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A que hora anochece Madrid: cuando se va el sol los 12 meses

Anochecer en Madrid, explicado con precisión: horas por estación y mes, crepúsculo civil y cambios de hora para planificar la tarde cada día.
El ocaso en la capital tiene un patrón claro. En el extremo de invierno, la luz cae temprano: entre 17:48 y 18:10 según el día. En el otro extremo, a finales de junio, la tarde se estira y el Sol se esconde entre 21:45 y 21:49, con un crepúsculo civil que alarga la claridad útil unos 25–35 minutos. En los meses centrales, el reloj retrocede minuto a minuto desde ese máximo veraniego; al acercarse diciembre, vuelve a marcar la franja más corta del año. Todo encaja con la latitud de Madrid (en torno a 40,4° N), la inclinación del eje terrestre y el cambio estacional de hora.
Para una referencia directa por meses: enero termina cerca de 18:25, febrero ronda 18:55–19:00, marzo despega de 19:05 y pasa a 20:35 tras el horario de verano, abril se mueve entre 20:40 y 21:00, mayo entre 21:20 y 21:35, junio marca el techo en 21:48–21:49, julio recorta hacia 21:20–21:40, agosto cae de 21:15 a 20:30, septiembre baja de 20:40 a 20:00, octubre pasa de 19:45 a ~18:00 con el horario de invierno, noviembre se instala en 18:10–17:50 y diciembre toca su mínimo en 17:48–17:49. Son rangos funcionales que permiten planificar actividades al atardecer sin tener que consultar una tabla cada día. Un apunte clave: el crepúsculo civil prolonga la luz útil después de la puesta, y el relieve urbano puede anticipar visualmente el “último rayo” respecto al dato astronómico.
a que hora anochece madrid en primavera
La primavera madrileña es una rampa de luz. A comienzos de marzo, cuando aún pesa el invierno, el Sol se oculta alrededor de 19:00–19:10. La ganancia se percibe semana a semana; a mediados ya roza 19:25–19:35. Llega el último domingo de marzo (en 2025, el 30 de marzo) y entra el horario de verano; el reloj salta una hora y la puesta “oficial” se lee, de golpe, entre 20:35 y 20:40. A partir de ahí, abril consolida tardes largas con cierres en 20:45–21:05, según avance el mes, y esa progresión sigue firme en mayo, que se instala entre 21:20 y 21:35. La mecánica que hay detrás es simple y contundente: el Sol describe cada día un arco más alto y más amplio sobre el horizonte, y la tarde gana minutos de forma casi lineal en el tramo abril–mayo.
El detalle operativo importa. Con la puesta en torno a 20:55–21:05 en la segunda mitad de abril, el crepúsculo civil empuja la claridad hasta 21:25–21:40; en mayo, cuando el ocaso se acerca a 21:30–21:35, la hora azul se extiende más allá de 22:00. Estas cifras encajan con la experiencia: terrazas llenas, deporte al aire libre a última hora, rodajes que se programan para esa luz rasante que tanto favorece. La primavera también muestra una particularidad bien conocida por fotógrafos y observadores: los cielos limpios de polvo y con menos turbulencia al atardecer ofrecen colores más saturados, algo que no cambia la hora del ocaso, pero sí la percepción del cierre del día.
Conviene recordar, aun en primavera, la diferencia entre el dato astronómico de puesta de Sol y el anochecer percibido desde calle. La cifra oficial se calcula con horizonte ideal y contempla la refracción atmosférica (ese pequeño “doblaje” de la luz que nos permite “ver” el borde superior del Sol unos minutos más de lo que tocaría). En un entorno urbano como Madrid, edificios altos o una línea arbolada hacia el oeste pueden restar uno o dos minutos efectivos de luz directa, sin alterar la realidad de que la ciudad, a estas latitudes, entra en el verano con tardes claramente alargadas.
a que hora anochece madrid en verano
Junio es el mes de las tardes interminables. En torno al solsticio (sobre el 21), la puesta se estabiliza en 21:48–21:49 durante varios días. Es el techo anual y, aunque el atardecer más tardío no coincide exactamente con el día más largo, la diferencia práctica es mínima. Julio empieza alto —21:45 en sus primeros compases— y va cediendo minutos de manera uniforme: mitad de mes 21:35–21:30, finales en torno a 21:20. Agosto acelera el descenso: arranca sobre 21:15 y cierra entre 20:35 y 20:25. Ese recorte es un clásico de agenda estival: la tarde sigue siendo larga, pero ya no “estira” tanto la cena.
En el verano conviene manejar tres capas temporales. Primero, la puesta oficial, útil para cuadrar horarios. Segundo, la luz funcional del crepúsculo civil, que permite moverse sin iluminación adicional durante 25–35 minutos tras el ocaso. Tercero, la entrada en noche cerrada, que llega cuando termina el crepúsculo astronómico (el Sol baja 18° bajo el horizonte), en general algo más de hora y media después de la puesta. En este tramo del año, esa secuencia permite programar con comodidad conciertos al aire libre, visitas a miradores o sesiones de deporte sin tropiezos con la oscuridad.
El verano muestra también la influencia de la longitud geográfica. España comparte huso horario, pero no “mediodía solar”. Ciudades al oeste del meridiano de Madrid ven la puesta más tarde en reloj oficial; al este, más pronto. La capital queda en un término medio, sin los extremos gallegos de junio que rebasan las 22:10, ni la antelación de Barcelona, que se queda sobre 21:25–21:30 en su cénit. La comparación ayuda a entender por qué el “se nos ha hecho de noche” no ocurre a la misma hora si se viaja dentro del país manteniendo la misma zona horaria.
a que hora anochece madrid en otoño
El otoño tiene trampa —o esa sensación da— por el cambio de hora. Septiembre todavía es generoso: empieza con puestas en 20:35–20:40 y cierra cerca de 20:00. Octubre se parte en dos: hasta su penúltima semana, el ocaso baja de 19:45 a 19:15; tras el último domingo de octubre (en 2025, 26 de octubre), la tarde “salta” a la franja de las 18:00 y desde ahí sigue cediendo. Ese escalón explica la experiencia urbana de salir de trabajar y encontrar la noche ya en la calle, algo que repercute en movilidad, comercio y ocio de forma inmediata.
Noviembre consolida la caída. Las primeras jornadas marcan 18:10–18:05; a mitad de mes, 18:00–17:55; al final, 17:50–17:48. La Sierra de Guadarrama al oeste añade un matiz local: en miradas con orografía elevada en la línea visual, el Sol puede desaparecer unos instantes antes de la hora astronómica. No es un cambio de calendario, sí una realidad perceptiva que conviene considerar en ciertos puntos de la ciudad, especialmente en barrios y parques con horizonte recortado por el relieve o por skyline.
En la segunda mitad de otoño se hace más visible otra constante: el crepúsculo civil sigue ofreciendo una media hora extra de claridad, pero la temperatura baja y la humedad (si se producen inversiones térmicas) puede aumentar la dispersión de la luz. El resultado es una “hora azul” más corta a efectos prácticos, aun cuando el reloj diga lo contrario. De nuevo, la física no cambia la hora oficial de ocaso, pero sí la percepción de luz útil que condiciona la actividad cotidiana.
a que hora anochece madrid en invierno
El mínimo anual se concentra en el tramo final de noviembre–primera quincena de diciembre. En esas fechas la puesta toca 17:48–17:49, cifras que permanecen casi planas varios días por la combinación de latitud y ecuación del tiempo. A partir de ahí, la tarde empieza a recuperar minutos suavemente: primeros de enero en torno a 18:00–18:06, finales cerca de 18:24–18:25; febrero acelera en la segunda mitad y se asienta entre 18:50 y 19:00. Al llegar marzo —todavía con horario de invierno— la tarde se nota más larga y roza 19:30 antes del salto horario.
Una curiosidad técnica que se repite año tras año: el día más corto (solsticio de invierno, sobre el 21 de diciembre) no coincide con la puesta más temprana. Esta última suele producirse unos días antes (en torno al 8–10 de diciembre), mientras que el amanecer más tardío se desplaza a principios de enero. El motivo es la órbita elíptica de la Tierra y la inclinación de su eje, que desplazan el mediodía solar verdadero respecto del mediodía del reloj. Nada falla: es el reloj solar el que no es uniforme a lo largo del año.
Invierno es también la estación que más evidencia la diferencia entre puesta y anochecer operativo. Con 17:50 de ocaso, el crepúsculo civil lleva la claridad hasta ~18:20; el náutico y el astronómico añaden otra hora hasta la oscuridad profunda. En la práctica, eso permite mantener cierta actividad en exteriores —con buena iluminación— sin necesidad de adelantar demasiado los horarios. Ayuda otro factor no menor: la altitud media de Madrid (alrededor de 657 metros) contribuye a una atmósfera algo más transparente que al nivel del mar, lo que incrementa la visibilidad en los minutos posteriores a la puesta.
Cómo se determina la hora del ocaso
La hora de la puesta de Sol no es una aproximación folklórica, sino un cálculo geométrico con estándares internacionales. Se define como el momento en que el borde superior del disco solar toca el horizonte ideal. El cálculo incorpora la refracción atmosférica —la luz se curva ligeramente al atravesar la atmósfera—, lo que prolonga la visibilidad unos instantes más de lo que dictaría una línea recta. Los datos se derivan de la posición del observador (latitud y longitud), la fecha (que determina la posición de la Tierra en su órbita) y la hora oficial (CET/CEST en la península). En Madrid, la combinación de 40,4° N y un huso adelantado respecto a su meridiano solar explica por qué el reloj marca puestas tan tardías en junio.
A partir de esa definición se encadenan tres fases de crepúsculo. El civil abarca desde la puesta hasta que el Sol desciende 6° bajo el horizonte; aún hay luz suficiente para actividades normales sin iluminación adicional. El náutico se extiende de −6° a −12°, rango en el que el cielo adquiere contraste, las estrellas principales dominan y la navegación costera tradicional era viable con referencias del horizonte. El astronómico cubre de −12° a −18°; tras ese umbral, noche plena: la luz solar dispersa ya no interfiere con observaciones del cielo profundo. En Madrid, la duración de cada tramo varía ligeramente con la estación, pero la media de referencia 25–35 minutos para el civil es una guía fiable.
El cambio estacional de hora es normativa, no astronomía. En España peninsular y Baleares, el último domingo de marzo se adelanta el reloj 60 minutos (de 02.00 a 03.00) y el último domingo de octubre se retrasa 60 minutos (de 03.00 a 02.00). En 2025, las fechas son 30 de marzo y 26 de octubre. Ese ajuste genera los “saltos” perceptibles de luz vespertina, especialmente visibles en marzo (de golpe, el ocaso pasa de la franja de las 19:30 a las 20:35) y en octubre (de ~19:15 a ~18:00). La pauta se repite año tras año y conviene integrarla en calendarios editoriales, deportivos o de hostelería.
Hay un último matiz que conviene subrayar: la distancia entre puesta de Sol y oscuridad afecta de forma directa la seguridad vial, la fotometría en eventos (iluminación de estadios, conciertos, ferias) y la gestión de horarios comerciales en calles de alto tránsito. En Madrid, las avenidas orientadas este-oeste reciben luz rasante en los minutos previos al ocaso, con deslumbramientos puntuales; una vez cae el Sol, la iluminación pública y la reflexión en fachadas mantienen un nivel de claridad que, aunque no cambia el registro astronómico, sí condiciona el ritmo real de la ciudad.
Guía práctica y comparativas dentro de España
La capital se mueve en un escenario intermedio si se comparan ciudades del mismo huso. Barcelona, más al este, tiene una puesta máxima en torno a 21:28–21:30 a finales de junio; A Coruña, mucho más al oeste y algo más al norte, supera las 22:10 en su cénit estival; Sevilla, al suroeste, se sitúa cerca de 21:40 en esas mismas fechas. Valencia queda alrededor de 21:30, Zaragoza ronda 21:40 y Valladolid se acerca a los 21:50. Madrid queda por debajo de los extremos gallegos pero por encima del litoral catalán, con la ventaja de una transición de crepúsculos cómoda para actividades tardías.
Para usos cotidianos, sirve una mnemotecnia mensual: enero se mueve hacia 18:25; febrero, ~19:00; marzo, 19:05 con el salto a 20:35; abril, 20:45–21:00; mayo, 21:20–21:35; junio, 21:48–21:49 varios días; julio recorta a 21:20–21:40; agosto cae de 21:15 a 20:30; septiembre, 20:40 a 20:00; octubre, 19:45 a ~18:00 por el cambio; noviembre, 18:10–17:50; diciembre, 17:48–17:49. Esta guía cubre la puesta oficial. Sumando ~30 minutos de crepúsculo civil se obtiene una ventana de luz funcional más ajustada a lo que ocurre en la calle.
El terreno y el tejido urbano introducen ajustes finos. Oriente y sur de la almendra central ofrecen un horizonte más despejado hacia el oeste; la Sierra condiciona vistas desde el noroeste; el skyline de Cuatro Torres o de Madrid Nuevo Norte modifica el último hilo de luz en encuadres concretos. No altera la cifra oficial, sí el minuto visual con el que se cierra una jornada. En parques con masa arbórea —Casa de Campo, Parque del Oeste, El Retiro en su tercio occidental— ese efecto puede adelantarse un par de minutos por la interposición de copas en la línea de visión.
El sector audiovisual y la fotografía trabajan con dos relojes: el astronómico y el operativo. Para una “golden hour” completa, conviene arrancar trabajos 45–60 minutos antes de la puesta en invierno y 60–75 minutos en verano, margen que absorbe la variación diaria (unos 30–60 segundos de cambio de un día a otro en estaciones de pendiente elevada) y las condiciones atmosféricas (calima, nubosidad media, bruma). Las producciones en exteriores que dependan de luz natural deberían anotar el salto de marzo y el salto de octubre como hitos de planificación: cambian hábitos de consumo, tráfico y afluencia, además de la propia luz.
En el campo deportivo, la iluminación de instalaciones se programa teniendo en cuenta el fin del crepúsculo civil más que la puesta. Una pista que cierra a las 21:30 en mayo puede operar sin luz artificial parte del tiempo, pero en septiembre necesitará encender a las 20:05–20:10 para mantener niveles homogéneos. En hostelería y comercio, la facturación de terrazas y el flujo peatonal muestran vínculos medibles con la hora de anochecer, especialmente tras el cambio de octubre, cuando el consumo se retrae a espacios interiores con mayor contundencia.
Por último, una nota legal práctica: el horario de verano y el horario de invierno en 2025 mantienen el patrón habitual. En península y Baleares, se adelanta el reloj el 30 de marzo y se atrasa el 26 de octubre. Canarias ajusta la misma pauta con una hora menos respecto al continente, sin impacto en Madrid, pero sí relevante para conexiones y emisiones en directo. El debate comunitario sobre suprimir los cambios estacionales no ha alterado la operativa vigente; la planificación debe seguir considerándolos.
Luz que ordena la tarde madrileña
El anochecer en Madrid obedece a una lógica estable y fácil de usar. El mínimo decembrino, alrededor de 17:48–17:49, marca el punto de mayor contracción; el máximo de finales de junio, 21:48–21:49, fija el techo con tardes que se abren después una media hora más gracias al crepúsculo civil. Entre esos extremos, la estación y el cambio de hora mueven el cierre del día con una progresión previsible.
Con los rangos mensuales como referencia, la planificación de actividades, emisiones, rodajes o eventos al aire libre se vuelve precisa sin necesidad de consultar efemérides a diario. Y con una idea simple —puesta oficial, luz útil, noche plena—, la ciudad recupera su propio ritmo: la tarde manda, el reloj acompaña.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: IGN, OAN, AEMET, BOE, Ayuntamiento de Madrid.

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