Economía
¿Qué es la stablecoin? Caixabank e ING la lanzarán en 2026

Qué es una stablecoin y cómo CaixaBank e ING preparan un euro tokenizado para 2026: pagos 24/7, costes bajos y dinero programable bajo MiCA.
Una stablecoin —o moneda estable— es un activo digital pensado para mantener un precio estable frente a una referencia conocida, casi siempre una divisa como el euro. No pretende “subir” ni “bajar” como un valor especulativo, sino replicar el euro en formato token con reglas claras de emisión y reembolso: entra un euro en reserva, se acuña un token; sale un euro al reembolsar, el token se destruye. El objetivo es que 1 unidad valga 1 euro, respaldada por activos de alta calidad y liquidez, controles de riesgo y auditorías periódicas. Esa es la esencia. Y es lo que diferencia a estas piezas digitales de otras criptomonedas volátiles.
En Europa el tema gana tracción por un motivo adicional: Caixabank e ING, junto a otras entidades europeas, han dado el paso para lanzar una stablecoin en euros con estreno previsto en 2026. El proyecto nace bajo el paraguas regulatorio comunitario, con la ambición de ofrecer pagos casi instantáneos, 24/7 y programables, además de una vía segura para liquidar operaciones de activos digitales. Traducido: un euro bancario tokenizado que se mueve en redes de cadena de bloques pero con reglas de dinero electrónico y supervisión. Una versión digital del euro comercial que quiere ser tan cotidiana como una transferencia, pero más rápida y automatizable.
Concepto y mecánica: cómo mantiene el precio
Para entender qué es una stablecoin conviene ir a la mecánica y no al ruido. Funciona como un vale digital. El emisor —una entidad autorizada— recibe euros y emite tokens, manteniendo reservas segregadas en forma de efectivo, depósitos a la vista y bonos soberanos muy líquidos. Cuando alguien pide el reembolso, entrega el token y recibe euros, y el token se quema. Es un circuito cerrado que busca anclar el precio del token al de la moneda de referencia. Si las reservas son de calidad, la contabilidad es transparente y el proceso de reembolso es ágil, la paridad se sostiene.
La estabilidad no se consigue por arte de magia, sino con disciplina financiera y tecnología. En el plano técnico, el token vive en una red de cadena de bloques (puede ser pública, privada o de permiso restringido) y viaja entre billeteras con seguridad criptográfica. En el plano financiero, las reservas siguen políticas prudenciales —diversificación, duraciones cortas, liquidez inmediata— y se auditan. En el plano operativo, el emisor publica informes sobre la composición del respaldo y facilita el reembolso a la par. Si cualquiera de estas patas falla, la paridad peligra. Si funcionan, el token se comporta como un euro digital útil para pagar y cobrar.
La teoría parece simple y lo es, pero exige rigor. Un detalle clave: no todas las “monedas estables” son iguales. Algunas dependen solo de algoritmos y mercados para “equilibrarse” (sin reservas reales); otras se apoyan en activos sólidos y reembolsos exigibles. Europa ha optado por la segunda vía de forma explícita, alineándola con el dinero electrónico.
El proyecto bancario europeo para 2026
El movimiento de Caixabank e ING no llega a destiempo: bancos de varios países europeos han decidido unir fuerzas para emitir un token estable denominado en euros con lanzamiento objetivo en la segunda mitad de 2026. La pieza no es un experimento aislado, sino una infraestructura de pagos que aspira a operar en toda la Unión, con pasaporte europeo y licencia de entidad de dinero electrónico. El plan es claro: llevar el euro comercial a la capa blockchain con garantías normativas y experiencia de uso bancaria.
La propuesta nace dentro del sistema. Eso significa KYC/AML desde el primer día, custodia regulada, atención al cliente, auditorías y un gobierno corporativo de entidad financiera. También significa interoperar con la banca en línea, con las apps móviles existentes y con estándares de pagos que ya usan comercios y empresas. Si la experiencia se parece a una transferencia instantánea, pero funciona 24/7 y con reglas programables (pagos por hitos, garantías automáticas, liquidaciones DvP en mercados tokenizados), la propuesta gana sentido práctico desde el minuto uno.
No se trata de “crear otra cripto”, sino de ofrecer un euro tokenizado, con DNI europeo y respaldo bancario. En la práctica, una stablecoin en euros capaz de unir la eficiencia de la cadena de bloques con las protecciones del marco de pagos de la UE. Y con una promesa operativa: costes muy bajos por transacción, latencia de segundos y disponibilidad a todas horas.
Qué valor aporta frente a lo existente
Hoy ya existen transferencias inmediatas y soluciones como Bizum, muy extendidas. ¿Qué añadiría una moneda estable bancaria? Liquidez nativa en la red donde suceden cada vez más procesos digitales (desde la tokenización de facturas a la emisión de bonos en plataformas DLT), programabilidad de pagos sin depender de ventanas horarias, conciliación automática gracias a registros compartidos y, quizá lo más transformador, interoperabilidad paneuropea para mover euros tokenizados sin la fricción de los corresponsales.
Para una pyme que exporta, esto se traduce en cobros acelerados y reglas claras: el dinero se libera al entregar la mercancía o al validar un documento en la misma red. Para una gran empresa, significa tesorería programable: saldos que “fluyen” con reglas para cubrir nóminas, impuestos, márgenes de garantía o pagos a proveedores en el momento exacto. Para el comercio, significa cobros instantáneos con costes predecibles e integración directa en su back office. Y para la banca, un terreno donde innovar sin perder control del riesgo.
Reglas de juego: qué exige MiCA a una stablecoin en euros
El marco MiCA —la regulación europea de criptoactivos— ordena el tablero y aporta seguridad jurídica. Distingue entre e-money tokens (EMT), referenciados a una sola moneda oficial (como el euro), y asset-referenced tokens (ART), que se estabilizan con cestas de activos o varias divisas. La stablecoin de Caixabank, ING y resto de bancos apunta a ser un EMT en euros: derecho de reembolso a la par, reservas de alta calidad, información periódica y autorización como entidad de dinero electrónico.
Esto importa por dos motivos. Primero, porque equipara el token a un dinero electrónico tokenizado, no a una ficha sin dueño ni respaldo. Segundo, porque eleva el listón de la transparencia: composición de reservas, segregación patrimonial, custodia segura, pruebas de liquidez y gobernanza. El usuario —sea particular o empresa— sabe a qué atenerse: 1 token, 1 euro reembolsable. No hay promesas vagas, hay derechos exigibles.
MiCA, además, pondrá límites si una stablecoin crece demasiado rápido o concentra riesgo. Puede exigir sobrerreserva, políticas de liquidez más estrictas o restricciones operativas en escenarios de estrés. Es el enfoque europeo: innovación sí, pero con cinturón y tirantes.
EMT frente a ART: dos caminos con fines distintos
Conviene separar conceptos. Un EMT en euros es ideal para pagos y para liquidar operaciones en euro digital comercial, porque replica la moneda oficial sin desviarse. Un ART —atado a cestas de activos— puede servir para preservar valor respecto a varios referentes, pero no es un euro. Si el objetivo es pagar nóminas, cobrar a clientes o garantizar entregas, el EMT encaja mejor: menos complejidad contable, menos volatilidad y mejor integración con sistemas de pagos existentes.
Usos reales en pagos y empresa: ejemplos de valor
La promesa se entiende con casos concretos. Pagos B2B: dos compañías acuerdan que el pago se libere cuando un documento logístico se certifique en la red. El token queda en depósito programable y, al cumplirse la condición, salta. Sin correos, sin recordatorios, sin llamadas a medianoche. Pagos B2C: una plataforma de suscripción cobra automáticamente cada mes con euro tokenizado, conciliando en línea y devolviendo al instante si procede.
Mercados de capitales: un bono tokenizado paga cupones a cientos de inversores con distribución automática del euro digital bancario. Custodios y cámaras hacen delivery-versus-payment (DvP) dentro de la misma red, evitando puentes frágiles. Tesorería: una empresa fija reglas para que saldos ociosos se pasen a instrumentos seguros y vuelvan justo a tiempo para nóminas. Sector público: ayudas con trazabilidad y condiciones de uso (gasto en proveedores autorizados, ventana temporal acotada). Todo con contabilidad automatizada y rastro verificable.
En comercio minorista, la experiencia de caja no debería cambiar demasiado: escaneo, aprobación, cobro. Detrás, liquidación instantánea y comisiones predecibles. Para programadores y fintechs, APIs y contratos inteligentes permitirán incorporar pagos condicionales sin reinventar la rueda cada vez. Y, algo crucial, con la tranquilidad de operar dentro de un perímetro regulado.
Interoperabilidad y “siempre encendido”
El valor diferencial surge cuando los pagos no duermen ni dependen de ventanas de cierre. Con euro tokenizado, un proveedor cobra un sábado a las 23.00 al entregar. Una plataforma de comercio internacional liquida en tiempo real pedidos entre países de la UE. Un marketplace retiene el pago y lo libera automáticamente al confirmarse la entrega en destino. La inmediatez deja de ser excepcional y se convierte en estándar.
Para que esto funcione sin fricciones, la interoperabilidad técnica es clave. La stablecoin bancaria tendrá más recorrido si habla con infraestructuras DLT del mercado, si es compatible con soluciones de mensajería financiera modernizadas y si convive con transferencias inmediatas cuando haga falta salir de la red. La misma unidad de valor debe moverse dentro y fuera con pérdida cero.
Riesgos, límites y cómo se mitigarán
No hay dinero digital sin riesgos. La lista, bien entendida, es manejable si se ataca con reglas claras.
Riesgo de reserva. El corazón de una moneda estable es su respaldo. Debe ser sólido, líquido y segregado. Bonos del Estado a corto plazo, efectivo y depósitos a la vista son la base. Duración corta para evitar pérdidas si suben los tipos, diversificación de custodios, reportes periódicos y auditorías. Cuanto más industrializado el proceso, mayor la confianza.
Riesgo operativo y tecnológico. El código falla, las redes se saturan, los sistemas caen. Para mitigar, infraestructuras redundantes, pruebas de estrés, monitoreo 24/7, parches y gobernanza de cambios. Y, cuando algo ocurra —porque ocurrirá—, protocolos de continuidad y atención al cliente. La estabilidad de precio no sirve de mucho si la experiencia se rompe en el pago.
Riesgo de mercado y de concentración. Si una stablecoin crece mucho y concentra pagos críticos, un fallo pega más fuerte. Ahí entran los límites prudenciales, las colaboraciones con bancos centrales y los cortafuegos de liquidez. El equilibrio es permitir escala sin crear puntos únicos de fallo.
Riesgo de cumplimiento. KYC y antiblanqueo no son opcionales. La trazabilidad de una red de cadena de bloques puede ser una ventaja si se usa bien: seguimiento de movimientos, congelación en casos judiciales, mecanismos de recuperación en fraudes y controles para evitar usos ilícitos. Todo eso se diseña antes de lanzar.
Riesgo reputacional. Si una red admite tokens falsos o experiencias de pérdida de fondos, el daño es inmediato. La marca bancaria suma aquí: expectativas de servicio y reparación cuando algo no funciona. No todo se arregla con código. Confianza también es responder y pagar cuando toca.
Lecciones aprendidas del pasado
El ecosistema ya ha visto fallos de paridad sonados en modelos sin respaldo fuerte. La lección es nítida: sin reservas de calidad y reembolso exigible, no hay estabilidad sostenible. El enfoque europeo ha sido cerrar esa puerta, integrando las monedas estables de pago en el régimen de dinero electrónico. Si se hace bien, la disciplina deja poco espacio al susto.
Lo que falta por resolver antes del estreno
Hay tareas concretas de aquí a 2026. Licencia y supervisión: completar el expediente como entidad de dinero electrónico y alinear políticas de reservas, reembolsos y privacidad. Tecnología: elegir y certificar la red (o redes) en la que se moverá el euro tokenizado, definir estándares de contratos inteligentes, interfaces para bancos y APIs para terceros. Gobernanza: nombramientos, controles internos, reglas de gestión de cambios y comités de riesgo.
Integraciones: billeteras bancarias, core bancario, pasarelas de pago, contabilidad de empresas, ERP y plataformas de e-commerce. Pilotos con comercios, corporaciones y administraciones. Modelos de tarifas simples, términos claros, servicio previsible. Y mucha pedagogía: explicar sin jerga qué se gana con euro tokenizado frente a la transferencia tradicional.
Interoperabilidad: no basta con funcionar “dentro de casa”. El euro tokenizado deberá entenderse con otras infraestructuras, desde redes DLT de mercado de capitales hasta sistemas de mensajería en modernización. Si pagar dentro es fácil y salir a cuentas bancarias clásicas también lo es, la adopción despega.
Convivencia con el euro digital (si llega). Banco central y banca comercial pueden cumplir papeles complementarios: el primero como infraestructura pública de base; el segundo como capa de servicios donde vive la relación diaria, el crédito, la experiencia de usuario y la innovación. El euro tokenizado bancario ofrece dinero programable con orientación a pagos y casos B2B; el euro del banco central, si se aprueba, marcará estándares y límites. Habrá que encajar bien las piezas.
Experiencia de uso: donde se gana o se pierde
El éxito se decide en la UX. Quien paga no quiere pensar en claves ni en gas fees. Quiere abrir su app bancaria, elegir contacto o comercio, confirmar y listo. La moneda estable debe desaparecer como concepto y aparecer como euro que llega al instante, con justificantes claros y contabilidad que se reconcilia sola. Si el usuario tiene que aprender demasiadas cosas nuevas, se enfría. Si todo ocurre detrás y se traduce en rapidez, coste y trazabilidad, gana.
En empresas, la clave es la integración en procesos: facturas que se emiten con enlaces de cobro en euro tokenizado, conciliación automática en el ERP, tesorería que programa flujos, auditoría que ve en tiempo real. Aquí no se trata de moda tecnológica, sino de eficiencia operativa.
Competencia global y posición del euro tokenizado
El mercado global de stablecoins hoy está dominado por fichas referenciadas al dólar. La cuota del euro es aún modesta. El proyecto de Caixabank, ING y otras entidades busca equilibrar ese panorama con una alternativa solvente, europea y regulada. No va de “desbancar” al dólar tokenizado en su terreno natural, sino de construir un estándar en euros que funcione dentro de Europa… y más allá cuando haga falta.
Para ello hace falta profundidad de liquidez, distribución (red de bancos y partners), casos de uso claros y reglas previsibles. La marca bancaria puede ser decisiva para convencer a comercios y empresas que hoy no tocan cripto por incertidumbre regulatoria. Si la propuesta se presenta como pago en euros, con soporte y factura, el debate deja de ser ideológico y pasa a ser práctico.
¿Y los costes?
Hablar de comisiones es hablar de modelo de negocio. Si el euro tokenizado logra costes marginales bajos por transacción y tarifas simples, será atractivo para comercios y plataformas. Si compite con transferencias inmediatas en precio y las mejora en velocidad y conciliación, gana cuota. Si, en cambio, encarece o complica, le costará escalar. La transparencia tarifaria será determinante.
Un euro tokenizado con propósito y reglas
El lanzamiento previsto para 2026 es más que un calendario: es la cristalización de un consenso europeo en torno a cómo debe ser una stablecoin de uso masivo. Respaldo fuerte, reembolso a la par, supervisión, programabilidad y capilaridad bancaria. Si se cumplen estas condiciones, la moneda estable en euros podrá salir del laboratorio y asentarse en la economía real: pagos entre empresas, cobros en comercio, liquidaciones de mercado, tesorería y servicios públicos.
Quedan preguntas de ejecución. Pero el rumbo está trazado: estándares comunes, interoperabilidad, seguridad jurídica y experiencia de uso indistinguible de pagar con euros “de toda la vida”, solo que más rápido, más barato y programable. Caixabank e ING participan de una infraestructura europea que busca dotar al euro de músculo digital. Y la palabra clave, la que define todo, es confianza: confianza en que 1 token es 1 euro, confianza en que las reservas están donde deben y confianza en que si algo falla, alguien responde.
Lo que cabe esperar si despega
Si el plan llega a buen puerto, la stablecoin en euros no será un exotismo financiero, sino la capa silenciosa que hace que pagos y cobros fluyan con naturalidad dentro y fuera de las fronteras. Empresas que cierran caja al instante; comercios que no esperan; administraciones que pagan o reciben con condiciones programadas; mercados que liquidan sin fricción. El usuario verá euros que llegan, los sistemas verán registros consistentes, y la banca seguirá gestionando el riesgo y dando servicio con herramientas nuevas.
La tecnología deja de ser el objeto y se convierte en el medio. El euro tokenizado no compite con el euro, lo expresa en otra forma. Si la moneda estable que preparan Caixabank, ING y socios cumple su promesa, añadirá a la economía algo tan simple como valioso: tiempo. Tiempo que no se pierde esperando una liquidación, tiempo que no se desperdicia conciliando a mano, tiempo que no se gasta persiguiendo un pago. Y en finanzas, cuando el tiempo se comprime, la eficiencia se dispara.
La clave, en el fondo, es ser útil sin hacerse notar. Que pagar en euro tokenizado parezca pagar en euros, pero con ventajas que hoy suenan casi invisibles. Si en 2026 la “stablecoin” deja de pronunciarse y se llama, simplemente, euro, sabremos que la idea ha cuajado. Y que Europa, por una vez, ha dado forma a su propio estándar en vez de correr detrás del de otros.
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Este artículo ha sido redactado basándose en información procedente de fuentes oficiales y confiables, garantizando su precisión y actualidad. Fuentes consultadas: BOE, CNMV, Cinco Días, 20minutos, Europa Press, El Confidencial.

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