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Entraña que parte es: corte, sabor y cómo disfrutar al máximo

Entraña: qué parte es de la vaca, cómo identificarla, diferencias con entrécula y vacío, usos a la parrilla o plancha y trucos para bordarla.
La entraña es el músculo del diafragma del bovino, una tira alargada y delgada que queda pegada a la cara interna de las costillas, en la franja baja del costillar. Esa ubicación explica su grano marcado, sabor intenso y mordida firme si se pasa de cocción, y también por qué resulta tan jugosa cuando se respeta el punto. En el despiece internacional se integra en la zona de la falda (short plate) y, en los mostradores españoles, aparece cada vez con mayor claridad como entraña o diafragma. No tiene misterio anatómico: procede del músculo que separa el tórax del abdomen. Y funciona.
Conviene aclarar otro detalle esencial. Bajo el paraguas de “entraña” conviven dos piezas próximas pero no idénticas. La entraña fina corresponde al outside skirt, es el propio diafragma, con fibras largas y regulares; la entraña gruesa se asocia al inside skirt y nace del músculo transverso del abdomen, pegado por dentro a la pared abdominal. La primera es algo más corta y delgada, de cocción rapidísima; la segunda tiene mayor sección, pide un sellado intenso y un corte impecable a contrapelo. Ambas comparten ese sabor directo, rojo y tremendamente carnívoro que las ha llevado de los asadores rioplatenses a las cartas españolas.
Dónde está exactamente y por qué sabe como sabe
La imagen anatómica es fácil de visualizar: una banda muscular que recubre por dentro el costillar, desde aproximadamente la sexta a la duodécima costilla, adherida por una membrana plateada que muchos cocineros mantienen para aprovechar su efecto protector y crujiente. El diafragma es un músculo de trabajo continuo; respira el animal, trabaja la entraña. Más mioglobina, fibras largas, carácter. En cocina eso se traduce en gusto profundo y una textura que se domará con calor alto y tiempos cortos. El equilibrio está ahí: dorar con decisión, dejar el centro jugoso, reposar dos o tres minutos y cortar transversalmente la fibra. Si se pasa, se tensa; si se queda corta, la membrana puede resultar gomosa. El punto medio, rotundo y rosado, es el que asombra.
En términos de clasificación comercial, la entraña queda en el grupo de cortes que históricamente se leían como “segundos” o “de falda”, y sin embargo su valor gastronómico se ha disparado a medida que el público ha entendido que sabor y ternura no siempre caminan juntos. Aquí el premio no es el marmoleo exagerado, sino el contraste: borde crujiente, centro húmedo, aromas a brasa limpia. La proteína manda; la grasa, moderada, acompaña sin robar protagonismo. Producto honesto, de los que lucen sin disfraz.
Fina y gruesa: dos hermanas con personalidad propia
La distinción no es caprichosa. La entraña fina (outside skirt) es la más popular en parrilla: delgada, uniforme, con serosa —esa piel externa— que puede dejarse para que forme una costra sabrosa o retirarse antes de la plancha. Se cocina fulminante, con la seguridad que da un corte que no perdona dudas: dos o tres minutos por lado en brasa fuerte suelen bastar en una pieza estándar. La entraña gruesa (inside skirt), en cambio, ofrece más bocado y necesita un sellado vigoroso seguido de un corto descanso cerca del calor. No es que sea dura; es que su grano más marcado exige ese gesto final de cuchillo: tajos perpendiculares a la fibra, firme y sin vacilar. Quien lo hace, gana.
En boca, las diferencias se notan sin necesidad de lupa. La fina tiende a una ternura aparente cuando se acierta el punto, con esas fibras que parecen desmigarse a cada mordisco. La gruesa regala sustancia y una masticación ligeramente más intensa, muy agradecida si se sirve fileteada en tiras oblicuas. Un detalle práctico: si llega a la mesa con membrana, se puede morder con la cara crujiente hacia abajo para que ceda mejor; si llega desnuda, conviene no dejarla enfriar para que no se reafrime. Son manías compartidas en barras de Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao, donde ya se la pide por su nombre.
Nombres y equivalencias: mapa para no perderse
En España se ha normalizado el uso de entraña y también diafragma. En Argentina, Uruguay y Chile se habla igualmente de entraña y es un símbolo parrillero. En México se cruza con la arrachera (no siempre coincide al milímetro, pero remite a la misma familia del skirt steak). En confianza internacional, el término de trabajo es skirt steak, con las variantes inside y outside. Conviene no confundirla con el hanger steak —el famoso onglet francés o “solomillo de pulmón”—, que pertenece a las “cruras” del diafragma, cuelga en el centro de la canal y no es entraña. Son vecinos, no gemelos.
Este diccionario mínimo despeja pedidos y compras online. Si el proveedor habla en lenguaje IMPS/NAMP, la fina suele etiquetarse como 121C y la gruesa como 121D. Si la carnicería opera con nomenclatura local, bastará con preguntar de forma concreta: ¿diafragma o transverso abdominal? Saberlo evita sorpresas en textura y tiempo de cocción. Y ayuda a planificar mesa y vino, que no es asunto menor.
Membrana, fibra y corte: los detalles que mandan
La entraña llega a menudo con una serosa plateada. No es cartílago, no es “piel dura” al uso. Es una envoltura fina que, si se cocina bien dorada, cruje y protege el corazón de la carne. Hay brigadas que la mantienen para que haga de escudo térmico y aporte ese chasquido tan goloso; otras la retiran para exponer la fibra y ganar en mordida limpia. Las dos vías son válidas. Lo determinante es tener claro el resultado que se busca y respetar el calor que cada opción necesita. Con serosa, la pieza tiende a encogerse; un aplastado suave con espátula al apoyar la cara membranosa ayuda a que quede plana y dora de manera homogénea.
El corte a contrapelo merece su propio párrafo. La entraña muestra un veteado de líneas muy visibles que indican el sentido de la fibra. Trazar el cuchillo perpendicular a esas líneas convierte una fibra larga en segmentos cortos, lo que suaviza de inmediato la sensación en boca. No es una superstición parrillera; es física elemental aplicada al filete. Se nota más en la gruesa, donde el grano canta con voz propia. El ángulo de 45 grados multiplica la superficie de corte y deja tiras anchas y jugosas, listas para una salsa criolla, un chimichurri o simplemente una sal en escamas.
Compra limpia y criterio en la carnicería
El mostrador cuenta mucho antes de encender el carbón. La entraña de calidad se reconoce por un rojo vivo, superficie ligeramente húmeda pero no acuosa y bordes regulares. Con membrana, mejor que sea plateada, íntegra, sin desgarros; sin membrana, que la superficie muestre una capa fina de grasa y nada de resequedad. El grosor anticipa estrategia: la fina promete vuelta y vuelta; la gruesa pide sellado y un breve descanso a un lado del fuego.
Interesa también confirmar qué pieza concreta se está comprando. No por capricho, sino porque la planificación cambia. Si se busca una cena a base de tiras rápidas y jugosas, la outside skirt es la amiga; si se quiere mayor presencia en el plato, con cortes más generosos y ese toque masticable tan carnívoro, la inside será mejor opción. Conviene recordar que de cada res salen dos tiras por tipo, de modo que la oferta no es infinita. La demanda ha crecido en España y el precio ya no es el de hace una década. Aun así, sigue siendo un corte con gran relación sabor-precio frente a lomos y solomillos.
En cuanto al origen, la trazabilidad importa. Las entrañas de frisona procedente de vacuno lechero suelen tener un grano algo más marcado, mientras que las de raza cárnica bien alimentada ofrecen regularidad y sabor profundo sin dureza. La maduración de la canal —los días de frío controlado previos al despiece— ayuda, porque relaja fibras y concentra aromas. En muchas carnicerías especializadas se ofrece entraña madurada de forma ligera, suficiente para elevar el perfil sin perder jugos.
Cocción: fuego alto, atención y respeto al punto
La entraña no necesita coreografías de laboratorio. Parrilla o plancha muy caliente, un toque de sal gruesa, sellado firme y vuelta única. La entraña fina tolera dos o tres minutos por lado —según grosor— a calor vivo; la gruesa agradece un minuto extra de reposo tras el sellado, en una rejilla o en el borde cálido de la parrilla. El reposo corto es crucial para que los jugos se redistribuyan. Después, corte inmediato y servicio sin esperas.
Marinadas sí, pero breves. Este corte absorbe rápido. Un chorro de aceite de oliva, ajo majado, pimienta negra y un ácido suave —unas gotas de limón o un vinagre equilibrado— bastan para realzar sin tapar. Hay quien juega con soja para potenciar el umami y oscurecer un poco el dorado; funciona si se controla el tiempo y no se sala en exceso. La serosa, si se mantiene, no impide que los sabores penetren por la cara expuesta. Se nota, pero la protagonista sigue siendo la carne.
En sartén, la clave es no apelotonar. Piezas que no quepan bien planas, mejor dividirlas. El calor debe dorar, no hervir. En horno, su papel ideal es el de apoyo: un final corto a alta temperatura o un calor alto durante pocos minutos si se quiere uniformar el punto tras un sellado previo. Para quien busca un acabado más jugoso, existe el juego de cortar en tiras y devolver diez segundos a la plancha: el calor residual actúa sin pasarse.
Sal, grasa y otros pequeños trucos que marcan
La sal es una cuestión de escuela. Previa al fuego para favorecer un ligero sudado que mejora el dorado, o al final para mantener jugos internamente: ambas funcionan. Lo que conviene evitar es salar con mucha antelación sin una estrategia clara, porque puede extraer humedad en exceso. Si la pieza trae un cordón de grasa lateral, no retirarlo del todo: actúa como lubricante durante el asado y aporta matices. Y un apunte práctico más: una noche al frío sin tapar seca la superficie y garantiza un sellado espectacular al día siguiente. Cocina sencilla, pero meticulosa.
Nutrición, ración y sostenibilidad del corte
En términos relativos, la entraña es moderadamente magra. No compite en marmoleo con un lomo alto muy infiltrado, pero ofrece densidad de sabor y saciedad. Una pieza limpia de 450 a 600 gramos suele alimentar dos personas con hambre razonable si se sirve como único corte, y tres o cuatro si acompaña a una mesa con ensaladas, verduras asadas o patatas. En cocina profesional, el estándar ronda 200 a 250 gramos por comensal ya cortado, lo que permite controlar el punto y servir sin pérdida de calor.
El capítulo de la sostenibilidad no es accesorio. Revalorizar cortes de falda y delantero contribuye al aprovechamiento integral del animal y descongestiona la demanda de los “nobles”. La entraña, como el vacío o la tapilla, muestra que la excelencia no depende solo del filete central. Al contrario: hay sabor y cultura en esos cortes que trabajaron en vida y que hoy recompensan la atención del cocinero. Para productores y consumidores, el mensaje es claro: diversificar mejora la cadena.
Cultura y presente de la entraña en España
Hace no tanto, la entraña no era fija en el vocabulario de la carnicería española. Hoy aparece en cartas de parrilla de todo el país, en tiendas especializadas y en carnicerías de barrio con ganas de explicar lo que venden. El público ha entendido su personalidad: precio competitivo frente a otros cortes, sabor potente y una cocción directa que funciona tanto en barbacoa como en plancha doméstica. También se ha normalizado la maduración suave y la distinción entre entraña fina y gruesa en el etiquetado. No en todas partes, pero cada vez más.
En la restauración, la presentación habitual es en tiras fileteadas, con sal gruesa al final, a veces con chimichurri, otras con aceite ahumado o una vinagreta de hierbas. En casa, la membrana crujiente se ha convertido en una seña para quienes buscan textura y contrastes. La imagen es ya parte del paisaje gastronómico del fin de semana: tira alargada, humo limpio, corte sesgado y plato caliente. Cuando sale bien, engancha.
Errores habituales y cómo evitarlos
Hay tropiezos que se repiten y no tienen por qué. Cocinar con el fuego tímido provoca que la pieza sude y hierva, y el resultado es una carne gris, sin carácter. Olvidar el reposo castiga los jugos. Cortar en dirección de la fibra endurece la masticación. Quitar toda la grasa mata el encanto. Son detalles que deslucen un corte que, bien tratado, brilla con poco. Y no hace falta más que temperatura, tiempo y cuchillo. Los tres, bien puestos.
Todo lo que define a la entraña: anatomía aplicada al fuego
La entraña es diafragma y, en su variante gruesa, transverso abdominal. Es falda baja pegada al costillar, con una membrana que se puede aprovechar o retirar según el objetivo. Se hace con calor alto, tiempos breves, reposo corto y corte a contrapelo. Se nombra skirt steak, outside y inside, y conviene no confundirla con el onglet. Es intensa, agradecida y con poca tolerancia a la indecisión. Si se respeta su carácter, devuelve un sabor limpio que reclama muy poco adorno.
La parte práctica, que es la que manda: en la compra, rojo vivo, textura firme y membrana limpia si la trae; en el manejo, plancha o parrilla a tope; en la mesa, tajos breves contra la fibra y servicio inmediato. No necesita más. Quien la descubra desde cero encontrará una carne franca con un perfil aromático que remite a nuez tostada, hierro amable y humo. Quien ya la conoce, seguramente solo busca confirmar lo que sabe: que pocas piezas ofrecen tanto rendimiento por minuto de fuego.
Entraña hoy: pedirla bien y disfrutarla sin complicaciones
La escena se repite: una tira alargada, bordes dorados, centro rosado, sal que chasquea y cuchillo que entra como debe, cruzando la fibra con decisión. Esa imagen resume el valor de la entraña en 2025. Disponibilidad creciente en España, nomenclatura más clara, clientes informados que distinguen fina de gruesa y una cultura del fuego que ha adoptado el corte sin complejos. La pregunta de base —de qué parte procede— ya tiene respuesta nítida: del diafragma del vacuno, con ese anexo interesante del transverso abdominal cuando hablamos de la gruesa. Todo lo demás es temperatura, atención y respeto.
La entraña se ha ganado su lugar por méritos propios. No compite con el tópico del filete blando; juega otra liga: sabor y textura de músculo en forma, domados por el fuego alto. Un corte que no engaña, que pide poco y da mucho, y que ya habla idioma español sin perder acento rioplatense. En parrilla de jardín o en barra de referencia, su encanto es el mismo: producto, técnica y punto. Queda dicho. Y queda servido.
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Este artículo se ha elaborado con información contrastada y publicaciones de referencia en España. Fuentes consultadas: PROVACUNO, Carnimad, Directo al Paladar, Universidad de Valladolid.

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