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Cultura y sociedad

Quién es Lux Pascal: conoce la hermana trans de Pedro Pascal

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Quién es Lux Pascal

Foto de Max, vía Wikimedia Commons, licencia CC BY 3.0

Retrato de Lux Pascal, protagonista de ‘Miss Carbón’: carrera en ascenso entre cine y moda, formación Juilliard y voz pública serena, propia.

Lux Pascal es actriz y creadora chileno-estadounidense, formada en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Juilliard School de Nueva York. Nació en 1992 en el condado de Orange (California), creció en Santiago y hoy trabaja entre Estados Unidos, España y América Latina. Desde 2021 se presenta públicamente como mujer trans y, aunque el parentesco con Pedro Pascal la ha colocado bajo un foco global, su trayectoria ya camina con identidad propia: una filmografía que suma títulos de televisión y cine, un protagónico reciente con peso social y una presencia creciente en festivales y pasarelas.

En 2025 su nombre saltó de manera definitiva a la conversación cultural iberoamericana con “Miss Carbón”, primer papel protagonista en cine, y con una aparición mediática muy comentada en París que cristalizó su entrada en el circuito de moda de alto nivel. Todo ello sin abandonar la prioridad que repite en entrevistas: ser reconocida por el trabajo en pantalla, por la versatilidad del registro y por una manera de estar en lo público que evita la grandilocuencia. Una actriz de oficio, disciplina y mirada larga.

Perfil profesional en un vistazo

Actriz de método sobrio, de esas que prefieren construir personajes desde el cuerpo —ritmo, voz, cansancio— antes que desde el subrayado, Lux Pascal comenzó a trabajar en Chile y consolidó allí una base técnica que más tarde expandió en Nueva York. Teatro de escuela exigente, cámara de series abiertas al gran público y cine de autor con presupuestos ajustados le dieron, paso a paso, una caja de herramientas equilibrada: naturalidad, resistencia, precisión con el texto. Eso se nota en pantalla. Luce cómoda en planos largos, donde el gesto manda más que el parlamento, y resuelve la cercanía del primer plano con economía de recursos.

Los créditos que la presentaron ante un público amplio incluyen “Los 80”, pieza clave de la ficción chilena; “Juana Brava” y “Héroes invisibles”, donde mostró buen pulso dramático en papeles de época y de thriller político; un paso por “Narcos” que, sin ser central, abrió su red de contactos internacionales; y “La jauría” (Prime Video), una serie que la situó en un relato contemporáneo sobre violencia de género y acoso digital, tema incómodo y muy presente en el debate de la región. En cine, destacó en “Ella es Cristina”, “El príncipe” y “No quiero ser tu hermano”, títulos distintos que la hicieron rotar entre comedia áspera, drama carcelario y retrato generacional.

El año 2025 redibujó su mapa. “Miss Carbón” la colocó en el centro del encuadre y la forzó a sostener una película con un personaje exigente, Carlita, una mujer trans que consigue trabajo en una mina de carbón y se topa con la superstición local que prohíbe a las mujeres bajar a las galerías. Más allá del titular fácil —la primera trans en la mina—, lo relevante ha sido la verosimilitud física y emocional del personaje: una trabajadora que madruga, que entiende el oficio, que carga sacos y que negocia su lugar sin épica impostada. Ese tono realista, poco gritón, encaja con la firma interpretativa de Lux.

Raíces familiares y formación

Lux nació en Estados Unidos porque sus padres, chilenos exiliados durante la dictadura de Augusto Pinochet, se habían instalado en California. Volvió a Santiago de niña y se formó en el Saint George’s College antes de ingresar en la Pontificia Universidad Católica de Chile, una de las canteras teatrales más sólidas del país. Allí se curtió en escena, desde el montaje clásico hasta dramaturgias contemporáneas con el cuerpo como eje. Esa base teatral es importante: explica la facilidad con la que se planta en el escenario y, de rebote, la seguridad que transmite cuando la cámara se acerca más de la cuenta.

En 2019 fue admitida en la Juilliard School, uno de los programas de interpretación más exigentes del mundo, y se trasladó a Nueva York. El salto no fue solo geográfico. Acabó de pulir trabajo de acentos, movimiento (danza contemporánea, artes marciales), análisis de escena y técnicas de respiración para rodajes que duran horas. Se graduó con un MFA y, con el título en mano, decidió que su primer proyecto largo tras la escuela no podía ser cualquiera. Buscó un guion con columna vertebral y un equipo capaz de acompañar un personaje que requiere resistencia. Lo encontró en “Miss Carbón”.

La familia, creativa y diversa, ayudó a sostener ese itinerario. Pedro Pascal, hermano mayor, ha sido apoyo constante. Javiera Balmaceda, la hermana mayor, trabaja como ejecutiva de contenidos audiovisuales en un estudio global —es un puente real con la industria, aunque cada cual maneja su agenda—. Y Nicolás, médico, recuerda que la casa fue, desde siempre, un cruce de mundos: ciencia, cultura, exilio, adaptación, memoria. Un ecosistema que marca. No porque defina a Lux, sino porque explica cierta madurez temprana en decisiones de carrera y una relación con lo público que esquiva el espectáculo por el espectáculo.

De la televisión chilena al mapa internacional

Su debut televisivo en Chile con “Los 80” la puso ante audiencias masivas que seguían, domingo a domingo, la transición del país a la democracia. Había que interpretar la intimidad de una familia en cambio sin caer en el subrayado nostálgico, y esa contención llamativa funcionó como carta de presentación. Después encadenó roles en “Juana Brava” —un relato sobre poder local— y “Héroes invisibles”, miniserie sobre la guerra fría en el Cono Sur, dos producciones que piden apoyo en la investigación histórica y respeto por los matices. Fue sumando oficio en platós de ritmo rápido, esos donde no hay margen para la dispersión.

El roce internacional llegó con “Narcos”, paso breve pero útil: nuevos directores, otra manera de trabajar, una red de casting más amplia. Más tarde, “La jauría” la ubicó en un thriller contemporáneo con estética de plataforma, rodado con el sello de Fábula y una agenda temática incómoda —violencia de género, justicia, la grieta entre lo que se denuncia y lo que de verdad se repara—. Allí, su presencia ayudó a modular la serie: no era el personaje que grita más alto; era el que sostiene la tensión.

En cine, su participación en “El príncipe” supuso un giro: un drama carcelario de tono oscuro, sexualidad y poder entre rejas, donde el trabajo físico manda. En “Ella es Cristina”, dirigida por Gonzalo Maza, se movió en otro registro: comedia generacional que se permite el patetismo y la contradicción, con una cámara que observa sin paternalismo. Saltos de registro que explican por qué, cuando le tocó capitanear “Miss Carbón”, estaba preparada para mezclar verdad cotidiana con una línea narrativa de resonancia social.

Visibilidad trans contada en primera persona

En febrero de 2021, Lux se presentó públicamente como mujer trans en una portada chilena que recorría su proceso con claridad: inició tratamiento hormonal en 2020, lo comunicó a su entorno con naturalidad y recibió apoyo explícito de su familia. La imagen —serena, directa— circuló a escala global en pocas horas, en parte porque Pedro Pascal la amplificó con un mensaje afectuoso. Hasta ahí, la noticia. Lo importante vino después: cómo gestionó la exposición.

Lux ha preferido huir del titular fácil y del rol de portavoz universal. No niega el impacto de la visibilidad —las fotos, las alfombras, las preguntas—, pero pone límites: su identidad no es un argumento de marketing, ni un atajo para reducir su trabajo a una etiqueta. En entrevistas recientes, insiste en una idea sencilla: quiere que se la juzgue por lo que hace en pantalla. Cuando se le pregunta por activismo, responde con matiz: hace política con la elección de sus proyectos y con la coherencia pública —defensa de derechos, cero concesión a la transfobia—, pero no se autoproclama activista si eso distrae del oficio. Ese tono firme y sin épica ha calado. Y se agradece en un tiempo que parece obligar a los famosos a explicarlo todo.

No es una postura tibia. En sus apariciones —de festivales a sesiones de moda—, evita la retórica y da mensajes concretos: derecho al trabajo, respeto en espacios públicos, fin del uso de las personas trans como munición política. Y, algo más íntimo, aunque no menor: normalidad. Ensayar, madrugar, hacer la compra, cuidar una relación de pareja, estudiar un acento. La vida cotidiana como afirmación.

“Miss Carbón”: una historia real llevada al cine

Miss Carbón” llega en 2025 con una promesa complicada: contar la vida laboral de una mujer trans sin convertirla en alegoría ni en estampa pedagógica. El guion se inspira en la historia real de Carla Antonella Rodríguez, la primera mujer trans empleada formalmente en una mina de carbón en la Patagonia argentina. El punto de partida es potente, sí, pero la película avanza cuando baja al barro: turnos, cascos, herramientas, supersticiones, sindicatos, jerarquías que tiemblan cuando alguien “que no entra en la norma” prueba competencia en un sitio donde el músculo —y el mito— mandan.

Lux interpreta a Carlita con una contención poco frecuente en relatos que, por tema, suelen invitar al dramatismo. Aquí no hay discursos encendidos ni planos lacrimógenos de manual. Hay oficio, dureza y humor seco en los pasillos de la mina. Se agradece el trabajo físico (postura, manos, respiración) y un uso exacto de la voz —grave, cansada, con aire de final de turno—. Se nota el entrenamiento de Juilliard y la disciplina de alguien que ensaya hasta que el gesto sale sin pensar.

La recepción mediática ha subrayado dos cosas: el carácter pionero del relato —por el espacio laboral representado y por el hecho de que la protagonista sea una mujer trans encarnada por una actriz trans— y la capacidad del film para sostener la tensión sin caer en el panfleto. En España, el estreno fue seguido con interés por prensa generalista y cultural: tema de conversación, entrevistas, foco en la dimensión laboral por encima de la etiqueta identitaria. Es una buena noticia para quien aspira a que las películas vivan por sus preguntas y su puesta en escena, no por el ruido que las rodea.

En lo profesional, “Miss Carbón” deja una conclusión clara: Lux Pascal puede liderar un largometraje y llevarlo con calma, incluso cuando el contexto le pide levantar la voz. No es un detalle menor en una industria que, a menudo, confunde potencia con volumen. Aquí la potencia es otra cosa: presencia sostenida y escucha.

Moda, festivales y una proyección que cruza fronteras

Otra imagen de 2025: París. Lux sube a la pasarela de Chanel durante la Semana de la Moda y firma una aparición de impacto. Conjunto de punto, maquillaje limpio, joyería rotunda y una caminata segura, sin aspavientos. La escena circula porque Pedro Pascal está entre el público y la abraza al final, foto que abre telediarios y se multiplica en redes. Sí, es un gesto fraternal. Pero, más allá de la anécdota, el desfile confirma que la moda la mira como rostro internacional. No como una estrella de pasarela a tiempo completo, sino como artista que puede jugar en esa liga cuando conviene a su narrativa pública.

Ese recorrido por la moda no es nuevo. Editoriales de estilo, eventos de marca y alfombras rojas en festivales europeos han sido parte de su calendario en los últimos años. Cannes 2025 la mostró con un porte que la prensa describió como “roba flashes”, etiqueta inevitable cuando hay apellido famoso y cámara. Lo relevante es que, tras el brillo, la agenda de rodaje manda. Y eso se respeta: las apariciones son dosis medidas, bien elegidas, y con su carrera audiovisual como centro de gravedad.

En España, su aterrizaje ha sido cálido. Medios de referencia le han dedicado perfiles y entrevistas de fondo, y los departamentos de casting la apuntan como rostro útil para historias bilingües o rodajes que exigen rotación geográfica. El mercado ibérico, estrechamente conectado con América Latina y con producción internacional en alza, encaja con sus credenciales: actriz hispanohablante con entrenamiento norteamericano y presencia reconocible sin desgaste de sobreexposición. Una combinación poco frecuente.

Lo que sostiene su vida privada: red cercana y normalidad

En lo personal, Lux mantiene desde 2011 una relación con el actor chileno José Antonio Raffo. A lo largo de los años han compartido proyectos teatrales, agenda a distancia —cuando el trabajo los separa— y una reserva sana sobre su intimidad. En 2025 circularon rumores de ruptura que ambos desactivaron con gestos públicos discretos: felicitaciones de cumpleaños, fotos compartidas, apoyo en estrenos. Nada rimbombante. Normalidad, otra vez.

La familia sigue siendo un pilar. Pedro aparece en momentos puntuales —graduaciones, rodajes, jornadas con fotógrafos— y no oculta el orgullo. En perfiles internacionales ha vinculado, alguna vez, la fuerza de su hermana con rasgos de su madre, Verónica, fallecida en los 90, una psicóloga cuya memoria ambos han considerado motor de afectos y de oficio. Javiera, desde su posición ejecutiva, abre puertas a la conversación —no a papeles regalados— y amplía el mapa de quiénes miran el trabajo de Lux. Nicolás, la pata médica del clan, aporta perspectiva y humor doméstico a una familia que ha tenido que mudarse de país, adaptarse y empujar.

Esa red cercana, más que un relato edulcorado, es estructura. Permite que Lux mida cada paso con criterio profesional y que elija. Porque, a estas alturas, decidir bien importa tanto como actuar bien. Aceptar un guion, decir no a una campaña, sumarse a un desfile o posponerlo, cruzar el Atlántico por un rodaje o quedarse en Nueva York para talleres de acento. Gestión de carrera entendida como cuidado.

Lo que Lux Pascal ya representa

Tras un lustro de cambios visibles y un año particularmente intenso, Lux Pascal ya no es “la hermana de” en el sentido que adelgaza la identidad. Es una actriz con presente y —si nada se tuerce— con futuro largo en dos industrias que dialogan: la hispanohablante y la anglosajona. La combinación de formación sólida, rodaje en series y cine y una exposición pública administrada con cabeza le ha permitido situarse donde quería: en el centro de un trabajo que pide disciplina, curiosidad y, sí, un poco de piel dura.

Miss Carbón” ha sido prueba de fuego. No solo por el tema, también por el peso de sostener una película. Cumplió. Convenció a prensa, compañeros de oficio y público que buscaba una historia con humanidad y sin paternalismo. El paso por París —esa foto con Chanel que recorrió el mundo— añadió visibilidad global y mostró que puede jugar en ese terreno sin perder el norte profesional. Y su discurso acerca de la visibilidad trans —alejado de consignas fáciles, pegado a la vida real— aporta calma en una conversación que suele incendiarse.

Lo que viene, si se mira el tablero con cierta frialdad, son decisiones. Escoger guiones que permitan crecer sin repetirse, directores capaces de empujarla a zonas menos cómodas, coproducciones que la fijen en el mercado ibérico, quizás una serie limitada con papel central para terminar de consolidar su rostro ante el gran público. Tiene recursos para hacerlo: idiomas, entrenamiento técnico y presencia. También un apellido que abre puertas, sí, pero que ya no explica por sí solo lo que ocurre cuando la cámara la busca.

Lux Pascal es, hoy, una actriz en presente continuo, con oficio y ambición bien entendida, que ha convertido una historia personal —con migraciones, duelo, identidad, aprendizajes— en motor profesional. En un año donde todo se acelera, su mejor carta puede ser justamente lo contrario: ir paso a paso. Elegir. Ensayar. Filmar. Volver a empezar. Y dejar que el trabajo haga el ruido.


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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de medios españoles fiables, contrastada y vigente. Fuentes consultadas: El País, Vogue España, RTVE, ABC.

Periodista con más de 20 años de experiencia, comprometido con la creación de contenidos de calidad y alto valor informativo. Su trabajo se basa en el rigor, la veracidad y el uso de fuentes siempre fiables y contrastadas.

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