de persuasión. En todo caso, el barómetro dibuja un escenario con competencia simbólica real entre el gestor reconocido y el político profesional.
El desenlace no está escrito, pero hay certezas. La antipolítica ya no es una excentricidad, sino un componente fijo del clima de opinión. La marca personal pesa como nunca; la televisión sigue fabricando relevancia; el deporte de élite funciona como acelerador de notoriedad; y la gestión —con resultados tangibles— convence a un porcentaje significativo de españoles. En ese triángulo se mueven Pérez, Botín, Broncano, Nimri y Topuria, cada uno con sus códigos y fronteras. Y en ese mismo triángulo se sitúa un presidente del Gobierno que, al comparar nombres propios, resiste a los perfiles más mediáticos y cede terreno ante los gestores.
He aquí, en suma, el mapa actualizado: Florentino Pérez lidera el ranking de “no políticos” y conecta con la franja joven; Ana Botín disputa a Pedro Sánchez un cara a cara que no es hipotético del todo, porque traduce una percepción extendida de competencia económica; David Broncano consolida una simpatía amplia que, por ahora, no derriba al presidente en la comparación directa; Najwa Nimri e Ilia Topuria acreditan que cultura y deporte también construyen capital político en un sentido laxo. Las cifras miden algo más que curiosidad: dibujan prioridades. El país, cansado de la pelea permanente, mira a quien hace y resuelve. La política tomará nota. O debería.
La última clave es de método: los números cambian con la agenda. Un fichaje estrella, un resultado europeo, un hito cultural, una crisis económica o un giro de política pública mueven la aguja. Por eso, más que congelar la foto, conviene entender la dinámica. Hoy, la preferencia por “los de fuera” es palpable y medible; mañana dependerá de si los de dentro ofrecen respuestas claras a las preocupaciones que explican este fenómeno.
Claves del barómetro de noviembre
Preferencias nítidas, límites claros. Eso resume el momento. Pérez y Botín capitalizan el deseo de gestión, Broncano, Nimri y Topuria reclutan simpatía desde la notoriedad, y Sánchez resiste con comodidad a las figuras del entretenimiento a la vez que mide fuerzas con los gestores. No hay milagros ni atajos, sí señales: la antipolítica ha dejado de ser un susurro y se ha convertido en una variable estable del tablero. Entenderla —con datos, sin caricaturas— será clave para explicar la política española que viene.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: EFE, Opina 360, Servimedia, Kiss FM.

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